“A MARÍA QUERAS TODOS LA LLAMAN MARI”
DE JOSÉ SIMON ESCALONA
DEDICATORIA:
PARA MAIGUALIDA ESCALONA
Y JUAN CARLOS GARDIÉ
Por el Grupo Theja
UN AMBIENTE SENCILLO Y REFINADO DE UN PROBADOR DE TALLER DE ALTA COSTURA. UN ESPEJO DE CUERPO ENTERO, UN MANIQUÍ DE COSTURA QUE EXHIBE LA ÚLTIMA CREACIÓN DEL TALLER: UN TRAJE DE NOVIA. DOS CÓMODAS POLTRONAS DE ESTILO. LÁMPARAS.
EL FINAL DE LA TARDE ENCUBRE A LA ABSTRAÍDA MARI, ESTA HIPNOTIZADA ANTE EL ESPECTRAL TRAJE DE NOVIA.
NARCISO: (EN OFF) ¡Mari! (PAUSA) ¡Mari!
IRRUMPE NARCISO, ESTRIDENTE. ENCIENDE LUCES.
NARCISO: ¡Embebida! Todo el santo día, Mari. Un horror. Ese traje te tiene ida, lela, mi amor. Desde el primer boceto con tanto misterio. A mí los trajes de novia me parecen una cosa pavosísima, un fastidio, Mari. Yo no entiendo como una mujer puede anidar sueños y desvelos ante una cosa tan fatídica como un traje de novia.
MARI: Una joya.
NARCISO: Recuperando el habla.
MARI: ¿No llamó?
NARCISO: No.
MARI: Ya es tarde.
NARCISO: Y también la conciencia. Hace rato dieron las seis, y yo estoy agotado.
MARI: ¿Crees que venga?
NARCISO: Con él nunca se sabe.
MARI: Siempre una sorpresa.
NARCISO: Una desconsideración.
MARI: Deberías sentirte agradecido.
NARCISO: Cansado, exhausto.
MARI: Puedes irte, yo me quedo y espero.
NARCISO: Esperar qué, Mari.
MARI: Esperar.
NARCISO: Llevas años en eso, Mari.
MARI: No sigas, Narciso.
NARCISO: Claro que voy a seguir. A mí me indigna ver como una mujer puede pasarse toda la vida esperando un imposible.
MARI: Imposibles esperan los poetas.
NARCISO: Pero tú eres una modista, una simple costurera.
MARI: Ya no tan simple, Narciso. Él me hizo diferente. A veces me siento tentada a dibujar, diseñar vestidos, volverme loca y cambiar los patrones por unos distintos, nuevos, que me salgan de las manos libres, dejar que las tijeras tomen el rumbo de mis emociones.
NARCISO: Mari, estoy anonadado.
MARI: ¿No me crees capaz de diseñar mis propios trajes?
NARCISO: Él no te dejaría.
MARI: ¿Cómo puedes estar tan seguro?
NARCISO: Porque todo lo critica. Todo le parece mal.
MARI: Es un Artista.
NARCISO: Engreído.
MARI: Exigente.
NARCISO: Un tirano.
MARI: No, Narciso. Tu no lo entiendes porque todo lo miras de una manera muy alegre y superficial. Detrás de eso que llamas tiranía hay una búsqueda de la perfección. No duerme, no vive, no ocia como todos los demás, él es único. El mejor. Y yo me siento agradecida porque a su sombra aprendí a disfrutar de la imaginación.
NARCISO: Una mujer enamorada.
MARI: Aquí tienes este vestido, Narciso. Ahí sentada, mirándolo, enamorada, así me conseguiste porque lo vi claro. Es una obra perfecta de su ingenio y de mi interpretación de sus líneas. En eso pensaba, tengo que esperarlo y saber qué dirá al verlo terminado.
NARCISO: Te aseguro que no le parecerá perfecto.
MARI: Estoy tan ansiosa, Narciso.
NARCISO: Te vas a decepcionar.
MARI: Cada detalle de ese vestido, cada una de las costuras y de sus pliegues, esta revisado una y mil veces. Desde que vi los primeros bocetos, sabía que algo grande, importante, hay detrás de este vestido para él.
NARCISO: No tiene sus medidas.
MARI: Cínico.
NARCISO: ¿Mari, no te parece extraño que ni siquiera conocemos a la clienta?
MARI: Al menos sé que tiene mis exactas medidas.
NARCISO: Por eso tanta atracción por ese vestido.
MARI: Desde un principio dijo que era algo especial.
NARCISO: Tan especial que apenas conocemos pormenores del caso. Él que es tan estricto con las menudencias. Veinte, cincuenta veces tengo que repasar cada patrón, cada retazo, y cada uno de los ítems que debemos llenar en la planilla de la clientela. Una vez una señora, muy chic, glamurosa ella, le dijo, chico: pero, ¿tú me vas a hacer un vestido o una biografía? Porque hasta le pregunto el lugar donde nació.
MARI: El clima de donde se nace no se pierde nunca, y tiene mucho que ver a la hora de diseñar una elegancia.
NARCISO: Una exageración.
MARI: Una exquisitez propia de su genio; las clientes valoran sus exigencias hasta convertirlas en parte fundamental de su extraordinaria personalidad, no en vano tiene fama de excéntrico.
NARCISO: También de narcisista, egoísta, pichirre y pederasta.
MARI: ¿Cómo puedes hablar así?
NARCISO: Lo conozco.
MARI: Lo envidias.
NARCISO: No, querida, en todo caso siento lastima por él, y gracias que puedo decirlo y no parecer una loquita histérica con un ataque de celos.
MARI: Es un hombre muy recto.
NARCISO: Famoso por ello.
MARI: Nadie puede comentar sobre un desliz o una locura en ese sentido.
NARCISO: Por favor, Mari, está bien que te hagas la inocente, pero yo lo conozco perfectamente bien, como tú jamás podrías conocerlo. Dormí en su antiguo apartamento de pobre, antes de mudarse a la mansión.
MARI: No tienes derecho a recordar eso.
NARCISO: Todo el derecho del mundo, y tú también. Llegaste un día cualquiera preguntando si necesitaba una muchacha para la limpieza…
MARI: Todo estaba muy aseado, me impresionó que un hombre pudiera tener tanto orden y pulcritud a su alrededor a pesar de vivir solo.
NARCISO: No vivía solo. Estaba yo.
MARI: Te dejaba pasar las noches en su casa.
NARCISO: En su cama.
MARI: Basta ya, Narciso, no lo soporto. Sabes que me haces daño, me hieres con tus comentarios amargos y malintencionados.
NARCISO: También yo lo sufrí. Y aquí estoy, sobreviviéndolo.
MARI: Eres alguien gracias a él, como yo.
NARCISO: ¡Alguien! ¿Tú y yo, alguien? Unos pobres diablos, María. Adefesios, esperpentos. Unas sombras, unos sirvientes de su egolatría.
MARI: Seguidores de su arte. Estar junto a él nos convierte también en artistas. Deberías estar orgulloso.
NARCISO: No lo conoces como yo.
MARI: Lo conozco mejor que tú, porque puedo verlo con claridad en cada una de sus creaciones, su inspiración es excepcional.
NARCISO: No es un Dios.
MARI: Alguien muy grande.
NARCISO: Estas enferma, ya lo veo.
MARI: No, Narciso, estoy agradecida de esta vida.
NARCISO: Pobre mujer. Tanto elogio y ensalzamiento, aplausos y encomio te postran en un perverso fanatismo que te veda la realidad. Tu enfermedad, Mari, es tan maligna como el amor.
MARI: Nadie con alma puede decir eso del amor.
NARCISO: No quiero caer en ese tema.
MARI: Es el tema de su obra. Todo para él es el amor.
NARCISO: ¿Cómo puede alguien que no conoce el amor, crear sobre él?
MARI: Porque lo busca, porque no tenerlo lo impulsa hacia ese sentimiento, hacia la emoción del amor.
NARCISO: No, querida Mari, el amor es algo sencillo, común a todos los hombres, como todas las emociones y los sentimientos, lo único que nos une y nos iguala. Solo que algunos lo encuentran con facilidad en su camino y a otros se nos convierte en un angustioso laberinto sin fin.
MARI: Yo lo encontré a él, Narciso, y lo supe apenas abrió la puerta de aquel viejo apartamento donde fui buscando trabajo y encontré mi felicidad.
NARCISO: ¿Y no te importa que ese amor sea irrealizable?
MARI: Yo lo tengo a él, yo lo siento conmigo en cada una de las labores que realizo para él, para su arte. A través de sus diseños puedo amarlo con toda la intensidad de mis sentimientos.
NARCISO: El amor necesita concreción, mujer.
MARI: Para los que tienen necesidad de concreciones, Narciso. Adoro cada día cuando llego a este taller y tomo sus lápices y sus tijeras entre mis dedos. Cuando ensarto sus agujas y veo al final este traje que él soñó. Lo amo en la imaginación y en sus ideas maravillosas. ¿Acaso no puedes entender ese tipo de amor, Narciso?
NARCISO: No, Mari, y me atrevo a decirte, con todo el respeto que merecen tus sentimientos, y sin que haya ni asomo de cinismo en mis palabras, que todo eso me parece aborrecible, que no encuentro belleza en la sublimación, ni placer en las emociones Platónicas, aunque reconozco una extrema tentación al onanismo, mi inclinación viciosa hacia la íngrima satisfacción de mis ansias y apuros.
MARI: Eres prosaico, Narciso.
NARCISO: No, querida, un común y descreído de ese amor que tú puedes transferir al arte con espantosa desviación.
MARI: Desviada es tu apetencia, Narciso.
NARCISO: Hasta que al fin das muestra de pertenecer a este mundo, mujer. Tan desviada es mi inclinación como la de tu idealizado amor.
MARI: Perdóname.
NARCISO: Yo no tengo nada que perdonarte, Mari, ni que perdonarme a mí mismo. También yo soy feliz con lo que soy.
MARI: Entonces me entiendes.
NARCISO: Nos entendemos, María Queras.
MARI: Tenemos tanto tiempo a su lado. Yo sé que tú esperabas algo más que una aventura. Pero hay cosas que no se pueden pedir a las personas si son contrarias a su propia naturaleza. También yo me confundí, y llegue a pensar que de tanto estar a su lado, que de tanto querer, podía inventar una esperanza. Yo trabajaba horas de desvelos para acompañarlo, para ganarme un poco de esa suave sonrisa de satisfacción que ilumina su rostro y mis sentidos. También te vi consumar los mismos sacrificios, gozar de su gesto de alegría, reírnos juntos ante sus hallazgos y llorar sus fracasos y dolores. Me sentía tan unida a ti como si compartiéramos un mismo corazón. Latían juntos, en intensidad y acompasadamente. Sin celos, porque nosotros dos ya estábamos unidos en la desgracia de no tenerlo. Aprendí a quererlo tal como es. Y ese día entendí mi amor.
NARCISO: Y yo el despecho. Me dejó por mi culpa, Mari. Yo apenas empezaba esta vida. Recién descubría estos placeres que él mismo me enseñó. Le fui infiel y lo perdí. Un solo error lo decepcionó de mí. No estuve a la altura de sus exigencias. ¿Por qué me equivoqué?
MARI: Por querer más de lo que podemos tener.
NARCISO: Yo no me conformo.
MARI: Amar no es conformidad.
NARCISO: Tampoco es aceptar las sobras.
SUENA UN TIMBRE.
MARI: ¿Esperas a alguien?
NARCISO: Siempre espero, pero algo más tangible que tú, querida. Iré a ver de quien se trata.
MARI: Él no toca el timbre, jamás deja sus llaves. (MIRANDO EL VESTIDO) ¡Qué misterio envuelve este vestido! ¿Qué será?
NARCISO: Un mensaje.
MARI: ¡Un sobre lacrado!
NARCISO: Reconocidos y selectos sobres lacrados de la casa. Tiene tus señas: A María Queras. Es para ti, Mari.
MARI: No puede ser, esos sobres son los que él usa para anunciar novedades a las clientas distinguidas.
NARCISO: Nunca confundiría este detalle. Son diferentes a las tarjetas para enviar felicitaciones, también a las esquelas que anotan sus instrucciones.
MARI: ¿Por qué lo envía a mi nombre?
NARCISO: Solo abriendo el sobre podremos saberlo.
MARI: No me atrevo, Narciso.
NARCISO: Puedo abrirlo por ti.
MARI: Seria una imprudencia.
NARCISO: No tan grande como la curiosidad.
MARI: Tengo que abrirlo.
NARCISO: Esa es una decisión.
MARI: Tengo miedo.
NARCISO: ¿Qué esperas, mujer?
MARI: Nunca concreté mis esperas, Narciso.
NARCISO: Te llegó la hora, María Queras.
MARÍA QUERAS ABRE EL SOBRE. HAY UN SILENCIO. MARI MIRA EL VESTIDO.
NARCISO: ¿Qué dice?
MARI: El nombre de la dueña del vestido.
NARCISO: ¿Quién?
MARI: Soy yo.
NARCISO: No voy a creerlo.
MARI: Puedes verlo tú mismo.
MARÍA LE EXTIENDE EL SOBRE. MIENTRAS NARCISO LO LEE, MARÍA VA HASTA EL VESTIDO.
NARCISO: Dice diseño exclusivo para María Queras.
MARI: Con mis exactas medidas.
NARCISO: Y te ofrece matrimonio.
MARI: Nunca concreté mis esperas. ¿Qué hago ahora, Narciso? ¿Se pueden alcanzar los sueños? Yo misma no me atreví a confesarme esta esperanza. Ser su esposa, Narciso.
NARCISO: Mari. ¿Qué haces?
MARI: Llevar este vestido. Esta ilusión, este amor.
MARÍA QUERAS SALE CON EL TRAJE PARA EL PROBADOR.
NARCISO: La nota, no terminaste de leer la nota.
MARI: (EN OFF) Léela tú, Narciso, mientras me pruebo el vestido.
NARCISO ANONADADO SIGUE LEYENDO LA NOTA.
NARCISO: Dice que mereces llevar su apellido, que tú eres parte de su éxito, que todos estos años a su lado te dan derecho sobre su fortuna, que nadie mejor que tú para preservar su marca ahora que la vida...
NARCISO SE CALLA. APARECE MARÍA QUERAS CON EL TRAJE PUESTO, SE PARA EN MEDIO DE LOS ESPEJOS.
MARI: ¿Cómo me ves, Narciso?
NARCISO: Mari, tienes que escuchar el fin de la nota.
MARI: Sigue: “Ahora que la vida...”
NARCISO: “Ahora que la vida se le acaba”. Tiene Sida.
MARI SE CONGELA EN SU ESPLÉNDIDO TRAJE DE NOVIA.
OSCURO FINAL: Caracas, Mayo 1998
“GROSERA”
TEATRO BREVE de José Simón Escalona
LA SEÑORA ENTRA CON UNA CAMISA EN LA MANO, SACA UNA MESA DE PLANCHAR, LA PLANCHA, LA ENCIENDE. EL ROCIADOR DEL AGUA CON ALMIDÓN PARA LA CAMISA.
SEÑORA: ¡El recontracoño de tu madre, chulo de mierda! Un partido de lameculos, jalabolas y mamagüevos son todos ustedes. Hipócritas, fariseos, embusteros. ¡Comunistas! Estoy harta de comenzar el día aguantándome tu peorrera, el mal olor a pacuso y tu alma inmunda, no joda. ¡¿Hasta cuándo?! Yo te veo ahora y me pregunto qué te vi cuando tenía diecisiete años para enamorarme de ti; porque desde esa época, cuando entré a la universidad central, eras un sucio, desarreglado, con una barba enmarañada, hediondo a mariguana, flaco, desencajado y dándotelas de intelectual detrás de unos lentecitos redondos como si fueras un cantante viejo de rock. Una buscona de la facultad de arquitectura me dijo, mírale el bojote. Ese hombre es pura pinga, ponle el ojo, mana, porque un güevo grande es lo que hace falta para la felicidad; y esa vaina me la creí, hasta el día de la boda cuando descubrí que el paquete era pura bola y nada de palo, como todo lo tuyo: burla y mentira. Lo enjuto también lo llevabas entre las piernas, como la falta de carácter y sangre que descubrí con los años de decepciones y rencores. Pero claro, como yo era demasiado joven, hija única de familia clase obrera del oeste y demócrata cristiana, me jodí: matrimonio eclesiástico mediante quedé ensartada en este rosario de amarguras que me has dado por calvario. Y no me vengas con la mierda de los hijos que me diste, esos desgraciados en lo que se dieron cuenta que su padre era un güevón, flojo y engañosamente socialista, decidieron irse para el carajo por la vergüenza de ser reconocidos como la prole de un blandengue, alcohólico, alcahueta y como si fuera una pendejada, un orgulloso revolucionario de pacotilla. ¡Gran vaina! Como si la historia de este país no demuestra que las revoluciones para lo único que sirven en esta tierra de desgracias son para joder a los pobres, llenar las calles de héroes muertos y dejar las arcas asaltadas. Un país incendiado por los cuatro costados, saqueado por los que se dicen defensores de la patria y lo único que hacen es confabularse con la insepulta capitanía general, con el cuartel que somos desde que nos trajeron una caterva de muertos de hambres, ladrones, criminales y viciosos en La Pinta, La Niña y La Santa María.
CACIQUE: (EN OFF) ¡Mujer, deja la gritadera tan temprano y termina de plancharme la camisa!
SEÑORA: Ese es mi marido, flojeando en la cama y luego una hora cagando mientras se afeita y me deja el reguero para que yo lo limpie. Y aquí estoy yo, planchándole la camisa para que se vaya al ministerio a medrar. Pasar todo el puto día echa´o en un mueble, hablando pendejadas y aplaudiendo todo lo que dicen los mandamases; desde el gran cacao del coroto, hasta el último güelepeos del partido de gobierno. Tu verdadera chamba es ser un títere de guante, te meten la mano por el culo y mueves la boca con la voz de otro. Y encima te justificas diciendo que eres un carajo comprometido con tus ideales. Qué vas a saber tú, bruto, ordinario, lo que son ideas si nunca en tu vida te leíste siquiera un periódico viejo; diez años en la universidad sin graduarte porque tenías una fingida misión con la izquierda estudiantil, pero en realidad siendo un drogómano empedernido, oportunista y pendenciero. Un resentido de mierda por inculto, incapaz y huérfano. Como si esa vaina fuera culpa de los demás.
CACIQUE: Mi amor, los vecinos están hartos de tus trinos mañaneros.
SEÑORA: Ahora le importan los vecinos, no me jodan, como si el vecindario no supiera el gran carajo traidor, mentecato y bandido que eres tú y los de tu calaña. Hay días como hoy que me provoca agarrar un megáfono y ponerme a gritarle a todo el mundo que se levanten de la cama, que reclamen que no tienen transporte decente para ir a trabajar, que se arrechen por la falta de agua y electricidad. Insultarlos para ver si reaccionan y dejan de comportarse como unos becerros, culillúos y malcogidos.
CACIQUE: ¡Amor, ya terminando de enjuagarme la boca!
SEÑORA: ¡Amor un coño! ¡¿Cómo es posible que este cínico todavía me llame amor y yo me lo tenga que aguantar mientras plancho esta ñoña?! ¿Quién me mandó a casarme con este mojón de mierda? ¡Esto me pasa por pendeja! Me dejé enamorar con el falso cuento del pobrecito, del humanista, del joven estudiante sensible y justiciero. Pero aquí me tienen, veinte años después mamándomelo, como la señora culo, porque esa soy yo, el culo flojo del enchufa´o del tercer piso, que vive en el mismo apartamento que me dio como regalo de bodas mi abuelo guayanés, del Manteco para más señas. Pobre viejo, seguirá revolviéndose en la tumba, porque ese si fue un hombre visionario, me lo dijo clarito: ese holgazán no sirve para nada, ni siquiera para darte buenos hijos, porque no tiene cojones. Y aquí estoy, carajo, la denigrada de un chulo coño de su madre y vergatario pasa culo.
CACIQUE: (EN OFF) ¡Mujer, deja la refunfuñadera y termina la camisa que voy a llegar tarde al ministerio!
SEÑORA: ¡Gran vaina! Porque el país se va a caer si tú no llegas a dormitar en la puerta del ministro. Portero de mierda, poco hombre, sanguijuela. Te vas a graduar de jalabola, de paga peos, de chantajea´o con el sueldo miserable y las promesas de libertad que te repiten en cada campaña electoral, pata en el suelo, Juan Bimba, engatusa´o.
CACIQUE: Amorcito, ya me puse las medias.
SEÑORA: ¡Chupamedias! ¡¿Qué vaina tan nefasta es el amor que sirve para embaucarla a una?! ¿Cómo es posible que yo siga amarrada a un zángano como este? Un supuesto pingón que ni para darme una buena cogida me sirve. Yo sé que me tengo merecido este calvario, por crédula, por ilusa y sentimental. ¡¿Qué espero, no joda, para irme también para el carajo?! Bien lejos de este fantoche, corrupto y güevofrio.
CACIQUE: (EN OFF) Cinco minutos y estoy listo, amorcito.
SEÑORA: Ni cinco minutos aguanta el despaloma´o, polvo e´gallo, egoísta. Megalómano, sicópata. ¿Cómo el amor puede convertirse en odio? ¿Por qué nos ciega y cuando descubrimos verdaderamente al otro nos dejamos arrastrar al punto de convivir con un ser repulsivo? ¿Qué mierda es esta de matrimonio? Una mujer como yo, preparada, educada por unos padres trabajadores y sanos, nacida del amor y la esperanza, ¿cómo caigo en esta relación sádica, enfermiza, denigrante? ¿Alguien puede explicarme porqué los seres humanos somos tan erráticos respecto al amor? Presa fácil del autoengaño y el vicio de no poder liberarnos de quien nos hace tanto daño. ¡Qué mala costumbre la del amor que se convierte en ultraje! Y no estoy hablando de feminismos porque ese gran carajo que está esperando la camisa planchada, jamás me ha puesto un dedo encima, no porque no quiera sino porque le tiene miedo a mis reacciones. Un solo pescozón y lo plancho. Le corto las bolas, aunque nació capa´o, porque de nada le sirvió lo varón. Hombre es el que sabe defender su casa, su dignidad, el suelo que pisa, y tampoco estoy hablando de política porque esa es una casta que tampoco entiendo. Movidos por la ambición del poder, terminan al igual que yo, acostumbrados a dejarse joder, a aguantar el azote, el desánimo y rendidos por el miedo. ¡El miedo! ¡Qué vaina tan grande es el miedo! ¡Qué miedo es este que me tiene atada a este sinvergüenza, cobarde y pusilánime! Un bandido que me roba todo: la autoestima, la razón y me mantiene prisionera, planchándole la ropa.
CACIQUE: (EN OFF) Esperando la camisa, amorcito.
SEÑORA: ¿Y yo qué puedo esperar? ¿Que venga un extraño a rescatarme de mi propia fatalidad? ¿Es ese el delirio que me queda? ¿Encomendarte a Dios, rezar y esperar el milagro que hasta el propio Papa se desmarque del populismo? (GRITANDO ENLOQUECIDA) Vecina, ¿usted consiguió leche pa´ los carajitos? Vecino, ¿consiguió trabajo que le recompense la faja´? ¿Tienen hambres, grandísimos pendejos? ¿Medicinas pa´ los viejitos? Porque no solo de pan vive el hombre, coño, y es verdad, todo comienza por la barriga pero no puede quedarse ahí. Somos seres humanos, carajo, tenemos necesidad de curiosear, de descubrir vainas dentro de uno mismo, de emocionarnos con un atardecer y aprovechar la mañana para pensar, no joda. ¿Hasta cuándo se me va la vida al lado de este mequetrefe? ¿A que me estas empujando ahogándome en barro? ¿Cuándo voy a reaccionar?
CACIQUE: Ya estoy listo, amor.
SEÑORA: Ya estoy lista para asesinarte, malnacido hi´deputa. Con esta arrechera por tanta mengua, enfermedad y traición. Tan impotente como tú, vencida por el dolor y la desesperanza. Está lista tu camisa, desgraciado, tu camisa roja como la sangre que te falta en el pecho para morir con dignidad. Tu camisa roja marxista que te robó el aliento y tus deberes para ser un verdadero hombre, y librar a tu familia y a tu país de esta peste, cabrón, bolsa, comemierda, malandro, malparío, pajúo, relambechupaverga.
CACIQUE: (EN OFF) ¡Vergación, amor! ¡Cómo me pude casar con una mujer tan grosera!
SEÑORA: (PAROXÍSTICA) ¡¿Grosera yo?! ¿Grosera me estás diciendo, wircho güevón?! Grosera será el coño de tu madre, grosera la pepa de tu culo que o tiene valores ni un carajo. Grosero el ministro al que le haces la paja mientras te roba. Grosero el gobierno que aúpas y te tiene mancito como un majunche trimardito. No joda, grosero este país.
José Simón Escalona
Mayo 2018
“BELLEZA”
Teatro Breve de Jose Simon Escalona, sobre los diálogos de PLATÓN.
CUADRO ÚNICO:
UN TELÓN DE FONDO INSPIRADO EN EL CUADRO “LA ESCUELA DE PLATÓN” DE JEAN DELVILLE. EN UNA CHASE LONG, DORMITA EL MUY JOVEN FEDRO, APENAS CUBIERTO POR UNA TOALLA DE BAÑO.LA LUZ ES LA DEL OCASO.
ENTRA PLATÓN, AVANZADO EN LOS TREINTA DE EDAD. CONTEMPLA AL MUCHACHO EN SU ESPLÉNDIDA BELLEZA. SE ESCUCHA MÚSICA DE WAGNER AL FONDO.
PLATÓN: La belleza es un ideal. Imposible materializar, y sin embargo la realidad trata de imitarla, fotografiarla por un instante en nuestro breve y doloroso mundo.
FEDRO: Hoy no estoy para tus discursos.
PLATÓN: Escuché el agua de la ducha caer sobre tu cuerpo, mientras intentaba diálogos en el blanco virtual. Y luego te descubro ahí, echado, dormitando y triste, a esta hora que aproxima la noche que tanto gustas.
FEDRO: No tengo ánimos para vestirme y salir.
PLATÓN: No hace falta ser sabio para saber que estás de mal humor. Hasta olvidaste el teléfono móvil.
FEDRO: Ni el ejercicio ni la compañía de Líseas ha mejorado el domingo.
PLATÓN: ¡Puedo hacer algo para reparar el día!
FEDRO: Nunca me escuchas, te concentras en tus circunloquios y te abstraes de todas las cosas vanas de este mundo.
PLATÓN: Tal cual dices que sucede cuando estas con tu mejor compañero. ¿Qué pasa entre tú y Líseas?
FEDRO: Discutimos sobre el amor.
PLATÓN: Escucho.
FEDRO: (SE ANIMA) Líseas prefiere la compañía de un hombre que no ama, que la de un enamorado.
PLATÓN: Una idea muy popular hoy día.
FEDRO: Quisiera tener el talento para hacerlo cambiar esa idea, pero no soy tan inteligente ni culto para ello.
PLATÓN: Te conozco como a mí mismo.
FEDRO: ¿Eso qué quiere decir?
PLATÓN: Que tanto te ha molestado su discurso, que prefieres el silencio para reflexionar y luego arremeter con la razón.
FEDRO: Detesto la violencia.
PLATÓN: Somos uno.
FEDRO: Líseas hizo valer sus argumentos para preferir el amigo frío en contra del amante apasionado.
PLATÓN: Y Líseas conjetura sobre lo mucho que te estimo.
PAUSA TENSA. FEDRO SE INCORPORA. CASI DESNUDO.
FEDRO: Quiere saber si eres mi amigo o mi amante.
PLATÓN: Según creo, me observo a mí mismo y busco saber si soy un monstruo o un animal más dulce, más sencillo, con apenas una chispa de divina sabiduría.
FEDRO: Eres un hombre extraordinario.
PLATÓN: Déjame instruirme. Aprender del discernimiento de otros. Un buen recurso para curarnos de este humor casero.
FEDRO: Escucha. Conoces todos mis sentimientos, Platón, pero no pude responder a su pregunta. Líseas esgrimió sus argumentos: según él, los amantes, una vez satisfechos se arrepienten de todo lo hecho por poseer al sujeto de su pasión. Pero, y repito sus palabras, los que no sienten amor no temen arrepentirse, porque no es la fuerza de la pasión los que los mueve, si no hacer el bien de la amistad. Cuando el amante y su falaz pasión muda a la persona que ama, no dudará en sacrificar sus antiguos amores a los nuevos, y si el que ama hoy se lo exige, perjudica al que amaba ayer. Los mismos amantes confiesan que su espíritu está enfermo y no pueden dominarse en su delirio. En cambio aquel que no se deja extraviar por el ardor del amor, preferirá la seguridad de una amistad, lejos de las dudas y los celos. Por otro lado, la mayor parte de los amantes se enamoran de la belleza del cuerpo, y así no puede asegurarse si su afecto debe sobrevivir a la satisfacción de sus deseos. El amor es mucho menos digno de envidia que de compasión.
PLATÓN: Y ahora dudas sobre nuestros sentimientos.
FEDRO: No busco en nuestra intimidad un placer efímero, para luego entregarme por egoísmo a odios y resentimientos contra todos los que te rodeen y admiran. La amistad, en cambio, ni el tiempo la podrá debilitar. Nuestra relación, lejos de dañarnos, nos debe ser útil a ambos.
PLATÓN: Noto tu entusiasmo.
FEDRO: ¿Acaso te burlas?
PLATÓN: Temo no tener respuestas.
FEDRO: Te conozco como a mí mismo. Habla.
PLATÓN: Me parece, querido FEDRO, que Líseas no pueda estar satisfecho de sus comunes argumentos.
FEDRO: ¿Cómo rebatirlos, entonces?
PLATÓN: Me inquieta no encontrar esas respuestas dentro de mi ingenio.
FEDRO: ¡Ahora te muestras tan implacable como tu maestro Socrates!
PLATÓN: No te haré maliciosas preguntas, si te refieres a la “ironía socrática”, ni tampoco me arriesgaré a ser condenado a la cicuta por llevar a la juventud por caminos equivocados. Una juventud que empieza a escapárseme desde la muerte de mi maestro y guía. Ahora me veo en ti, me recuerdas al muchacho que fui delante de Socrates con igual arrebato. Creyendo sustituir mediante el arte de la forma con la pobreza de invención.
FEDRO: ¡Escucho la academia del gran PLATÓN!
PLATÓN: No ataco al que amas.
FEDRO: ¿Qué tienes que alegar?
PLATÓN: Es verdad que el amor es un deseo, pero el deseo de los cuerpos hermosos no es siempre el amor ¿Cómo distinguir al que ama y al que no ama? El uno es el deseo instintivo del placer, y el otro el gusto reflexivo de la belleza. Cuando ambos principios están en armonía ya uno y otro triunfan conjuntamente. Cuando el gusto de lo bello, inspirado por la razón, se apodera de nosotros, se le llama sabiduría; cuando el deseo del placer irracional nos domina, se le nombra ignorancia. Pero cuando el deseo espontáneo se entrega al placer de la belleza, se le llama amor.
FEDRO: Un juego de palabras.
PLATÓN: Divinas palabras que tu inspiras.
FEDRO: A causa de mis trastornos por Líseas.
PLATÓN: Continuemos sin perder de vista nuestros principios. Estamos de acuerdo con Líseas en que el hombre enamorado se vuelve celoso, queriendo cegar la mirada de su amante porque no quiere que su amado lo compare y vea cuan egoísta son sus míseros miedos y efímeros apetitos. Como el lobo ama al cordero, el amante ama al amado.
FEDRO: ¿Qué ventajas ofrece entonces el hombre no enamorado?
PLATÓN: ¡Me avergüenza hacer el panegírico del amigo sabio!
FEDRO: No soy tu cordero ni tampoco eres mi lobo.
PLATÓN: Sigamos, entonces, y parafraseemos a mi maestro Sócrates, pues el verdadero conocimiento tiene que salir del interior de cada uno. No puede ser impuesto por otros, y solo el razonamiento que llega de nosotros mismos es el verdadero juicio.
FEDRO: Una voz divina que no encuentro en mí.
PLATÓN: Somos uno.
FEDRO: Este joven que soy está cerca de ti, y estaré siempre a tu lado por el tiempo que lo desees, Platón.
PLATÓN: No hay nada verdadero, mi querido joven, en las palabras de Líseas. No hay que desdeñar a un amante apasionado y abandonarse al hombre sin amor, por la sola razón de estar el uno delirante y el otro en su sano juicio. El delirio no siempre es un mal, sino todo lo contrario cuando se convierte en inspiración, en poesía, en arte, en sabiduría, en ideal y éxtasis divino. En Belleza. Para creerle a Líseas sería preciso juzgar que el delirio que inspira el amor no quiera el mayor bien, ni para el amante, ni para el amado. Yo creo que ese loco amor, como las ilusiones y los sueños, nos conduce a la felicidad, y la felicidad es el principio de nuestra existencia, el alma que nos mueve y nos mantiene vivos, inmortales. Nuestra propia inmortalidad no la define la razón, pero si nuestra imaginación; y sin conocer la inmortalidad, conjeturamos que ser inmortal es unir nuestra alma con nuestro propio cuerpo, concediéndonos la virtud de sus alas para llevarnos a las regiones superiores. Es divino todo lo que es bello, y lo bello es bueno y verdadero. Y el hombre que ve la verdad, la sabiduría, es el hombre que sabe de amar. Mi querido joven Fedro, la belleza es amor. Amar es contemplar con éxtasis la belleza.
FEDRO: Una idea demasiado platónica.
PLATÓN: El hombre tiene que elevarse de las sensaciones físicas y de sus simplezas mentales. El pensamiento del filósofo de nada sirve sin sus alas. Desprendido de los prejuicios que agitan a los hombres comunes que pretenden curarlo de su presumida locura y no ven que es un hombre inspirado. Cuando un hombre percibe las bellezas de este mundo porque reconoce lo trascendente de la autenticidad, su alma toma alas, vuela, aunque el mundo lo trate de insensato. Así es que el amante no quiere separarse de la persona que ama, porque nada le es más precioso que este ser de belleza. Ya nada le importa, y solo adora al que posee la belleza, porque solo en él encuentra alivio su alma. A esto los hombres honrados lo reconocen como amor. Cada hombre escoge un amor según su carácter, según sean egoístas o generosos. Un amante que ama con delirio, su noble pasión se convierte en felicidad. Tales son, mi querido joven, los maravillosos y divinos bienes que te procurará la afección de un amante; pero la amistad de un hombre sin amor, sin alas y entregado solo a los vanos recelos del mundo, no puede producir en el alma de la persona que ama, más que una pasividad de esclavo, errante, sin razón, sumido en la oscuridad de las cavernas. Ten para mí una mirada de benevolencia y benignidad; no me arrebates, ni disminuyas en mí por furia, este arte de amar, cuyo presente me has hecho tú mismo. Concédeme que ahora más que nunca, esté ciegamente apasionado por tu hermosura. En cuanto a Líseas, has que renuncie a esos conceptos frívolos, y llámale hacia la filosofía, hacia el amor, hacia la belleza.
FEDRO: (LLORANDO. ESTALLA) ¡No tengo tus alas, mi adorado sabio! No puedo elevarme y me duele cada músculo de mi cuerpo por el desprecio de Líseas hacia mis sentimientos. Ahora entiendo que él no ve en mí sino un ser vulgar, uno cualquiera, un pobre hombre que no puede elevarse sobre los placeres mundanos y las bajezas de la pasión carnal. ¿Cómo puedo ser mejor, mi querido PLATÓN, para que a sus ojos merezca su reconocimiento? ¿Cómo alcanzo ese modo de amor que tú pregonas con tu inteligencia y alma superiores? ¿Acaso es tan bajo querer acariciar al amado? ¿Dormir a su lado y encontrar cobijo entre sus brazos? La vida me llena de miedo, mi amado PLATÓN, porque ahora me veo pequeño ante tus ojos, y menos que un insecto a la mirada más superficial de Líseas.
PLATÓN: No te atormentes de ese modo, mi joven FEDRO. Tus preguntas me abruman porque mi propósito no es aturdirte ni llevarte a la desesperación, sino todo lo contrario, impulsar tus pensamientos y excitar tu talento, tu imaginación, recordarte que tienes un don que no es solo la juventud y tu inteligencia, sino la naturaleza de tu belleza interior que puede llevarte en sus alas a la felicidad.
FEDRO: No todos tenemos acceso a la felicidad, maestro.
PLATÓN: Pues es la razón de la vida, muchacho. La juventud es un don que todos poseemos brevemente en nuestra existencia. Es el tiempo en que el cuerpo se afina como las cuerdas de una lira, y la mente se prepara para no sucumbir a la vejez. Los ejercicios que con tanta disciplina te impones, también tienen sus rutinas para el pensamiento. Ahora mismo todas esas preguntan explotan en tu interior y ahí está la inquietud y la fuerza de tu alma.
FEDRO: Nada de esa nobleza encuentra en mí, Líseas.
PLATÓN: Porque su discurso está plagado de sus faltas, tan comunes a los hombres engreídos.
FEDRO: Pero él influye sobre tantos, todos sus millones de seguidores celebran sus frases.
PLATÓN: Porque asumen como verdad lo que confunden con verosimilitud. Esas multitudes que lo siguen en sus redes creen que es un hombre justo, y hasta bueno y bello, pero no se percatan de que se trata de solo apariencias de la bondad y la belleza. Porque es la verosimilitud, no la verdad, la que produce la convicción en sus fanáticos.
FEDRO: Pero Líseas no es un político sino un “influencer” de nuestro tiempo.
PLATÓN: Cuando alguien con el poder de hablar a multitudes ignora la naturaleza del bien y del mal, y quiere mantener a sus seguidores en esa misma ignorancia, termina arrastrándolos a la esclavitud de sus antojos y caprichos.
FEDRO: (FURIOSO) ¡No soy tan débil para dejarme arrastrar de ese modo!
PLATÓN: (FIRME) ¡Y sin embargo te sumes en la depresión por sus desplantes!
FEDRO: (APASIONADO) ¿Dudas de mi amor?
PLATÓN: Líseas es quien no te merece.
FEDRO: Y aun así sigo enamorado.
PLATÓN: Descubre las diferencias entre el amor y lo que solo tiene la apariencia de tal.
FEDRO. ¿Crees que yo mismo me engaño?
PLATÓN: Hemos dicho que el amor es una especie de furor.
FEDRO: Si.
PLATÓN: Y que el furor o delirio puede ser una enfermedad del alma o una inspiración divina que nos haga traspasar los límites de la naturaleza humana.
FEDRO: Conforme.
PLATÓN: Por amor a ti mismo, por el amor que te profeso, ven del lado de la inspiración. De tu alma que es la más grande hermosura. Conoces a fondo a tu amigo Líseas. Manipula y embauca con sus pensamientos. Está tan confundido como esas multitudes que lo siguen, porque su fin es persuadir a los otros de sus palabras como si fueran verdades. Su discurso sobre el amor es tan retórico y artificioso como sus propios sentimientos y emociones. Su egoísmo y su miedo al amor lo hacen mezquino, impotente, tramposo y populista.
PAUSA TENSA. PLATÓN VA A UNA MESA Y SIRVE DOS COPAS DE VINO TINTO.
PLATÓN: Ven conmigo, mi muchacho amado. Bebamos y que las copas de vino alejen de tu corazón esa pena cruel.
FEDRO: ¿Me amarás aunque ya no tenga este aspecto y aun sabiendo que soy el más lento de todos tus seguidores académicos?
PLATÓN: Te amo porque me inspiras, porque en mi pecho siento los latidos de tu corazón, porque me anima la fuerza con la que corre la sangre por tus venas. Amo el paisaje de tus ojos, tu presencia desnuda de prevenciones y desconfianzas. Te amo porque escuchar tu risa, tus voces cuando descubres algo nuevo, tus dudas sobre el futuro y tus anhelos, me traen de nuevo de la oscuridad de las cavernas, bajo esta luz dorada del día y plata de la noche. Te amo porque encarnas la belleza.
FEDRO: Y cuando acabe la belleza
PLATÓN: Tendré en la memoria el conocimiento, la sabiduría; al contemplarte seguiré viendo todo ello en ti, y aunque mis ojos ya no puedan verte como al mundo que me rodea, llevaré grabada en mi alma tu figura y recordaré que mirándote, pude conocer la belleza.
FEDRO: Ya puedo contestarle a Líseas.
PLATÓN: ¿Que le dirás?
FEDRO: Que tengo la dicha de conocer el arte de amar, según PLATÓN.
CAE SOBRE ELLOS LA LUZ PLATA DE LA NOCHE.
OSCURO FINAL. Caracas, 17 de mayo de 2019