TINY PRETTY THINGS (Elite en Danza)

Obra: XL1953 Dramagrafía: Javier Vidal. Dirección y coreografía: Angelica Escalona. (1993)

Quizás, presumo al voleo, productores apresurados en la búsqueda de nichos adolescentes, quisieron hacer de Tiny Pretty Things (¿Pequeñas cosas bonitas?) una versión de ELITE en el exclusivo ambiente de la danza y ballet clásico, pero se dieron duro contra la pared por su apresuramiento y falta de madurar, pensar más en un proyecto audiovisual. Lo de “pensar” me remite a una frase que le escuché una vez a Elías Pérez Borjas (especialista de Balanchine y gran director de los dorados tiempos del Teatro Teresa Carreño, y que murió el mismo día y año que Nureyev), que “los bailarines no piensan porque están 12 horas del día dedicados exclusivamente a su cuerpo”. Puede tener algo de verdad si nos atenemos al discurso narrativo de esta serie de Netflix, pero que se desautoriza en mi estrecha relación de dos grandes coreógrafas y bailarinas, amigas entrañables, Angélica Escalona, maestra y fundadora del Thejadanzateatro, y Andreina Womut (1958-2013), primera bailarina de danza contemporánea y fundadora de Rajatabladanza. No sólo fueron unas fieras en la escena danzando, sino que eran maestras de danza en universidades y creadoras de un estilismo que ha quedado en la gráfica y el video.

La maestra Escalona, mi hermana Linn, realizó una de las más poéticas coreografías de mi única dramagrafía “XL: 1953”, (1993) en la alianza del grupo Theja y su Thejadanzateatro. Ya se había estrenado con con su grupo en “Trasmundo” en libre interpretación del cuento de Guillermo Menéses “La mano junto al muro”, coreografía que viajó a Alejandría y a El Cairo en el Festival Internacional de Teatro Experimental, en ese mismo año. Angélica desarrolló su propia marca desde la perspectiva estética del tanztheater impulsado por Pina Bausch. Su primer trabajo como coreógrafa después de venir de sus estudios en Inglaterra, fue en la pieza del Autoteatro: Venus Venereus donde nos puso a bailar a mi compadre Escalona y a mí. A partir de allí se convirtió en la maestra paciente del arte del movimiento y danza para actores con los trabajos de la desaparecida CNT, bajo la égida de Isaac Chocrón, y del propio grupo Theja. Podemos recordar entre sus mejores coreografías: Relatos íntimos (con textos de Rafael Arraiz Lucca); Territorio Húmedo (sobre la tragedia de Vargas del ’99); Marea de Oraciones; Batalla de ángeles, entre otras. La virtud de su disciplina se combina con el trabajo de investigación no sólo del cuerpo sino de la mente y el corazón, en entrega ciega.

Volviendo al seriado. Desconozco las fuentes de la bilogía de Sona Charaipotra y Dhonielle Clayton: Dulces, perfectas y malvadas y Brillantes, rebeldes y peligrosas que son la base donde se levanta la alzada arquitectónica de esta primera temporada que señaliza la segunda en abierto entramado y subtramado. En las novelas, el contexto es N.Y.C., en la serie, Chicago. La primera temporada estrenada el pasado diciembre se inicia con un supuesto suicidio, cuya víctima se convierte en la narradora distanciada de los sucesos que parece ella adivinar en su estado vegetal, Cassie Shore, que da pie a que sea sustituida por una becaria mestiza: Neveah Stroyer (Lauren Holly) en una academia abiertamente clasista, exclusivista y piramidal. No, tampoco es El Cisne Negro de la oscarizada Natalie Portman, no; lamentamos anunciarlo. No se entusiasmen. El guion es un compendio de todos los clichés oscuros y protervos de una carrera profesional donde el tiempo juega cartas protagónicas. Zancadillas, celos, torturas físicas y psicológicas, sexo y más sexo que sensualidad. Mucho torso desnudo, muchos desnudos y mucha hormona desatada que se entrevera en un “todos para todos” entre duetos y tríos intercambiables. Un desfile de personajes más huecos que ahuecados que ni pertenecen a los arquetipos del melodrama y nada que ver con la comedia o el drama psicológico, y tampoco emergen héroes de thriller o suspense policiaco. No hay climas ni atmósferas y tampoco diálogos que sostengan una blandengue estructura que se deshace a los primeros capítulos donde las escenas parecen colgadas de un perchero sin mayor respeto a las elipsis de tiempos y espacios. Tanto así que la novata y oficial, Cruz, en la búsqueda del supuesto crimen se convierte en un engendro entre Droopy y el “miserable” Javert, husmeando cuanta escena sea necesaria apareciendo de la nada y nada que aportara a la dilatada y obsesiva investigación. Infortunados los relatos oníricos de cada uno de los personajes que en su avance capitular nos resulta obvio y sin sorpresas. El pobre de Freud, quedó para esto.

¿Algo destacable?: sí. El extraordinario trabajo coreográfico y a los excelentes bailarines, que son más, que actores propiamente. Quizá pedimos demasiado cuando tan jóvenes son. Pero el trabajo coreográfico es impecable y por ello, en mi caso particular, me atrajo mucho el proceso ondulante de avance y retroceso de la coreografía principal del entronque argumentativo -que ninguna metáfora aportó al dramático- y las alternas que, en muchos casos, aparecen sin el más mínimo miramiento al plot fílmico; observando que no se trata de un Music a lo “La La Land”. Tampoco esperen eso: nadie canta, por fortuna. Reitero la calidad de los bailarines y la poca virtud interpretativa en personajes que tampoco ayudaron mucho a develar un virtuosismo. Recomendable con reservas. Nicho para adolescentes que no quieran “pensar” demasiado.

JAVIER VIDAL PRADAS

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José Simón Escalona

Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal.

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