TEXTO TEATRO. PUBLICACIÓN PAGINA WEB
TEATRO BREVE DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
INDICE:
1. María Queras todos la llaman Mary (1999)
2. Tipas (4 monólogos que conforman un espectáculo)
2.1: Sor Rita (Confesionario. 2014)
2.2: La Culomántica (2014)
2.3: La Viuda (2015)
2.4: La Licenciada (2016)
3. Padre e hijo (2016)
4. Raros (4 monólogos que conforman un espectáculo)
4.1: Adentro (2017)
4.2: Afuera (2018)
4.3: Detrás (2018)
4.4: Delante (El bello Púbico. 2018)
5. La Diva del Micro (2018)
6. Felizmente casados (2018)
7. Pelea de casados (2019)
8. Platónicos (3 obras que con forman un espectáculo)
8.1: Belleza (2019)
8.2: Amistad (2022)
8.3: Eros (2022)
9. “Enajenadas” (4 monólogos, que conforman un espectáculo)
9.1: Grosera (2018)
9.2: La pagapeo (2023)
9.3: La madama (2024)
9.4: La Matamoros (2024)
10. Chiquita (2024)
1: “A MARÍA QUERAS TODOS LA LLAMAN MARI”
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
DEDICATORIA:
PARA MAIGUALIDA ESCALONA
Y JUAN CARLOS GARDIÉ
Por el Grupo Theja
UN AMBIENTE SENCILLO Y REFINADO DE UN PROBADOR DE TALLER DE ALTA COSTURA. UN ESPEJO DE CUERPO ENTERO, UN MANIQUÍ DE COSTURA QUE EXHIBE LA ÚLTIMA CREACIÓN DEL TALLER: UN TRAJE DE NOVIA. DOS CÓMODAS POLTRONAS DE ESTILO. LÁMPARAS.
EL FINAL DE LA TARDE ENCUBRE A LA ABSTRAÍDA MARI, ESTA HIPNOTIZADA ANTE EL ESPECTRAL TRAJE DE NOVIA.
NARCISO: (EN OFF) ¡Mari! (PAUSA) ¡Mari!
IRRUMPE NARCISO, ESTRIDENTE. ENCIENDE LUCES.
NARCISO: ¡Embebida! Todo el santo día, Mari. Un horror. Ese traje te tiene ida, lela, mi amor. Desde el primer boceto con tanto misterio. A mí los trajes de novia me parecen una cosa pavosísima, un fastidio, Mari. Yo no entiendo como una mujer puede anidar sueños y desvelos ante una cosa tan fatídica como un traje de novia.
MARI: Una joya.
NARCISO: Recuperando el habla.
MARI: ¿No llamó?
NARCISO: No.
MARI: Ya es tarde.
NARCISO: Y también la conciencia. Hace rato dieron las seis, y yo estoy agotado.
MARI: ¿Crees que venga?
NARCISO: Con él nunca se sabe.
MARI: Siempre una sorpresa.
NARCISO: Una desconsideración.
MARI: Deberías sentirte agradecido.
NARCISO: Cansado, exhausto.
MARI: Puedes irte, yo me quedo y espero.
NARCISO: Esperar qué, Mari.
MARI: Esperar.
NARCISO: Llevas años en eso, Mari.
MARI: No sigas, Narciso.
NARCISO: Claro que voy a seguir. A mí me indigna ver como una mujer puede pasarse toda la vida esperando un imposible.
MARI: Imposibles esperan los poetas.
NARCISO: Pero tú eres una modista, una simple costurera.
MARI: Ya no tan simple, Narciso. Él me hizo diferente. A veces me siento tentada a dibujar, diseñar vestidos, volverme loca y cambiar los patrones por unos distintos, nuevos, que me salgan de las manos libres, dejar que las tijeras tomen el rumbo de mis emociones.
NARCISO: Mari, estoy anonadado.
MARI: ¿No me crees capaz de diseñar mis propios trajes?
NARCISO: Él no te dejaría.
MARI: ¿Cómo puedes estar tan seguro?
NARCISO: Porque todo lo critica. Todo le parece mal.
MARI: Es un Artista.
NARCISO: Engreído.
MARI: Exigente.
NARCISO: Un tirano.
MARI: No, Narciso. Tu no lo entiendes porque todo lo miras de una manera muy alegre y superficial. Detrás de eso que llamas tiranía hay una búsqueda de la perfección. No duerme, no vive, no ocia como todos los demás, él es único. El mejor. Y yo me siento agradecida porque a su sombra aprendí a disfrutar de la imaginación.
NARCISO: Una mujer enamorada.
MARI: Aquí tienes este vestido, Narciso. Ahí sentada, mirándolo, enamorada, así me conseguiste porque lo vi claro. Es una obra perfecta de su ingenio y de mi interpretación de sus líneas. En eso pensaba, tengo que esperarlo y saber qué dirá al verlo terminado.
NARCISO: Te aseguro que no le parecerá perfecto.
MARI: Estoy tan ansiosa, Narciso.
NARCISO: Te vas a decepcionar.
MARI: Cada detalle de ese vestido, cada una de las costuras y de sus pliegues, esta revisado una y mil veces. Desde que vi los primeros bocetos, sabía que algo grande, importante, hay detrás de este vestido para él.
NARCISO: No tiene sus medidas.
MARI: Cínico.
NARCISO: ¿Mari, no te parece extraño que ni siquiera conocemos a la clienta?
MARI: Al menos sé que tiene mis exactas medidas.
NARCISO: Por eso tanta atracción por ese vestido.
MARI: Desde un principio dijo que era algo especial.
NARCISO: Tan especial que apenas conocemos pormenores del caso. Él que es tan estricto con las menudencias. Veinte, cincuenta veces tengo que repasar cada patrón, cada retazo, y cada uno de los ítems que debemos llenar en la planilla de la clientela. Una vez una señora, muy chic, glamurosa ella, le dijo, chico: pero, ¿tú me vas a hacer un vestido o una biografía? Porque hasta le pregunto el lugar donde nació.
MARI: El clima de donde se nace no se pierde nunca, y tiene mucho que ver a la hora de diseñar una elegancia.
NARCISO: Una exageración.
MARI: Una exquisitez propia de su genio; las clientes valoran sus exigencias hasta convertirlas en parte fundamental de su extraordinaria personalidad, no en vano tiene fama de excéntrico.
NARCISO: También de narcisista, egoísta, pichirre y pederasta.
MARI: ¿Cómo puedes hablar así?
NARCISO: Lo conozco.
MARI: Lo envidias.
NARCISO: No, querida, en todo caso siento lástima por él, y gracias que puedo decirlo y no parecer una loquita histérica con un ataque de celos.
MARI: Es un hombre muy recto.
NARCISO: Famoso por ello.
MARI: Nadie puede comentar sobre un desliz o una locura en ese sentido.
NARCISO: Por favor, Mari, está bien que te hagas la inocente, pero yo lo conozco perfectamente bien, como tú jamás podrías conocerlo. Dormí en su antiguo apartamento de pobre, antes de mudarse a la mansión.
MARI: No tienes derecho a recordar eso.
NARCISO: Todo el derecho del mundo, y tú también. Llegaste un día cualquiera preguntando si necesitaba una muchacha para la limpieza…
MARI: Todo estaba muy aseado, me impresionó que un hombre pudiera tener tanto orden y pulcritud a su alrededor a pesar de vivir solo.
NARCISO: No vivía solo. Estaba yo.
MARI: Te dejaba pasar las noches en su casa.
NARCISO: En su cama.
MARI: Basta ya, Narciso, no lo soporto. Sabes que me haces daño, me hieres con tus comentarios amargos y malintencionados.
NARCISO: También yo lo sufrí. Y aquí estoy, sobreviviéndolo.
MARI: Eres alguien gracias a él, como yo.
NARCISO: ¡Alguien! ¿Tú y yo, alguien? Unos pobres diablos, Mari. Adefesios, esperpentos. Unas sombras, unos sirvientes de su egolatría.
MARI: Seguidores de su arte. Estar junto a él nos convierte también en artistas. Deberías estar orgulloso.
NARCISO: No lo conoces como yo.
MARI: Lo conozco mejor que tú, porque puedo verlo con claridad en cada una de sus creaciones, su inspiración es excepcional.
NARCISO: No es un Dios.
MARI: Alguien muy grande.
NARCISO: Estas enferma, ya lo veo.
MARI: No, Narciso, estoy agradecida de esta vida.
NARCISO: Pobre mujer. Tanto elogio y ensalzamiento, aplausos y encomio te postran en un perverso fanatismo que te veda la realidad. Tu enfermedad, Mari, es tan maligna como el amor.
MARI: Nadie con alma puede decir eso del amor.
NARCISO: No quiero caer en ese tema.
MARI: Es el tema de su obra. Todo para él es el amor.
NARCISO: ¿Cómo puede alguien que no conoce el amor, crear sobre él?
MARI: Porque lo busca, porque no tenerlo lo impulsa hacia ese sentimiento, hacia la emoción del amor.
NARCISO: No, querida Mari, el amor es algo sencillo, común a todos los hombres, como todas las emociones y los sentimientos, lo único que nos une y nos iguala. Solo que algunos lo encuentran con facilidad en su camino y a otros se nos convierte en un angustioso laberinto sin fin.
MARI: Yo lo encontré a él, Narciso, y lo supe apenas abrió la puerta de aquel viejo apartamento donde fui buscando trabajo y encontré mi felicidad.
NARCISO: ¿Y no te importa que ese amor sea irrealizable?
MARI: Yo lo tengo a él, yo lo siento conmigo en cada una de las labores que realizo para él, para su arte. A través de sus diseños puedo amarlo con toda la intensidad de mis sentimientos.
NARCISO: El amor necesita concreción, mujer.
MARI: Para los que tienen necesidad de concreciones, Narciso. Adoro cada día cuando llego a este taller y tomo sus lápices y sus tijeras entre mis dedos. Cuando ensarto sus agujas y veo al final este traje que él soñó. Lo amo en la imaginación y en sus ideas maravillosas. ¿Acaso no puedes entender ese tipo de amor, Narciso?
NARCISO: No, Mari, y me atrevo a decirte, con todo el respeto que merecen tus sentimientos, y sin que haya ni asomo de cinismo en mis palabras, que todo eso me parece aborrecible, que no encuentro belleza en la sublimación, ni placer en las emociones platónicas, aunque reconozco una extrema tentación al onanismo, mi inclinación viciosa hacia la íngrima satisfacción de mis ansias y apuros.
MARI: Eres prosaico, Narciso.
NARCISO: No, querida, un común y descreído de ese amor que tú puedes transferir al arte con espantosa desviación.
MARI: Desviada es tu apetencia, Narciso.
NARCISO: Hasta que al fin das muestra de pertenecer a este mundo, mujer. Tan desviada es mi inclinación como la de tu idealizado amor.
MARI: Perdóname.
NARCISO: Yo no tengo nada que perdonarte, Mari, ni que perdonarme a mí mismo. También yo soy feliz con lo que soy.
MARI: Entonces me entiendes.
NARCISO: Nos entendemos, María Queras.
MARI: Tenemos tanto tiempo a su lado. Yo sé que tú esperabas algo más que una aventura. Pero hay cosas que no se pueden pedir a las personas si son contrarias a su propia naturaleza. También yo me confundí, y llegue a pensar que de tanto estar a su lado, que de tanto querer, podía inventar una esperanza. Yo trabajaba horas de desvelos para acompañarlo, para ganarme un poco de esa suave sonrisa de satisfacción que ilumina su rostro y mis sentidos. También te vi consumar los mismos sacrificios, gozar de su gesto de alegría, reírnos juntos ante sus hallazgos y llorar sus fracasos y dolores. Me sentía tan unida a ti como si compartiéramos un mismo corazón. Latían juntos, en intensidad y acompasadamente. Sin celos, porque nosotros dos ya estábamos unidos en la desgracia de no tenerlo. Aprendí a quererlo tal como es. Y ese día entendí mi amor.
NARCISO: Y yo el despecho. Me dejó por mi culpa, Mari. Yo apenas empezaba esta vida. Recién descubría estos placeres que él mismo me enseñó. Le fui infiel y lo perdí. Un solo error lo decepcionó de mí. No estuve a la altura de sus exigencias. ¿Por qué me equivoqué?
MARI: Por querer más de lo que podemos tener.
NARCISO: Yo no me conformo.
MARI: Amar no es conformidad.
NARCISO: Tampoco es aceptar las sobras.
SUENA UN TIMBRE.
MARI: ¿Esperas a alguien?
NARCISO: Siempre espero, pero algo más tangible que tú, querida. Iré a ver de quien se trata.
MARI: Él no toca el timbre, jamás deja sus llaves. (MIRANDO EL VESTIDO) ¡Qué misterio envuelve este vestido! ¿Qué será?
NARCISO: Un mensaje.
MARI: ¡Un sobre lacrado!
NARCISO: Reconocidos y selectos sobres lacrados de la casa. Tiene tus señas: A María Queras. Es para ti, Mari.
MARI: No puede ser, esos sobres son los que él usa para anunciar novedades a las clientas distinguidas.
NARCISO: Nunca confundiría este detalle. Son diferentes a las tarjetas para enviar felicitaciones, también a las esquelas que anotan sus instrucciones.
MARI: ¿Por qué lo envía a mi nombre?
NARCISO: Solo abriendo el sobre podremos saberlo.
MARI: No me atrevo, Narciso.
NARCISO: Puedo abrirlo por ti.
MARI: Seria una imprudencia.
NARCISO: No tan grande como la curiosidad.
MARI: Tengo que abrirlo.
NARCISO: Esa es una decisión.
MARI: Tengo miedo.
NARCISO: ¿Qué esperas, mujer?
MARI: Nunca concreté mis esperas, Narciso.
NARCISO: Te llegó la hora, María Queras.
MARÍA QUERAS ABRE EL SOBRE. HAY UN SILENCIO. MARI MIRA EL VESTIDO.
NARCISO: ¿Qué dice?
MARI: El nombre de la dueña del vestido.
NARCISO: ¿Quién?
MARI: Soy yo.
NARCISO: No voy a creerlo.
MARI: Puedes verlo tú mismo.
MARÍA LE EXTIENDE EL SOBRE. MIENTRAS NARCISO LO LEE, MARÍA VA HASTA EL VESTIDO.
NARCISO: Dice diseño exclusivo para María Queras.
MARI: Con mis exactas medidas.
NARCISO: Y te ofrece matrimonio.
MARI: Nunca concreté mis esperas. ¿Qué hago ahora, Narciso? ¿Se pueden alcanzar los sueños? Yo misma no me atreví a confesarme esta esperanza. Ser su esposa, Narciso.
NARCISO: Mari. ¿Qué haces?
MARI: Llevar este vestido. Esta ilusión, este amor.
MARÍA QUERAS SALE CON EL TRAJE PARA EL PROBADOR.
NARCISO: La nota, no terminaste de leer la nota.
MARI: (EN OFF) Léela tú, Narciso, mientras me pruebo el vestido.
NARCISO ANONADADO SIGUE LEYENDO LA NOTA.
NARCISO: Dice que mereces llevar su apellido, que tú eres parte de su éxito, que todos estos años a su lado te dan derecho sobre su fortuna, que nadie mejor que tú para preservar su marca ahora que la vida...
NARCISO SE CALLA. APARECE MARÍA QUERAS CON EL TRAJE PUESTO, SE PARA EN MEDIO DE LOS ESPEJOS.
MARI: ¿Cómo me ves, Narciso?
NARCISO: Mari, tienes que escuchar el fin de la nota.
MARI: Sigue: “Ahora que la vida...”
NARCISO: “Ahora que la vida se le acaba”. Tiene Sida.
MARI SE CONGELA EN SU ESPLÉNDIDO TRAJE DE NOVIA.
OSCURO FINAL.
Caracas, Mayo 1998
2. “TIPAS” (4 MONÓLOGOS PARA UN ESPECTÁCULO)
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
2.1. “SOR RITA”
APARECE SON RITA Y SE ARRODILLA EN UN RECLINATORIO.
MÚSICA RELIGIOSA.
SOR RITA: ¡Ave María Purísima! Confieso, Padre, que soy pecadora. ¡Le pido perdón! Perdón por no esforzarme lo suficiente, por fallarle en la inconstancia de mis oraciones, por quedarme dormida del cansancio, por callar cuando debí protestar. Perdón por mis faltas, perdón por mis errores, perdón por los pecados. No es que los míos sean más atroces que los de la mayoría, al menos no es mi intención faltarle al de arriba. Llevo años pidiendo perdón.
Soy huérfana, me acostumbré a las burlas:
“La pobrecita tan cursi y pendeja, abandonada en el portal de una casa de ricos que prefirieron entregar el paquete a la policía”.
Así fui a parar al orfelinato según me contaron las monjitas. La más viejita de todas se ocupó de cuidarme. Ella me puso Rita por la Santa, porque llegué al orfanatorio en el día de la apoteosis de Santa Rita, por eso soy devota y sigo su vida como ejemplo. Rita era una mujer pía que tenía un marido pendenciero y brutal que la maltrataba. Uno de sus milagros le salvó la vida, como yo espero que algún día ella me salve la mía.
Rita era la víctima de un macho incivilizado, un militar. Como todo soldado, el hombre pasaba días en la guarnición de la que era comandante, lejos de su casa y cuando regresaba de sus escaramuzas, con el temperamento de un demonio, se desquitaba con la pobre Rita cayéndole a palos, zanjándola a machetazos por cualquier nimiedad. Una vez, Rita pensó que haciéndole todos los manjares que le gustaban al marido, no la golpearía; así que descuartizó gallinas, cerdos, animales de cacerías, conejos y pescados, codornices y gansos, cereales, granos en potajes, papas y legumbres, quesos y panes, todas las tortas y dulces que hacían relamerse al iracundo castrense. Tenía todo dispuesto en una mesa muy bien servida, cuando le avisan los hijos que el padre se acercaba a la casa. ¡Ay, bendito! Se armó un revuelo de sustos, miedos, correcorres, y una gallina piroca en su revolotear puso su gracia, o desgracia, en el mantel de la mesa. La pobre mujer agitada no tenía tiempo a limpiar o cambiar el mantel, así que tomó un plato de latón que tenía a la mano, y tapó la guate con el platico. Entró el soldado con su voz atronadora, sus crueles modales, y al ver la mesa llena de tantas exquisiteces, el bandido gritó:
“¡Vergación, Rita, en esta mesa lo único que falta es mierda!”;
Y la piadosa mujer, levantó el platico y le dijo:
Aquí está.
¡Un milagro!
Esa era Santa Rita, patrona de lo imposible, que ante la muerte del zángano del marido y de sus pobres hijos, se convirtió en monja, como yo.
Hermana de la caridad. Yo me quedé en el convento de sirvienta y a los dieciséis años fui de enfermera aprendiz al hospital de caridad. De caridad, porque eso era lo que yo quería, entregarme íntegra a la caridad, a consolar a los más desasistidos, a los enfermos, a los abandonados en su dolor.
Yo soy una experta en el dolor. En el ajeno y en el mío propio. Por eso entregué mi corazón a Él, sin resentimientos ni mal agradecida, para darle una manito con los hombres. Trabajando en el hospital público, me dolía de las almas olvidadas en el sanatorio, así como me pasó a mi cuando era una niña. Los hombres están llenos de dolor y necesidades, y yo, por amor al prójimo, comencé a auxiliarlos de la única manera que podía. Compensando con un poco de placer tantos dolores.
El dolor y el placer. ¡Qué cosa tan grande y profunda! Aprendí como nadie a aliviar las urgencias masculinas. Me hice una experta en la puñeta. Yo no estudié enfermería, soy eso que llaman una autodidacta, o una bruta, inculta, pues… Pero aprendí mucho escuchándole los cuentos a las viejitas que no tenían quien las oyera, allá en la misión… Aprendí a aliviar los dolores físicos que causan el estar inmóviles en una cama. Me ponía agua mentolada en las manos y les frotaba la espalda, los brazos, las piernas… ay, mi madre, y ahí me encuentro con un prójimo que tanto manoseo le puso la pata tiesa, ya saben a lo que me refiero, la virilidad, duro, pues… el hombre se puso a llorar, yo estaba conmovida como todas las mujeres cuando vemos llorar a un hombre, me rogaba que le diera un poco de descanso… y me llevó las manos al miembro… yo nunca había tocado algo así, me quedé pegada, y el individuo excitado, comienza a gritar:
“Mi Rita, mi Rita”.
Dentro de mí virginidad, se revelaba una nueva emoción, nadie nunca me había dicho que era suya: ¡Mi Rita! ¡Qué bello sonaba! Y con qué gusto me dediqué al furruco. El enfermo se entusiasmó más, retorciéndose como un poseído, gritaba con mayor energía:
“Mirrita, mirrita”.
También yo caí en estado de gracia, un arrobamiento no tan espiritual pero un auténtico éxtasis al fin. El hombre se desmayó. Entonces me di cuenta de mi grave error médico: con las manos untadas de mentol le tenía ardiendo el piripicho al paciente. Y en vez de mi Rita, lo que gritaba era “me irrita”. El condenado murió al poco tiempo, no por eso por supuesto, todo lo contrario, pues me dijo, en los últimos estertores, que su mejor experiencia me la agradecía, que yo era un ángel, porque a pesar de todo, nunca había sentido algo semejante, el límite entre el dolor y el placer. Entendí mi misión: antes de que se fueran al más allá, debía recompensar a los hombres, como Santa Rita con el marido.
Pasé a las labores orales. La primera vez fue con un enfermero que estaba dispuesto a dejar el trabajo en el hospital porque no aguantaba aquel ambiente de sufrimientos, lamentos, muertes, y no encontraba consuelo el buen prójimo; dejándome llevar por mis instintos compasivos, le mesaba el pelo, mejor dicho, le acariciaba el cabello, porque el pelo es otra cosa… bueno, le tocaba el cabello abundante, rizado, negro y sedoso. Volví a mis trances misericordiosos, y caí de rodillas, delante de aquel muchacho que olía a mercurio cromo y lejía. Yo le pedía que dejara de llorar, lo animaba sobándole las piernas como a los enfermos, y de repente veo un tuyuyo que comienza a levantarse en el uniforme. ¡Ay, mi madre! Tremenda carpa; un bicho con tanta fuerza que rompió los botones de la bragueta y salió aquel monstruo reluciente y aún más brillante que su cabellera. Yo pensé que era una especie de revelación divina y sentí como una mano que me empujaba por la nuca hacia el miembro alebrestado. Y abrí hasta la garganta. Como dicen por ahí, completica, hasta los tequeteques. Trémula, pensando que iba a devolver lo poco que comía apenas una o dos veces al día; levanto la mirada hacia aquel miserable muchacho que cambió su gesto de dolor por una sonrisa, una mirada, gestos y gemidos de místico gozo; mi enajenación me llevó al delirio cuando lo escuché decir:
“¡Ore Sor Rita, órele por mi alma que recula, no deje que me eche para atrás!”
Bueno, eso fue lo que yo creía que decía, estaba en trance, escuchaba campanas y aleluyas. Confundida sentí que aquello era… una comunión. ¡Ay, qué pena! Me volví adicta, la cosa se repitió, hasta que una vez escuché clarito lo que me decía cuando estaba a punto de… bueno, de soltarse. Lo escuché sin que me quedara duda de sus palabras, con dicción de narrador de noticias y la mala intención de burla, me dijo:
“Zorrita, disparo mejor el arma si me oras el hueco de atrás”. (PAUSA, SUSPIRA)
Mi vida cambió, así como cuando la gente se hace famosa y todo el mundo la quiere y la busca, algo así me sucedió, pues hasta los doctores comenzaron a verme de forma distinta, una sonrisita, una caricia, una solicitud: Sor Rita para acá, Sor Rita para allá.
“Usted es lo mejor de este hospital Sor Rita, yo me la llevaría para mi casa”.
Ay, doctor, cómo me dice esas cosas, yo soy una monja, una hermanita de la caridad; era el mismísimo director del hospital que me propuso un curso de mejoramiento profesional:
“En nombre de esa caridad, Sor Rita, le voy a enseñar a hacer masajes de próstata”.
¡Uju! Caí en cuenta que todos los hombres no son tan machos, dicen que le asuntan los exámenes de próstata, que les duele que los jurunguen por ahí, que ahora los laboratorios hacen la prueba con solo una muestra de sangre. No, nada sustituye el dedo, bueno, los dedos para ser más exactos. Se comienza con un dedo, el índice primero, dándole vuelticas, sin traspasar el esfínter, que siempre opone resistencia endureciendo el anillo anal. Una vez abierta la puertica, para usar un eufemismo, decides pasar al dedo medio, que es más largo y llega más allá, buscando en lo profundo. Después sigue la señal de la suerte: se cruza el dedo medio y el índice, como cuando quieres que algo se dé de verdad, o cuando ligas que gane tu partido en el juego de beisbol, o que canten el número que te falta para el bingo, en fin, cuando esperas que pase algo bueno, cruzas esos dedos de la buena suerte, y ¡zuass!, la gozadera. El hombre comienza a gemir, entra y sale:
“¡Más adentro…!”
Te exigen:
“¡Más abajo… más arriba…!”
Te guían, como quien busca el punto G, pero varonil, hasta que por fin, consigues la próstata, la temida y aterradora próstata masculina, ahí, agazapadita, esperando que la tientes y el macho alcance el clímax total, un nuevo milagro de Santa Rita.
TOMA AIRE, UNA PAUSA.
Un banquete hasta con su pupucita. Juntos el dolor y el placer, lo bueno y lo malo. Por amor al prójimo. Yo soy Sor Rita de la caridad, la que todos quieren conocer para gritar de placer. Y pido perdón por mis pecados.
LA MONJA HACE LA SEÑAL DE LA CRUZ.
SUBE LA MÚSICA
OSCURO FINAL.
Caracas, 2014
2.2. “LA CULOMÁNTICA”
EL RECIBIDOR DEL CONSULTORIO DE UNA BRUJA.
LA CULOMÁNTICA: La confusión. Vivimos en la anarquía. Todos en el engaño y la mentira. Es el sol del trópico que le achicharra el coco a la gente. La resolana crea espejismos, inventando monstruos terribles y no solo en la mente de los niños. Aquí viene la gente en medio de su confusión, buscando explicaciones a sus angustias, esperando que el futuro mejore su presente y pueda borrar lo pasado. Yo tengo un poder para ver ese pasado en el presente y augurar el futuro, pero no leyendo las manos, ni las cartas, ni el tabaco, ni el café. Yo leo el culo. Soy culomántica. No hay error ni fracaso que no se note en la rajita, en cómo se pliegan las nalgas para ocultar el huequito. Un culo no miente.
Mi prodigio comenzó en el cerro, el barrio donde me fui a vivir después que me escapé de mi pueblo. Resulta que un embaucador me prometió matrimonio, pero nunca se casó conmigo y yo decidí que no le daría hijos al desgraciado. Me enredó porque yo era una carajita. Me pintó castillos en el aire. Me habló de amor. Pero resultó ser un pervertido que hasta me jugó en un lance de dados. Más que en su mujer me convirtió en su enfermera. Era un verdadero maniático, hipocondríaco, que solo sentía alivio con inyecciones de cloroformo, un anestésico alucinante que nos extraña del mundo hasta el limbo de la ociosidad. Todas las tardes le bajaba los calzoncillos manchados y asomaban las enormes nalgas peludas del desgraciado que después del pinchazo entraba en una especie de trance, se metía en el chinchorro como un pachá para reencontrarse con su raza, como decía en sus delirios. Un más allá misterioso donde lo recibían sus ancestros, indios del caribe, sin cultura y desprecio por el trabajo. Yo en cambio me afanaba como una burra de carga, haciendo cualquier encargo para alimentar al desgraciado mientras él pasaba todo el santo día echa´o, con la flojera consumiéndole los huesos y esperando el maná del cielo, o mejor dicho, de esta pendeja. Al día siguiente se levantaba en su modorra y se iba a jugar, a tomar licor, porque esa era la idea que él tenía de la vida: ron, diversión y malas mujeres. La misma filosofía de todos los hombres del pueblo. Y yo esperando que el desgraciado trajera algo para la casa, pero nada, ni el coroto le servía ya cuando regresaba de tanto gozo que le daba con las putas del bar y la casa de juegos, que eran la misma vaina. Solo regresaba a casa para que le pusiera su inyección. Esa habilidad fue lo único que me quedó del desgraciado. Huí del pueblo, alquilé un rancho en un barrio de la ciudad y puse un anuncio en la puerta que decía: Se ponen inyecciones. Así me ganaba la vida y así fui conociendo a todo el mundo por el culo, descubriéndoles las mañas, las desgracias, las amarguras y sobre todo los secretos de sus perversiones.
Los culos comenzaron a hablarme. Un vecino pelaba esas nalgas y yo escuchaba clarito las confesiones del culo. Los padecimientos y malcriadeces de los chiquitos se me revelaban.
¡Hay gente que no me cree! Piensan que son especulaciones de adivina, que como todas las brujas soy una tramposa, pero lo mío es más que una ciencia natural, o matemática o social, es una maestría en la experiencia de la observación. Yo he visto miles, incontables de culos y en ellos un patrón que se repite con total veracidad.
La raja del culo es una vieja chismosa. Comencemos con los ejemplos antes de iniciar la sesión de los augurios. Conocen la expresión vulgar que dice: Esa se las da de Culo Apreta´o. Pues sí, hay gente que lo trae apretadito, esas nalgas duras, musculosas, pero en cuanto uno le abre el entrepliegue, se le descubre la sirvergüenzura. Una tronera tan desflorado que no aguantan ni un peo.
Hay quien trae ese Culo Generoso, usted sabe, con esas nalgotas rebosantes, turgentes, provocadoras, pero detrás de tantas apariencias, mi amor, un culo fruncido, amuñuñao, que no se atreve ni concede y le falta abasto, ¿me explico?
Hay quien viene con el Culo en Dos Manos por alguna angustia, casi siempre moral; la rajita con una expresión como de susto, o de espanto, o de ganas pero con culpa. Es el típico culo que dice:
- ¡Ay, no, ay, no, ay, no…”
Pero se abre pidiendo morronga, su palo enceba´o.
Hay los Culos que se la dan se Sabrosos, ajá, esos culos abiertos que se acomodan a la primera recostá de tostón, dispuestos a lo que venga.
Esta el aseadito por fuera pero ¡fo!, sucio por dentro.
El que tiene hemorroides y el que lo tiene roto, sollado, de tanto trajín.
Hay culos pobres y ricos, culos que no se quieren mover y la flojera los hunde en la miseria.
Culos aprovechadores de la desidia de los demás y terminan metiéndole la mano como si fueran un títere de guante para dominarlos.
Culos jóvenes y desinflados, sin reservas éticas, dispuestos a la vagabundería. Culos sentados que la comodidad los aplasta.
Culos de rajita grande y tipo alcancía.
Pero toditos mostrando la verdad.
Es tan poderoso el culo que forma parte de la expresión oral popular. Por ejemplo, cuando uno conoce a alguien que le parece un poco chocante, o engreído, uno enseguida lo tilda de “Culo Malo”.
- “¡Tan Culo Malo la bicha esa!”
También cuando te arrechas con alguien, bien sea por celos, o porque es una intrigante o una cuaima, entonces uno “Le Saca El Culo”, es decir, aparta ese culo de nuestro ámbito de amistades ¿Me explico?
También está el Culo Histórico, por ejemplo el Primer Presidente de la era Democrática que hasta la jerga popular bautizó a los puentes de Bello Monte con su nombre: “Las Nalgas de Rómulo”; aunque ahora la envidia y resentimiento de la nueva era lo acortan a solo “Las Nalgas…” ¿será por mezquindad de recordar al padre de la democracia? Porque los culos son sinónimo de fama y orgullo. No hay hombre que se resista a hacer propaganda entre los amigos contando:
“Me estoy tirando un culo del otro mundo”.
Y no se refiere a una extraterrestre, sino a un culo famoso.
Aunque por antonomasia también se dice:
“Es que ando con un “culito” que me tiene loca…”
Porque el diminutivo tiene su encanto.
También se usa como una forma de discriminación o burla: supongo que han escuchado: “el que se acuesta con carajitos amanece…”, y de ahí deviene el “Culo Cagao ese”, una forma despectiva para referirse a un culo joven que no da la talla.
Y puedo seguir toda la noche, pero no, porque aquí ya estoy viendo muchos con cara de culo, y otros que están pensando en su propio tipo de culo, ¿o me van a decir que no? ¡Tú chica, que estas cagada de la risa! ¿Será que tienes tu culo enrolla´o?
LA CULOMÁNTICA JUEGA CON EL PÚBLICO. IMPROVISA.
Es más fácil saber por el culo que por mirarle la cara a la gente. ¡Quién me iba a decir que terminaría de “culomántica”! En lo que pelan el culo, ya les conozco la vida… y la inyección que andan buscando. Porque eso sí, mi amor, sea el mal que sea, a todo el mundo por algo le pica el culo, y no solo por sucio.
Yo les juro que esto es un consultorio médico, profesional, y les cumplo como una psicóloga, una doctora, pues.
Vamos a hacer una prueba, entonces. ¿Quién se atreve a enseñar el culo para demostrar mis habilidades? Y no lo tengo preparado, sin trucos ni engaños de nigromantes. Quien quiera pelar ese culo, se acuesta boca abajo en el diván, y acepta que le meta mano; porque una cosa es la apariencia y otra la consistencia. Una vaina es lo que se ve y otra lo que se huele. Muy bien, estoy esperando por el culo.
LA CULOMÁNTICA INTERACTÚA CON EL PÚBLICO. SI ALGUIEN SE OFRECE A LA LECTURA DE LAS NALGAS, IMPROVISA. AL FINALIZAR.
Pero si no se atreven en público (Si otro más necesita de mis revelaciones), recuerden que tengo quince minutos de descanso por si quiere que le lea la rajita en privado. Ahí tienen el libro de solicitud de consulta, anótense… Hasta ahora nadie quedó decepcionado. Sin engaños ni mentiras. Despejando las confusiones. Te repito mi lema: un culo no miente.
OSCURO FINAL.
Caracas, 2014
2.3.“LA VIUDA”
LA VIUDA DE NEGRO, SENTADA EN LA ANTESALA DE LA CAPILLA ARDIENTE, CON UNA COPA DE CHAMPAGNE.
VIUDA: ¡Salud! Champagne, queridas, gracias por las condolencias. Un funeral con champagne y rígido traje negro, dos cosas que me son naturales.
Mi mamá contaba que yo le salí carísima cuando estaba embarazada de mí. Le cogió fobia al agua, a los refrescos gasificados y a los guarapos de papelón con limón. Lo único que soportaba era el Champagne, como yo. Ambiciosa antes de nacer, queridas, de lujos y etiqueta negra. Doy una vueltica para que vean el modelito. Es de marca, no voy a decir cuál porque nadie me está pagando la colaboración y yo no hago nada de gratis en esta vida.
Aquí estoy para enterrar a mi cuarto marido, y no crean que me importa un carajo que me llamen la viuda negra, o como le oí decir a una envidiosa en la entrada de la capilla:
-“La tipa asesina”.
Pues sí, queridas, yo sé de la inquina que provoca entre las mujeres una viuda adinerada, con todo en su lugar, buenas tetas, un culo, una cinturita de avispa, alegre, con garbo y joven.
Yo nací en un hogar del llamado sector de Clase Media. Pero mis padres, con muchos sacrificios, se empeñaron en darme una buena educación. Apenas me gradué de bachiller, en un colegio privado de religiosas, me inscribí en la universidad: Arquitectura. En esa época se comentaba que los mejores partidos estudiaban en esa Facultad, y si, casi todos eran “partidos”, “enclosetados” por culpa de la homofobia social tercermundista escondían sus preferencias sexuales, sobre todo el decano que se enamoró perdidamente de mi mejor amigo y compañero de curso. Fue precisamente “Regalito”, como le decíamos, porque no voy a mencionar su verdadero nombre, quien compartió conmigo sus habilidades eróticas para atrapar a los hombres con ciertas técnicas sexuales. “Regalito” fue mi primer maestro amatorio y me propuso como un negocio que me casara con el profesor para que pudieran vivir su tórrido romance y exprimirlo.
Mi acomodado primer marido me triplicaba la edad y murió en la luna de miel en pleno acto sexual con nuestro padrino de bodas: “Regalito”. Aquello fue épico, a mí también casi que me da otro infarto de la excitación. Regalito es un precursor de la era “Only Fans”.
Continuando mi historia, fue así como conseguí mi primera herencia. No fue mucho porque la tuve que compartir con mi amiguito, y además tuve que defenderla como una arpía, pues la familia del profesor pretendió dejarme sin nada; pero los chantajee con revelar la verdad de la trágica luna de miel. Grabé la escenita con mi celular. Tampoco se las voy a mostrar, no vayan a calificarnos de pornográficos.
Me hice una modesta pero tentadora vestimenta de viuda con apenas diecinueve años. A mí me sienta bien el luto. Entonces me dediqué a visitar las esferas de la sociedad acomodaticia, gente que se creen de Clase Alta, especialmente viejos ricachones buscando carajitas. Yo me di cuenta que cuando una sale con un viejo adinerado, verde y buchón, no solo despierta la envidia sino que una se convierte en una fuente de lascivias. Claro, queridas, todos los hombres quieren probar de tu maná; y una le pone precio, no es que sea tan vulgar para servir una noche por unos cuantos billetes… ¡Ay, no, queridas! Eso tienen que hacerlo las que no tienen con qué, las prepagos, las de la calle… Una aprende a valorarse, mejor dicho, evaluarse en el mercado, y sabe que el precio comienza por poner condiciones.
La primera: que el tipo ronde los setenta años. Ay, mis queridas, los viejos con real no huelen a rancio, sino a perfume caro. Se vuelven chochos con eso que llaman “el último amor”. Un viejo en los setenta con una tipita de veinte la convierte a una en el caramelo, en el premio del pureto, la gloria del don poderoso. Te miman, te consienten, te acurrucan, y no se vayan a creer, queridas, tampoco es que sean despreciables en cuanto a los placeres en estos tiempos milagrosos de la “farmacoayuda”. Una comienza agradeciéndoles su simpatía, dices sentirte atraída por la sabiduría de la edad y la experiencia. Admiras su inteligencia, sus conocimientos, su mundanidad, su cortesía. A todos los viejos los mata que les hagan creer que son distinguidos, ¡qué otra virtud tiene mayor resplandor sino la elegancia! Tú le dices que eso sí, que no vas a exponerlo a la vulgaridad de exhibirse con una amante, que eso no se corresponde con su prestancia; y dejas claro que no te interesa su dinero; cuando te regala algo le reprochas:
-“Ay, mi galán otoñal, que vergüenza, si me sigues dando tantos regalitos me voy a sentir como si te estuviera chuleando. ¡Ay, qué horror, que vulgaridad…!”
Pero exhibes los regalos, te muestras feliz y orgullosa, y el viejo sigue pichando.
La segunda condición: se tiene que casar contigo. Le pides matrimonio o “nanai nanai” de aquella… Le exiges que se haga capitulación de bienes, separación de su fortuna para no quedar como una interesada, ¿entienden? Una no descubre que no tiene nada, si eres una principiante, pero una declara un apartamento en La Castellana, por ejemplo, un Mercedes Benz que está en el taller, y algunas joyas Cartier y Tiffany que tienes guardadas en una caja fuerte bien lejos de este pobre país. Después de casada, le aclaras que el apartamento lo tienes hipotecado y el viejo salda el pago al banco, con lo cual te compras tu primer apartamento cerquita del Country Club. No tienes para pagar el Mercedes porque se te olvidó solventar el seguro, y el viejo te pregunta ¿cuánto cuesta la reparación? Te arreglas con el mecánico, y sales con tremenda nave. Y lo de las joyas, bueno, ya tú sabes, lo llevas de paseo a “Bal Harbour” en Miami, que es mejor que Margarita, por ejemplo, y le dices:
- “Estos zarcillos son el juego del collar de Tiffany que yo tengo… ¡Ay, me encantaría completar la colección…!”
Casi seguro que esa noche te lo llevan al hotel, como una sorpresa. Cada regalito, le das su compensación al viejito…
La tercera condición es que tú no quieres quedar en la inopia cuando sus socios o su familia consanguínea te quieran tratar como a una tipa cualquiera. Le comentas de un Fideicomiso en un banco suizo. Porque una tiene que aprender de economía, queridas; generalmente los mismos veteranos, si tú sabes cómo entrarles, te enseñen a no pelar en la vida si él te deja… o se muere; así, con el arte de la seducción, te conviertes en fideicomitente. Dinero seguro para toda la vida.
Y llegamos al punto álgido, ¿verdad, queridas? Al quid del asunto, a la cuestión: ¿Cómo se convierte una, lo más rápido posible y sin que quede ni asomo de sospecha, en la viuda de tan elegante carroza?
Voy a darles unos tips, una demostración, porque tampoco es que por la entrada que están pagando les voy a regalar mi conocimiento, mi experticia, el “know-how”, como dicen los americanos.
Comencemos por los procedimientos médicos. Lo llevas a un supuesto doctor que le diga que está como una uva y le recete “tadalafil”, que tiene excelentes efectos de hasta 36 horas, mejor que el vulgar Sildenafil o Viagra por el nombre comercial comúnmente conocido. Luego le exiges más julepe del que pueda resistir; y así hasta te libras de culpa, querida, pues el libidinoso muere como San Lucas… ¡harto de…! Estoy segura que desde el otro lado me sigue queriendo mi segundo marido. Tan bello mi viejito, queridas…
Por unos dos años disfruté mi soltería, pero me excedí en los gastos suntuarios, los viajes y sus derroches. Necesité un tercer marido. Ese ya tenía ochenta, así que fue una presa fácil. El mismo recorrido, apartamento en París y la ciudadanía americana que le costó un realero en abogados de La Florida. Por cierto, antes de ese viejito tuve un jujú con un entrenador fitness, parí un hijo que el viejo reconoció como suyo, tan engreído el octogenario, le puso su apellido dándoselas de que todavía soplaba. El carajito me salió marico, y los hermanastros mayores que llevaban años intrigando contra la parte que me tocó de la herencia, descubrieron el complot, lo obligaron a hacerse las pruebas de ADN y quedó al descubierto que no era hijo del viejo, que le habíamos metido su paquete chileno.
Pero tampoco se angustien, queridas, mis abogados batallaron, me quedaron mis cositas, y sobre todo la experiencia para manejar el arma más poderosa y letal que tenemos las mujeres. El ingenio con el cual maté de placer al cuarto marido, que está ahí en el cajón esperando por la cremación, y yo por la suntuosa herencia de ser una espléndida joven viuda.
Paso a los consejos prácticos. Yo tengo una técnica que puedes ejercitar en cualquier momento, lugar y sin necesidad de llevar ropa de licra ni espantosos zapatos de goma. ¡Voy a darles una clase introductoria, casi un Tik Tok!
LA VIUDA INVITA A MUJERES DEL PÚBLICO A LEVANTARSE DE SUS ASIENTOS PARA PRACTICAR LOS EJERCICIOS.
Párense las que quieran y sigan mis instrucciones, queridas. Ahora, cierren los ojos, concéntrense en la respiración, inhalen, exhalen… mantengan la postura y la respiración constante… tómense de las manos para mejorar la energía, la buena vibra. Seguidamente pon tu mente justamente ahí, en tu cajita del tesoro, visualiza el interior de tu vagina… háblale con tu mente, con sinceridad, amistosamente, cuéntale de ti, de tus ansias y angustias, necesidades, pídele su colaboración, su solidaridad femenina. Vamos, queridas, concéntrense, piénsenlo, visualícenla, ordénenle… aprieten esas nalgas, carajo, facilísimo, queridas, todo el mundo sabe apretar el culo… Pero ahora obliguen a que la vagina haga el mismo esfuerzo… Vamos, queridas, a la una, a las dos, a las tres… ¡Jalen bien con esa cuchara, muchachas!
PAUSA. INVITA A REGRESAR AM SUS ASIENTOS.
Ya se pueden sentar, queridas, ¿Se dan cuenta qué fácil? Hasta en una funeraria practicamos la gimnasia; les aseguro que tienen entre las piernas un arma infalible. Si quieren saber más, afuera encontrarán mis redes sociales, porque por muy generosa que yo sea, ya les dije que nada es gratis en esta vida.
¡Ah!, un último consejo, queridas, olvídense del amor que nunca paga, cójanse a los carajitos y a los grandes carajos, pero encuentren su viejito con real, y enviuden rápido con mi famoso Método Vaginal: “Aprieta y Mata”.
La buena vida las espera, y no olviden llevar el luto con elegancia. Buena suerte, queridas.
OSCURO FINAL.
Caracas, febrero 2015
2.4.“LICENCIADA”
LA LICENCIADA ENTRA AL PÓDIUM. VISTE PANTALONES OSCURO, CHAQUETA EJECUTIVA, CAMISA ROJA, UN COLLAR ENORME DE BOLAS ROJAS Y CUATRO PULSERAS COLORADAS. LOS ZAPATOS DE TACÓN ALTO Y ENCARNECIDOS.
LICENCIADA: Buenas tengan todos, afanados trabajadores, sudorosos obreros y excitados contratistas. Soy la Licenciada Sabroso, nueva Gerente General de la empresa. No me gustan las presentaciones formales, así que hablaré claro y raspa’o ante ustedes, los sometidos a entrar por el aro bajo mi cargo. Nací arrecha, y sigo cada día más arrecha. Lo digo sin tapujos ni vergüenza. Eso sí, no voy a decir que sin complejos. Todos tenemos nuestros “complejos”. Un término del psicoanálisis sobre los sentimientos inconscientes que determinan, por ejemplo, una estereotipada arrechera contra el machismo. Una tipa arrecha, feminista, una gran caraja, pues.
A los hombres los pongo debajo de mis tacones. No hay macho que logre colonizarme, para usar un término politiquero actual; porque el que se atreve recibe su guamazo, yo no me quedo con vainas. Me importa un bledo que el macho sea de izquierda o derecha, oficial o civil, oposición o funcionario, sindicalista o comerciante, laico o religioso, presidente de misión o ministro plenipotenciario, alguacil corrupto o cualquier alza’o con pistola y billete en el bolsillo. Soy una mujer que luchó mucho para ser licenciada, y que ahora no me dejo avasallar por ningún bruto.
A los hombres los pongo en su lugar, incluso en la cama, yo encima, dominante, sexista, porque tampoco es que me van a descalificar con que soy una cachapera engavetada, no mijitos… no se trata de eso, sino de imponerme, empoderada, yo no me dejo “cayapear” por ningún varón.
Soy del Guárico, de los llanos centrales, como quien dice: al estilo Doña Bárbara. Mi madre era una mujer resignada, una más que ni siquiera levantaba la voz; y mi hermana mayor, la Rosita, también heredó la mudez que venía de mi abuela paterna. Una cuerda de pendejas que no desarrollaron el guargüero por miedo a los machos. Vivíamos en un rancho de bahareque con piso de tierra y techo de latón en los predios de una hacienda donde mi padre trabajaba de peón. Un tipo rodilla en tierra. Allá en la casona si le cuereaban las nalgas y se quedaba mansito, pero en el rancho se las echaba del Tirano Aguirre, del Mocho Hernández y el Catire Páez, por nombrar algunos tacamahacas; en nuestra casucha sometía a mi abuela, que murió a los noventa y siete años, a mi mamá y a mi hermana mayor. Y no me nombro, porque yo si me le planté un día con un hierro en la mano y le dije:
- “¡Mira, cabeza de ñame, si me pones la mano encima te cortó la hombría con este machete, te pico en pedacitos y hago sopa pa´ los cochinos, tierrúo!”
El taita se quedó tieso, yo tenía ocho años y me la pasaba escuchando las groserías que decían los que se las daban de guapos.
A los hombres lo primero que les quité, fue el lenguaje, las indecencias, el descaro de sus vulgaridades, su violencia verbal, así que no me vengan con que tengo un vocabulario prosaico; tengo el idioma de los machos para igualarlos. Asumí la jerga que usaban cuando jugaban dominó en la bodega de Catalina Sabroso. Esa si era embraguetá de verdad; la Cata, era una jeva que tenía al diablo en la entrepierna, por eso me fui a donde ella cuando amenacé al viejo podrí´o, y le pedí auxilio:
- “Cata, enséñame como controlar a los hombres, porque yo no me voy a calar el imperio de los machorros, y mucho menos el de mi taita”.
-“¡Guá! ¡La carajita se alebrestó!”
Y se echó a reír, chorreada de la risa me dijo que si ella hubiera tenido una hija le habría gustado que fuera como yo. Por eso me ayudó:
-“¡Esta noche te escondo en la pieza, y mañana te montó escondida con el jabeguero que me debe una fortuna por tanto fia´o de sancocho de catalina!”
Lo primero que aprendí de la Sabroso fue a despreciar a los hombres. Apareció el gallito de mi papá porque le chismearon que me escondí en la bodega; la Cata lo trajo para la pieza, y cuando el muérgano se disponía a revisar, la mujer se descubrió un pecho, como si fuera una amazona, y le gritó:
-“¡Deja la calentera, Guanipa, y bebe de ésta, y si quieras de ésta, te vas a tener que poner de rodillas, porque si me arrechas con tus acusaciones te parto ese rabo!”
Al viejo se le cayó la baba y los pantalones, yo me quedé quietecita, le vi la excitación, que no vayan a creer que era gran cosota, como la mayoría de los machos que les gusta pegarle a sus mujeres, una cuerda de “pipicortos”. La Cata hablaba en voz alta para que yo aprendiera, como en un adiestramiento:
-“¡Guanipa, primero te voy a poner un menjurje en el miembro para que no te vayas como los gallos!”
Y se reía la condenada; y el viejo, mansito… no decía ni pío…
-“¡Esto es cuerno ´e ciervo con mentol chino que retarda el final y le pone fuego a ese toconcito que tienes ahí…!”
El tierrúo se la pedía vuelto una melcocha.
-Dámela, Cata, yo quiero mi catalina.
-“¡Viejo lambucio, a esta catalina con papelón la tienes que convencer con lengua!”
Guanipa, se le arrodillo y la Cata le ordenaba:
-“Háblale suavecito, catequízala, viejito baboso…”
Bueno, no voy a seguir siendo tan explícita no vaya a ser que me acusen de pornográfica. Al día siguiente estaba escondida en el almacén del jabeguero, con un cuchillo en la mano que me dio la Cata, por si acaso… Así salí con destino a la capital, armada con un puñal y un bolsito que me encomendó mi salvadora. Llevaba una carta, un papelito con una dirección y una fajita de billetes que tenía que proteger con mi vida. La Cata me ató a la cintura el bolsito porque todavía tenía estas chiquitas, antes de la operación respectiva, porque jeva que se aprecie se monta unas tronco ´e tetas en lo que tiene real y posición.
Navegué el Orinoco desde Cabruta del Guárico, hasta salir al mar por el Delta. Yo me sentía una fiera enjaulada, viajaba escondida para que los birriondos no me embistieran, calladita, arropa´ hasta el cuello y no olieran hembra los cochinos. El capitán apenas me llevaba comida: casabe con arroz, cazabe con plátanos, casabe con guarapo… flaquita me puse de tanto casabe… Ya estábamos cerca de La Guaira, cuando una noche de tormenta el jabeguero me quiso violar, ¡ah!, pero ni se imaginaba que yo estaba armada, así que se lo espiché con la punta afilada del cuchillo y huí en una canoa. Llegué a la Guaira dos días después; “desvaratada” por el vaivén, el calor, y el hambre. Subí a Caracas en autobús, y desde el terminal del Nuevo Circo me fui a la dirección que tenía anotada en el papelito, resultó que era la casa de la mamá de la Cata, que vivía en El Pedregal, el barrio que está en pleno Country Club. ¡Caracha, me saqué la lotería! La doñita me puso a estudiar:
-“Para que sea una mujer de bien, y no una cualquiera como mi hija”.
Me inscribió en un colegio donde un mocoso se burló de mí por campurusa. Y me le arreché, me salió el Sabroso, porque yo llevo el apellido de la Cata, la doñita siempre creyó que yo era la hija de ella, la nieta suya, pues… tipo telenovelas. Y reaccioné como si fuera diputada a la asamblea, armé una tangana y fuñí al alza´íto.
Estudiando bachillerato en el liceo Gustavo Herrera, un malandro, pistola en mano, me secuestró, pues le mié el arma y lo hice correr desnudo por todo el barrio, mientras le disparaba a los pies. Ahí me gané fama de la arrecha del Pedregal.
Me gradué de bachiller con un promedio de diecinueve puntos, sobresaliente, aunque fue un día muy triste. El malandro que ofendí, mató a mi doñita. Que arrechera contra el muy cobarde, por ahí anda, pero sin la paloma, que se la malogré en justicia.
A mí la universidad me dio el título de Licenciada Summa Cum Laude, pero la experiencia me la dio la vida. Para llegar hasta aquí me llevé por delante a una cantidad de abusadores. A todos les rompí la hombría. Al primero que puse en su sitio fue al jefe del banco donde comencé como pasante, lo denuncié por acoso sexual. El segundo fue en una reconocida empresa de cervezas, me nombraron Gerente de Planta, mi primer escalón ejecutivo, pero había un carrizo que me miraba con una sonrisita de medio lado… que me fue arrechando hasta que lo encaré:
-“Tú crees que yo no tengo guáramo para cortártela”.
Lo descubrí ante el sindicato como rompehuelgas y ya se imaginan lo que le rompieron.
Abrirme camino en este mundo machista es mi desafío, un reto constante. Yo no uso faldas porque se me ven las morochas. Y el que crea que puede descalificarme tratándome de malquerida y burlitas de ese tenor, lo reto a que lo diga delante de mí…
LA LICENCIADA SE ACERCA A SUS EMPLEADOS, AMENAZANTE, LOS MIRA, ESCOGE A UNO.
Tú, que tienes esa risita sospechosa. ¿Tú te las das de arrecho conmigo? Dime, pues, di algo. Habla, pues… Le comieron la lengua los ratones.
SI NO SE ATREVE VA A OTRO.
O tú, que tienes cara de bravo… mucho cuidado y te haces en los pantalones. Te espero a la salida, chigüi moja´o…
AL TERMINAR CON EL PÚBLICO.
El que quiera medirse conmigo que vaya hasta mi oficina y se atreva sin ensuciarse los pantalones, como mi papá oliéndole la catalina a La Cata con lágrimas en los ojos.
Por cierto, La Cata se metió a la política, esa si es verdad que tiene pisados a los hombres, fue haciéndole favores a las mujeres del pueblo hasta que la eligieron primero concejal y después alcaldesa, un día de esto llega a gobernadora, y como están las vainas en esta país, de repente se sienta en Miraflores, presidenta, La Doña, hija del barrio, del burdel y de la señora cerquita del Country Club.
Precisamente mi próximo paso es sentarme en la junta directiva como socia de la multiseguros, y desde ahí voy a darle rienda suelta a mi arrechera.
Todavía soy soltera porque los hombres en este país son una cuerda de “güele fritos” que les tienen miedo a las mujeres inteligentes y cuatriboleás. No me niego a tener un marido, pero no me conformo con un patiquín, yo quiero un hombre que asuma su condición de segundo de una mujer arrecha. Un tipo sin complejos, que cambie los pañales y cocine mientras yo trabajo, porque llegó la hora de que los hombres estén al servicio de las mujeres. Esa se las debo a mi abuela paterna, a mi vieja, a mi hermana mayor, a la mamá de la Cata, la candidata… y a todas las mujeres arrechas de este país.
Aquí me tienen como su jefa, con mi arrechera a cuestas. La Licenciada Sabroso, señores trabajadores, sin que se me arruguen los ovarios. Si todavía queda algún valiente, un candidato a primer caballero, puede escribirme a mis redes: @arrechayconcojones.
A trabajar, pues, que la vaina está pelu´a.
OSCURO FINAL.
Agosto 2016
3.“PADRE E HIJO”
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
PERSONAJES:
EL PADRE, más de 60 años
EL HIJO, más de 35 años
DOS SILLAS EN UNA TERRAZA DE PLAYA. PADRE E HIJO SENTADOS. LA NOCHE Y EL MAR. LAS LUCES DE ALGUNAS TORMENTERAS.
PADRE: Los hospitales resultan deprimentes, paradójicamente no tienen lugar para la esperanza. Los enfermos solo guardan miedo a la inevitable muerte. (PAUSA) Es agradable estar aquí, frente al mar, en la comodidad de tu casa de playa… en tu compañía.
HIJO: La pondré en venta.
PADRE: No tienes problemas económicos.
HIJO: Estoy muy ocupado. Esta siempre cerrada, deteriorándose.
PADRE: Me gustaría que la conservaras, en recuerdo de este momento.
HIJO: Nada hay en el pasado que yo desee revivir.
PAUSA. SONIDO DEL MAR.
PADRE: Estaba cansado de la comida del hospital. Sin sal, sin grasa, sin sabor, sin olor, sin color… estar aquí, más que un placer es un deseo largamente anhelado. Con mi único hijo varón.
HIJO: Lástima que no tuvieras otro.
PADRE: No lo tuve.
HIJO: Se perderá tu nombre y tu apellido.
PADRE: No me preocupa.
HIJO: Antes sí.
PARE: Antes era distinto.
HIJO: Yo no, sigo siendo el mismo.
PADRE: El tiempo lo cambia todo, tal vez no en esencia pero sí en lo formal.
HIJO: Sigo teniendo los mismos problemas “formales” contigo, padre.
PADRE: Al fin lo dices.
HIJO: Creí que lo entendías por mi actitud.
PADRE: Que me permitas pasar mis últimos días en esta casa y tu presencia aquí me confundió.
HIJO: Viviste confundido.
PADRE: Los hijos siempre regañan a los padres, con las palabras cuando son adultos. De niños con los llantos, lo silencios en la adolescencia, y las huidas al principio de la juventud. Somos culpables a sus ojos, de todo y por todo.
HIJO: Los padres nunca asumen sus culpas... Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y el castigo alcanzó también a sus hijos, pretendiendo que rindieran pleitesía y culto al que así los condenó.
PADRE: Los dogmas cristianos encierran el sentido ético de la fe.
HIJO: (IRÓNICO) Los hijos no tenemos derecho a juzgar las acciones de los padres.
PADRE: Al crecer deberían ver el mundo desde otras perspectivas y no asumir la “venganza” como respuesta.
HIJO: ¡Si los hijos se vengaran de los padres, como dices, seríamos una raza de asesinos!
PADRE: La vida se encargó de “asesinarme”. Se perfectamente que me voy a morir. El médico fue claro conmigo desde un principio. Le dije que prefería morir fuera del hospital. Cuando te llamé y me ofreciste venir aquí, sentí que me dabas la oportunidad de reencontrarnos, decirte lo mucho que te quiero, a pesar de lo pasado.
HIJO: Lamento que estés físicamente tan enfermo. Puedes quedarte todo el tiempo que desees aquí, en la playa… pero no me quedaré esta noche.
PADRE: Supongo que no te negarás a escucharme antes de irte.
HIJO: Te conozco, la gente no cambia por el hecho de que está a punto de morir.
PADRE: ¿Quieres que te lo ruegue por compasión, por la mínima consideración que merece un ser humano moribundo…?
HIJO: ¡No más chantajes!
PADRE: Escúchame.
HIJO: Lo hice bastante, me cansé de escuchar tus planes conmigo, lo que esperabas de mí, cada momento, delante de tus amigos, del resto de la familia, de mis compañeros, de todo el mundo, siempre comprometiéndome con lo que querías que yo fuera, pero jamás me preguntaste qué era lo que yo quería para mí mismo.
PADRE: Terminaste siendo lo que quisiste, no lo que yo esperaba como dices. ¿Por qué ahora no darme la oportunidad de hablar?
HIJO: Porque no lo deseo, porque no lo quiero.
PADRE: Y así vuelves a triunfar sobre mí. ¿Te cuesta tanto complacerme?
HIJO: No lo hiciste nunca conmigo.
PADRE: ¡Eres tan difícil, hijo!
HIJO: No soy el hijo que deseabas.
PADRE: Ambos nos perdimos.
PAUSA. SONIDO DEL MAR.
HIJO: Recuerdo nuestra primera casa. ¡La que tú vendiste, papá!
PADRE: Necesitábamos el dinero.
HIJO: Nací en aquella casona antigua…
PADRE: Nos mudamos a la capital. Tuve que salir de ella…
HIJO: ¡Como yo tengo que salir de ésta, así que no entiendo por qué dices que la conserve en recuerdo de este encuentro!
PADRE: Fue una tontería mía decirlo.
NUEVA PAUSA. SONIDO DEL MAR.
HIJO: Nuestra primera casa, familiar, muy familiar la recuerdo, con su salón biblioteca donde estaba tu escritorio y nos sentábamos todas las tardes. Ponías sobre mis manos pequeñas, los libros que tu creías que debía leer para convertirme en un niño inteligente, culto, ¡modelo! ¿No era esa la palabra que usabas, papá?
PADRE: Eras mi hijo.
HIJO: Querías que fuera un niño modelo; para lo cual, según la edad, debía cumplir un programa de estudios y lecturas que tu planificaste, tal como lo hacías en tu trabajo, a la perfección. Me sometías al ensayo de un nuevo proceso de enseñanza como si fuera un conejillo de indias…
PADRE: Cada padre quiere brindarle lo mejor a sus hijos, educarlos según sus propios principios, creencias, moral… ¡Todo eso me parece normal!
HIJO: Yo detestaba aquellos libros enormes y títulos como “David Copperfield” de Dickens y esa literatura estilo Julio Verne para niños. Yo quería leer los libros empastados en cuero y con letras doradas… ¿Y qué hiciste tú, papá? Cambiaste el orden de la biblioteca, todos esos libros en los últimos anaqueles, los más altos, los inalcanzables…
PADRE: Desde mi punto de vista tenía una razón, y no solo intelectual, sino práctica, incluso simbólica: la distribución de los libros en la biblioteca se correspondía con las metas que debían alcanzar, cada anaquel era un paso hacia el conocimiento, el crecer, la realización personal…
HIJO: ¡Yo me salté tus pasos!
PADRE: ¡Siempre lo hiciste!
HIJO: Y robé tus libros del último estante: Sartre, Camus, Genet, Wilde, tantos otros, y un día delante de tus invitados, los que venían a admirar tus dominios, recité varios pasajes de esas obras, los más soeces, los más desesperados, los que, en mí ya angustiada mente infantil, traducían mi miedo, mi soledad, mi impotencia… ¿Lo recuerdas, papá?
PADRE: Sí. No te castigué, a pesar de haber descubierto el engaño, los libros rotos; en los anaqueles solamente los forros empastados de los libros, con cualquier cosa dentro para que yo creyera que seguían ahí, en su lugar, donde debían estar… No te castigué a pesar de encontrar los libros descuadernados y húmedos de orín, bajo el colchón de tu cama. No te castigué y debí hacerlo.
HIJO: Lo hiciste. Yo me divertí al mirar los rostros de tus amigos llenos de asombro, y tú enrojecido, iracundo, burlado, tratando de guardar la compostura en tu traje de fiesta. Hubiera preferido un castigo físico y no el que siempre me impusiste, aún más cruel desde aquel día. Los tratamientos hormonales, las visitas al psiquiatra, las sesiones de terapias interminables y humillantes. Los prostíbulos. (GRITA) ¡Ya basta de gritar tus insultos!
PADRE: No vine a gritar, ni a reclamar. Vine a pedir perdón. (PAUSA) Necesito decirte lo mucho que te extrañé todos estos años, perdido, exiliado de mí mismo. ¿Qué me obligó a dejar a mi familia? ¿Qué me llevó a dejarlos, a huir? ¿Te has hecho esa pregunta, hijo? ¿Te preguntaste a ti mismo por qué nos castigábamos uno al otro despiadadamente? ¿Por qué te negaste a tener hijos? ¿Por miedo a estar en mi lugar y sentirte traicionado? (RÁPIDO) No, tampoco ahora te pido una respuesta, ya tendrás seguramente tu juicio, te conozco, los haces muy bien, inflexibles, con mucho rigor, el mismo que te impones para alcanzar lo que buscas. Pero no es así. No hay que ser tan obstinado ni estar tan seguro de lo que se pretende, la vida impone cambios, movimientos. Me fui de la casa, hui, y tienes cierta razón: había egoísmo, cobardía, decepción, en esa huida. Una vez salimos de nuestra vieja casa todo se tornó horrible. Veía en tus ojos lo que luego escuché en tus propias palabras. No eras feliz de ser mi hijo. Yo me había equivocado, eso dijiste. (PAUSA CORTA) Creí que lejos de la casa podría olvidarme de tus manías, tus reproches, de tus miradas haciéndome sentir culpable. Condenado por algo que ni siquiera sabía lo que era. No me fui buscando otra mujer, me fui buscando otra vida, creyendo que podía encontrar otra vida. Pero sobre un fracaso construí otro. (RESPIRA HONDO) Yo traía un discurso. Yo quería decirte que no supe cuál fue mi error, sino cuando estaba demasiado lejos de mi casa. Pretendí una familia perfecta en la que yo fuera un dios, un ejemplo, una guía, puse todo mi esfuerzo, mi razón, mi amor y me olvidé que yo era el más imperfecto. (PAUSA CORTA) ¿Qué hay ahora dentro de mí? Una profunda tristeza, una terrible amargura más dolorosa que la enfermedad del cuerpo. Yo vine buscando alivio a unas heridas que me mataron hace tiempo. Y aquí estoy, otra vez extraviado, con el discurso olvidado, sin saber si es perdón lo que vine a pedir porque me encuentro con la vergüenza de ver en ti más heridas, dolores y amarguras que en mí mismo. ¿Qué puedo decir? ¿Qué argumento? ¿Cómo justifico? He vivido, y si eso hay que pagarlo con sufrimientos, yo saldé mi cuenta. No volví a ser el mismo hombre después que me fui, apenas un fantasma de aquel que tú querías que yo fuera. Yo me equivoco como cualquier padre, como cualquier hijo. Yo yerro y acierto a ciegas como todos los hombres. Yo pretendí hacerte mejor que a mí mismo. Yo inconforme de mí, buscaba en mi hijo la obra perfecta. Pero no soy un dios, ni tú eres de barro. Muy tarde lo he comprendido. Una cosa tan sencilla como es querer y enseñar a un hijo me llevó a la desgracia. ¿Y sabes por qué? Por tanto amor propio y miedo a un nuevo fracaso. Temí quedarme y verte a ti fracasar, igual que había fracasado yo ante mis ojos. Aquella familia fue mi vida y cuando quise cambiar, sin ustedes, no encontré alternativa.
PAUSA. SE ESCUCHA EL MAR. EL HIJO SE LEVANTA.
PADRE: ¿Te irás?
HIJO: Sí.
PADRE: Si no regresas, quiero que sepas que nunca hubo un motivo para que no me sintiera orgulloso de ti.
HIJO: ¡Hipócrita!
PADRE: Cerré los ojos a la verdad. La imagen de mi hijo desnudo bajo otro… cuerpo, apenas adolescente, desviado, dañado. ¡Cómo quitarme de la memoria aquella espantosa degradación! Los meses siguientes fueron insoportables. Tenía aversión a mirarte, odio contra el mundo. Una inmensa desesperanza cuando me hiciste sentir culpable. No era vergüenza por ti, sino defraudado de mí responsabilidad. Reaccioné bajo la conmoción de mi fracaso.
EL HIJO INICIA EL MUTIS Y SE DETIENE.
HIJO: Es la última vez que nos vemos.
PADRE: Lo sé ahora.
HIJO: ¿Si no existió una razón para avergonzarte de mí, por qué me lo hiciste sentir?
PADRE: No fue mi intención, pero si te confundí, te ruego que me perdones.
HIJO: Hice tantas cosas para que te sintieras orgulloso de mí, para que tu nombre y apellido no se perdieran… Intentando apasionadamente trascender y que llegara a tus propios oídos mi nombre…
PADRE: Yo no debí nunca decirte que renegaba que fueras mi hijo. No debí pronunciar esas insultantes palabras...
HIJO: No supiste hacerme un hombre, según tus ofensas papá. ¡Ni siquiera eso supiste hacer bien conmigo, te respondí enajenado, ya enfermo de tantos experimentos para recomponerme!
PADRE: Tienes tu propia vida.
HIJO: Una ficción. Me empeñé en parecerme tanto a ti, para que vieras tu propio fracaso, para que te vieras en mí como en un espejo. (PAUSA) Pero ya es tiempo de olvidarlo. Ya me vi en ti, viejo, acabado, triste, el esperpento que eres hoy y debo huir a ese final.
PADRE: Sí, tienes derecho a humillarme como yo lo hice contigo. ¡Perdóname, hijo, perdóname!
HIJO: No puedo, papá. Sinceramente, no puedo.
EL PADRE EMPIEZA A DESFALLECER.
PADRE: ¡Dime que me perdonas!
HIJO: No soy un dios.
PADRE: (CON GRAN ESFUERZO) ¡Perdóname!
HIJO: No.
EL PADRE SE DESPLOMA, CAE DE LA SILLA. EL HIJO LO SOSTIENE EN SUS BRAZOS. LE TOMA LA MANO.
EL SONIDO DEL MAR AUMENTA.
TELON FINAL.
Caracas, 2016
(Versión libre sobre la original de 1987)
4. RAROS (4 MONÓLOGOS QUE CONFORMAN UN ESPECTÁCULO)
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
4.1. “ADENTRO” LA ANTESALA DE UN CONSULTORIO PSIQUIÁTRICO. AMBROSIO LLEGA CON SU EXCÉNTRICO ATUENDO DE ELEGANTE LUTO, CON SU MALETÍN Y UN PORTAFOLIOS DE DISEÑOS CON SUS MUESTRAS DE TELAS. SE ACERCA SIGILOSAMENTE Y TOMA POR SORPRESA A LA RECEPCIONISTA.
AMBROSIO: ¡El último grito de la moda! Mi colección femenina para la temporada primavera-verano. (TR.) ¿Te asusté, mujer? Ay, perdóname la efusividad, pero es que no aguanto la emoción de presentar los nuevos modelos desde hoy mismo a mis clientas. Pero claro, la cita con el doctor es lo primero. Como dice mi Gestalt, si en las tres prioridades no están la psicoterapia, entonces no te servirá de apoyo. Y la verdad que yo no puedo vivir sin mi sanador. Parafraseando a un gran escritor, el doctor “me armoniza”. Llegué adelantada para enseñarte los diseños y así me sirve de práctica mientras espero la consulta. Yo sé que te gusta la ropa, mujer. ¡Claro, ese vestidito de enfermera es un horror! Pero bueno, ya le conseguiremos arreglo, tengo la cabeza llena de ideas innovadoras. Este año no visité New York en la Semanas de la Moda, ni la elegante ciudad de Londres, tampoco la de Madrid. Preferí concentrarme en los nuevos hitos del glamour: París, Milán y Los Ángeles. (DESCUBRE AL PÚBLICO) ¡Ay! Pero mira la cantidad de gente en la sala de espera del consultorio. Supongo que no todos vienen a ver al… médico de cabezas. Permítanme presentarme. Soy Ambrosio Del Río, experto en la arquitectura para la imagen de la mujer, con especialidad en “Haute Couture”, Alta Costura, muchachas. La moda es un concepto que va más allá del vestido, se inicia en el consentimiento y complacencia de nuestro vestuario original: la piel que nos cubre. Aprovechando la oportunidad de la espera las pondré al día respecto a las tendencias de la moda y el sexo de sus congéneres, mujeres atrevidas, arrojadas, que decidieron hace tiempo vivir el placer de sus urgentes ardores y deseos. Negro. Es el color de la temporada y no puede faltar una prenda azabache en ninguna colección privada. Una mujer que viste de negro siempre estará impecable en cualquier compromiso profesional, social y/o sexual. Porque vamos a estar claras, muchachas, eso del blanco para el verano es anticuado, y el rosa pálido demasiado insípido; la noche se vive intensamente en la oscuridad. Dejémosle el blanco a la hipocresía de las novias playeras y los rosados para los aburridos compromisos familiares, que es como decir celebraciones de gente pobre. ¡Ah, la pobreza! El primer obstáculo que hay que superar si quieres triunfar en un mundo distinguido, el único que garantiza disfrutar a plenitud la oferta mundana. Por cierto, veo algunos caballeros en la sala de espera. No, no se preocupen, muchachos, no soy insidioso, no me gusta intrigar, los que quieran reservarse en el closet, pueden estar tranquilos, no revelaré absolutamente ninguna indiscreción, tampoco voy a adivinar quienes se lo mamaron, ni mucho menos si abrió las nalgas el fin de semana pasado. Están a salvo, pueden serenarse… Negro.
AMBROSIO SE ACERCA AL PÚBLICO, ESCUDRIÑA, PARA TENSIÓN DE LOS ASISTENTES, LAS APARIENCIAS DE SU AUDIENCIA.
¡Qué guapo éste muchacho, handsome, divino!... Tantos caballeros heterosexuales, straight, del otro lado, quiero decir, no del lado mío, ¿me explico? Se ven muy circunspectos y comprometidos con su pareja, supongo… Ustedes, por ejemplo: ¿Están casados o saliendo?
INTERACTÚA CON EL PÚBLICO.
Escudriño entre los pacientes masculinos, porque quiero prevenirlos y puntualizar sin ninguna duda sobre sus potencias y virilidades, que desde este momento mis consejos son estrictamente femeninos; si alguno se siente aludido, provocado, incómodo, o susceptible ante lo que pueda parecer un insulto a su masculinidad, que por favor se retire. (PAUSA) Bueno, después no digan que no se los advertí… Si se animan a seguir o comprobar mis recomendaciones, ensayarlas por curiosidad o sinvergüenzura, no me echen la culpa. No puedo con una culpa más en mi vida. Negro.
Llegó la hora de hablar entre mujeres, descubrir el quitapesares de los más afamados fashionistas. Hoy, ante sus ojos, un adminículo que no pasa de moda nunca, hay quienes lo consideran una joya, por el valor del material de hechura, pero algunas, la mayoría de mis clientas lo consideran un objeto de uso de primera necesidad. ¿Están preparadas, muchachas? Aquí lo tienen…
AMBROSIO ABRE UNA CAJA Y DEJA VER UNA ESCULTURA DE CRISTAL QUE SIMULA UN MIEMBRO VIRIL.
No, muchachas, no es un güevo. Quiero decir, tiene forma de güevo, apariencia de güevo y funciones de güevo, pero no es un güevo. Es una obra de arte, o si prefieren su nombre de origen, permítanme introducirles el “dildo”, del vocablo inglés “Dil Doul”, cuya traducción sería “pene erecto”, o de la voz en italiano “diletto”, es decir “deleite” que hace honor a su auténtica función, y que toda mujer debería llevar adentro. De nuevo advierto a las audiencias masculinas, pues esto es un perfecto sustituto a las deficiencias, blanduras, afanes y veleidades de un güevo de carne humana. Mejor que un verdadero miembro viril. No tienes que lidiar con sus infidelidades, abusos, vanidades y suciedades. Un dildo es para ti en exclusiva. Un dildo es una verdadera relación de satisfacción, sin culpabilidades morales, ni recibir insultos por la calificación de putas. Es íntimo, es personal, secreto, pero sobretodo cumplidor, algo que jamás puede pedírsele a un caballero, con el perdón de los presentes. No es que te olvides para siempre de los hombres, no, tampoco promuevo una casta de amazonas, pero es la mejor manera de aprender a dominarlos, a no dejarnos arrastrar por la necesidad y sucumbir ante las exigencias y las descalificaciones machistas. Un dildo es más eficaz que un macho, pero sobretodo mucho más honrado. Un dildo es una fe, una práctica mística, una ocupación que nos invade en el momento y el lugar que necesitamos, un compañero que no nos abandona nunca… ni en el supermercado, en la peluquería, en los centros comerciales… en las invitaciones de tus amigas, o en el laboro, en ninguna parte. Su uso diario es racional, saludable y orgásmico. Garantiza total satisfacción sexual si siguen al pie de la letra su manual de uso, y además si visten con mi colección de prendas para esta temporada, atrayendo la atención de los hombres y escoger con cuál tener una affaire erótico, siempre protegida por el escudo de lo que llevas adentro.
AMBROSIO POSA EL DILDO SOBRE EL ESCRITORIO DE LA ENFERMERA RECEPCIONISTA Y BUSCA SU PORTAFOLIOS.
Al dildo no se le bautiza con nombre de varón. No podemos llamarlo como a los maridos, casi siempre referidos por el apellido…
AMBROSIO REPRESENTA A UNA DAMA.
- ¡Es que Guzmán tiene esta noche un compromiso social de trabajo y tengo que ir de señora…¡Y yo le aconsejo.
AMBROSIO ABRE SU CARPETA DE DISEÑOS Y SELECCIÓN DE TELAS.
Para las noches elegantes: moaré y satén rígido; una mezcla atrevida, solo para gustos especiales. Usted se verá divina como la Señora De Guzmán con este modelito. Negro.
Cuando se trata de un amante, casi siempre lo mencionamos solo por el nombre: Domingo, por ejemplo.
- ¡Domingo me invitó a una “suaré” cultural de un amigo de la farándula!
AMBROSIO ENSEÑA OTRO DISEÑO.
Chifón y encajes, para espíritus románticos que se lucen en esos eventos donde los intelectuales e “influencers” equilibran la atracción de la belleza erótica sobre las mentes brillantes. Negro.
A un dildo tampoco se le apoda como si fuera un chico de compañía, a quien nos referimos con ciertos eufemismo: bebé, bello, galán, portento, cuerpazo… alguien con quien vas a lucirte en una despedida de soltera, acaso. Negro.
AMBROSIO MUESTRA OTRO DISEÑO.
Un drapeado divino en chantú de seda, una columna regia.
AMBROSIO SE QUEDA ABSORTO MIRANDO EL VESTIDO. EN UNA TRANSICIÓN EVOCATIVA.
Todos necesitamos consuelo. Cuando vamos errabundos sin amor, ni amistad, ni respeto, ni siquiera solidaridad, solo nos auxilia el consuelo.
LA ATMOSFERA CAMBIA. AMBROSIO PARECE ESTAR AHORA EN EL DIVÁN DEL PSIQUIATRA. EN PLENA SESIÓN DE LA TERAPIA. OSCURECE ALREDEDOR, UNA LUZ CENITAL LO BAÑA.
Dejé de creer en los hombres a los quince años. En esa época me vine a la capital, estaba harto de mi pueblo, las burlas y chistes por mi afeminada contextura y ademanes. Yo creía que mi madrina era una gran artista, así la nombraban en los ironías de las murmuraciones. Escapé del pueblo y sorprendí a mi madrina en su abigarrado hogar capitalino. No era un teatro, ni un bar, sino la casa de una meretriz. Una mujer alegre, siempre contenta, que disfrutaba sus faenas, y me aleccionó como su asistente. Una estrella. Me encantaba espiarla mientras se acicalaba. Bella, como una modelo con sus trajes deslumbrantes. Un atuendo para cada uno de sus clientes fijos que se repetían con los días de la semana. Venían sobre ella y descargaban su… ¿Rabia? ¿Dolor? ¿Impotencias? Frustraciones. Uno de ellos complacía a mi madrina a tal punto que provocó mis deseos. Me enamoré del hombre de los martes. Un varón alto, barbado, todo cubierto de pelos. Salvaje. Joven y vigoroso, hijo del turco de la tienda de telas. Lo morboseaba todas las tardes tomando el fresco del bulevar, frente a la puerta del negocio, exhibiendo el paquete ante las embelesadas miradas femeninas. Una repentina ausencia de mi madrina provocó mi propia perdición. Llegado el martes, vestí la ropa que mi madrina le lucía al turco, su mismo “brassier”, sus zapatos de tacón rojo, las medias negras de seda y la deshabillé con bordados de plata. Dejé la pieza en penumbras para recibir al Señor Martes. Me asaltó los labios, las nalgas, pero no lo dejé tocar mi entrepierna. Me besó febrilmente, me apretó en sus musculosos brazos, me embrujó con su olor fuerte y mi cordura cedió al deseo. Cuando quiso entrar en mí, descubrió mi instrumento viril, erecto como una cabilla. Se dio cuenta que era el sobrino disfrazado de mujer. Le di asco, descargó su repulsión a golpes, me destrozó los testículos a patadas, rompió mi boca que con tanto gusto había besado antes. Desperté en el hospital, tres meses después, un milagro. Mi madrina regresó antes de tiempo esa misma madrugada y me encontró agonizando. No sé si debí morir. Detesto a la gente que lamenta su vida, decidí sobrevivir sin mi malogrado sexo. Hasta que descubrí las alegrías del consuelo… adentro. Mi verdadera salvación. No necesito de nadie para ser feliz. Negro.
CAMBIA NUEVAMENTE A SUS MANERAS.
Uno puede bautizar al dildo con un buen calificativo: Conchito, de Consuelo, por ejemplo. Entonces, usted no se crea falsas expectativas sobre una relación de afectos o compromisos, disfruta una grata experiencia de recompensación, complacencias, juegos... Los dildos son indispensables en la vida íntima de una mujer. Es decir, si usted quiere sentirse hembra durante todo el día, usted encarga un consolador terapéutico más dúctil, sugestionable, que pueda encajarse desde la mañana hasta la noche, como un tampón, todo el santo día complacida. Negro.
También hay modelos que brindan otros beneficios fisiológicos. Por ejemplo, si usted desea abrir un poco más el conducto vaginal, entonces encarga un consolador “ensanchable”, que vaya poco a poco distendiendo los músculos internos de sus vacíos, incluyendo una gama versátil de tipos para el canal ano rectal, de interés tanto femenino, como masculino, los curiosos por experimentar el consuelo del órgano que tiene más terminaciones nerviosas del cuerpo humano, un arcoíris de sensaciones y una fuente inagotable de entretenimiento erótico. Negro.
AMBROSIO EXHIBE OTRO DISEÑO DE VESTIDO.
Torchón sobre tafetán, delicadísimo. Negro.
Los dildos, más que una moda son una conducta, una disciplina, y con su uso clínico y riguroso lograrán que sus cavidades sexuales se conviertan en un túnel hacia el placer continuo, constante, leal, como ningún otro macho de género animal puede lograrlo. Negro.
AMBROSIO ENSEÑA UN ÚLTIMO VESTIDO.
Raso y adornos en terciopelo, sobrio.
AMBROSIO CIERRA SU CARPETA DE DISEÑOS.
Cada vestido es un diseño exclusivo y único confeccionado a su medida en mi taller de alta costura por encargo y prepago. Mi lema es la confianza absoluta entre mujeres, sin chismorreos ni difamaciones. Solidarias con nuestro amigo secreto: Conchito. Pero ya que estamos en la intimidad de la amistad, aquí entre nos, fraternas, cuando alguna amiga te quiera chismear algo y comience con la infame frase de: “manita, sin que me quede nada por dentro…” Tú le pones un stop. Y le respondes: “Ay, no, amiga, no te vacíes, quédate con alguito…” El último grito de la moda es llevar algo… adentro. Negro.
Caracas 2017
4.2.“AFUERA”
EN EL INTERIOR DEL CONSULTORIO ESTA EL PSIQUIATRA. LA PUERTA SE ABRE Y APARECE MARCO, UN JOVEN DE HERMOSA APARIENCIA. PARECE SUFRIR UN COLAPSO.
MARCO: (GRITA) ¡Afuera! (AHOGADO) ¡Afuera!
MARCO RESPIRA HONDO. VA AL DIVÁN. POCO A POCO SE CALMA. EL PSIQUIATRA ESPERA IMPASIBLE.
MARCO: Afuera hay un gentío. Todos mirándome, y estuve a punto de colapsar. Por fortuna la recepcionista me nombró y entré… así, alterado, pero ya estoy bien, aquí, frente a usted, que siempre logra calmarme.
RESPIRA HONDO, SE DESABOTONA LA CAMISA.
¡Perdón! Me sentí asfixiado. Ya no se trata de un precipicio, por fortuna, pero a veces, cuando estoy en medio de una multitud, vuelvo a sentirme como durante tanto tiempo: al borde de un barranco. Una depresión demasiado larga.
MARCO AHORA MAS CALMADO, SE QUITA LOS ZAPATOS.
¡Perdón! La primera vez que tuve conciencia de mi estado letal, apenas sobrepasaba los trece años de edad. Un púber desnudo ante el espejo húmedo y manchado, reflejando la imagen indefinida de mi cuerpo adolescente. Una experiencia perturbadora, yo masturbándome delante del hombre inmaterial que deseaba ser, con un poco más de músculos y vello púbico. Estoy bien dotado, así que no me acomplejó el tamaño de mi miembro viril, pero no era comparable al volumen, la turgencia, la plenitud de las nalgas que desde esa temprana desnudez, asomó dibujado en perfil y detalles sobre la opacidad del espejo. Me impresionó la belleza de mi propio culo y en ese preciso instante me corrí, acabé, me fui en estremecimientos ahogados para no despertar a ninguno de la siesta, con los gemidos de mi recién estrenada vida sexual. Por supuesto que probé, como todo muchacho, el sabor de mi propio semen y sentí un cierto amargo que habría de acompañarme por el resto de mis atormentados años dentro del closet. De alguna manera la amargura presagiaba algo de lo que sería mi vida.
MARCO SE LEVANTA DEL DIVÁN. SE QUITA LA CAMISA Y LA COLOCA EN LA PERCHA. SE QUITA LAS MEDIAS, LAS METE EN LOS ZAPATOS Y LOS PONE ORDENADAMENTE DEBAJO DE LA PERCHA DE ROPAS. REGRESA AL DIVÁN.
¡Perdón! El lunes, después de mi primer pajazo, entré al aula de clases escolar y uno de mis compañeros, Elías se llamaba, me dijo en tono misterioso: - “en el recreo me acompañas al baño, para que veas lo que me sale del güevo”. Quedé en suspenso, ansioso, angustiado por la urgencia de Elías. Era el chico más alto de la clase, con ojos negrísimos, pestañas largas y cejas casi entrejuntas por tanta prolijidad capilar. Elías era flaco, firme y velludo. Estaba en pleno desarrollo de su masculinidad y el miembro daba muestras de su ímpetu por dejar atrás la inocencia. Yo miraba hipnotizado el movimiento furioso que hacía aparecer el glande desde el tronco de su portento, y en medio del frenesí me dictó una orden. - “Bájate los pantalones”. Lo hice. – “Ponte de espaldas”. Lo hice. – “Abre las nalgas”. Y sentí el calor de su semen, desvaneciéndome por el placer, desenfocado como mi vana imagen sobre el espejo velado. Me desmayé. Desde aquel momento Elías requería mis nalgas recién en la mañana y luego del recreo. Me convertí en su culo. Eso me dijo, - “tú eres mi culito”. No le di mucha importancia al principio, hasta me gustó convertirme en “su culito”, pero me fui incomodando cuando no solo él necesitaba mis nalgas a diario, sino cuando la solicitud de bajarme los pantalones comenzó a repetirse en otros ámbitos: el coach de baloncesto después de las duchas. El odontólogo. El muchacho del supermercado, el ayudante del mecánico de la esquina, el hijo del panadero y el novio de la vecina, mi mejor amiga. Eso fue lo peor, me sentí un traidor de la amistad. Ese hombre nos invitaba al cine, y me metía una mano en el culo mientras con la otra le agarraba a ella la cuchara. Todos aquellos varones estaban convencidos de su hombría, en el ejercicio pleno de su machismo sienten el derecho de gozarse un culo, sin que importe el género. Una extraña manera de sentirse machos “activos”, es decir, hacer de cualquier hueco su trinchera. El gusto de los “straights” por mi culo se volvió rocambolesco. La mano del conductor del autobús, la mano del fotógrafo escolar, la mano del instructor de natación, del párroco, del evangelista, del carnicero, del pelirrojo de los patines y por supuesto, el almidón de Elías. El culo se esponjaba con tanto manoseo y la calentura de Elías. Ese carajo me estaba horneando el culo como una masa de pan que se abomba y provoca a todo macho con ganas. Ya estaba desesperado, al borde de la depresión cuando conocí a mi primer amor; bueno, eso creí yo, que era amor. Mi profesor de educación artística en primer año de bachillerato. No voy a decir su nombre porque ahora es un pintor muy famoso, una personalidad cultural, pero en aquel tiempo yo lo creía poeta. Me llenaba el cuaderno de garabatos y palabras que me enamoraron. Mi primor, me escribía; mi escultura cuando posé desnudo en su estudio y me dijo: mi bello Marco. Fue el primer hombre que me llamó por mi nombre sin el diminutivo, para la mayoría yo era Marquito, que suena casi a mariquito. Hasta llegué a avergonzarme de mi nombre, el marco de un culo, lo único que les interesaba de mí a todos los hombres supuestamente heterosexuales. El profesor, intelectual, poeta y pintor, también tenía novia y me invitó a la ceremonia de su matrimonio. Espantoso. Ahora casado pretendía que siguiera siendo su amante, bajo el apuro constante de sus compromisos familiares. A los dieciocho años me enfermé, siguieron años de pesadillas, de orientadores juveniles, brujos y otros loqueros hasta que llegué aquí, a su consultorio psiquiátrico. Todos con ganas de hurgar y palpar igual que los demás “straigths”. Bueno, perdón mi doc, yo sé que usted es ¿distinto?… Me ayudó a reaccionar, por mí mismo, por mi propia sanidad mental, me impulsó a aceptar mi condición sexual y salir del closet. Se acabó el perturbado, me convenció. Reuní a mi familia en pleno, siguiendo su consejo; papá y mamá, mi hermano mayor, mi hermanita menor que terminó siendo más puta que yo… mi cuñado, mi primo Andrés, el catire, que se cagó creyendo que iba a denunciar todo lo que me hizo en la hacienda de mi tío enseñándome a montar caballo… es decir, él hacía de caballo a pelo, tendido boca arriba mientras me empalaba para que yo aprendiera a resistir el salvaje rodeo. Delante de todos en la mesa del comedor, les dije: ya me cansé de las mentiras, ya me harté de las culpas. Soy gay. Homosexual. Marico.
MARCO DA UNA VUELTA. TRATA DE RECOMPONERSE DE LA MEMORIA. CONMOCIONADO. PERTURBADO.
No dejaré que nunca más, ningún macho quiera abusar de mi culo. No, mi doc, usted me enseñó que yo soy algo más que un culo, un ser humano, un individuo con sentimientos, alguien que quiere enamorarse, que quiere que lo amen y no que me usen como un hueco. Aunque persista el miedo a las miradas de odio y desprecio, a los gestos de rechazo, a la burla, las groserías de condena por ser como soy. ¿Qué piensa toda esa gente que me mira? ¿Qué creen que es la homosexualidad? ¿Una perversión? ¿Una enfermedad cuyo único remedio es un güevo? ¡Pero, qué obsesión! Uno no puede montarse en el metro y aguantar que todo el mundo te mire el culo, no resisto más hacer una fila y que la vulgaridad haga chistes sobre el tamaño de la cola mientras me miran el trasero.
MARCO SE VA ALTERANDO HASTA ESTALLAR EN LA LOCURA.
Me cansé de ser el comentario morboso en la playa, de las risas a escondidas cuando me agacho a recoger un lápiz, cuando me pruebo unos pantalones en una tienda o me levanto para ir al baño en un restaurante. Ya me harté, coño; no soy una pelota en la cancha a la que todos siguen con la mirada y ganas de atrapar, o patear, o meter en la cesta. Me indigna. Me revienta y me vuelve loco. Uno no puede ir por la vida siendo solo un culo que camina. Yo sé lo que sienten las mujeres cuando un varón le dice en la calle: ¿Y todo eso es nada más pa´cagar, mamita? Es un asunto de dignidad, de respeto, de derechos humanos. Las diferencias y los gustos sexuales es algo que atañe a cada quien y no tiene por qué condenar tus relaciones sociales. Vivimos el siglo XXI y es increíble que la gente siga siendo tan hipócrita, pacata y canalla. Por eso tomé la decisión de salir del closet, ¡y al carajo los enfermos!
MARCO TRATA DE RECOMPONERSE LUEGO DEL ESTALLIDO. RESPIRA HONDO. HASTA CALMARSE.
Fue una bomba atómica en la casa. Quedé relegado de las fiestas y las vacaciones familiares. Pero donde perdí me salvé. Aquí estoy, sano y salvo. Soy otro, pues no me bastó salir del closet, sino que decidí hacerme una reducción, me operé el culo.
MARCO SE QUITA LOS PANTALONES Y LOS LLEVA A LA PERCHA.
Se da cuenta, mi doc, ahora es algo normal, si se quiere hasta chiquito, insignificante, porque alguien tiene que enamorarse de alguna cualidad de uno, alguien tiene que decirte algo bonito de los ojos, o de tus manos, o recitar que le gusta el color de tu cabello. (REAFIRMÁNDOSE PERO SIGUE EN CRISIS EMOCIONAL) Soy otro, tengo un trabajo decente, como ejecutivo de cuentas en un banco, otro distinto pero tan común como todos. Ahora que me liberé del culo estoy esperando que aparezca un galán que se enamore de mí… y que por favor, me pase culo, porque lo que yo anhelo es cogerme a alguien y no me cojan siempre a mí. Si hay alguien entre sus pacientes, o de los que están en la sala de espera, que me quiere dar el culo, pues aquí me tienen a la orden. Pero si lo que quieren es eso de mí, entonces me tiene que enamorar. Porque el agujero negro se acabó, ya no más el precipicio, ya di un paso afuera.
MARCO AGARRA SU ROPA DE PERCHA.
Gracias a usted, mi doc, yo me siento curado. Perdone mis excesos de hoy; si entré como loco, ya estoy tranquilo, sano, sin ansiedades ni resentimientos… gracias a usted…
MARCO SE DISPONE A SALIR DE LA CONSULTA. EN LA PUERTA GIRA HACIA EL DOCTOR Y LE GRITA ENFURECIDO.
¡Y no me acuse de machista, doctor, pero ahora, tampoco a usted, no le doy más el culo!
SALE.
OSCURO FINAL.
Caracas 2018
4.3. “DELANTE”
EN EL CONSULTORIO PSIQUIÁTRICO, ENTRA PÚBICO, CON SU CUADERNO DE NOTAS. SE ACERCA AL DIVÁN. SE SIENTA. EL PSIQUIATRA ESPERA. PÚBICO SABE QUE DEBE COMENZAR SU TAREA. LEE CON INSPIRACIÓN.
PÚBICO: “Fui solo como un túnel. De mi huían los pájaros,
Y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
Como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah, los vasos del pecho! ¡Ah, las rosas del pubis!”
Se trata de fragmentos del primero de los 20 Poemas de Amor de Pablo Neruda. Sé que la tarea de hoy es leer un poema propio, pero no estoy listo para escribirlo. Cuando inicié las terapias, no sabía que me gustaría ser escritor… de poemas. Tal vez al final, algún día, me atreva a escribir algunos versos. Pero me ayuda contarle sobre mí, si me lo permite puedo leerle algo… sobre mis recuerdos, como usted me pidió.
EL PSIQUIATRA HACE UN ADEMÁS DE ADELANTE.
¡Adelante, claro! Gracias.
ABRE NUEVAMENTE SU CUADERNO PARA LEER LO ESCRITO.
Mi madre se enamoró fugazmente de un labrador cuando fue de visita a la hacienda de una familia donde servía su única tía. El cuerpo del labriego salvaje la socava “y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”, como dice el verso final de la primera estrofa del referido poema.
DEJA DE LEER Y NARRA EN VOZ VIVA.
Ese hijo soy yo, nacido de la entrega de mi madre a aquel campesino que le recitó el poema de Neruda entre los encubiertos matorrales de la casa ajena. Regresó a su pueblo y al mes supo que estaba embarazada.
VUELVE A LEER DEL CUADERNO.
Mamá cayó en una especie de letargo, de enajenado embeleso y durante los restantes ocho meses de preñez, solo recitó el poema una y otra vez, interminable. Supongo que desde sus entrañas escuchaba su voz “lenta y triste”,
LEVANTA LA MIRADA DEL CUADERNO.
Sigo refiriendo partes del primer poema.
VUELVE A LEER DE SU CUADERNO.
Pienso en mi madre con “los ojos de ausencia”, con sus “muslos blancos” y “actitud de entrega”. Apenas pude beber de “los vasos del pecho”. Mi madre se quitó la vida cuando apenas tenía tres días de nacido. Dejó subrayado en el poema la frase: “Pero cae la hora de la venganza, y te amo”.
RETOMA SU RELATO DIRECTAMENTE AL DOCTOR.
Todo esto no lo recuerdo, lógicamente, me lo contó mi tía, que me crió a escondidas en la pequeña choza donde dormía en los predios de aquella suntuosa hacienda de…
LEE NUEVAMENTE DEL CUADERNO.
“¡Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!”. Sobre la tumba de mi madre, siguiendo sus deseos, está su epitafio: “¡Ah, las rosas del pubis!”. Mi tía ignorante e iletrada, me llevó al registro del pueblo y me presentó como su hijo. Cuando le preguntaron mi nombre de pila, contestó: Pubis. Eso es imposible, replicó el comisario, es nombre de mujer y este crío es varón. Le pondremos Púbico. Me llamó Púbico.
LEVANTA SU VISTA DESDE EL CUADERNO. LE HABLA AL MÉDICO.
Ese es el origen de mi nombre, como usted quería saber. (SE RÍE) La gente se ríe cuando escucha mi nombre, se burlan, y hasta piensan que mi madre adoptiva era una pobre loca por llamarme así. Pero yo siempre supe que era lo que mi atormentada madre biológica deseaba. Mi tía me lo recordaba para que me olvidara de las burlas, entonces me consolaba diciéndome que yo era su bello Púbico. Bello, de belleza, mi tía se empeñó en repetirme que yo era bello y me lo creí, me lo creo. Soy el bello Púbico.
LEE DEL CUADERNO.
Los nombres no tienen que ver con la naturaleza de nuestras confirmaciones, pero en mi caso me penó a los: “Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.”
LEVANTA LA MIRADA DEL CUADERNO.
Sigo evocando a Neruda.
VUELVE AL CUADERNO.
En la hacienda, viví escondido, huraño, y me acostumbré a camuflarme entre los matorrales donde mi madre se entregó al labriego. Como un animal, “fui solo como un túnel”. En la penumbra de los atardeceres y las lúgubres noches de furia y excitación, podía escuchar los jadeos, y a veces, como relámpagos, los pubis rozándose unos a otros, con sus vellos resplandecientes, como rosas húmedas. Bellos. Vellos.
CONTINÚA A VIVA VOZ.
Fue fácil enamorarme de los vellos del pubis, sean masculinos o de “cuerpo de mujer” como se titula el poema número uno del gran poeta. Pensaba en mi madre herida por la virilidad del granjero, una flecha, una honda, que acabó con su virginidad y con su alma frágilmente enamorada, tan perdida en los oscuros causes y tan fatigada como yo. No me gusta el sexo, ni siquiera pronunciar esa palabra. No porque crea que sea algo sucio o reprobable, sencillamente porque me induce un dolor infinito siquiera imaginar las penetraciones. Pensar en la vulva de hembra arremetida por el miembro de varón, me espanta.
SE LEVANTA, DA UNA VUELTA, TOMA AIRE. CONTINÚA.
Me gustan las rosas, sus aromas y colores, pero me aterra el ardor de las heridas que causan sus espinas. Tengo una pesadilla recurrente, yo desnudo atravesando un rosal perfumado, dejando la piel entre los tallos erizados, con el cuerpo tan rojo como las flores y el dolor insoportable de las mínimas heridas, tan leves y dolorosas como las pequeñas traiciones. La traición es lo que más temo del mundo. Me da miedo el amor, porque trampea sacrificios y extravíos que conducen a la muerte. No quiero amar y mucho menos tener sexo. En compensación, me gusta contemplar el Monte de Venus femenino y el pubis de los hombres. Me incita. Mirar los vellos del pubis me da placer. Hay gente que piensa que mis ansias es una rareza. Sí, soy raro, no lo niego. Nací apurado por una poesía. Hoy día me cuesta que alguien, sea hembra o varón quiera satisfacer mis inclinaciones. Cuando entro a los baños colectivos, me revuelve mirar que los hombres ya no tienen vellos púbicos. Y menos vellos se dejan las mujeres que espío desde mis encierros. Esa manía de rasurar los vellos del pubis es repugnante, mutilan parte de nuestra integridad natural. Nadie se arranca las cejas, por ejemplo, las pestañas, las uñas.
Cuando veo a alguien que me gusta, trato de acercarme, conocerlos mejor, y hago preguntas. Algunos se aterran y salen corriendo. Otros prefieren callar, no responder. Yo respeto sus silencios. No obligo a nadie a que diga una sola palabra si no lo desean. Me acerco a las personas, sobreponiendo mi timidez… y pregunto…
PÚBICO AHORA SE DIRIGE AL PUBLICO.
¿Te rasuras los vellos del pubis? ¿Les das forma de corazones o pequeños triángulos o apenas una línea que señalan hacia tu identidad sexual? ¿Te atreverías a enseñar los vellos de tu pubis en público?
PÚBICO PROVOCA PARA QUE ALGUIEN CUMPLA SU DESEO DE VER LOS VELLOS PÚBICOS. ESPACIO PARA LA INTERACCIÓN CON EL PÚBLICO. SI LO LOGRA AGRADECERÁ AL ESPONTÁNEO. SI NO LO LOGRA, MOSTRARÁ SU DECEPCIÓN.
PÚBICO: Hay gente que se atreve. Y no falta el que me grita loco, o llama a la policía, o me insulta con palabrotas y los que me empujan o me golpean… Y yo les grito: - Tenemos que salvar la estimación por la belleza de los vellos del pubis. Y digo: - Gracias. De cualquier manera gracias, y sigo buscando a alguien que se atreva a deslumbrarnos con su hermoso vello púbico. Es mi cruzada.
SE APARTA DEL PÚBLICO. REGRESA AL DIVÁN.
PÚBICO: Soy un mirón de lo que tenemos por delante. Me atraen las rarezas del mundo, con la curiosidad de descubrirme entre tantas excentricidades, encontrarle un sentido y explicación a mis apetitos. Soy un voyerista, como me dijo usted, doctor. Un parafilético.
PÚBICO SE EXTRAVÍA EN SUS ENSOÑACIONES.
La belleza, el amor, el sexo, son el tema de mis aspiraciones literarias. No puedo recordar algo que nunca he vivido, pero mis días confinados al ocultamiento, transitan por mi imaginación. Descubro a mi madre seducida por el agreste olor del sudoroso arador, mezclado al mastranto y las rosas que despiden su excitado pubis. Pienso en la flecha templada de su arco hendir las carnes de mujer. Los roces de sus vientres, el frufrú de sus géneros acoplados a la pasión, los flujos de sus esencias junto al rocío que humedecen los espinos, los fragores de sus caricias, la sed de sus labios, y solo aspiro a entrever la desnudez de sus pelvis, y descubrir el trazo de sus vellos, como un dibujo de rosas a plumillas. Y se enciende dentro de mí un deseo de congelar entre las ramas sus cuerpos satisfechos y plácidos expuestos al sol o la luna, al aire, a la lluvia, sobre la tierra cubierta de musgos, impregnada de sus secreciones. Y me quedo mirándolos, en la esplendidez de la belleza de sus cuerpos, sin diferencias entre el hombre y la mujer, cerrado a la visión de sus pubis cubiertos de vellos. Bellos, tanto como yo, “el hijo del fondo de la tierra”, del que huyen los pájaros, y al que “la noche trae su invasión poderosa” en “mi camino indeciso”. Bello, desde que mi madre y mi tía me bautizaron Púbico. Bello, desde los “oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.”
PÚBICO RECITA O CANTA EL POEMA.
CUERPO DE MUJER
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah, los vasos del pecho! ¡Ah, los ojos de ausencia!
¡Ah, las rosas del pubis! ¡Ah, tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
¡Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
SALE.
OSCURO FINAL.
Caracas 2018
4.4. “DETRÁS”
EN LA SALA DE ESPERA DEL CONSULTORIO PSIQUIÁTRICO APARECE DENISSE, UNA SEÑORA BASTANTE MAQUILLADA, IMPECABLEMENTE VESTIDA DE DAMA “SOCIALITÉ” EN CORRESPONDENCIA CON SU EDAD. SOLO SU BOLSO LA DELATA COMO ALGO EXAGERADA. SE SIENTA EN UNA SILLA Y OCUPA OTRA CON SU CARTERA. A VECES HABLA A LA ENFERMERA-RECEPCIONISTA, PERO TAMBIÉN A LOS OTROS QUE ESPERAN SU TURNO.
DENISSE: ¡Buenas! Con su permiso voy a poner mi cartera sobre esta otra silla. No me gusta ponerla en el piso. Es de mal agüero, se nos van los reales y en general es como despreciar lo que cargamos. Una y sus cosas a cuestas, su valija. Es grande, si, una mujer necesita una buena cartera, bonita, pero sobretodo cómoda, que quepan todas las cosas que necesitamos. Cuando salgo de casa para venir al psicoterapeuta, traigo revistas, un libro, un termo con café, algunos medicamentos, perfumes y sobretodo mis cosméticos. Me encantan los cosméticos. No estoy muy maquillada ¿verdad?
SACA DE SU CARTERA EL EQUIPO DE MAQUILLAJE. LO USA.
No salgo a la calle sin maquillaje. No es que tenga algo contra la textura de mi piel, es delicada, suave y precisamente por eso necesito cubrirla ante las agresiones del ambiente. El smog. Es terrible el smog de la ciudad, un hollín espantoso que se pega a la piel, como si fuera una máscara de inmundicias; por eso traigo mis cosméticos, cada dos o tres horas voy al baño a retocarme, para mantener el maquillaje limpio y perfecto. Me cuido de no parecer exagerada, pero prefiero verme sobre maquillada que sucia. No es que venga al consultorio psiquiátricos por manías higiénicas. Mi necesidad tiene que ver con un diagnóstico equivocado: doble personalidad. No es verdad, me saca de quicio. Tengo que convencer a este médico psiquiatra que certifique el diagnóstico como falso, para llevar una vida normal. No tengo doble personalidad, tengo una sola, aunque somos dos. Cada uno de nosotros tiene su propia personalidad, no excluyente una de la otra, nos completamos, somos uno respetándonos los dos. Me explico. Si ponen atención se darán cuenta que soy un hombre detrás de esta mujer. Ya sé que hay un dicho que reza que detrás de todo hombre exitoso siempre hay una gran mujer, pero en mi caso es al revés, detrás de esta mujer modesta y lúcida, hay un caballero: “Dénis”, ese es su nombre de varón, y yo soy (LO PARAFRASEA) Denisse, que se pronuncia igual: “Denís”, pero se escribe con doble ese y e al final. Yo acentúo su nombre en la primera sílaba, y el mío en la segunda: “Denís”. Mucho gusto. Ya hablé suficiente, voy a sacar una revista, a veces tengo que esperar hasta dos horas si el paciente anterior cae en alguna crisis emocional durante la terapia. Yo no, me parece de mal gusto que la gente se quiera exhibir exagerando sus emociones. Esa gente que vomita y hace ruido para que todos se enteren que está en una crisis emocional, me parece espantosa. Si prefieren que siga la conversación guardaré la revista. No soy nueva en antesalas de consultorios ni en las esperas, y sé que la gente se angustia, impaciente. ¿Mi historia? Bueno, tampoco me gusta hablar mucho de mí, pero puedo hacerle un resumen de mi vida. Sí, sí, lo haré para entretenerlos, déjeme poner la cartera de nuevo sobre esta silla y tomarme un cafecito, ¿le apetece? Con su permiso. Gracias.
TOMA SU CAFÉ.
DENIS: Nací en una ciudad pequeña del interior del país, la provincia, en donde se celebra el carnaval con Steel Band, esas orquestas de lata y pipotes metálicos que suenan de forma estridente, pero muy alegres y contagiosas. Todo el pueblo y los turistas que van al carnaval Callaocense se confunden orgiásticos en la celebración del rey momo. Hay mujeres con turbantes enormes y vestidos de madama, hombres desnudos que cubren su cuerpo con pintura negra y niños diabólicos que se enredan entre las piernas de la multitud amalgamada por la música, el sudor y las desagradables exudaciones… sexuales. Una enorme confusión que la propicia el ron, mezclas de caña brava y otros vicios. En esa ambiente se me ocurrió venir a este mundo. Fue el ruido que me asustó y adelanté mi nacimiento. Sorprendí a mi pobre madre. Nadie conseguía al médico que estaba ebrio y empalado mientras lamía una vagina desconocida. Lo jalaron por el brazo y lo sacaron del enjambre para que atendiera un parto. Mi madre no lo resistió, murió cuando nací, y el médico, entre la pea y la culpa no supo corroborar con claridad el sexo del neonato, mi sexo, y en vez de decir varón, dijo niña. Fue así como mi ignorante madre de leche me vistió de carajita los primeros años de mi vida. Yo supe que era varón cuando tuve mi primera excitación mirándole la cuquita a una gallega. Sí, me gustan las mujeres, jamás tuve relaciones con un hombre, es algo que no me provoca, como si me gusta vestirme de mujer. Junto a Dénis nació Denisse.
PAUSA, AHORA ES MUY FEMENINA.
DENISSE: Soy una mujer dominante, no dejo que Dénis se me imponga. Como mujer guardo un enorme aprecio por él, como si fuera mi hermano gemelo. Tiene buen carácter, no le importa mi imposición, hasta se diría que está resignado y lo acepta con agrado. Dénis jamás mira a otras mujeres con indecencia, yo sé que le gustan, que le atrae un par de buenas tetas y un culo bien parado; conozco sus fetiches, las medias negras de seda y los tacones altos. Bueno, eso es algo muy común a los varones ¿verdad? Pero Dénis es un varón especial, un caballero. Educado, elegante y poeta.
SE RÍE.
Le gusta la poesía, lee poemas en los atardeceres y se le saltan las lágrimas por la emoción. Tan bello Dénis, tan sensible, pero de marico ni un pelo. Ahora lo dejo hablar, cuando me canse de esta perorata para distraer la tensión que me causan estas sesiones terapéuticas con el psiquiatra. Un hombre confundido, me refiero al psiquiatra. Se empeña en hacerme consiente de mi doble rol. No, no y no, doc… soy una “mujer mujer” y entiendo que hay una parte de mí que le pertenece a Denis… ustedes saben, el aparato, y bueno eso de los deseos revueltos por las hormonas masculinas; entonces, en ese preciso momento yo me aparto y lo dejo a su albedrío, primero porque él tiene derecho a vivir su sexualidad, y segundo porque a mí tampoco me gustan las mujeres. Qué va, mi amor, no es que le tenga grima a las tetas o a los labios vaginales, no, sino que me es algo ajeno, no pertenece a mi mundo porque yo supe desde el principio que todo lo que tiene que ver con el sexo es algo… indecente, incómodo, desagradable... sucio. Yo dejo que Dénis viva la suyo y me entrego a mirar las revistas, me gustan las que tienen vestidos de novias. Es un sueño, como toda mujer me encantaría casarme de velo y corona. Soy virgen aunque les parezca anticuado, y lo soy por convicción, por principio, la única manera de entregarme como mujer será el día que me sienta enamorada. Aunque, insisto, eso lo veo difícil, tampoco nunca tuve una regla. Sé abstraerme en esos aparejamientos masculinos de Dénis cuando necesita vaciarse en una mujer, y que aquí entre nos, cada día son más espaciados. Tan bello, Dénis, lo hace por mí, por no abochornarme… y eso sí, él es tan respetuoso, galante y sobrio, que jamás hace esas cochinadas con nada que me pertenezca, ni una gota de mi maquillaje, ni el peinado de mi cabello, ni mis aretes a pesar de que a los hombres ahora les encanta andar con zarcillos. No, mi amor, Dénis no usa nada mío, a excepción de los perfumes que me fascinan… es inevitable.
SACA UN PERFUME DE SU CARTERA, LO USA.
Huelo divino ¿verdad? Al principio a Dénis le espantaba que usara tanto perfume, decía que no había manera de eludirme, que era impropio el aroma de mujer cuando tiene que enfrentar su vida diaria, cotidiana… entrar a un baño de caballeros, una diligencia oficial, ir al banco donde además trabaja en una oficina común de esas que llaman corporativas… sin privacidad. (SUSPIRA) Pero luego me dijo que, aunque la gente se extrañaba con su perfume femenino, a él no le importaban sus burlitas, pues así andaba conmigo todo el santo día. Tan bello, Dénis. Un hermano.
PAUSA. TRANSICIÓN. AHORA HABLA DENIS QUE TERMINA DE RETOCAR EL MAQUILLAJE.
DENIS: No me molesta su perfume, al contrario, la evoca. No cambiaría nada de mi vida porque sin ella no tendría sentido. El mejor momento de mi día es cuando empiezo a seleccionar su ropa, si, sé que les parece raro pero yo escojo todo lo que usa Denisse, no me gusta ir a las tiendas con ella, es lo único que me inquieta de Denisse, le encanta comprar y lo quiere todo, se prueba muchos vestidos, los accesorios, y en eso sí que no la puedo consentir, me fastidio en una tienda, lo soporto porque me complace mirarla con tantos y tantos atuendos. Ella es una fuente infinita de embelesamiento. Denisse es una mujer espectacular como pueden corroborar. Todo le queda bien, tiene cuerpo y porte de modelo. Ella dice, muy modesta, que tiene cuerpo de pobre y que por eso todo le sienta a las mil maravillas, pero no, Denisse es una mujer para las pasarelas. Una belleza, un donaire, una clase difícil de encontrar en otras mujeres. Denisse es el glamour. Llevarla a cenar es lucirse ante todo el mundo, una mujer atractiva, que llama la atención. Parece educada en un colegio suizo de señoritas, sus maneras son las de una princesa, y su conversación deliciosa. No es como esas mujeres comunes que parecen cotorras, criticando todo a su alrededor, chillonas, despreciando los gestos del común y los lugares concurridos. Denisse es divina. Ella no lo sabe, pero estoy ahorrando desde hace años para llevarla a París. Yo creo que no hay mejor escenario en el mundo para ella que la ciudad de París. Subiremos juntos la Tour Eiffel, cenaremos en el pináculo, contemplando el brillo de la ciudad luz y sus ojos en primer plano, como el astro más luminoso del universo. Y en ese momento sincerarme con ella. Soy capaz de acabar conmigo si eso es lo que la complace. Estoy dispuesto a cualquier sacrificio por la felicidad de Denisse.
PAUSA.
Cuando ya tengo sobre la cama la indumentaria para vestirla, el corazón se me quiere salir del cuerpo. Tengo que tomar calmantes para iniciar el proceso de maquillarla, engalanarla. Y en el momento que la veo en el espejo, entonces, si… se acaba todo alrededor. Una emoción tan concupiscente que no hay nada que se compare a su aparición en el espejo. Más hermosa que la luna y todas las estrellas. Sí, me gusta la poesía porque me la recuerda a ella, a veces creo que todos los poetas se inspiran en Denisse. Dicen que el mar es una mujer, pero no, el mar es Denisse. No hay mejor paisaje que mirarla. Una obra de arte. Tengo la suerte en mi vida de agasajarla, mudarla, acicalarla todas las tardes, de ofrecerle la mejor existencia que una mujer merezca. Hay cosas que ya no quiero hacer para no ser insolente con ella. Ya lo dije, estoy dispuesto a cualquier sacrificio, a matarme si es necesario para que ella viva. A mí siempre me gustaron las mujeres, pero ahora solo me gusta Denisse, y eso es lo que voy a confesarle hoy al psiquiatra, algo que ni siquiera me atrevo a decírselo porque me da miedo perderla. Mi única verdad es que como hombre estoy enamorado de esta mujer.
OSCURO FINAL.
Febrero 2015
5. “LA DIVA DEL MICRO”
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
UNA CORTINA BRILLANTE COMO ÚNICO DECORADO. LAS LUCES SE MUEVEN SOBRE ESE PEQUEÑO TELÓN. UNA FANFARRIA MUSICAL ANUNCIA LA ENTRADA DE LA DIVA. APARECE EN DIVINA POSE.
APLAUSOS GRABADOS.
DIVA: ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Los aplausos son grabados! Pero no se vayan a creer, son míos. Me explico: la ovación está dirigida a mi persona, esos aplausos se grabaron con mi primer galardón, luego de tantos años de profesión, cuando me dieron el Premio a Mejor Actriz de Microteatro. Actriz, dije; la gente cree que si una es joven y enseña el culo o las tetas, entonces no es una “artista seria” sino una vedette buscando figuración, una farandulera, algo así como una “buscona”. Pero no, mi amor, yo soy una estrella, y ese reconocimiento es el primero de los muchos que merezco y que gente mezquina y resentida me negaron después de soportar sus abusos y burlas. Porque siempre quise ser una Diva. Nada es fácil en la vida, y yo llevo en esto años de empeño, puliendo mi talento, con el norte clarito, contra todos los prejuicios, trampas y descalificaciones.
Fui una niña prodigio, a los pocos meses de nacida, mi mamá, que era una fanática de la televisión, me llevó a un casting de infantes para un comercial de crema contra la pañalitis; así que antes de cumplir mi primer año de edad, ya le estaba mostrando al mundo éstas nalgas. Ay, mi amor, no me dirás que no fue un gran debut. El cliché sobre la suavidad de las nalgas de bebé si le echas todos los días su cremita, tiene mucho de verdad porque sigo teniendo las nalgas tan pulcras como una teta de monja, otro dicho común; y bueno, no es que me vaya a poner ahora a dilucidar sobre la sabiduría popular, pero sin que le haya tocado las tetas a ninguna monja, puedo decir que soy una experta desde chiquita en la sobadera.
Mi mamá tenía la cuña grabada en un “pen drive”, y yo pasé mi niñez siendo la atracción de todas las fiestas infantiles colegiales y familiares. Mamá llevaba el nunca mejor nombrado adminículo, para todas partes, lo exhibía como una película y luego me obligaba a hacer el gesto final del comercial en vivo. Es decir, me bajaba el pañal para mostrar el culito suave por la cremita, y repetir el slogan pronunciado con una voz de doblaje de niñita que decía: “Como cutituave”…
Bueno, así nació mi arrechera contra todos los que me quieren bajar las pantaleticas. Porque lo del acoso sexual no es exclusivo de Hollywood, no mi amor, aquí la vaina es más arrecha, estamos en el morboso Caribe, entre guaraníes calientes... Me tuve que calar la burlita de ser la “cutituave”, o la traducción de “culi suave”. Así me conocían en el colegio, y todos mis amiguitos, querían que repitiera el show de enseñarles el trasero. Fue entonces cuando tuve que vencer además de las cochinadas y abusos machistas otro obstáculo en mi carrera artística, la tirria de las otras mujeres. Sí, mi amor, la pelea entre mujeres es a cuchillos y las peores son las que dicen ser tu amiga, desconfía de todas, manita.
Volviendo al principio, resulta que una compañerita de salón inventó el chisme de que yo les enseñaba las famosas a los muchachos. ¡Se hizo viral! Llamaron a mi mamá, interrogaron a todos los preadolescentes cachondos que negaron las mentiras de la lengua floja, hasta que yo indignada y ofendida, descubrí a la intrigante, denunciando en mis redes que era ella la que estaba empeñada en verme el huequito en los baños. A la enemiga la expulsaron del colegio, pero no más desprestigiada que yo, porque la fama de mi culo quedó como chiste y burla de todos los pipis parados, una especie de perverso club de fans. Ay, la popularidad, que manera de sembrar la envidia y el desprecio, porque fue así como me gané la antipatía de todo mundo y aprendí desde chama que la fama tiene su precio, su altísimo costo, a veces en dinero y otras en especies…
Continúo con el currículo, que tampoco nunca hubo mejor manera de llamar la historia de mi vocación profesional. A los doce años tuve mi segundo éxito. Gané un concurso de televisión imitando a Shakira. (PAUSA) Ay, si, pendejas, ya me van a decir que Shakira no es un ejemplo de éxito, casada con el futbolista del Real Madrid y luego divorciada sacándole más real al divorcio y desprestigiando el machismo del muy gallo y traidor ex marido. Yo, como Shakira de carajita, movía las caderas y las nalgas con tanto furor que a los trece, perdí la niñez con un supuesto cultor del folclor, de izquierda por supuesto, un pederasta que me pidió en su oficina una audición: “me dicen que puedes aplaudir con los cachetes, y eso tengo que verlo, cutituave”. Yo me defendí cuando sentí sus dedos hurgando en mis partes íntimas. Me volví una fiera. Le di una zarabanda de coñazos y lo dejé con la baba en la boca y la bragueta abierta. Me suspendió como bailarina principal de la escuela de danzas folclóricas de La Casa de la Cultura de mi pueblo.
Lo que la gente entiende por cultura es una hipocresía. Nadie me defendió, mi mamá se moría de vergüenza porque el cultor era una eminencia, hasta el párroco dijo que yo era una inventora y que desde chiquita me gustaba provocar a los hombres. Perdí la fe en mi mamá, en la cultura comunista y en la iglesia. Decidí irme a la capital. en plena revuelta social, hace años, cuando las marchas, los encapuchados, cuando la gente todavía tenía cojones para enfrentarse a los armados.
Muerta de hambre y sin casa sobreviví haciendo papeles de extra en las últimas telenovelas de aquella época, con la protagonista de moda, la diva Danielita Alvarado. En los pasillos de la televisora y en las largas esperas, un gran carajo que pertenecía al crew técnico me reconoció como la “culisuave” de San Isidro del Llano. Me agarró una nalga y para que yo no lo acusara en Recursos Humanos, me presentó al jefe de casting. Otro agarrón sin denuncia y conocí al escritor principal de la telenovela. Ese si era un hombre decente, guapo a pesar de los años, con un verbo hipnotizante, me habló de amor, me embaucó con su labia, y de extra pasé a ser la candidata a la próxima protagonista juvenil. Se armó un berenjenal con las actrices que ya pasaban los cuarenta y querían seguir representando a las inocentes heroínas menores de edad, pobres, abandonadas, malqueridas y abusadas sexualmente. ¡Como yo! Las actrices consagradas no soportaban mi repentina aparición; pues no venía ni de concursos de misses, ni de modelo de cervezas, ni de talleres de teatro de Javier Vidal, Héctor Manrique, Dairo Piñeres y etcéteras. Las confabuladas primeras damas de la actuación inventaron que yo era una joropera, imagínense, yo que apenas sabía bailar en alpargatas. Una hasta dijo peyorativa y vulgarmente que yo era una maraquera. A mucha honra, mijita, lástima que no bailé nunca con Yolanda Moreno, la diva de la danza nacionalista, porque ya esta retirada aunque en las redes siga joropeando. Ay, mi amor, cuántos insultos. Pero ya tenía agarrado por… digamos las barbas, y no decir las maracas, a un verdadero mentor, un auténtico maestro, como todos le llamaban, por su reconocidos libros literarios, artículos de prensa y exitosas telenovelas. Me enamoré de él. Estuve a punto de convertirme en la esposa, pero claro, tenía su defecto, ya estaba casado con una arpía. Me convertí en la musa del maestro, como Mariaca Semprun para Leonardo Padrón y sus series en Netflix… Mucho cuidado con lo que entienden o dicen, cuerda de chismosas, que yo no quiero líos con esa señora a quien admiro y respeto sinceramente; yo digo que ella como otras se convirtieron en las musas de esos artistas, y escuchen bien, musa con “m”, maricas, no con “t” de trepadora y “p”, de peo y que no ando buscando con nadie y menos con ella. Aclarado el punto, continúo.
Alcancé el estatus de “musa” entonces; pero como les dije, tenía un enorme obstáculo, la esposa oficial. Ay, mi amor, yo me dije, no me bajo de este pedestal, lo quiero todo, ser la protagonista de la telenovela y también de la vida del maestro, legalmente, pues, estaba en mi derecho, me convertiría en la joven del momento, la nueva estrella, famosa desde chiquita precisamente por el chiquito, un culo del otro mundo, buenísima, como pueden constatar. Así que inicié un plan de prensa con algunos amiguitos de los llamados medios, ay, mis adoradores amiguitos de los medios, todos medio… raros, pero cuando idolatran dispuestos a lo que sea por auspiciar una carrera. Planificaron una campaña virtual… pero como yo era todavía menor de edad, necesitaban hablar con mi mamá. Imagínense la arrechera de mi madre, ella que le rinde culto a la farándula, pues según su creencia lo que dicen esos chismosos es la biblia. Se puso furiosa la doña cuando supo que yo estaba saliendo con un hombre casado. ¡Qué doble moral la de mi madre! Viviendo del culo de la hija pero reprobaba mi relación con un hombre casado porque ella fue víctima de una bandida que le quitó a mi papá, la pobre.
Yo no me dejé joder, no, mi amor, porque para alcanzar el estatus de Diva, hay que consolidar un conveniente matrimonio, y mientras más estrambótica sea la pareja, pues mejor; ahí tienen a Harry con la Meghan, y no les voy a dar ejemplos de la farándula nacional porque después me tildan de indiscreta, y se arrechan algunos jóvenes talentos oportunistas. Total, cuando estaba a punto de destaparse mi relación con el maestro, el pendejo se echó para atrás por el qué dirán, y se apagó con el despecho, se dedicó a la bebida y en menos de lo que canta un gallo, me dejó viuda antes del matrimonio. Una historia conmovedora que echó para atrás la que iba a ser mi primera protagonización: “Sufrida”. Un título basado en ese dicho popular que reza: Es una gran mujer, porque ha sufrido mucho. No joda, yo no le veo que es lo grande a sufrir, detesto a la gente que se complace en el sufrimiento. Yo no, mi amor, yo sigo empeñada en mis aspiraciones, con mis sueños de ser una gran actriz; yo no me dejo amilanar con los golpes bajos de la vida, no le tengo miedo a nada ni a nadie. ¡Qué vaina tan grande es el miedo, mi amor!
(AL PUBLICO) Ponte las pilas si quieres echar pa’lante. Claro que quiero llegar a Hollywood, pero a mí el inglés no se me da, como al buenazo de Edgar Ramírez, qué éxito, mi amor, ese si está en la pomada, en la cremita, pues… Pero no se vayan a creer, yo sigo haciendo mis cursitos por internet, ya saben cómo triunfó la colombiana esta… ¿cómo es que se llama?… si esa, Sofía Vergara. ¡Vergación! diría un maracucho.
En pleno escándalo de infidelidad conocí a un productor de espectáculos. Me hice mis ilusiones, un hombre en trámite de divorcio es una presa fácil, pero no me sirvió de mucho, el despecho, porque todas la mujeres son iguales, y otras pasiones se lo llevaron para la madre patria, allá sigue en Madrid, casado con un europeo en matrimonio igualitario, como le llaman, para lograr la ciudadanía y el trabajo en la industria del entretenimiento.
Yo me quedé aquí, sin televisión, ni teatro, así que me quedaba el cine. Me fui para La Villa. Otra vez la desgracia de la izquierda como ideología del “cuanto hay pa´ eso”. Hablando de eso, me ofrecieron trabajo de “talento de revolucionario”, ya saben: escorts o acompañantes, prepagos, anfitrionas, patrocinadas de enchufados. La arrechera casi me mata. Una descarada me dijo: “mujer, con ese culazo tiene más probabilidades de éxito que ninguna, yo te puedo manejar y ser tu manager, dime tu tarifa y te pongo en la lomita”.
A esa si la jodí, la jalé por los cabellos… porque tampoco me iba a dejar cayapear por una impresentable; gracias a que Un director del nuevo cine nacional, me salvó de la pelea. sacó del ring. Yo sentí los acordes romántico en los fuertes brazos de ese hombre, casi desfallezco de amor mirándolo a los ojos negros, los labios carnosos y la barba cerrada. Al igual que yo salía decepcionado, pero se largó para México en menos de un mes.
Mis decepciones amorosas me trajeron hasta aquí, y no es que desprestigie este escenario, pero encontré un lugar para trabajar sin que nadie me pida otra cosa que actuar, y aquí me tienen: La Diva del Microteatro.
En este país todo el mundo está dispuesto a pasar por encima de lo que sea. Se acabó la moral y las buenas costumbres. Ahora lo que vale son el número de seguidores en las redes, quien tiene más dinero robado… un “coge culo” el país, y cada quien usa sus nalgas como se le antoja. Así que no me critiquen mis pasiones porque cada quien tiene las suyas, y en la mayoría de los casos más espeluznantes y denigrantes que las mías. Yo sigo echándole piernas en mi país, literalmente porque cada vez tengo menos dinero para pagar un mototaxi, pero caminar me tiene estas nalgas bien duras y llamando público. El culo sigue dando sus frutos. por eso cuido este cuerpecito tomando mucha agua y sudando en el gim, que me patrocina porque las mujeres cuando me ven el trasero quieren seguir mis rutinas. Aquí estoy en Micro, con el culo al aire en todos mis espectáculos, despertando envidias y maledicencias.
Aunque no lo crean, mi vida es como una telenovela. Precisamente en estos días tuve un altercado con otra mujercita, periodista, de esas que quieren llegar a CNN. Anda denigrándome por todos lados, porque según ella yo tengo un pasado oscuro. ¡No joda, chica! Oscuro es lo que me ha tocado sobrevivir, el hambre, la miseria, la burla, la mentira, la guachafita de los que bailan al son de este bochinche. merienda de zamuros. Siempre las enemigas atravesadas, esa periodicucha, nueva versión siglo XXI de Chepa Candela, con voz chillona y amante de un gran pupú, precisamente es la hermana de aquella muchachita envidiosa y chismosa que me quité de encima acusándola de que me quiso ver el chiquito cuando chiquita, pues esa misma cuaima, es ahora una de las “creadoras de contenido” más reputadas. Se las da de culta y oculta lo cachapera. No se atreve a salir del closet. Se reúne con un grupito de seudo intelectuales izquierdosos que tienen más de enchufados que de culturales. Yo no pertenezco a su círculo, por supuesto, me desprecian porque no soy de su conchupancia, pero sigo aquí, y aquí mi culo reina. ¡Quién me dice que es menos digno!
Este culo me abrió las puertas para ser una Diva, bastante lo se mover y bastante sigo luchando contra la mezquindad y el desprecio. Hoy tengo mi premio como mejor actriz porque para serlo tuve que sobreponerme a las burlas y chantajes de los hombres y a la envidia y encono de otras mujeres. Esa periodicucha de medio pelo y resentida me odia, arrastra esa culebra de vieja data. Pero no se vayan a creer, aquí donde ustedes me ven, yo no me dejo burlar más nunca por nadie. Porque para eso soy una Diva, por encima del país, de los machos y las enemigas.
Música maestro, que es hora de mover este culo.
BAILA FRENÉTICA.
OSCURO FINAL.
Mayo 2018
6. FELIZMENTE CASADA
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
PERSONAJES:
La Esposa, edad femenina.
El Esposo, cumplirá 30 años.
ES LA HORA DEL DESAYUNO. UNA MESA EN UNA PEQUEÑA TERRAZA CON UN ENORME TELEVISOR DE EXTERIORES QUE SIRVE DE MONITOR A LOS DISPOSITIVOS. EL ESPOSO SE GRABA DESDE SU TELÉFONO MÓVIL, EL PAISAJE MATUTINO Y LUEGO EL ESPACIO DE LA TERRAZA, LA MESA Y LO SERVIDO: EL CAFÉ, UN RECIPIENTE DE LECHE, JARRA CON JUGO DE NARANJA, CESTA CON PANES TOSTADOS. HUEVOS, QUESO Y FRUTAS EN DOS PLATOS.
ESPOSO: Dos minutos para las ocho. No es un día especial, el sol apenas levanta, el desayuno servido para mi esposa bajo la luz tenue de la mañana. Ella es muy puntual. Le apasiona su trabajo. Se levanta a las 7 y 15 minutos, tarda media hora en bañarse y otros quince minutos en vestirse y maquillarse; de lunes a viernes es un reloj. Meticulosa, exacta, de costumbres y rutinas precisas. Una mujer empoderada, independiente, que gana mucho dinero. (PAUSA CORTA)
AHORA DESDE UN “SELFIE”.
ESPOSO: Yo en cambio me quedo en casa, no tengo que bañarme al amanecer, prefiero hacerlo después del mediodía, cuando termino de escribir el artículo para el blog. Como saben ejerzo en mi propio negocio: redes sociales, revistas y periódicos digitales, pero antes escribo para mi blog, todos los días, a veces sábados, domingos, y altero los horarios de acuerdo a mí… ¿inspiración? ¡Antojos! ¿Deseos?
DEJA EL MÓVIL FIJO. SIGUE HABLANDO INTROSPECTIVAMENTE. COMO SI SE TRATARA DE UNA CONFESIÓN.
ESPOSO: El deseo sexual puede servir como catalizador de nuestras atribulaciones. Por eso voy a mi propio ritmo, que es variable y sensible a la calidad de la yerba, a los cambios de atmósfera, compromisos sociales o amistosos, y hasta por el exceso de tragos que me envician. Estoy por cumplir los 30 y aunque parezca un lugar común, me está llevando a lo más común que sucede en una pareja que cumple 7 años de casados: comienzo a dudar de eso que llaman la felicidad. Ni siquiera sé si es lo que busco, si está relacionado a mi verdadera vocación, o mi fe, si prefieren el silogismo. Una profesión.
RETOMA SU RELACIÓN CON LA CÁMARA DEL MÓVIL.
ESPOSO: No soy poeta, tampoco escritor, soy un hombre simple que trata de expresar con palabras sus emociones cotidianas, reflexiones sobre los sucesos de mi tiempo. No me gradué en la universidad, y eso que vulgarmente nombran como la carrera de la vida, tampoco me diplomó, pues me enamoré a los 21 años, me casé a los 23 con mi esposa, y me acostumbré a quedarme en casa, pensando, esclareciendo mis opiniones, filosofando. Para algunos afanosos puedo parecerles un vago. Pero soy de esta generación que descubrió sus habilidades y talento en el trabajo digital desde casa, sin moverme por la bulla de la ciudad, entre motos y transportes colectivos caóticos, sin leyes ni consideraciones cívicas. Detesto una oficina, También tener un jefe encima, aunque hago algunos trabajos para otros que viven en cualquier parte del mundo; pero, desde mi propio espacio virtual. En la comodidad hogareña.
AHORA CUCHICHEA CON EL MÓVIL. COMO SI GRABARA UNA CONFESIÓN SECRETA.
ESPOSO: A mi esposa la amo desde el primer día que la conocí y cada amanecer de nuestro matrimonio debería amarla más. Ella me acepta tal como soy, ella me apoya, ella es mi soporte en todo sentido, emocional, económico, y yo acepté el rol de ser su esposo. (ÍNTIMO) Sin embargo hoy me siento un traidor: empiezo a fallarle en la intimidad. Tampoco soy alcohólico ni padezco de diabetes, pero es algo que me angustia, la pérdida del deseo, específicamente el deseo sexual por mi esposa. La amo pero ya no la deseo. Y este infrecuente desayuno pretende ser una disculpa, o tal vez una manera de explicarme, no lo sé…
ENTRA LA ESPOSA, CASI LISTA PARA SALIR.
ESPOSA: ¿Explicar qué, esposo? ¿Qué es lo que no sabes?
ESPOSO: (TOMA EL MÓVIL) Buenos días, morcito.
ESPOSA: Buenos días, esposo… (LO BESA AFECTUOSA) ¿Y esta sorpresa?
ESPOSO: Un desayuno para mi esposa.
ESPOSA: ¡Qué susto!
ESPOSO: ¿Qué tengo de terror?
ESPOSA: Dímelo tú.
ESPOSO: Apenas jugo de naranja, café, tostadas, huevos, por si te provocan, quesos y frutas que es lo que normalmente comes antes de salir…
ESPOSA: Nunca preparas el desayuno y además sabes que detesto tu manía de hablar a solas y en voz alta, como si estuvieras grabando un video para montarlo en un canal de YouTube.
ESPOSO: Grabo material para desarrollar en mi blog…
ESPOSA: (QUITÁNDOLE EL MÓVIL, Y APARTÁNDOLO) No se te ocurra encender de nuevo la cámara. Ya sabes que detesto esa manía de la gente de exhibir sus complejos, trivialidades y miserias en las redes sociales. Y no olvides que tienes prohibido publicar en tu blog algo sobre mí, sin contar con mi aprobación.
ESPOSO: Nunca. Pero, me grabo a mí mismo, pienso en voz alta, para mí es un ejercicio filosófico, como tú haces notas de voz para tu agenda de trabajo, lo único que te importa, aun cuando estamos juntos…
ESPOSA: ¿Es un reclamo?
ESPOSO: Dímelo tú.
ESPOSA: Esposo, me estás poniendo nerviosa y llegaré retrasada al trabajo, algo que detesto y contraría el ejemplo de puntualidad en la oficina. (TR.) Probaré el jugo y un sorbo de café negro, sin leche ni azúcar, para que no sientas que desprecio el gesto.
ESPOSO: Aquí tienes, morcito. ¿Una rodaja de pan?
ESPOSA: Sabes que no mezclo las frutas con los carbohidratos…
ESPOSO: Casi celíaca, nada de harinas, supuse que rechazarías el pan…
ESPOSA: ¡Sucede algo!
ESPOSO: Sucedió.
ESPOSA: ¿Qué?
ESPOSO: ¡Anoche!
ESPOSA: Ah, se trata de eso… no tienes que preocuparte, esposo, suele suceder en los más tradicionales matrimonios.
ESPOSO: Viene sucediendo muy seguido.
ESPOSA: Tres meses y catorce días.
ESPOSA: ¡Los tienes contados!
ESPOSA: Dejé los anticonceptivos y no porque piense que llegó el momento de traer niños a este mundo despreciable.
ESPOSO: No sé qué me sucede.
ESPOSA: Espero que no tengas una amante, ya sabes de lo que soy capaz. No me gustan las escenas de celos pero es una advertencia sin contemplaciones. Me llevaré una manzana para el camino. A media mañana pediré una taza de té y una galleta de soda.
ESPOSO: No tienes sobrepeso, ¿para qué necesitas hacer una dieta tan estricta?
ESPOSA: Me obligas a cenar todas las noches, ya no quepo en la ropa de trabajo. Una inelegancia.
ESPOSO: Estoy “in-lívido”.
ESPOSA: Pediré una cita al médico.
ESPOSO: No, por favor…
ESPOSA: Esposo, estoy apurada.
ESPOSO: Y yo estoy en decadencia, me siento inhibido, inconsistente, impedido y tan insípido como una torta de casabe.
AMBOS: …y el casabe es un alimento de indios…
AMBOS SE ECHAN A REÍR.
ESPOSO: Falta la segunda frase…
AMBOS: Los indios no envejecen nunca.
ESPOSA: (SIGUE SOLA) ¡Y tampoco se les cae el aparato!
ESPOSO: Pero se me cayó, y apenas voy a cumplir 30.
ESPOSA: Es una edad difícil para los hombres.
ESPOSO: No para mí, no a mí, morcito.
ESPOSA: Voy a llegar tarde.
ESPOSO: Y esta noche me conseguirás colgado de la lámpara.
ESPOSA: Mucho cuidado con mi lámpara, es de Bacarat, la compré en París, un dineral y más engorroso traerla. Si se te ocurre suicidarte te exijo que no lo hagas dentro de mi casa.
ESPOSO: Me lanzaré por el balcón.
ESPOSA: Soy muy joven para quedar viuda por enésima vez.
ESPOSO: No te dejaré fortuna pero tampoco deudas.
ESPOSA: Esposo, mi fortuna la hice yo misma, y las deudas en esta casa las contraigo y las pago yo.
ESPOSO: Ya lo sé… Tú haces mi vida fácil, cómoda, feliz… (DESESPERADO) ¿Qué me está sucediendo?
ESPOSA: Necesitas una evaluación clínica y encontrarás la medicación.
ESPOSO: No hay otra mujer, te lo juro, a la única que amo es a ti. Apenas tuve dos relaciones antes de casarme contigo…
LA ESPOSA TOMA UN CUCHILLO. AMENAZANTE.
ESPOSA: Y no se te ocurra probar esa terapia porque te corto los huevos, y no estos que freíste en exceso.
ESPOSO: A mí me gustan duros.
ESPOSA: A mí también, así que vas al doctor.
ESPOSO: No puedes hacer un chiste con mi desgracia.
ESPOSA: Esposo, creo que estas exagerando, puedes escribir sobre eso en tu blog: “El deseo sexual en la pareja”, es un buen tema.
ESPOSO: Si lo hablamos me ayudas…
ESPOSO: Existen los profesionales. (SUSPIRA) Yo tendré paciencia, tomemos un descanso de relaciones íntimas hasta que te recuperes de este mal momento, de la flacidez, el decaimiento, la flojera, el desplome, la ruina…
ESPOSO: Creo que voy a vomitar…
ESPOSA: No se te ocurra ensuciar mi baño. Usa el del servicio…
EL ESPOSO SALE CORRIENDO. ELLA SE QUEDA SOLA. SE COME LA MANZANA. REVISA EL TELÉFONO.
ESPOSA: “El deseo sexual en la pareja”, el pecado de la carne y el mordisco de la manzana. Qué buena broma nos echaron con el castigo bíblico. Enviaré un mensaje a mi oficina… “Voy retrasada”. (VE EL TELÉFONO) ¿Qué escribe ésta vaina? “Retrasada”, no remamada… ¿Cuándo escribí esa palabrota para que se quede fija en el auto corrector de porquería? (DEJA EL TELÉFONO. REFLEXIONA) ¡Remamada! ¿Será que éste aparato funciona mejor que el de mi marido y adivina mis ansias? Tal vez sea una portentosa corrección…
EL ESPOSO ENTRA DE NUEVO.
ESPOSO: Pensé que ya te habrías ido.
ESPOSA: Se me ocurre una solución temporal, ¿qué te parece si mientras pasa éste enfriamiento practicas un poco más el sexo oral?
EL ESPOSO AHOGA LAS NÁUSEAS Y SALE DE NUEVO CON GANAS DE VOMITAR.
ESPOSA: (HACIA EL ESPOSO) ¿Te da náuseas?
ESPOSO: (ENTRE BASTIDORES) ¡Vergüenza!
ESPOSA: (SIGUE HACIA EL ESPOSO) ¿Qué tiene de malo que una mujer le proponga al marido que si el aparato no le funciona bien puede usar la lengua? Está comprobado sociológicamente, los hombres latinos se les antojan las cochinadas con las amantes, pero no con la esposa. Puedo ser más sucia que una cualquiera. (TR. AHORA PARA SI) Yo no soy mujer de aguantarle cachos ni enfriamientos a un esposo que mantengo. Soy firme y práctica, quiero a mi macho en casa, esperándome, bañado y erecto. No voy a conformarme con un matrimonio lésbico. (HABLA DE NUEVO HACIA DONDE SALIÓ EL ESPOSO) Adiós, esposo, nos vemos al regresar del trabajo. Tómate algo para las náuseas, y no te preocupes, no estas embarazado.
ELLA SALE. EL ESPOSO ENTRA.
ESPOSO: ¿Embarazado yo? No, esto es lo que me faltaba, que mi propia esposa me llame marico. (SE VA ENFURECIENDO) ¿Tu sabes cómo es la vaina, morcito? El que inició nuestras relaciones íntimas fui yo, y justamente teniendo sexo oral en el baño de la casa de tu mamá porque no teníamos un condón a la mano. Si en este momento no tengo alzamientos, no es solo mi culpa, también es tuya. Exceso de cremas perfumadas y lavados vaginales. Ausencia de vello púbico, talco hasta en el ombligo y a mí no me gusta comer polvorosa. Yo estoy harto de tanta limpieza. Yo quiero sudor, yo quiero guarradas, que me digas que la estás gozando, y nada de que no te revuelva el cabello porque mañana no tienes tiempo de lavarlo y secarlo… Me cansé de los patuques en la cara. Me fastidia que llegues cansada del trabajo y no tengas ánimo ni para salir; me harté de comer a solas pasta con albóndigas en la noche porque detestas el grasero; no soporto verte tomando las pastillas de colágeno y las máscaras congeladas contra las ojeras. Desde hoy voy a comer chucherías en la cama y llevaré el televisor para el cuarto. Yo quiero papitas, maní y tostón, carajo. Quiero mi juego de beisbol y futbol sin que pongas cara de asco. Quiero la cama revuelta y las sabanas sudadas. No quiero afeitarme de noche porque te raspo el cutis con mi barba, quiero tener pelos en los sobacos y en las nalgas. Quiero engordar y rascarme las bolas sin que me critiques los modales. Voy a mear sin alzar la tapa de la poceta y también bajo la ducha, no joda. Detesto los inciensos y la bendita agua de rosas por todas partes. Quiero comer, quiero beber y quiero suciedades. Voy a fumar mi porro donde me dé la gana y no en el balcón. Por eso no se me para, porque me cansé de ser el muñeco de tus manías decorativas y órdenes tajantes. Me rebelo, carajo. Se acabaron los desayunos en la terraza y el miedo a ensuciar la casa. Me aburrí, me ladillé, me convertiste en este huevo sin sal ni sangre. Soy impotente porque tantas exigencias y vanidades me tumbaron la pasión. Quiero mi hembra de vuelta, la que me enamoró con risas y burdel. Y espera que regreses del trabajo porque vas a encontrar la casa patas arriba y te lo voy a decir claro y raspa´o, coño. No soy un esposo perfecto, detesto tu imposición, y si no haces lo que yo quiero, pues enseguida me busco a una puta.
SALE.
OSCURO FINAL.
Caracas 2019
7. “PELEA DE CASADOS”
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA
PERSONAJES:
La Esposa, edad femenina.
El Esposo, cumplirá 30 años.
LA LUZ DEL ATARDECER. LA MESA LIMPÍA DE UNA PEQUEÑA TERRAZA SE TIÑE DE LOS CAMBIOS DE LUCES DEL OCASO.
ESPOSA: (FUERA DE ESCENA) Esposo, amor, ya estoy de regreso…
ENTRA A ESCENA.
ESPOSA: Tampoco está aquí, decidí venirme antes que de costumbre y no está en casa.
ACTIVA SU TELÉFONO PARA REGISTRAR SUS COMENTARIOS.
ESPOSA: Voy a grabarme para no olvidar mis propósitos de enmienda. (GRABÁNDOSE) Fui muy cruel con él en la mañana. Está pasando un mal momento y me burlé de mi esposo sin compasión. Detesto cuando actúo de ese modo cínico, luego el remordimiento no me deja trabajar en paz. Hay que cuidar las palabras en las peleas cotidianas, si queremos preservar nuestra relación de casados. De felizmente casados, debo aclarar. Mi esposo no tiene erecciones y yo reacciono burlándome de su desplome. Me siento horrible. Sé que soy una mujer muy exigente y también respecto al sexo pero no puedo cometer un error tan desagradable hacia alguien que amo. No tengo experiencia en relaciones largas de parejas. Mi esposo es el primero que llega a los 7 años de matrimonio, pero tampoco es para sacrificarme, no sufro de complejos de madre. Yo lo adoro, y necesito que regrese la pasión, su ardor, sus ansias por hacerme suya. Es mi manera de sentirme segura, deseada, amada. (PAUSA. RESPIRA HONDO. PARECE APAGAR EL TELÉFONO PERO LO DEJA EN SU LUGAR) Qué hermosa la luz de la tarde, ya me había olvidado, disfrutar del atardecer en casa durante la semana laboral. Los colores del ocaso brevemente cambiantes, del amarillo al ámbar, luego el rosa y finalmente la hora azul. Nací al atardecer según mi madre, que nunca recordó con exactitud la hora del alumbramiento, por eso todas mis cartas astrales tienen un margen de error demasiado amplio para ser definitivas. Mamá estaba casi ebria cuando me dio a luz, contaba que durante el embarazo, tomaba solamente champagne, el agua le daba náuseas… (REPENTINA, VA HACIA EL TELÉFONO, LO TOMA) ¿Cómo seguirá de las náuseas mi esposito? ¿Habrá ido al médico, a comprar alguna medicina a la farmacia? (AMAGA LLAMARLO, SE DETIENE) No voy a llamarlo, pareceré una mujer perseguidora, acosándolo. (VUELVE A ENCENDER LA GRABACIÓN) A veces siento lástima por él, me impresiona que viva solo para mí. Se queda en casa, encerrado, durante todo el día; su única ocupación es atender un blog sin muchos seguidores, y esperarme. Siempre esperándome. Yo decido si salimos un fin de semana, el día que hacemos mercado, y cuando reservar en los restaurantes de moda. Eso le fascina, mi esposito es comelón, le gusta demasiado la comida, aunque no sabe cocinar, mejor dicho, no me gusta lo que cocina, demasiada grasa porque es fanático de las tocinetas, de los sabores fuertes, usa tanto ajo que lo obligo a que antes de las siete se dé un baño, se perfume con agua de rosas, mi aroma favorito, para esperarme. Tengo mis manías, él dice que ama mis costumbres “refinadas”, así las describe, repite que las “cosas buenas se pegan”, me escucho a mí misma, ya se confunden nuestras propias voces, uno cambia para salvar las relaciones… (PAUSA CORTA. TOMA EL TELÉFONO, SIGUE GRABÁNDOSE, COMO UN JUEGO) Me encanta regresar a casa del trabajo y encontrarlo limpio, fresco, en ropa interior, y mientras más pequeña la prenda, mejor. Los calzoncillos los compramos en mis viajes de negocios, siempre lo llevo conmigo. Escribe en su blog sobre las ciudades que conocemos juntos, y son las publicaciones que tienen mejores comentarios. En realidad yo oriento sus opiniones planificando las actividades. Tampoco es que viajamos mucho, y no por falta de recursos sino de tiempo. Adoro mi trabajo. No entiendo la vida sin mi trabajo. No me gusta vivir sin trabajar. ¿Mi suerte? Mi trabajo y mi esposito. Es tan “cute”. (AÑORANDO) Lo conocí en un acto de grado en Comunicación Social. Fui por una sobrina y cuando ella lo presentó a la familia como un compañero que no pudo graduarse con su promoción por una desgracia doméstica, me impresionó la tristeza de sus ojos. Muy conmovida lo invité a la cena de celebración que tenía para mi sobrina, levantó sus ojos tristes y me miró como si renaciera desde el dolor. Como un perrito sin amo que desea desesperadamente que lo adopten, aunque no tengo mascota por el pánico de que ensucien las alfombras o mordisqueen mis zapatos de colección. (RETOMANDO, PARECE APAGAR EL TELÉFONO) Desde aquella noche de la cena en el restaurante de moda, vi a mi esposito-mascota todos los días. Lo eduqué, lo refiné, lo vestí y lo enseñé a no morder las zapatillas y comportarse bajo mis preceptos. En menos de un año vino a vivir conmigo. Le fascinó mi casa, cada cosa está en su lugar, llevo mucho tiempo armándola para que sea perfecta. Una noche de vino y otras sustancias, me dijo con tanta sencillez y autenticidad: “Me quedaría a vivir para siempre contigo”. Hazlo, le contesté sin meditarlo un instante. “Solo si te casas conmigo”, me replicó. Yo no sé por qué le dije que si entre risas. A la semana volamos a Las Vegas para casarnos. Puede que parezca que no estamos legalmente casados pero si, el matrimonio lo validamos acá, está notariado; y él se empeñó en la separación de bienes, pues no quería quedar ante nadie como un vividor oportunista. Por supuesto que ya hice en secreto mi testamento y todo lo que tengo, si yo desapareciera, será para él. Porque, aunque algunos puedan pensar que es mi perrito faldero, yo amo a mi esposo, sus arranques de malcriadez que incluyen pataletas, sus ratos de mal humor y pesimismos que terminan enterneciéndome, y por supuesto su adoración por mí, se desvive por atenderme, aunque tengo que cuidarme por el exceso de restaurantes y cenas caseras. Mi esposo es mi distracción, mi entretenimiento favorito. (SUENA EL TIMBRE. AL TELÉFONO) Ese no es él, tiene llaves de la casa, es el “delivery”, compré su comida predilecta para disculparme por mi actitud de esta mañana ante su repentino… “desvalimiento”. Iré a recibir la cena y así dejo mi “history” que jamás llegará a las redes, una mala costumbre que no dejaré que él me contagie…
SALE. UNA PEQUEÑA TRANSICIÓN CON MÚSICA, MIENTRAS CAMBIA LA LUZ HACIA EL AZUL. AL FINAL ELLA ENTRA PARA MONTAR LA MESA. TRAER UN CARRITO CON TODAS LAS COSAS QUE DISPONE SOBRE LA MESA. MANTELES INDIVIDUALES, PLATOS, CUBIERTOS, COPAS, VINO EN UN ENFRIADOR Y RECIPIENTES CON LA COMIDA.
ESPOSA: Su comida preferida, apenas probaré bocado, una excepción para no decepcionarlo. Arroz chino con todas esas cosas indescriptibles que prefiero ni imaginar su procedencia, costillitas en sospechosa salsa Teriyaki y lumpias, una fritanga. (HACE GESTO DESAGRADABLE) Tomaré algo para las náuseas.
DEJA TODO MUY BIEN ARMADO. LA ESPOSA SALE. LA ESCENA QUEDA SOLA Y ENTRA EL ESPOSO.
ESPOSO: ¿Y esto? ¿Habrá llegado? Apenas son las seis de la tarde, nunca llega antes de las ocho. (ENCIENDE SU TELÉFONO, MIENTRAS GRABA LA COMIDA) Comida China, costillitas, arroz frito. ¿Estará arrepentida de casarse conmigo? ¿O se habrá dado cuenta que dejó a su esposo herido? Estoy aterrado con esta sorpresa de mi mujer… No puedo armar un berrinche, pero tampoco retractarme de mis propósitos. Algún día en esta casa tendré que mandar yo, para variar. No sé qué hacer. (FIRME) Lo primero es esconder todo lo que compré, se lo daré al vigilante. Creo que se convertirá en el hombre más feliz del mundo con la apetecida comida chatarra que nunca pensó comprar en su vida. Prefiero perder el dinero y no a mi esposa. La solución la tengo en el bolsillo. Espero que no se dé cuenta…
SALE, LA ESCENA QUEDA A SOLAS UN SEGUNDO Y ENTRA LA ESPOSA CAMBIADA CON ROPA INFORMAL DE CASA PERO PULCRAMENTE ELEGANTE.
ESPOSA: ¡Qué raro! Creí escuchar su voz. Me sentaré a esperarlo, una excepción que deseo con final feliz…
ENSEGUIDA ENTRA EL ESPOSO.
ESPOSO: ¡Este es el mejor atardecer de mi vida! Los colores del crepúsculo y mi esposa, la mujer más bella del mundo. Un paisaje impensable en esta casa.
ESPOSA: No seas tonto, acércate y dame un beso…
ESPOSO: Me sorprendiste, apenas regresaba a casa para bañarme y esperarte.
ESPOSA: Hoy te quiero así…
ESPOSO: Estoy sudado y hediondo a calle… hasta me comí un perro caliente con cebolla y todas esas porquerías.
ESPOSA: Puedo resistirlo.
ESPOSO: Me siento apestoso.
ESPOSA: Empezaré a sospechar que mi esposo no quiere besarme, o algo peor, que estabas con otra mujer…
ESPOSO: Ninguna de las dos hipótesis, y eso último jamás se me ocurriría, pensar en perder a mi hermano gemelo me aterra.
ESPOSA: Vamos a consentir al hermano gemelo…
ELLA SE ACERCA, LO BESA APASIONADAMENTE Y LUEGO LO TOMA POR EL SEXO. ÉL SE SEPARA.
ESPOSO: No, por favor.
ESPOSA: Me gusta tocarte, estoy dispuesta a todo para que perdones mi falta de comprensión y solidaridad de esta mañana.
ESPOSO: (ASOMBRADO) ¿Me estas pidiendo perdón?
ESPOSA: Me estoy disculpando…
AHORA ES EL ESPOSO QUIEN LA ABRAZA Y LA BESA.
ESPOSO: No podría amar a nadie más que a ti.
ESPOSA: Sea lo que sea lo resolveremos juntos.
ESPOSO: Tal vez no necesitemos la ayuda de nadie.
ESPOSA: ¿Eso qué quiere decir?
ESPOSO: Estuve pensando todo el día sobre lo que me sucede y creo que puedo superarlo si tú me ayudas.
ESPOSA: Estoy dispuesta a cualquier experimento. Pensé en pasar por la tienda de sexo, comprarme algo atrevido, pero preferí el restaurante de comida china a domicilio, sé que te encanta…
ESPOSO: Tú la detestas.
ESPOSA: Por eso nunca te complazco, pero también yo estuve reflexionando y creo que es hora de cambiar algunas cosas…
ESPOSO: (ATERRADO) ¿A mí?
ESPOSA: Eso nunca, te quiero, te adoro, te necesito para vivir… y quiero que seas completo el hombre que amo, incluido el hermano gemelo.
ESPOSO: Tal vez el hermano gemelo está furioso y por eso se niega a reaccionar.
ESPOSA: Estoy dispuesta a escucharte, nunca más como esta mañana tan nefasta, me porté horrible contigo.
ESPOSO: No sé qué decirte.
ESPOSA: Lo que estuviste pensando…
ESPOSO: ¿Cómo sabes que estuve pensando en ti?
ESPOSA: Lo dijiste, y te conteste que yo también estuve pensando…
ESPOSO: Tu primero.
ESPOSA: Ya lo hice, pero puedo repetirlo. Prometo no portarme como esta mañana. No soy una mujer amarga, ni mucho menos cínica…
ESPOSO: Hay opiniones.
ESPOSA: No contigo.
ESPOSO: Soy tu consentido.
ESPOSA: Tú me consientes a mí, y yo debo hacerlo un poco más contigo. Acepto que me equivoqué, que amanecí insensible, que me tiene angustiada no hacer el amor como lo hacíamos antes, pero es algo que debemos discutir como adultos…
ESPOSO: Pero dices que te molesta cuando me porto como un adulto.
ESPOSA: Traduzco, me molesta cuando te portas como cualquier persona del común. Tú eres extraordinario, eres mi amor, mi hombre adorado, el que me espera y está dispuesto a hacer todo lo que yo deseo. ¿Qué más puedo pedir?
ESPOSO: Sexo ardiente.
ESPOSA: Tenemos que recuperarlo.
ESPOSO: Es lo que quiero pero no sé cómo...
ESPOSA: Lo primero es lo primero, te acompañaré al médico.
ESPOSO: Y si me mandan pastillas…
ESPOSA: Amor, ya sabes lo que pienso de las pastillas, si es algo que medicamente está bajo control, puedo entenderlo y hasta aceptarlo, pero jamás de otro modo, es muy deprimente para una mujer casada que su marido la engañe con una pasión narcótica que pone en peligro su corazón y su vida…
ESPOSO: Jamás pondría en peligro mi vida.
ESPOSA: Perfecto. Ahora te toca a ti.
ESPOSO: ¿Qué?
ESPOSA: Decirme lo que pensaste durante todo el día… ¿qué es lo que pensaste decirme?
ESPOSO: ¿Tú me escuchaste? ¿Pusiste micrófonos en la casa? Una cámara escondida, ¿me estas vigilando, controlando, manipulando?
ESPOSA: No, esposo, solo quiero que seas sincero conmigo, dime todo lo que quieras decirme que yo sabré escucharte con respeto.
ESPOSO: Lo único que pensé es… (DUDA) No quiero perderte.
ESPOSA: (CONMOVIDA) Que bello, esposo mío. No me vas a perder, todo lo superaremos juntos…
ESPOSO: Tomaré un poco de este vino para celebrarlo…
EL ESPOSO SIRVE LAS COPAS. SACA DE UN BOLSILLO UNA PASTILLA, PERO CON SU TORPEZA DE LE CAE Y ELLA LA DESCUBRE.
ESPOSA: ¿Qué tienes ahí?
ESPOSO: Soy muy torpe.
ESPOSA: Dime que fuiste a consulta médica.
ESPOSO: No puedo mentirte.
ESPOSA: No sabes mentirme.
ESPOSO: Estoy aterrado.
ESPOSA: También yo.
ESPOSO: Me da pánico decepcionarte.
ESPOSA: Esto es decepcionante.
ESPOSO: No.
ESPOSA: ¡Una burla!
ESPOSO: Desesperación.
ESPOSA: Es más sencillo respetar los acuerdos…
ESPOSO: Tus términos.
ESPOSA: Exactamente. Sabes que no tolero la traición.
ESPOSO: ¡Exageras!
ESPOSA: No, las traiciones no tienen términos medios, ni pequeños, son actos mezquinos, de ingratitud. Es una manera muy baja de corresponder a la generosidad, a los sentimientos del otro, al amor, a la amistad, a las oportunidades.
ESPOSO: No estamos en una de tus cátedras, ni soy un empleado tuyo…
ESPOSA: ¿Eso qué quiere decir?
ESPOSO: Me haces sentir tu subordinado, no tu esposo.
ESPOSA: Al fin dices lo que estuviste pensando.
ESPOSO: Pues, sí. Me tratas como si fuera tu empleado, o peor aún, tu mascota fiel.
ESPOSA: Dejaste tu celular escondido… (COMIENZA A BUSCARLO)
ESPOSO: No, deje encendido mi propia versión de lo que significo para ti…
ESPOSA: Sin literatura que ésta puede ser una discusión definitiva.
ESPOSO: ¡Firme! ¿No es tu palabra favorita? La ejecutiva, la empoderada doctora, la que manda, la generala como te llaman tus subalternos.
ESPOSA: ¿Cómo puedes saber eso?
ESPOSO: Sigo en las redes a algunos de tus empleados.
ESPOSA: ¡Y nunca me dijiste nada sobre ellos!
ESPOSO: Ni lo haré. Soy un tipo correcto, soy un hombre íntegro.
ESPOSA: ¿Un hombre? ¿Un hombre dices?
ESPOSO: No me ofendas.
ESPOSA: Pues si fueras un hombre respetarías mi sensibilidad de mujer que te ama. Puedo tener mil defectos, puedo ser la “generala” o la ejecutiva firme, o lo que se les antoje a los machos acomplejados que trabajan para mí y me critican; pero tú eres mi esposo, y si tienes tus principios, también tengo los míos. No quiero un blandengue a mi lado, no quiero a un hombre que toma pastillas a escondidas para tener sexo conmigo porque se aburrió de mí pero no se atreve a dejarme por… ¿Comodidad? ¿Costumbre?
ESPOSO: Amor.
ESPOSA: Las palabras no expresan abstracciones sino acciones. Amar es respeto, esposo, es compromiso con la verdad. No voy a acostarme en la misma cama de un traidor, mentiroso y cobarde.
ESPOSO: ¿Me estas echando de tu lado?
ESPOSA: Estoy tomando una decisión, y ya sabes lo firme que soy cuando lo hago.
ESPOSO: Recogeré mis cosas.
ESPOSA: Lo que quieras llevarte.
ESPOSO: Todo me recordaría a ti, porque cada una de las cosas que tengo, tú las elegiste, las pagaste, las dispusiste en algún lugar armonioso de tu casa. Supongo que ya perdí mi lugar. Que ya no sirvo para ti.
LA ESPOSA CALLA. EL ESPOSO SALE. ELLA QUEDA SOLA, FURIOSA.
ESPOSA: No voy a retractarme. Alteré mi rutina de trabajo. Vine a casa temprano, hasta compré esta comida ahora fría y mantecosa. Pensé en convencerlo de acudir al médico. Hice la cita para mañana con el mejor urólogo a pesar de su ocupada consulta. Todo el día sin poder concentrarme en el trabajo, pensando en él, sintiéndome culpable, porque así somos las mujeres. Supongo que es ese bendito sentido maternal incluso hacia los hombres que amamos. Y él pensando en engañarme, mentirme, desestimarme. ¿Acaso no me conoce? ¿Acaso no fui siempre la misma desde un principio? Dicen que las mujeres nos empeñamos en creer que podemos cambiar a los hombres, pero y los hombres, ¿qué quieren de nosotras las mujeres? ¿Sumisión, mantenernos bajo sus sombras como si viviéramos hace dos siglos atrás? Pues se acabó, no quiero un matrimonio tradicional como acostumbraron mis abuelas y bisabuelas. No señor, soy una mujer de hoy que quiero lo que quieren todos, el éxito, la fortuna, pero también amor. Puede que sea una idea demasiado sublime sobre el amor, pero no. Ya lo dije: soy práctica. Amor para mí es un hombre que me acepte tal cual soy, con mis defectos, con mis virtudes, con mis ambiciones y ocupaciones. ¿Qué ese hombre tenga una visión mucho más actual de su rol? ¿Qué acepte a una mujer empoderada como yo? ¿Es mucho pedir? ¿Es que ahora somos nosotras las que pedimos que ellos estén a nuestra sombra, que sean sumisos? Sería ver el problema al revés y no se trata de eso. Cada uno tiene su lugar, cada uno tiene sus objetivos, y la pareja es precisamente armonizarlos, corresponderlos, avalarnos y acompañarlos. Ese es el hombre que quiero. ¿Uno distinto a todos? Pues, esta soy yo. Un hombre que a mis ojos merezca ser mi marido. Y hasta aquí llego. El felizmente casados se acabó.
OSCURO FINAL. Caracas 2019
8. PLATÓNICOS (3 OBRAS BREVES QUE CONFORMAN UN ESPECTÁCULO)
DE JOSÉ SIMÓN ESCALONA. INSPIRADO EN LOS “DIÁLOGOS” DE PLATÓN.
8.1. BELLEZA
AL FONDO EL CUADRO “LA ESCUELA DE PLATÓN” DE JEAN DELVILLE. EN UNA CHASE LONG, DORMITA EL JOVEN FEDRO, APENAS CUBIERTO POR UNA TOALLA DE BAÑO. LA LUZ DEL OCASO.
ENTRA PLATÓN, ALREDEDOR DE LOS CUARENTA AÑOS DE EDAD. CONTEMPLA AL MUCHACHO EN SU ESPLÉNDIDA BELLEZA.
PLATÓN: La belleza es un ideal. Imposible de plasmar, y sin embargo la realidad trata de imitarla, fotografiar un instante en nuestro breve y doloroso mundo.
PLATÓN ACCIONA EL TELÉFONO CELULAR PARA UNA FOTOGRAFÍA.
FEDRO: Hoy no estoy para tus discursos.
PLATÓN: Te escuché chapotear en el agua, mientras intentaba diálogos delante del ordenador. Y ahora te descubro así, dormitando y triste, a esta hora del ocaso que tanto te gusta.
FEDRO: No tengo ánimos para vestirme y salir.
PLATÓN: No hace falta ser sabio para saber que estás de mal humor. Hasta olvidaste el teléfono móvil.
PLATÓN LE ENTREGA EL TELÉFONO MÓVIL Y FEDRO APENAS LO REVISA. DECEPCIONADO.
FEDRO: Ni el ejercicio ni el agua mejoran el domingo.
PLATÓN: ¿Puedo hacer algo para reparar el día?
FEDRO: Nunca me escuchas, te concentras en tus obsesiones y te abstraes de todas las cosas vanas de este mundo.
PLATÓN: Tal cual dices que sucede cuando estas con tu mejor compañero. ¿Qué pasa entre tú y Líseas?
FEDRO: Discutimos sobre el amor.
PLATÓN: Escucho.
FEDRO: (SE ANIMA) Líseas, como tú lo llamas, dice preferir la compañía de un hombre que no ama, que la de un enamorado.
PLATÓN: Una idea muy popular hoy día. Los jóvenes ya no aman el amor.
FEDRO: Quisiera tener el talento para hacerlo cambiar esa idea, pero no soy tan inteligente ni culto para convencerlo.
PLATÓN: Te conozco como a mí mismo.
FEDRO: ¿Eso qué quiere decir?
PLATÓN: Que tanto te molesta su discurso, que prefieres el silencio para reflexionar y luego arremeter con la razón.
FEDRO: Detesto la violencia.
PLATÓN: Somos uno.
FEDRO: Lisis hizo valer sus argumentos para preferir el amigo frío en contra del amante apasionado.
PLATÓN: Y Líseas conjetura sobre mis verdaderos sentimientos hacia ti.
PAUSA TENSA. FEDRO SE INCORPORA. CASI DESNUDO.
FEDRO: Quiere saber si eres mi amigo o mi amante.
PLATÓN: Yo mismo busco saber si soy un monstruo o un animal más pacífico, más sencillo, con apenas una chispa de sabiduría.
FEDRO: Eres un hombre extraordinario.
PLATÓN: Intento aprender del juicio de los otros. Te propongo discernir las ideas de tu compañero favorito. Un buen recurso para curarnos de este humor casero.
FEDRO: Conoces todos mis sentimientos, Platón, y mis debilidades, tal vez por eso me quedé sin argumentos ante Lisis.
PLATÓN: ¿Cuál es la opinión de Líseas?
FEDRO: Cree que los enamorados, una vez que satisfacen sus deseos sensuales, confunden su pasión con la posesión del ser amado. Pero los que no aman no sienten esa confusión, porque no es la pasión lo que los mueve, sino más bien la camaradería de la amistad.
PLATÓN: Las relaciones amistosas suelen confundirse con la atracción entre amantes.
FEDRO: Y según Lisis, cuando el amante cambia a la persona que ama, no duda en sacrificar sus anteriores amores a los nuevos, y si el que ama hoy se lo exige, perjudica al que amaba ayer.
PLATÓN: Consecuencias de la ignorancia.
FEDRO: Es la explicación de Lisis, pues dice que los mismos amantes confiesan que su espíritu está enfermo y no pueden dominarse en su delirio. En cambio aquel que no se deja extraviar por el ardor del amor, preferirá la seguridad de una amistad, lejos de las dudas y los celos.
PLATÓN: Incitaciones del rencor.
FEDRO: Afirma también que la mayor parte de los amantes se enamoran de la belleza del cuerpo, sin que pueda sobrevivir el afecto a la satisfacción erótica. Remató que el amor es mucho menos digno de envidia que de compasión.
PLATÓN: Y supongo que ahora dudas sobre nuestros sentimientos.
FEDRO: No busco en nuestra intimidad un placer efímero, para luego entregarme por egoísmo a odios y resentimientos contra todos los que te rodean y admiran. La amistad, en cambio, ni siquiera el tiempo la puede debilitar. Nuestra relación, lejos de dañarnos, nos debe ser útil a ambos.
PLATÓN: Noto tu entusiasmo.
FEDRO: ¿Acaso te burlas?
PLATÓN: Temo no tener respuestas.
FEDRO: Siempre las tienes, maestro. Habla.
PLATÓN: Me parece, querido Fedro, que Líseas no pueda estar satisfecho de sus comunes argumentos.
FEDRO: ¿Cómo rebatirlos, entonces?
PLATÓN: Me inquieta no encontrar esas respuestas dentro de mi ingenio.
FEDRO: ¡Ahora te muestras tan implacable como tu maestro Sócrates!
PLATÓN: No te haré maliciosas preguntas, si te refieres a la “ironía socrática”, ni tampoco me arriesgaré a ser condenado a la cicuta por corromper a la juventud. Una juventud que empieza a escapárseme desde la muerte de mi maestro y guía. Ahora me veo en ti, me recuerdas al muchacho que fui delante de Sócrates con igual arrebato. Creyendo sustituir mediante el arte de la forma a la pobreza de imaginación.
FEDRO: ¡Escucho la Academia del gran Platón!
PLATÓN: No ataco al que amas.
FEDRO: ¿Qué tienes que alegar en contra de la tesis de Lisis?
PLATÓN: Es verdad que el amor es un deseo, pero el deseo de los cuerpos hermosos no es siempre el amor. ¿Cómo distinguir al que ama y al que no ama? El uno es el deseo instintivo del placer, y el otro el gusto reflexivo de la belleza. Cuando ambos principios están en armonía, uno y otro triunfan en conjunto. Cuando el gusto de lo bello, inspirado por la razón, se apodera de nosotros, se le llama sabiduría; cuando el deseo del placer irracional nos domina, se le nombra ignorancia. Pero cuando el deseo espontáneo se entrega al placer de la belleza, se le llama amor.
FEDRO: Un juego de palabras.
PLATÓN: Divinas palabras que tú inspiras.
FEDRO: A causa de mis trastornos por Lisis.
PLATÓN: Continuemos sin perder de vista nuestros principios. Estamos de acuerdo con Líseas en que el hombre enamorado se vuelve celoso, queriendo cegar la mirada de su amante porque no quiere que su amado lo compare y vea cuan egoísta son sus míseros miedos y efímeros apetitos. Como el lobo ama al cordero, el amante ama al amado.
FEDRO: ¿Qué ventajas ofrece entonces el hombre no enamorado?
PLATÓN: ¡Me avergüenza elogiar al amigo sabio!
FEDRO: No soy tu cordero ni tampoco eres mi lobo.
PLATÓN: Sigamos, entonces, y aludamos a mi maestro Sócrates, pues el verdadero conocimiento tiene que salir del interior de cada uno. No puede ser impuesto por otros, y solo el razonamiento que llega de nosotros mismos es el verdadero juicio.
FEDRO: Una voz de sabiduría que no encuentro en mí.
PLATÓN: Somos uno.
FEDRO: Yo estoy cerca de ti, y estaré siempre a tu lado por el tiempo que lo desees, Platón.
PLATÓN: No hay nada verdadero en las palabras de Líseas, mí querido Fedro. No hay que desdeñar a un amante apasionado y abandonarse a ser un hombre sin amor, por la sola razón de estar el uno delirante y el otro en su sano juicio. El delirio no siempre es un mal, sino todo lo contrario cuando se convierte en inspiración, en poesía, en arte, en sabiduría, en ideal y éxtasis supremo. En Belleza.
FEDRO: No sé en qué creer respecto a mis sentimientos por Lisis.
PLATÓN: Para creerle a Líseas sería preciso juzgar que el delirio que inspira el amor no quiera el mayor bien ni para el amante, ni para el amado. Yo creo que ese loco amor, como las ilusiones y los sueños, nos conduce a la felicidad, y la felicidad es el principio de nuestra existencia, el alma que nos mueve y nos mantiene vivos, inmortales. Nuestra propia inmortalidad no la define la razón, pero si nuestra imaginación; y sin conocer la inmortalidad, conjeturamos que ser inmortal es unir nuestra alma con nuestro propio cuerpo, concediéndonos la virtud de sus alas para llevarnos a las regiones superiores. Es divino todo lo que es bello, y lo bello es bueno y verdadero. Y el hombre que ve la verdad, la sabiduría, es el hombre que sabe de amar. Mi querido joven Fedro, la belleza es amor. Amar es contemplar con éxtasis la belleza.
FEDRO: Una idea demasiado Platónica.
PLATÓN: El hombre tiene que elevarse de las sensaciones físicas y de sus simplezas mentales. El pensamiento del filósofo de nada sirve sin sus alas. Desprendido de los prejuicios que agitan a los hombres comunes que pretenden curarlo de su presumida locura y no ven que es un hombre inspirado. Cuando un hombre percibe las bellezas de este mundo porque reconoce lo trascendente de la autenticidad, su alma vuela, aunque el mundo lo trate de insensato. Así es que el amante no quiere separarse de la persona que ama, porque nada le es más precioso que este ser de belleza. Ya nada le importa, y solo adora al que posee la belleza, porque solo en él encuentra alivio su alma. A esto los hombres honrados lo reconocen como amor.
FEDRO: Entonces el amor como la belleza deberían ser bondades, no penas.
PLATÓN: Cada hombre escoge un amor según su carácter, sean egoístas o generosos. Un amante que ama con delirio, convierte su noble pasión en felicidad.
FEDRO: No creo que pueda aspirar a tanto.
PLATÓN: La felicidad es el maravilloso y divino bien que brinda la ternura de un amante; pero la amistad de un hombre sin amor, sin imaginación y entregado solo a los superficiales recelos del mundo, no puede producir en el alma de la persona que ama, más que una pasividad de esclavo, errante, sin razón, sumido en la oscuridad de las cavernas.
FEDRO: No debería amargarte hablándote de mis sentimientos hacia Lisis.
PLATÓN: Ten compasión y bondad hacia mí amor por ti, querido Fedro. Concédeme que ahora más que nunca, esté ciegamente apasionado por tu hermosura. En cuanto a Líseas, has que renuncie a esos conceptos frívolos, y llámale hacia la filosofía, hacia el amor y la verdadera amistad, hacia la belleza.
FEDRO: (LLORANDO. ESTALLA) ¡No tengo tus alas, mi adorado sabio! No puedo superarme y me duele cada músculo de