BALCÓN DE PIEDRAS
Memorias de un vigía por José Simón Escalona

“CAMBIOS”

Los cambios son para mí una constante: paisajes, ciudades, ambientes, escenarios, gente… Supongo que esa suerte me viene desde mis vigilias infantiles, cuando me quedaba afiebrado bajo el inclemente calor guayanés mirando la corriente del río en viaje hacia la imaginación. Sin embargo no soy nómada, al contrario soy un hombre que necesita la seguridad de lo conocido, la disciplina de los horarios, tareas por cumplir, los entornos recreados a mí alrededor. Una casa, un teatro, una oficina, una cama para soñar y amar. Desde adolescente me esforcé para tener un lugar propio para la creación y el descanso. Ambientar una oficina para el trabajo diario. Constituir una biblioteca como la de mi padre.

La búsqueda de la estabilidad me viene de crianza. Mamá se ocupó de crear un ambiente familiar en la vieja casona de Ciudad Bolívar. La vi y acompañé pintando detalles en las paredes, en las puertas de las estancias, en el mobiliario de los salones, en las camas de nosotros sus hijos. Mamá como una dedicada ambientadora, una directora de arte. No cocinaba, no limpiaba ni organizaba escaparates y gavetas, pero dedicada su día a que la casa se mantuviera armoniosa, con la frescura de las palmeras, flores, detalles pintados a mano en todos los objetos de uso cotidiano; y sus hijos éramos parte de su distracción, diseñaba vestuarios y mi abuela materna se encargaba de coser y bordar sus creaciones. Otra de las ocupaciones de mamá fue ser la choferesa oficial de la familia, siempre estaba dispuesta a llevarte a donde quiera que fueres, además le encantaba salir de compras, ver tiendas y vitrinas. Todo eso lo heredé de mi madre.

La disciplina por los horarios me viene de papá, era muy estricto respecto a las faenas y ocupaciones diarias. Eso sí, cuando estaba de fiesta recitaba poesía, bailaba, cantaba y era un anfitrión deslumbrante, entretenido, inteligente, culto, conversador; pero inflexible con las rutinas de los días laborables. Su compromiso con el trabajo, la búsqueda de la excelencia, su rigor me asustaba y cautivaba al mismo tiempo. Es el momento de leer, es la hora de descansar, es la hora de la comida, es tiempo para entretenerse. Si llovía podíamos romper la disciplina pero solo durante los fines de semana, cuando se mostraba más relajado y complaciente con los distintos gustos familiares. Quiero ir al paseo Orinoco, tomar jugo de cañas, comer en una fuente de soda, probar nuevos helados y merengadas, la piscina del Club Táchira, la retreta de la plaza, las visitas a las tías, las reuniones y celebraciones familiares. En mi casa de Angostura siempre hubo peñas literarias, fiestas de músicos y poetas visitantes. Los viajes de vacaciones eran sagrados, por eso conocí desde niño toda Venezuela, de la mano de mis padres turistas.

Cuando me inicié en el teatro apenas con 13 años de edad, comencé a soñar en construir un teatro, por eso estudié arquitectura en la Universidad Simón Bolívar, y por el teatro tampoco culminé mi carrera, pues tuve que estudiar en el Instituto Pedagógico para dar clases de teatro en los liceos caraqueños. Comencé en el liceo José Avalos de El Valle llevado por una compañera de mi hermana mayor, la jovencísima profesora Isol Toro, rubia, casi pelirroja, con una sonrisa y unas pecas que eran la felicidad al mirarla. Nunca construí un teatro, pero reformé años después el Teatro Alberto de Paz y Mateos, con el orgullo de suceder a los artistas y creadores de El Nuevo Grupo de Caracas. De ellos aprendí a amar ese escenario dedicándome a perfeccionar su tramoya, iluminación, tablado, salones de ensayos, baños, camerinos, oficinas, depósitos… Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud, Elías Pérez Borjas, Esther Bustamante, John Lange, Ugo Ulive… una pléyade de maestros del teatro me inspiraron y respaldaron en mis sueños.

EL PRÍNCIPE CONSTANTE – GRUPO THEJA 1992

En ese mágico teatro estrené “El Príncipe Constante” de Calderón de la Barca. Un lujo de elenco encabezado por el maestro y guía Don Fernando Gómez, en una prestación imponente, y el talento de dos jóvenes artistas extraordinarios: Julie Restifo y Luis Fernández, acompañados por los debutantes en el Theja: Frank Spano, Nacho Huett, Emerson Rondón, Gabriel Blanco. Una tormenta de arena sobre una escenografía de Susana Amundaraín con música de Adina Izarra, iniciaba la representación para asombro del público, arenas del tiempo y de la lucha de un príncipe constante en la Fe y en sus principios. Es una obra sobre la virtud, sobre la ética humana. Calderón y su Príncipe se convirtieron en un legado para el Theja. Todo lo que sucedió sobre ese escenario nos hizo mejores, signo de los cambios.

 

PILAR ROMERO Y JOSÉ SIMÓN ESCALONA – AÑOS 70

En la televisión comencé junto a Pilar Romero en Radio Caracas Televisión a finales de los setenta, escribí con Cabrujas, Garmendia, Julio César Mármol, Fausto Verdial, Ligia Lezama, Manuel Muñoz Rico, Pedro Felipe Ramírez, Ibsen Martínez y muchos más. Trabajé en 1983 para Ángel del Cerro en Telemundo de Puerto Rico, luego en Venevisión para la Organización Cisneros, en Marte TV con Hernán Pérez Belisario y regresé a RCTV a finales de los noventa. En cada caso tuve la disposición para cambiar y adaptarme a las distintas empresas sin que ello significara renunciar a mis principios, ética y objetivos artísticos, jamás ningún empresario me pidió ser distinto a quien soy. Los cambios sucedieron desde mi propia evolución y acompañamiento a la industria, de por sí incesante en sus cambios, por la tecnología, por los fines comerciales, por las audiencias y en especial por los artistas que me acompañaron en la creación de contenidos para televisión, muchos de ellos de enorme trascendencia y reconocidos éxitos.

En las ciudades es donde mayores cambios he observado, y en cada una de ellas intenté siempre acompasarme, armonizarme con el entorno y costumbres. Desde mi pueblo natal y tantas ciudades venezolanas que visité de niño y que aún me desconciertan en sus dispares desarrollos urbanísticos, hoy día muchos de ellos paralizados o en franco retroceso y deterioro, hasta ciudades extranjeras como Miami, que conocí a finales de los setenta y hoy es una urbe totalmente distinta a la comarca vacacional y de retiro de jubilados, pasando por la New York de la perversa Calle 42 y la violencia de los muelles del puerto, hasta una ciudad como Madrid, que conocí a inicio de los ochenta, sombría, sucia, derruida y que hoy brilla con esplendor urbano y calidad de vida para sus cosmopolitas conciudadanos.

Caracas duele en cada maquillaje superficial de la ciudad, como si acicalándola escondiéramos las huellas de una población menesterosa. Es increíble que los estudios sociales muestren una población de tres millones que vive en la opulencia, mientras seis millones de venezolanos migraron con su pobreza y sueños a cuestas, la mayoría con poca suerte, y veinticuatro millones subsistan con hambre y desconsuelo en el fango patrio. De todos los cambios que me han tocado sobrellevar, adaptarme con entusiasmo olímpico, con convicción y esmero, ver la dos Caracas en total contraste en sus condiciones de vida es la experiencia más desgarradora, imposible de soslayar por su crueldad. La injusticia social es una enfermedad crónica, la corrupción de las diferencias, los desmanes de esa violencia con sus consecuentes acciones delictivas, dan terror y son tan palpables como la misma pandemia que azota al mundo y castiga doblemente a mi país. El hambre desata el salvajismo. La miseria humana se convierte en barbarie. ¿Dónde están los líderes constantes para impulsar los cambios?

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José Simón Escalona

Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal.

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