"CUATRO ESQUINAS"
OBRA EN UN SOLO ACTO DE JOSE SIMON ESCALONA
DEDICATORIA: A MI ABUELA.
PERSONAJES:
LA ABUELA: Anciana corpulenta y bonachona.
BAUTISTA: Nieto de la Abuela, alrededor de 24 años.
SEBASTIAN: Amigo de Bautista, de la misma edad.
JOAQUÍN: Compañero de los anteriores, de la misma edad, pero parece mayor, viste formal, tiene barriga.
LISANDRO: Compañero de los anteriores, atlético, viste uniforme de la Marina.
LA ACCION TRANSCURRE EN UNA CASA COLONIAL, ANTIGUA, YA GASTADA Y VIEJA. EN EL AMBIENTE SE PERCIBEN LAS INCLINACIONES "MAGICO RELIGIOSAS" DE LOS HABITANTES. LA CASA DEBE RECORDAR DE ALGUNA MANERA ESAS VIEJAS CASONAS DE PUEBLO, UN SALON AMPLIO, LA PUERTA DE ENTRADA AL CENTRO Y AL FONDO, CON UN CORREDOR QUE TERMINA EN LA PUERTA DE LA CALLE. VARIAS PUERTAS QUE CONDUCEN A LAS DISTINTAS HABITACIONES, ALGUNOS DETALLES MORISCOS, LA CASA FUE ELEGANTE Y ESPACIOSA, PERO EL TRANSCURSO DEL TIEMPO Y LA FALTA DE MANTENIMIENTO LA HA DETERIORADO. LOS POCOS MUEBLES NO PARECEN LLENAR EL ESPACIO, TAL ES LA IDEA DE SUSPENSION EN EL AIRE DE ELLOS QUE PODRIA PENSARSE QUE ESTAN AUSENTES. ALGUNOS RINCONES ESTAN LLENOS DE IMAGENES, VELONES, RAMAS.
AL COMIENZO DE LA ACCION BAUTISTA ESTA SENTADO EN UNA SILLA MUY PEQUEÑA, DE NIÑO, DELANTE DE LA ABUELA. ELLA TAMBIEN SENTADA EN UNA POLTRONA O MECEDORA. LA ABUELA TIENE EN UNA MANO TRES RAMAS Y EN LA OTRA UN ENORME AJO, PRACTICA UN ENSALME A BAUTISTA. ENSALME SILENCIOSO, REZADO CON FE Y UNA EXTRAÑA MISTICA, COTIDIANA, REPETIDA PERO SIN PERDER LO CEREMONIAL. LA ABUELA CRUZA LAS RAMAS CON MOVIMIENTOS EN FORMA DE CRUZ POR EL ROSTRO DE BAUTISTA.
ABUELA.- (TERMINANDO EL ENSALME) ¡Paz Cristo, Cristo Paz¡ ¡Paz Cristo, Cristo Paz! ¡Ya está¡
LA ABUELA LE ENTREGA LAS RAMAS A BAUTISTA. ESTE CONTINUA SILENCIOSO Y MAS QUE CONCENTRADO PARECIERA EVADIDO.
ABUELA.- Es la oración más fuerte. Tienes que aprendértela, te la estoy escribiendo, así te la aprendes de memoria, aunque voy a darte un escapulario. Ya me falta poco, algunos fragmentos nada más, luego la bolsita. El escapulario tienes que llevarlo siempre. Eso te protege y ahuyenta a los enemigos.
BAUTISTA.- Tienes que escribirla, abuela, sino, no me la voy a aprender. Siempre dices que la vas a escribir y no te decides.
ABUELA.- Esa oración tiene que pasar de generación en generación, de lo contrario no sirve. Yo me sé muchas, pero se me están olvidando.
BAUTISTA.- No se te deberían olvidar. Escríbelas.
ABUELA.- Mi abuela me las enseñó, Adona, a ella la criaron los indios, me contaba que su mamá, doña Inesita, mi tatarabuela, no le gustaba que ella se estuviera mucho con los indios. Decía que le enseñaban cosas malas. Pero no era así, Adona aprendió de ellos muchas cosas.
BAUTISTA- ¿Qué cosas?
ABUELA, - Era devota de las ánimas, las ánimas del purgatorio. Yo no soy devota pero les rezo. Ella me enseñó. Pero no soy devota. Tú sabes, las ánimas molestan mucho a sus devotos. Aunque son milagrosas, Bautista. De verdad son muy milagrosas. Por eso yo les rezo, no soy devota pero les rezo. Rezo por ti, te encomiendo al ánima del Taguapire, y al ánima del Pica-Pica.
BAUTISTA.- Yo sé, me acuerdo cuando viajábamos y nos parábamos para ponerle velas.
ABUELA.- Porque ellas protegen a los viajeros. Mira, yo no digo las cosas para que no piensen que estoy loca, pero yo creo mucho en las ánimas. Yo antes no sabía cuál era el nombre del ánima del Pica-pica, porque la del Taguapire se llamaba Francisca Duarte, pero la del Pica-pica... (MUEVE LA CABEZA EN SEÑAL DE NEGACION) ¡Ah¡ ¡Ah¡, no lo sabía, no lo sabe nadie; hasta que una vez le pedí a las otras ánimas que me revelaran el nombre, y una noche lo oí, como entre sueños, eran varias voces: Ignacio Hilario Díaz, eso oí que me decían. Y desde esa vez le pido a esa alma: ánima de Ignacio Hilario Díaz, ánima del Pica-pica, protégeme a Bautista, de los enemigos, de los envidiosos. No lo dejes solo.
BAUTISTA.- (CASI PARA SI) Pero me dejan solo.
ABUELA.- No, Bautista, no digas eso. Las ánimas hacen compañía, yo lo sé, hacen compañía; así, aunque estés solo ningún ladrón se te acerca, ni nadie que te quiera hacer mal. Yo me acuerdo lo que me dijo una mujer allá en la Concordia. Yo cosía en la sala hasta muy tarde, y rezaba a las ánimas: "Quien bendijo este cáliz, la noche y la cena, bendígame Dios mi cama y a mí que estoy en ella. Cuatro esquinas tiene mi cama. Cuatro esquinas tiene mi casa, y cuatro ángeles que me acompañan: San Lucas, San León, San Marco y el Ángel de mi Guarda.
BAUTISTA SE INTEGRA AL REZO DE LA ABUELA PERO CALLADAMENTE, CASI PARA SI.
AMBOS.- Angel de mi guarda, si yo me durmiere, voz me cuidéis.
Si yo me muriere, vos me veléis.
Con las once mil velas de la Santísima Trinidad.
Jesús Cristo en mi puerta.
Jesús Cristo en mi cama,
Jesús Cristo conmigo, y
Jesús Cristo con mi alma. Amén
BAUTISTA.- Amén.
ABUELA.- Bueno, el asunto es que doña Echeverría, que también era Sanabria, nunca dormía, y como ella vivía enfrente de mi casa y se la pasaba mirando por la ventana, hasta de madrugada, me dijo que cuando ella se asomaba de noche siempre veía un gentío en la puerta de la casa de la Concordia, de mi casa. ¡Ay!, y desde ese día no pude coser más en la sala, me daba miedo, oía pasos en la puerta, hasta sentía las voces. Entonces, puse la máquina en el corredor. Pero seguía lo mismo, yo rezaba y me cuidaban; porque Paula, la hermana de la maestra Fefa, me preguntaba que por qué las muchachas se reían tanto de noche. Y yo le dije que no, que yo me quedaba sola, que la que más tarde se acostaba era Caluisa, tu tía, ella me ayudaba a hacer ojales y a filetear los pantalones y las camisas. ¡Pero claro!, el cuarto de la maestra y de Paulita quedaba al lado del corredor y las voces que ellas oían eran las voces de las ánimas que me cuidaban, que no me dejaban sola.
BAUTISTA.- A mí me habría dado miedo de todas formas.
ABUELA.- Bueno, a mi nunca se me quitó el miedo, por eso cosía con el machete cerquita, como el corredor todavía no tenía la romanilla que tu conociste, todo eso estaba al descubierto; por eso tenía el machete y dejaba la puerta del cuarto de Caluisa entreabierta, por si acaso; si veía a alguien, me metía en el cuarto y le ponía la tranca. (PAUSA) Pero de todas maneras es bueno que te aprendas las oraciones.
SUENAN GOLPES EN LA PUERTA, DE LLAMADA. BAUTISTA SE LEVANTA.
BAUTISTA.- Debe ser Sebastián.
NUEVOS GOLPES EN LA PUERTA.
ABUELA.- Y no te olvides de guardar las ramas, no las botes, hay que quemarlas cuando estén secas y hacer el sahumerio.
BAUTISTA.- (ANTES DE ABRIR) Si, abuela.
BAUTISTA ABRE LA PUERTA, ES SEBASTIAN, JOVEN IGUAL A BAUTISTA, PODRIA PENSARSE QUE SE PARECEN MUCHO: LA MISMA ESTATURA, PORTE, MODALES.
BAUTISTA.- Sabía que eras tú.
SEBASTIAN.- ¿Cómo está, abuela?
ABUELA.- Bien, Sebastián, bien. (PAUSA CORTA) Hoy es viernes, Sebastián, ¿no te vas a ensalmar?
SEBASTIAN MIRA A BAUTISTA QUE TRATA DE ESQUIVAR SU MIRADA. RESPONDE A LA ABUELA COTIDIANO, SENCILLO.
SEBASTIAN.- No, abuela, no me bañé todavía, después sí.
ABUELA.- Si te bañaste, ya estas arreglado para salir. Siempre es igual Sebastián, no te dejas ensalmar, pero deberías, en ese trabajo tuyo es mucha la envidia. De cualquier manera, si quieres, tú me avisas.
LA ABUELA SALE LENTAMENTE, NO SIN ANTES ENCENDER UN NUEVO CIRIO EN ALGUN RINCON.
ABUELA.- Esta es para el alma de Bautista Hernández, el papá de mi abuelo. Antes siempre le rezaba, pero ya no, me duermo rezando, aunque él me comprende, yo le prendo su vela, le encomiendo a Bautista, que se llama igual que él, y él comprende.
LA ABUELA TERMINA DE SALIR. SEBASTIAN LA SIGUE CON LA MIRADA. TAMBIEN BAUTISTA QUE PARECE APENADO ANTE LA MIRADA INQUISIDORA DE SEBASTIAN. BAUTISTA NO LO MIRA. HAY UNA PAUSA, LARGA, TENSA. AL FINAL ES SEBASTIAN QUIEN LA ROMPE.
SEBASTIAN.- Ahora sí.
BAUTISTA.- Sí, ¿qué?
SEBASTIAN.- Tú lo sabes, Bautista. Conmigo no tienes por qué callar.
BAUTISTA.- No me sentía bien.
SEBASTIAN.- Ahora sí, ¿verdad?
PAUSA LARGA Y TENSA.
SEBASTIAN.- Bautista.
BAUTISTA.- ¡Ah!
SEBASTIAN.- ¿Por qué siempre es igual?
BAUTISTA.- No lo sé, pero eso me sirve, mi abuela me reza y me sirve.
SEBASTIAN.- Si, como todos los viernes, tu abuela te reza, prendes velas blancas, rojas, negras; cambias el agua de los vasos, quemas las hojas secas, haces el sahumerio, rezas y rezas. Siempre igual, me llamas, siempre deprimido, confundido, indeciso, temeroso, igual, siempre igual. Y todavía dices que todo eso te hace sentir mejor. Bautista, ¿es fe?
BAUTISTA.- No, Sebastián, yo no sé si es fé, si lo fuera por lo menos tendría un verdadero sentido cada viernes, pero no, no lo tiene, me dá miedo, llega el viernes y todo se acaba, por eso te llamo.
SEBASTIAN.- ¿Y tú crees que no me voy a cansar de venir?
BAUTISTA.- Eso espero.
SEBASTIAN.- No estés tan seguro, Bautista. Yo me estoy cansando, a mi todo esto me parece una necedad. No creo en los sahumerios, ni en los rezos ni en nada de esas supercherías. Bautista, apréndelo de una vez, va todo más allá de este reclamo. No logras nada, al contrario, te haces daño.
BAUTISTA.- (DESPUES DE UNA PAUSA) Sebastián, no te llamé para discutir sobre mi fé, ni los rezos. Yo esperaba otra cosa.
SEBASTIAN.- Si, esperabas que yo también le diga a la abuela que me rece, que me dé las ramas, que espero que se sequen y las quemo. Tú esperas cómplices; cómplices que te ayuden a escudarte de ese temor, de ese miedo de afrontar las cosas tal y como son, solo, sin falsos escudos. Pero no, Bautista, eso no lo esperes de mí. Yo decidí hace tiempo, y quizá hasta tenga menor suerte que tu, pero me conozco, sé lo que quiero y a eso voy.
BAUTISTA.- Yo no, Sebastián. No lo sé, a veces no sé ni lo que quiero ni hacia donde voy.
SEBASTIAN.- Y en eso se te va la vida: en estar indeciso.
BAUTISTA.- No soy un hombre práctico.
SEBASTIAN.- Si, la ironía, resulta que ahora yo si lo soy, ser práctico es conocer la sociedad, conocerla es asumirla, asumirla es ser reaccionario, un reaccionario de mierda, una mierda, eso soy yo: una mierda.
BAUTISTA.- No quise decir eso.
SEBASTIAN.- Pero lo piensas, lo piensas y como siempre eres incapaz de decirlo.
BAUTISTA.- Sebastián, ¿por qué siempre quieres saber más de mí que yo mismo? Me preguntas y ya sabes las respuestas.
SEBASTIAN.- Te conozco, te conozco más que tú mismo. (PAUSA, SE EXASPERA) Bautista, vamos a revisar, son tantos años juntos y resulta que ahora sé que necesito vivir, quiero hacerlo.
BAUTISTA.- La vida se puede vivir de muchas maneras.
SEBASTIAN.- Sí. Entiéndelo en tus palabras: soy práctico. Es mi manera, quiero esto y voy a eso, ya te lo he dicho.
BAUTISTA.- Hay cosas que se quieren alcanzar y qué no se saben dónde están.
SEBASTIAN.- ¿Cuáles son esas cosas?
BAUTISTA.- Me imagino que son las mismas para todo el mundo, algo que está ligado con el éxito, con el bienestar, consigo mismo.
SEBASTIAN.- ¿Y qué haces para encontrarlo, pedirle a las ánimas del purgatorio?
BAUTISTA.- No es lo que tú crees, por eso te burlas.
SEBASTIAN.- No es burla, es lo mismo de siempre. Unos se emborrachan, otros se drogan, y otros, como tú, si no le rezan a las ánimas o prenden velas, o se hacen ensalmes, entonces se visten de blanco, siete collares y a ser santeros. O budismo Sen, meditación trascendental. Ahí está la clave del éxito, así se está bien con uno mismo.
BAUTISTA.- Hay gente que tiene posiciones políticas claras...
SEBASTIAN.- Todo el mundo tiene posiciones políticas claras, pero unos, la mayoría, no se atreven a decirla, por común, por egoísta, por partidista o reaccionaria, por cómoda.
BAUTISTA.- Yo no soy cómodo.
SEBASTIAN.- No, es verdad, cómodo no. Solamente que quieres tener un apartamento, pasarle una buena cantidad a tu abuela porque tienes que ser buen hijo, tener equipos de sonidos, carros, acciones en club de playas, tarjetas de crédito. Eso no es comodidad, eso es "El sueño americano", Rocky IV: Cuando el héroe visita a Sudamérica.
BAUTISTA.- Ahora el cínico eres tú.
SEBASTIAN.- No puedo evitarlo, estoy acostumbrado a los actos de cinismos que me estrangulan pero que me mantienen lejos de ser un secretario de banco, o empleado público.
BAUTISTA.- Los actos de cinismos destruyen a los artistas.
SEBASTIAN.- ¿Quién te dijo que yo lo soy? (PAUSA) Fíjate que esta vez sí llegaste al punto, es lo único de mi personalidad que no he podido esclarecer. (COMO IMITANDO UNA ENTREVISTA PERIODISTICA CONSIGO MISMO) ¿Se siente usted artista? Respuesta: No sé. Pregunta dos: ¿Quiere serlo? Respuesta inmediata: quería, porque ya no puedo, uno tiene muy poquito talento, y no es que me subestime, no, no, uno lo tiene, pero lo vende. Yo lo vendí, a lo mejor barato, o a precio regulado, como tú quieras, lo vendí, eso es lo cierto, pero también sé que tengo que buscar una disciplina, mía, propia, tener un horario de mi vida que no vendo, que a lo mejor lo regalo, pero no lo vendo, es la única manera de no ser una puta. Censura.
BAUTISTA.- Tú quieres ser una puta. Lo que pasa es que no te han pagado suficiente, sino venderías también ese horario del cual hablas.
SEBASTIAN.- Es posible, ya que tú lo dices, es posible.
BAUTISTA.- Yo no quiero ser como tú.
SEBASTIAN.- Gracias, me halagas, y me obligas a decirte que yo tampoco quiero ser como tú. Que por lo menos estoy conforme, sinceramente conforme de mi mediocridad. (DESPIDIENDOSE) Y ahora me voy, creo que este es menos interesante que otros viernes, faltó aquello y me quitaste los ánimos. Adiós.
SEBASTIAN NO ALCANZA LA PUERTA SIN QUE LA VOZ DE BAUTISTA LO DETENGA, SE ESCUCHA SU VOZ FUERTE, PERO AHOGADO.
BAUTISTA.- ¡Sebastián!
SEBASTIAN SE DETIENE.
BAUTISTA.- Sebastián, perdóname, por favor, no te vayas, ahora no.
SEBASTIAN.- (LUEGO DE UNA PAUSA LARGA) ¿De qué hablamos, entonces?
BAUTISTA.- No sé, pero ni de ti ni de mi, hablemos de otra cosa.
PAUSA LARGA. AMBOS SE SIENTAN. HAY UN SILENCIO QUE NINGUNO SE ATREVE A ROMPER, SEBASTIAN SE SIENTA MAS CERCA DE BAUTISTA, PASA EL BRAZO POR SU HOMBRO, BAUTISTA RAPIDAMENTE SE LEVANTA. SEBASTIAN ROMPE EL SILENCIO.
SEBASTIAN.- ¡Se está haciendo tarde!
BAUTISTA.- No importa, puedes quedarte durmiendo aquí.
SEBASTIAN.- Hoy es viernes, quiero salir y ver a la gente.
BAUTISTA.- Quieres que te vean, mejor dicho.
SEBASTIAN.- Sí. No me gusta quedarme encerrado. Si no salgo, si no me ven, la gente se olvida de mí, todos se olvidan muy fácil.
BAUTISTA.- Eso no debería importarte.
SEBASTIAN.- Yo mido mi éxito así, cada noche, con la gente, en los cafés, en las reuniones, en los eventos, cócteles.
BAUTISTA.- Eso no es éxito, es superficial.
SEBASTIAN.- Yo soy superficial. Frívolo y superficial.
BAUSTISTA.- Mentira.
SEBASTIAN.- Entonces, ¿cómo soy según tú?
BAUTISTA.- No sé... yo diría que... alegre.
SEBASTIAN.- ¿Y tú, cómo te autodefines?
BAUTISTA.- A ver... (PIENSA)
SEBASTIAN.- No se vale pensar...
BAUTISTA.- Soy un maníaco depresivo.
SEBASTIAN.- Como vendedor de ti mismo eres la peor propaganda.
BAUTISTA.- Debe ser porque no quiera venderme.
SEBASTIAN.- Ahí la diferencia, yo sí, y como toda venta importante, yo quiero ser como una empresa, la empresa de mí, cada vez más caro, y más caro, y más, ese sería mi éxito. Ya ves, yo sí tengo valor para decirlo.
BAUTISTA.- Lo malo de ti, Sebastián, es que piensas que todo el mundo es o quiere ser como tú.
SEBASTIAN.- No sé si todo el mundo, pero tú sí. Y como no lo asumes eres como tú mismo dices; un "maníaco depresivo".
BAUTISTA.- No, definitivamente no es lo que tú piensas.
SEBASTIAN.- Te digo que sí.
BAUTISTA.- Otra vez, Siempre quieres saber más de mí que yo mismo.
SEBASTIAN.- Es que lo sé, (PAUSA) ¿Bautista, no te das cuenta que eres un hombre triste?
BAUTISTA.- Si, lo sé.
SEBASTIAN.- Eres triste, depresivo, negativo...
BAUTISTA.- Y sórdido, es tu palabra favorita, anda úsala, dila.
SEBASTIAN.- Si, sórdido, completamente sórdido. Tanto que no sé cómo te aguanto.
BAUTISTA.- Yo si sé porque me aguantas.
SEBASTIAN.- Yo también, fue una manera de decir. No quería herirte.
BAUTISTA.- No me hiere.
SEBATIAN.- Sí, yo sé que sí.
BAUTISTA.- Otra vez.
SEBASTIAN.- (MOLESTO Y EXALTADO) Sí, otra vez, cada vez otra vez, te conozco, Bautista. Y sabes que va a llegar el momento que no me vas a interesar mas, va a aparecer alguien que llene las tardes, o que converse, o que si se atreva. (SE DETIENE) Entonces, me voy a olvidar de ti, al carajo contigo y ya.
LA ABUELA QUE VIENE ENTRANDO ESCUCHA LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE SEBASTIAN. ELLA COMENTA MOLESTA.
ABUELA.- No sé por qué tienes que decir groserías, Sebastián.
SEBASTIAN.- Perdone, abuela.
ABUELA.- Se están peleando...
SEBASTIAN.- (IRONICO) No, abuela, es la fórmula de la conversación entre Bautista y yo.
ABUELA.- Sebastián, tu eres un buen muchacho. Pero yo creo que eres un poco alocado, que deberías ser más tranquilo.
SEBASTIAN.- ¿Usted cree, abuela?
ABUELA.- Claro que lo creo. Fíjate en Bautista...
SEBASTIAN.- ¿Cómo es Bautista?
ABUELA.- Un muchacho recto. Claro, yo sé que mi nieto es muy inteligente, pero la inteligencia a veces, es buena. Yo por eso siempre le digo a Bautista que tiene que ser un hombre estable, conseguir un trabajo estable y ahorrar dinero; claro que primero tiene que terminar sus estudios. Los hombres valen por lo que estudian, por lo que saben.
SEBASTIAN.- Bautista sabe mucho.
ABUELA.- Si, mucho, es bello e inteligente.
BAUTISTA.- Ya, abuela.
ABUELA.- No me mandes a callar.
SEBASTIAN.- Tiene razón, hable, abuela. Además a mí me gusta saber lo que usted piensa de su nieto, al fin y al cabo, ambos lo queremos mucho.
ABUELA.- Ya te dije lo que pienso.
SEBASTIAN.- Y de mí. ¿Qué piensa, abuela?
ABUELA.- Que eres muy loco, Sebastián.
SEBASTIAN.- ¿Y cuál es la diferencia entre Bautista y yo?
ABUELA.- Bueno, no te yayas a ofender, Sebastián, pero Bautista es un muchacho normal, inteligente pero normal, tú no.
SEBASTIAN.- Yo tengo un trabajo fijo, abuela, tengo fama, casa, carro, mi cuenta de ahorro; conozco New York, no le parece que soy "normal".
ABUELA.- No, no lo eres. Tú no quieres ser nada en la vida más que eso.
SEBASTIAN.- ¿Eso?
ABUELA.- Si, eso, ser un loco en la televisión.
SEBASTIAN.- Y Bautista, ¿quiere ser algo en la vida?
ABUELA.- Si, quiere. Va a ser un hombre importante.
SEBASTIAN.- Y se la pasa metido en la casa, por eso es normal.
ABUELA.- Está estudiando. (PAUSA) Sebastián, antes de acostarme les voy a hacer un cafecito, si quieres te ensalmo ahora, sino te vas a quedar sin ensalme.
SEBASTIAN.- No se preocupe por mí, abuela, yo no necesito los ensalmes, soy un loco.
LA ABUELA SE RIE Y SALE ESTA VEZ HACIA LA COCINA.
BAUTISTA.- Te diviertes mucho, ¿verdad?
SEBASTIAN.- ¿Divertirme? ¿Aquí?
BAUTISTA.- Si, te encanta burlarte de todos.
SEBASTIAN.- Hasta de mí mismo.
BAUTISTA.- Hasta de ti mismo.
SEBASTIAN.- Es que yo no soy un muchacho recto, soy curvo, "desviado".
BAUTISTA.- Por favor.
SEBASTIAN.- Parece mentira, para tu abuela el normal debería ser yo, no tú.
BAUTISTA.- Ella es vieja, se da cuenta de todo.
SEBASTIAN.- Entonces debería darse cuenta que su nieto aparte de otra cosa es un cobarde.
BAUTISTA.- ¿Por qué?
SEBASTIAN.- Porque quieres ser importante y no sabes cómo, porque por un lado quieres tener éxito y por el otro quieres tu cargo estable, trabajo fijo, cuenta de ahorro, casa y hasta matrimonio feliz.
BAUTISTA.- No veo que hay de malo en que la gente quiera un matrimonio feliz.
SEBASTIAN.- No, malo no tiene nada, que la otra gente quiera un matrimonio feliz no tiene nada de malo, sino que seas tú el que lo quiera.
BAUTISTA.- No voy a discutir eso.
SEBASTIAN.- Yo, por ejemplo, no soy contrario al matrimonio, hasta lo defiendo, como soy reaccionario lo defiendo, me encanta el acuerdo, los papeles, la célula social, esa "sociedad común”. Lo que pasa es que no soy recto, ¿recuerdas? y además demasiado egoísta para compartir lo mío con un desconocido.
BAUTISTA.- ¿Y el amor?
SEBASTIAN.- (CINICO) Ahora deberían sonar unos acordes de telenovela.
BAUTISTA.- No importa, sin los acordes, el amor, ¿qué?
SEBASTIAN.- No creo en eso.
BAUTISTA.- Yo sí.
SEBASTIAN.- Tú eres bello e inteligente.
BAUTISTA.- No entendí la intención.
SEBASTIAN.- No hagas el esfuerzo. No vale la pena.
BAUTISTA.- ¿Por qué?
SEBASTIAN.- Porque yo no la valgo.
BAUTISTA.- Pareces un "maníaco depresivo".
SEBASTIAN.- No, a mí no me preocupa serlo. No quiero ser importante, por eso no sufro de depresiones. Soy inmune.
BAUTISTA.- ¿Cómo?
SEBASTIAN.- La depresión, eso que te suele atacar, es el resultado de estados de angustia, de inseguridades. Yo no tengo angustias trascendentes ni soy inseguro.
BAUTISTA.- Esta bien, psicoanalista. El hombre perfecto.
SEBASTIAN.- Al contrario, imperfecto, tan imperfecto que tengo mis pequeñas pasiones, mejor dicho: placeres, pequeños placeres para ser exacto. La ropa italiana, por ejemplo, los videos casettes, el "Whisky" caro, esas cosas.
BAUTISTA.- Yo también soy un pequeño placer para ti.
SEBASTIAN.- (PAUSA) Si. Pequeño y pasajero.
BAUTISTA.- ¿No crees en la amistad?
SEBASTIAN.- Depende.
BAUTISTA.- ¿De qué?
SEBASTIAN.- De lo que me den. Yo estoy dispuesto a dar, pero cuando reciba.
BAUTISTA.- Si no estás dispuesto a dar tu primero es muy difícil que te den. Además, ves la amistad como un cambio de Dólares a Bolívares.
SEBASTIAN.- Casi, y prefiero los dólares.
BAUTISTA.- (DESPUES DE UNA PAUSA) No quiero ser como tú, Sebastián.
SEBASTIAN.- Repítelo mil veces y a lo mejor te convences que no.
LA ABUELA ENTRA, TRAE DOS TAZAS DE CAFE.
ABUELA.- Aquí tienen el café.
SEBASTIAN.- El cafecito de la abuela. ¿Sabe, abuela? Algunas veces pienso que vengo aquí solamente por esto: a tomarme un cafecito. (MIRA A BAUTISTA) Todo como un café, hasta la conversacioncita es de cafetín; barata, ingenua, ambigua y fastidiosa.
BAUTISTA.- Gracias.
SEBASTIAN.- De nada.
ABUELA.- Sebastián, ¿tú sabes rezar?
SEBASTIAN.-Se me olvidó. Pero cuando no me puedo dormir, algunas veces rezo, Ave Marías y padre Nuestros, es lo único que me acuerdo.
ABUELA.- Yo te voy a enseñar una oración.
BAUTISTA.- Abuela, a Sebastián todo eso le parece supercherías, signos de inseguridad.
ABUELA.- No importa, alguna vez entenderás que tiene significado. Escúchala, dice así:
Quien bendijo el cáliz, la noche y la cena,
Bendígame Dios a mi cama y a mí que estoy en ella.
Cuatro esquinas, tiene mi cama.
Cuatro esquinas, tiene mi casa.
Y cuatro ángeles que me acompañan:
San Lucas, San León, San Marcos y el Angel de mi Guarda.
Ángel de mi Guarda, si yo me durmiere, vos me cuidéis.
Si yo me muriere, vos me veléis.
Con las once mil velas de la Santísima Trinidad.
Jesús Cristo en mi puerta.
Jesús Cristo en mi cama.
Jesús Cristo conmigo, y
Jesús Cristo con mi alma. Amén.
SEBASTIAN.- ¿Y para qué sirve la oración?
ABUELA.- Para que las ánimas te protejan. Así no se te acercan ladrones ni gente que te quiera hacer daño, como a ti te encanta salir de noche, si te quedas solo o en mala compañía las ánimas te guardan y te alejan al enemigo.
SEBASTIAN.- Es que yo prefiero dormir con malas compañías en vez de dormir con las ánimas.
ABUELA.- (BRAVA, SANTIGUANDOSE) Burlista. Ave María, te digo y te repito que eres un loco, un pobre loco.
LA ABUELA SALE CASI CON UN REZONGO, MOLESTA, HACIA LAS HABITACIONES.
BAUTISTA.- No debiste hacerle ese chiste a la abuela.
SEBASTIAN.- Si, ahora te va a decir que yo te hago daño, que soy mala compañía. A lo mejor la próxima vez no me dejan entrar las ánimas del purgatorio. Mejor así, no volveré, no quiero volver. Ahora me voy.
ANTES DE SEBASTIAN COMENZAR A SALIR, SUENAN NUEVAMENTE GOLPES DE LLAMADO EN LA PUERTA. BAUTISTA RAPIDAMENTE SE APRESTA A ABRIR. AGRADECIDO.
BAUTISTA.- ¿Quién será? No espero a nadie.
SEBASTIAN.- Seguramente será una madre desesperada que trae a su niño enfermo para que la abuela lo ensalme.
BAUTISTA.- No lo creo, ya es muy tarde.
BAUTISTA ABRE LA PUERTA. ESTAN DOS JOVENES CONTEMPORANEOS A ÉL Y SEBASTIAN. UNO MUY FORMAL: JOAQUIN, EL OTRO VESTIDO DE CADETE. BAUTISTA LOS SALUDA CON SORPRESA.
BAUTISTA.- Joaquín, Lisandro. ¡Qué sorpresa!, pasen.
JOAQUIN Y LISANDRO ENTRAR A LA CASA. MIRAN A SEBASTIAN.
JOAQUIN.- Sebastián García, ¡qué casualidad!, nunca pensamos conseguirte aquí.
SEBASTIAN.- Hola, Joaquín... Lisandro... (SE SALUDAN)
JOAQUIN.- Caramba, verte nuevamente, ahora que eres famoso. Ya sé que te va muy bien, siempre veo los periódicos, estas metido en el mundo de la farándula.
SEBASTIAN.- Más o menos... ¿Y ustedes qué cuentan?
BAUTISTA.- ¿Quieren tomar algo? Hay ron.
JOAQUIN.- Bueno. (VIENDO LA CASA) La casa no cambia.
SEBASTIAN.- En realidad nada cambia.
JOAQUIN.- Pues yo diría que sí.
SEBASTIAN.- Lisandro, no sabía que eras militar, verte así, tan blanco, hasta buenmozo, ya no se te puede decir gordo.
LISANDRO.- Son los ejercicios.
BAUTISTA TERMINA DE SERVIR A TODOS, SE SIENTAN.
BAUTISTA.- Mejor sentémonos y brindemos por este encuentro casual.
JOAQUIN.- Estaremos solo un rato, Bautista. ¿Y la abuela?
BAUTISTA.- Está adentro.
LISANDRO.- ¿Bautista, todavía sigues siendo el mejor amigo de Sebastián?
BAUTISTA.- Creo que sí.
SEBASTIAN.- El siempre duda.
JOAQUIN.- (COTIDIANO) Bueno, bueno, ¿cómo está todo? Lisandro se presentó de repente en mi casa, así, de blanco, con gorra y todo, le presenté a mi mujer, y luego le dije: ¿qué tal sí visitamos a Bautista Acosta? El primero de la Lista.
BAUTISTA.- Me alegro mucho que se decidieran a venir.
SEBASTIAN.- Tampoco sabía que te habías casado, Joaquín.
JOAQUIN.- Y ya tengo dos hijos.
SEBASTIAN.- ¿Y en que trabajas?
JOAQUIN.- Bueno, tu sabes que como yo no salí en la lista de la universidad me puse a trabajar en un banco; ya soy sub-gerente, por eso me casé. Y voy directo para gerente, sólo me falta un cursito de inglés y uno ahí de relaciones gerenciales, pero me va súper bien.
SEBASTIAN.- Ya veo.
JOAQUIN.- Se me nota, ¿verdad?
SEBASTIAN.- Si, hasta barriguita te salió.
BAUTISTA.- ¿Y tu Lisandro?
LISANDRO.- Todo muy bien, pronto me gradúo de técnico y creo que me van a mandar al exterior a estudiar, para sacar el doctorado, como soy uno de los mejores alumnos. A lo mejor hasta me caso antes de irme, tu sabes, para no estar solo.
SEBASTIAN.- Muchacho, ¡como enseñan en el cuartel!
LISANDRO.- Si, Sebastián, enseñan bien.
BAUTISTA.- ¿Para dónde piensas irte a estudiar?
LISANDRO.- Puedo escoger entre Italia o los Estados Unidos.
SEBASTIAN.- ¿Y dónde prefieres ir?
LISANDRO.- A los Estados Unidos, por supuesto.
SEBASTIAN.- Pues deberías ir a Italia, la vieja Europa, la vida de Europa quizá te sirva de algo.
LISANDRO.- Yo prefiero Estados Unidos.
BAUTISTA.- Está muy bien, lo que pasa es que Sebastián es un fanático de Italia.
LISANDRO.- Si, claro, por el arte.
SEBASTIAN.- No precisamente por eso, Lisandro, es cierto apego a la decadencia. (HACE UN GESTO AMANERADO)
LISANDRO.- Tu si no has cambiado.
BAUTISTA.- Si, él sigue igual.
JOAQUIN.- Y de ti no hablamos, también deberías estar en la farándula como Sebastián, supuestamente eras el mejor, hasta el propio Sebastián lo reconocía.
BAUTISTA.- Preferí la Universidad, estoy por terminar Arquitectura.
SEBASTIAN.- O la Arquitectura está por terminarlo a él.
JOAQUIN.- (RIENDO TONTAMENTE) Eso es un chiste, ¿no? Tú siempre diciendo cosas que uno no entiende.
SEBASTIAN.- No es un chiste, Joaquín, pero me imagino que ya casado y con hijos ni siquiera sabrás distinguir una cosa de otra.
JOAQUIN.- No, Sebastián, yo soy muy feliz con Linda, y estoy orgulloso de mis hijos.
SEBASTIAN.- Creo que desde el colegio o el liceo cualquier quiromántica te lo hubiera pronosticado con sólo verte la cara.
BAUTISTA.- Las quirománticas leen la mano.
SEBASTIAN.- Hay gente que lleva la mano abierta en la cara.
BAUTISTA.- ¡Sebastián!
SEBASTIAN.- ¿Qué desea, Acosta?
LISANDRO.- Todavía se pelean, como siempre.
SEBASTIAN.- Si, como siempre. Ya les dije que nada cambia, nada.
JOAQUIN.- Creo que nosotros debemos irnos, tú sabes, mi mujer recién tuvo el niño y tengo que llegar temprano.
LISANDRO.- Yo tengo que llamar a la novia.
SEBASTIAN.- Novia y todo, mi cadete. ¡Qué arrecha son las fuerzas armadas!
LISANDRO.- Yo estoy en la Marina.
SEBASTIAN.- Es lo mismo.
JOAQUIN.- Me gustaría saludar a la abuela, Bautista. Además, quiero pedirle un favor, como hoy es viernes.
BAUTISTA.- Ya la llamo.
BAUTISTA SALE DE ESCENA, QUEDAN LISANDRO Y JOAQUIN SOLOS CON SEBASTIAN. SE PRODUCE UNA PAUSA EMBARAZOSA.
JOAQUIN.- A mi mujer le va a encantar que le diga que nos encontramos. Ella siempre ve los programas que tú haces.
SEBASTIAN.- Dile que si quiere le mando un autógrafo y todo.
LISANDRO.- Sebastián, te acuerdas cuando veníamos todas las tardes aquí a estudiar, me gustaba hablar contigo en el patio de atrás... y...
SEBASTIAN.- No, no me acuerdo, ni me quiero acordar.
JOAQUIN.- La fama cambia a la gente.
SEBASTIAN.- ¿En qué quedamos? ¿He cambiado o no?
JOAQUIN.- Se te han subido los humos.
BAUTISTA ENTRA A ESCENA.
BAUTISTA.- Ya viene la abuela, se alegró mucho.
JOAQUIN.- Me imagino que ella Sigue fuerte, como siempre.
BAUTISTA.- Sí.
SEBASTIAN.- También igual que siempre.
ENTRA LA ABUELA.
ABUELA.- ¡Buenas noches, muchachos!
JOAQUIN.- ¡Abuela, pero, qué maravilla, viejita! Si usted todavía está para concursar por una corona de belleza.
SEBASTIAN HACE UN GESTO DE DESAPROBACION AL PIROPO.
ABUELA.- ¡Ay, Joaquín, como me alegra verte!
LISANDRO.- Y a mí, ¿ya no me reconoce, abuela?
ABUELA.- (ASOMBRADA) ¡Tú eres el gordo... Lisandro!
LISANDRO.- (RIENDOSE LA ABRAZA) Caramba, creí que no me iba a recordar.
ABUELA.- No, mijo. Si yo tengo una memoria muy grande, más de cinco años sin verlos, pero me acuerdo de ustedes.
JOAQUIN.- Y nosotros también, abuela, por eso le vamos a pedir un favor, uno que ya usted sabe, como hoy es viernes.
ABUELA.- Ah, pues, cómo no, yo siempre estoy a la orden para eso. Pero, ¿ya le ofreciste algo a los muchachos, Bautista?
SEBASTIAN.- Bueno, abuela, eso de muchachos, imagínese, Joaquín está casado, y con hijos.
ABUELA.- No puede ser, Joaquín, ¿y cómo no nos avisaste?
JOAQUIN.- Abuela, uno se vuelve loco y de repente ahí, frente al altar, a uno se le olvidan hasta los amigos.
ABUELA.- Eso sí es verdad, pero bueno, vinieron hoy, eso es una gran cosa.
SEBASTIAN.- Justamente un día como hoy, ¡una gran cosa!
BAUTISTA.- Sebastián, podrías guardarte tus ironías.
SEBASTIAN.- Yo no dije nada, ahora si tu quieres me quedo callado.
ABUELA.- ¡Ay, muchachos, pero están hechos unos hombres!
SEBASTIAN.- (POR LO BAJO) Made in Venezuela.
ABUELA.- (SIN ESCUCHARLO) Y qué buenmozo te ves con ese uniforme Lisandro, aunque ya no estás tan hermosote.
SEBASTIAN.- Entiéndase gordo, ¿no, abuela?
ABUELA.- Es que antes una decía que la gente era hermosa cuando estaba gorda, repuestica, llenita. (TR) Pero cuéntame, Joaquín, ¿cómo es tu mujer?
SEBASTIAN.- (POR LO BAJO) Se llama Linda.
ABUELA.- ¿Cómo mantienes tu casa?
JOAQUIN.- Abuela, en realidad soy un triunfador. Mi mujer se llama…
SEBASTIAN Y JOAQUÍN.- (AL UNÍSONO) Linda.
TODOS SE MIRAN UN POCO SERIOS. JOAQUIN TRATA DE PASAR POR LO BAJO LA IRONIA.
JOAQUIN.- Y es del mismo pueblo suyo.
ABUELA.- ¿Cuál es su apellido?
JOAQUÍN.- Lleraldine, Linda Lleraldine.
ABUELA.- Lleraldine, me suena… (PAUSA BREVE) ¡Ah, claro, mijo!, ella debe ser hija de alguno de los hijos del viejo Lleraldine, el de la casa de las tejas.
JOAQUIN.- La verdad que no sé, su abuelo murió allá en el pueblo.
ABUELA.- Si, si... bueno, sobre la muerte del viejo hay una historia muy larga. Él murió un día en que hubo un estallido muy cerca del pueblo, un tanquero que viajaba por el río. Claro, mijo, la pobre viuda se habrá venido para la capital, tenían un solo hijo varón, lo demás era un mujerero.
JOAQUIN.- Debe ser, abuela, porque Linda es hija del tío Emilio; y la abuelita, que murió, y en paz descanse, se llamaba Matilde.
ABUELA.- Matilde, claro, mijo, la misma Matilde de Lleraldine, si, ella era vieja cuando yo apenas era una muchacha, pobrecita. ¡Qué casualidad, Joaquín!
SEBASTIAN.- Abuela, no siga revolviendo ese árbol genealógico, que de repente Linda resulta ser familia suya.
ABUELA.- No, muchacho loco, que va… (SE RIE) La viuda Lleraldine se fué del pueblo justamente por los comentarios, decían que el viejo, había muerto del carajazo que produjo la explosión del tanquero en el río. Y cómo quedo ella sola, tu sabes lo difícil que era para una mujer decente criar tantos hijos.
JOAQUIN.- Parece que el viejo le dejó una plata.
ABUELA.- ¡Ah, tú ves, eso no lo sabía! Allá la gente se guarda mucho que se sepa sobre dinero. Además, ella vendió la casa de "las tejas", eso fué una desgracia para el pueblo, la compraron unos maricas, ¡ay, que Dios me perdone!
JOAQUIN.- Abuela, por qué no vamos a la habitación y así me da la ensalmadita, yo le cuento sobre mi trabajo, todo, pues...
SEBASTIAN.- Si, mejor le cuentas en el cuarto.
LA ABUELA SALE SEGUIDA DE JOAQUIN. QUEDAN BAUTISTA, SEBASTIAN Y LISANDRO. SEBASTIAN SE NOTA MUY FASTIDIADO.
BAUTISTA.- ¿Por qué no me hablas de ti, Lisandro?, del cuartel, todo eso.
SEBASTIAN.- Qué ganas de fastidiarte una noche de viernes, Bautista.
BAUTISTA.- Yo no estoy fastidiado.
SEBASTIAN.- Yo sí, si encima tengo que calarme una exposición sobre el estado de las fuerzas armadas del país.
LISANDRO.- De la Marina.
SEBASTIAN.- De la Marina del país, del uno, dos, tres, uno, dos, tres... rompan filas, y todo eso, ¡perdóname Bautista, pero yo particularmente nunca fui fans de la milicia! Imagínate que cuando me tocó inscribirme en el servicio militar obligatorio inventé de todo, al final tuve que gritarles que yo era marica.
PAUSA TENSA. SEBASTIAN MIRA EL EFECTO QUE CAUSÓ SU VOZ LUEGO DICE FRÍVOLO.
SEBASTIAN.- Por supuesto que no lo cumplí. Eso lo cumplen en este país los pendejos.
LISANDRO.- O los que tienen vocación de verdad para el cuartel, como yo.
SEBASTIAN.- Qué va, Lisandro, a ti no te puede gustar nada de eso, te hicieron que te gustaba, ¿entiendes?
LISANDRO.- No, yo quise ser militar.
SEBASTIAN.- Por tu papá, ¿no? Seguramente le oíste decir alguna vez que era la mejor y más fácil manera de ganarse la vida, de comprar licores más baratos porque tienen el IPFA, porque es más fácil enfermarse porque tienen los mejores hospitales, porque el Círculo Militar hace las mejores fiestas de carnaval. Pero seguramente el viejo no pensaría lo mismo si te hubieras metido a policía: Policía Metropolitano.
LISANDRO.- El cuartel tiene una vida muy dura, y un fin honroso.
BAUTISTA.- Yo pienso que si, Lisandro. No le hagas caso a Sebastián. El no entiende más que lo que hace.
SEBASTIAN.- No, Bautistita, no, también sé cantar el himno nacional, el Gloria al Bravo Pueblo.
LISANDRO.- Yo escogí ser militar por vocación.
SEBASTIAN.- Te felicito entonces, amigo, porque eres el único joven en este hermoso país que sabe lo que es la vocación, que escogió por vocación.
BAUTISTA.- Eso no es cierto, Sebastián, tú estás loco.
SEBASTIAN.- Bautista, tú que eres estudiante de la Universidad Central, ¿tú sabes cuántos estudiantes esperan cupo, ¿verdad?
BAUTISTA.- Claro que sé, y no apeles a un clisé, que si vamos a hablar de conciencia sobre el país y sus problemas, yo te puedo dar una lección.
SEBASTIAN.- ¡Conciencia! Por esa conciencia tienes siete años estudiando, primero Comunicación Social, después Filosofía y Letras, ninguna terminada, un solo año. Y ahora Arquitectura, el niño estudia Arquitectura, tiene conciencia pero no está con ningún partido, tiene conciencia y no vota cuando hay elecciones de estudiantes, porque el bururú lo aturde. ¿Esa tu conciencia?
BAUTISTA.- Me sorprendes, de verdad no sabía que dentro de esa cabeza que sólo piensa en dinero y en hacerle daño a este país a través de la sarta de necedades que comunicas por un medio como la televisión, se le ocurriera dar este discurso.
SEBASTIAN.- No, mi querido Bautista, te equivocas, no se trata de eso, solo quiero que te des cuenta que tú, que éste coronelito que tenemos aquí, y que incluso yo, también yo me meto en esto, somos una cantidad de ilusos que hacemos la cola para el habitante medio de esta ciudad. Y no te digo lo que pienso del otro que está allá adentro ensalmándose, porque ese si es verdad que está jodido, marcando la tarjeta a las ocho, después una hora para almuerzo, a las cuatro y media cierra el banco y tiene que contar billetes, billetes que nunca va a tener él, mucho billete, porque eso sí, aunque suene gastado, éste es el país del billete. Pero él está jodido, pero mi coronelito aquí está jodido, tu estás más que jodido, y yo, yo lo que busco es vivir, aunque sea como un pendejo, pero vivir, vacilarme la ruta New York, Londres, Paris, Italia, Caracas, por lo menos una vez al año, y en la corredera ver si entiendo algo, y seguir pensando que hay que irse, que este país es el jodido, que prefiero pasar hambre viendo la torre inclinada de Pisa que las torres del Silencio, aunque sea una fantasía, aunque sea sólo eso, una pobre ilusión, que remiendo aquí en la cabeza para escapar del fastidio, del tedio de aquí, donde no pasa nada, donde cada noche me siento en Sabana Grande, hecha Boulevard y me asombro porque por esa calle con criterio de decoración se pasea una vieja vestida de negro como una española de hace cien años, porque por esa maldita calle, acicalada por el Metro, se sigue oliendo mal, a borrachos, a cadáveres, a ideas gastadas y carajitos vestidos de mariquitas levantando viejos en el Gran Café. Donde aprendí que los intelectuales bautizan libros en galerías que probablemente compró una señora ociosa para emborracharse y dejarse meter mano por los mismos intelectuales. Dónde aprendí que la revolución, la izquierda se ocupa solamente de llorar porque no dan presupuesto para el cine, o porque no le publican los horrorosos libros que escriben. Donde aprendí que los izquierdistas y los derechistas viven haciéndose el juego, hasta el culo de alcohol o mariguana o cocaína, cualquier cosa que les levante el ánimo porque ya no se aguantan ellos mismos. Eso es lo que quiero decir Bautista, que mientras tú estudias Arquitectura, mientras el otro cuenta billetes, y mi comandante aquí suda las bolas brincando al son del uno, dos, tres, a una cantidad de escaparates muertos de hambre se les va la vida, y como ustedes ni siquiera se dan cuenta. Eso es lo que quiero decir.
PAUSA LARGA Y DENSA.
BAUTISTA.- (SERENO) Y ahora, quieres que aplauda, Sebastián.
SEBASTIAN.- No, Bautista. Quiero que vivas.
BAUTISTA.- No puedo, de la forma como tú entiendes la vida, no puedo ni quiero vivirla.
SEBASTIAN.- ¿Estás seguro?
BAUTISTA. Si. (TR) Lisandro, quédate un momento con Sebastián, creo que necesito o prefiero estar un momento adentro.
SEBASTIAN.- ¿Necesitas escuchar los rezos de la abuela?
BAUTISTA.- Si. Prefiero escuchar los rezos de la abuela.
SEBASTIAN.- ¿Y no temes que me vaya, que no vuelva nunca más?
BAUTISTA.- No, Sebastián, sé que no te irás... todavía. (PAUSA) Ya vuelvo.
BAUTISTA SALE DE ESCENA, QUEDAN A SOLAS LISANDRO Y SEBASTIAN IRONICO, PROCAZ, BORRACHO.
SEBASTIAN.- (DESPUES DE UNA PAUSA DONDE NO CONSIGUEN DE QUE HABLAR) Bueno, mi capitán... ¿y cómo está la artillería?
LISANDRO.- (CONFUNDIDO) ¿La artillería?
SEBASTIAN.- Si, si, la artillería, los hierros del país, pues. Porque me imagino que las Fuerzas Armadas deben estar bien dotadas.
LISANDRO.- Yo pertenezco a la Marina.
SEBASTIAN.- Las Fuerzas Armadas y la Marina, ¿o es que hay alguna diferencia?
LISANDRO.- Claro que si…
SEBASTIAN.- (RAPIDO) ¿Cuál de las dos está mejor armada?
LISANDRO.- Cada una a...
SEBASTIAN.-¿La tuya, cómo está?
LISANDRO.- ¡Sebastián!
SEBASTIAN.- ¡Ah!, ahora te va a dar pena, y hace solo un rato que me preguntabas si me acordaba de los días que veníamos aquí a estudiar y que nuestro sitio favorito era el patio de atrás.
LISANDRO.- Se me ocurrió como algo que pasó.
SEBASTIAN.- Estamos de acuerdo en que las cosas no cambian.
LISANDRO.- En eso si cambian.
SEBASTIAN.- Mentira. Me imagino que con el "training" de las fuerzas Armadas...
LISANDRO.- No es lo que tú te imaginas.
SEBASTIAN.- ¿Ah, no? ¿Vas a quitarme la única posibilidad por la que me gustaría hacer una pasantía en un cuartel?
LISANDRO.- Yo creo que...
SEBASTIAN.- ¿Quiere decir que la artillería de este país, que debería estar del lado que tira, ¿no tira?
LISANDRO.- No te entiendo.
SEBASTIAN.- ¡Capitán! Usted está perdiendo los papeles. Tu sabes, Lisandro, que yo divido la sociedad en dos: los que tiran y los que no tiran, y tu antes estabas del lado bueno.
LISANDRO.- Eran cosas de muchachos.
SEBASTIAN.- Yo sigo siendo un muchacho, entonces. Ya tu sabes del lado que estoy, de los que tiran, Lisandro, de los que tiran mucho.
LISANDRO.- Eres más descarado que antes.
SEBASTIAN.- ¿Qué quieres? Que invente excusas como antes, que te diga que tengo la urgente necesidad de pintar un hombre desnudo y necesito un modelo, y que si el modelo está excitado es mejor porque los músculos se tensan y el cuerpo se dibuja mucho mejor, es eso lo que te gustaría que repitiera.
LISANDRO.- No. Ya esas cosas no me interesan.
SEBASTIAN.- ¿Seguro, Lisandrito, seguro? Vas a dejar tan mal parada a la artillería del país. Quiere decir que ya no piensas, que ya no tiras, que solo uno, dos, tres, uno, dos, tres. ¿Se ha puesto a pensar para qué sirve usted, mi capitán?
LISANDRO.- Le sirvo a la Patria.
SEBASTIAN.- Para qué, Lisandro, si esta Patria no es la que te enseñaron, aquí todos somos hijos de puta, ¿no sabías?, tú no sabes que por los hijos ya la madre patria, es una madre puta.
LISANDRO.- No te permito...
SEBASTIAN.- ¡Esta bien! Sin violencias, perdóname. Si quieres te canto el himno nacional, si tú me juras que izas la bandera soy capaz de cantarte el himno nacional. Pero eso sí, querido, tira, de nada sirve la artillería si no tira.
LISANDRO.- ¡Nunca te han dicho que las maricas como tú dan asco!
SEBASTIAN.- Sí, pero eso también lo tengo superado. Soy un hijo de puta.
LISANDRO.- Qué lástima, Sebastián. ¿Sabes? Yo te quería, me habría gustado quedarme con la imagen de antes.
SEBASTIAN.- ¿Y quizá te hubieras bajado los pantalones, otra vez?
LISANDRO.- No. Ya no.
SEBASTIAN.- Claro, Capitán, me olvidaba, se me olvidaba que las Fuerzas Armadas tienen los pantalones bien puestos.
LISANDRO MIRA CON RABIA Y ODIO A SEBASTIAN, VA A ALCANZAR LA PUERTA AL MOMENTO QUE ENTRA BAUTISTA Y LE DICE CON CIERTA ALARMA.
BAUTISTA.- (ENTRANDO) Lisandro, ¿te vas así, sin despedirte?
LISANDRO.- Pensaba esperar afuera.
SEBASTIAN.- Puede ser en el patio de atrás.
LISANDRO VIOLENTO SE ACERCA A SEBASTIAN, LO PONE DE FRENTE, MOMENTANEAMENTE PARECIERA QUE LE VA A PEGAR, PERO LA INTERVENCION DE BAUTISTA, QUE LOS SEPARA, NO DEJA LLEGAR A LISANDRO A LA VIOLENCIA.
BAUTISTA.- No, por favor.
LISANDRO SE RETIRA.
SEBASTIAN.- Me salvaste del primer golpe que habría recibido en la vida. Creo que por eso odio la milicia.
COMIENZAN A ESCUCHARSE LAS RISAS DE LA ABUELA Y DE JOAQUIN EN EL INTERIOR, AL MOMENTO APARECEN EN ESCENA.
ABUELA.- (ENTRA RIENDOSE) Tu no cambias, Joaquín, siempre de buen ánimo.
JOAQUIN.- Signo de la felicidad, abuelita, la risa.
SEBASTIAN SE RIE EXAGERADAMENTE DESDE SU ASIENTO.
BAUTISTA.- ¿Ya terminaron?
ABUELA.- Sí.
JOAQUIN.- Le voy a traer a mis hijos, abuela, usted sabe, siempre es bueno protegerlos, mucha gente los mira, y hay que cuidarse del mal de ojo.
ABUELA.- Tráelos cuando quieras, y a tu mujer también, no me gusta que los buenos amigos de mi nieto se alejen tanto.
JOAQUIN.- (A LISANDRO) Ve con la abuela y yo te espero.
LISANDRO.- (TENSO) No, se me hizo demasiado tarde, creo que vendré otro día, cuando la abuela esté a solas.
ABUELA.- Bueno, Lisandro, pero acuérdate que tiene que ser un día viernes, y no te importe la hora, ya no salgo nunca de esta casa.
LISANDRO.- Bautista, nos veremos otro día.
BAUTISTA.- Eso espero.
SEBASTIAN.- Adiós, Capitán.
LISANDRO NO CONTESTA Y SALE DE ESCENA. JOAQUIN QUE NO ESTA EN CUENTA DICE SIMPATICO.
JOAQUIN.- Que no es Capitán todavía, Sebastián, imagínate que sería de él, si tan rápido llega a Capitán, perdería interés la vida.
SEBASTIAN.- Es cierto, Joaquín, y tú cuídate de que no te nombren Gerente todavía, puede pasarte lo mismo.
JOAQUIN SE QUEDA SERIO, BESA A LA ABUELA Y SALUDA A BAUTISTA.
JOAQUIN.- Abuela ha sido maravilloso verla, gracias Bautista. Adiós.
SEBASTIAN.- Nadie se despide de mí, pierdo popularidad.
JOAQUIN SALE.
BAUTISTA.- ¡Estas borracho!
ABUELA.- Mejor te quedas durmiendo aquí esta noche, Sebastián.
SEBASTIAN.- No se preocupe tanto, abuela, vaya a recostarse.
ABUELA.- Voy a arreglar otra cama, la pongo en la habitación de Bautista.
LA ABUELA SALE. PAUSA LARGA.
BAUTISTA.- Te luciste hoy.
SEBASTIAN.- Y ahora es cuando me falta.
BAUTISTA.- No debiste decirle eso del "patio de atrás" a Lisandro.
SEBASTIAN.- ¿Qué sabes tú?
BAUTISTA.- Mucho, siempre supe a qué iban al patio de atrás.
SEBASTIAN.- ¿Y no te ponías celoso? ¿O te excitaba espiarnos?
BAUTISTA.- No seas necio, Sebastián. Creo que lo mejor es que te vayas.
SEBASTIAN.- Si, me voy a ir, pero no así, mi querido amigo, debe ser un final honroso, un final operático, y desapareceré por el foro, para siempre.
BAUTISTA.- Volverás.
SEBASTIAN.- No demos vuelta sobre lo que ya hablamos.
BAUTISTA.- ¿Y cuál es entonces, ese final que predices?
SEBASTIAN.- Ninguno, quedarme aquí, un rato, a solas contigo, hacerme una ilusión.
BAUTISTA.- ¿Cuál?
SEBASTIAN.- Que nos amamos, eternamente, en el tiempo.
BAUTISTA.- ¿Te estás burlando?
SEBASTIAN.- No. Qué extraño, ahora no me crees.
BAUTISTA.- Nunca sé cuando hablas en serio.
SEBASTIAN.- Se me olvidó hablar en serio.
BAUTISTA.- Para convertirte en un cínico.
SEBASTIAN.- Si, en un cínico, pero no me culpes de ello, Bautista, que ya pagué por eso.
BAUTISTA.- ¿Cómo?
SEBASTIAN.- Los actos de cinismo ayudan un tiempo, como las drogas, animan al principio, lo hacen sentirse a uno como héroe de nosotros mismos, pero luego… (SE CALLA)
BAUTISTA.- Pero luego… ¿qué?
SEBASTIAN.- Se devuelven como un "boomerang", nos cortan la cabeza como en los cuentos infantiles, y se muere la ilusión, se va muriendo poco a poco todo.
BAUTISTA SE SIENTA CERCA DE SEBASTIAN.
BAUTISTA.- Sebastián, tu eres un hombre maravilloso, todavía estas a tiempo.
SEBASTIAN.- ¿De qué?
BAUTISTA.- De retomar...
SEBASTIAN.- De salvarme, diría tu abuela. (TRISTE) ¿Cómo lo hago, amigo? ¿Con oraciones?
BAUTISTA.- Con metas, con amor, y con oraciones, ¿por qué no?
SEBASTIAN.- Porque nunca las recuerdo.
BAUTISTA.- Yo puedo ayudarte.
SEBASTIAN.- ¿Cómo?
BAUTISTA.- Consiguiéndole un significado a las oraciones.
SEBASTIAN.- No sé lo que quieren decir.
BAUTISTA.- Cuatro esquinas tiene mi casa, cuatro esquinas tiene mi cama. Cuatro ángeles que me acompañan. Es saber que estamos aquí y necesitamos creer en algo, creer, ¿entiendes?
SEBASTIAN.- ¿Creer?
BAUTISTA.- Es un Dios, un Dios que es uno mismo, porque uno mismo lo crea y lo convierte en algo...
SEBASTIAN.- ¡En ángeles!
BAUTISTA.- ¿Dices...?
SEBASTIAN.- En ángeles. Ahí está mi Dios, ángeles y cuerpos. No quiero estar solo, no quiero dormir solo ¿no entiendes?
BAUTISTA.- Entiendo que has dormido solo toda tu vida, de qué sirven los cuerpos.
SEBASTIAN.- De dioses, de vida, de placeres y alegrías.
BAUTISTA.- Ahora no estás alegre.
SEBASTIAN.- Lo estaré dentro de un rato, cuando me vaya y...
BAUTISTA.- ¿Y qué? ¿Te pierdas en el humo y la bulla de un bar?
SEBASTIAN.- Y duerma con alguien.
BAUTISTA.- En la mañana te dará asco.
SEBASTIAN.- No, voy al médico con regularidad.
BAUTISTA NO SABE COMO REESTABLECER LA COMUNICACION CON SEBASTIAN.
BAUTISTA.- Hace rato, cuando hablaste de Sabana Grande, de conciencia, ¿hablabas en serio?
SEBASTIAN.- Si, claro que sí. Sigo yendo a Sabana Grande y a los bares y me quedo sentado mirando, veo a la gente, no puedo evitar mirarlos. Veo tanto, amigo, y tan poco al mismo tiempo. Algunas veces me siento y miro, solo, sin compañía, me quedo callado, mirando, y veo todo como si fuera un turista. ¿Sabes? Entonces me doy cuenta que esta ciudad puede ser tan extraña, tan ajena a uno como cualquier otra, y no es solo la ciudad, es todo y todos, porque si estoy acompañado, algunas veces prefiero escuchar, que me hablen los amigos, que charlen los posibles amantes, escucho cualquier cosa, y sin embargo sigo viendo, sintiendo todo eso que te decía, y me pierdo entre lo que veo y lo que escucho y me descubro extraviado.
BAUTISTA.- Entonces, ¿qué me reclamas a mí?
SEBASTIAN.- Sencillo, yo definí ser un turista de la vida, quizá por eso que tu llamaste práctico, y también porque soy un egoísta de mi mismo. Y aunque opté por ser ajeno, extranjero del mundo, conozco las cosas de él, y conozco a los seres humanos, a los hombres, (SE RIE) sobre todo a los hombres. Cuán miserable somos todos. Si te reclamo, Bautista, es porque tú puedes ser una posibilidad, y pienso que si tu quieres buscar una solución, si optas por buscar una solución, entonces, amigo, olvídate de ti, de las comodidades, del turismo. Olvídate de ti y piensa en los otros, construye a tu alrededor sentimientos de solidaridad.
BAUTISTA.- Qué bueno oírte hablar.
SEBASTIAN.- (SE ACERCA A BAUTISTA) ¿Puedo besarte?
BAUTISTA.- No.
SEBASTIAN.- Eres un egoísta.
BAUTISTA.- Vuelves a lo mismo.
SEBASTIAN.- A la calle.
BAUTISTA.- ¡No te vayas!
SEBASTIAN.- Espero conseguir ésta noche a un ángel.
SEBASTIAN SE VA HASTA LA PUERTA.
SEBASTIAN.- Adiós.
SALE.
ABUELA.- (ENTRANDO) ¡Sebastián!
BAUTISTA.- Se fue, abuela.
LA ABUELA.- Qué mal agradecido, yo le había arreglado la cama.
BAUTISTA.- Tendré que dormir solo.
LA ABUELA.- No, mi amor, sólo no, acuérdate de las oraciones.
BAUTISTIA.- Abuela, reza.
LA ABUELA SE SIENTA EN EL MECEDOR.
ABUELA.- Estoy cansada, Bautista.
BAUTISTA.- Reza, abuela, reza, mientras ordeno lo que tengo aquí en la cabeza.
ABUELA.- Necesito descansar, dormir. Tu también, es muy tarde, hijo.
BAUTISTA.- Sebastián se fue.
ABUELA.- Ya lo sé. No te preocupes por eso. Estarás mejor así. Nunca pensé que Sebastián fuera una buena amistad para ti. No te conviene.
BAUTISTA.- ¿Y si no vuelve?
ABUELA.- Será porque las ánimas te protegen y deciden alejarlo para siempre, no dejarlo entrar otra vez.
BAUTISTA.- Las ánimas no pueden decidir por mí, abuela.
ABUELA.- Te cuidan. Es todo.
BAUTISTA.- Me dá miedo pensar que estoy solo.
ABUELA.- No lo estas. Todos tenemos miedo a la soledad. (PAUSITA.) Yo soy muy afortunada, porque he podido vivir en tu compañía.
BAUTISTA SE HA IDO HACIA LA VENTANA. LA ABRE. UNA ESPERANZA PARECE SOSTENERLO. VER A ALGUIEN.
ABUELA.- No abras la ventana.
BAUTISTA.- Esta casa necesita abrirse, abuela.
ABUELA.- Puedes resfriarte, el sereno no te hace bien, recuerda los ataques de asma.
BAUTISTA SE QUEDA EN SILENCIO, LOGRA ABRIR LA VENTANA DE PAR EN PAR. NO SE VE NADA, SOLO EL AZUL DE LA NOCHE Y UN CANTO QUE PARECE INVADIR EL AMBIENTE. ES UN CORO DE ÁNIMAS, DE REZOS CONFUNDIDOS CON UNOS CANTOS. BAUTISTA ESTA ABSTRAIDO MIRANDO.
ABUELA.- Bautista. ¿No oyes? ¿No escuchas esos cantos?
BAUTISTA.- (AISLADO) No.
ABUELA.- (CASI PARA SI) Entonces, debe ser una ilusión. O quizá, un reclamo. Son las ánimas, Bautista. Pero ¿por qué? (SE LEVANTA, VA HACIA LAS VELAS QUE SE APAGAN POR EL AIRE QUE VIENE DE LA VENTANA) Se apagaron las velas por el aire. Sabía yo que algo pasaba, ellas reclaman, Bautista. Son duras e implacables para recordarnos los compromisos.
LA ABUELA ENCIENDE NUEVAMENTE LAS VELAS, QUE PUEDEN SEGUIR APAGANDOSE SIN QUE ELLA SE DE CUENTA. VA NUEVAMENTE HASTA LA MECEDORA. CANSADA.
BAUTISTA.- Abuela. Yo quiero a Sebastián.
LA ABUELA PARECE NO ESCUCHARLO. HABLA CON UNA VOZ CANSADA Y GASTADA.
ABUELA.- Recuerdo una vez que viajábamos a Caracas en el Camión de Conejero. Así se ganaba la vida mi hermano, tu tío abuelo Conejero, en un camión, haciendo viajes por todas las ciudades y rincones del mundo. Me decía que buscaba algo, pero murió joven Conejero.
BAUTISTA.- Yo amaba a Sebastián.
ABUELA.- Esa vez tu mamá y yo decidimos visitar a Caluisa en Caracas, tu tía. Y nos fuimos en el camión de Conejero. Uno dormía entonces en los caminos, porque antes la tierra era más grande, pero se ha ido encogiendo como el alma de los hombres.
BAUTISTA.- Yo siempre lo admiré, desde cuando íbamos juntos a la escuela.
ABUELA.- Entonces llegamos a la Capilla del ánima del Pica Pica. Conejero le echó gasolina al Camión, y después me dijo que iba a visitar la capilla. A prenderle una vela al ánima para que nos suavizara el camino. Yo me quedé, me dolían las piernas, desde siempre me dolían las piernas.
BAUTISTA.- Los dos descubrimos juntos la vida, abuela, y aprendí a querer el mundo porque se parecía a Sebastián.
ABUELA.- Me quedé en el camión, tu mamá y Conejero se apiaron para llegarse hasta la capillita. Al principio me dió miedo quedarme sola, apenas se escucha el sonido del silencio. Pero después, como si se hubiera encendido un baile, una fiesta, con música y las voces de un gentío, todo esto venía de la capilla.
BAUTISTA.- ¡San Sebastián! Lo vimos en una estampilla una vez, yo le dije que era su Santo patrono y él me contestó que el Santo había muerto, entonces, con los cuchillos que le habían enterrado sus amigos, como flechas. Y yo le juré amistad eterna.
ABUELA.- Yo pensé que alguien pagaba una promesa al ánima, y como se decía que Francisca Duarte era fiestera...
BAUTISTA.- Sebastián no era malo, abuela, no era igual que ahora. Algo lo hizo cambiar y quizá yo no lo quise tanto para salvarlo y comprenderlo.
ABUELA.- Yo no me quise quedar sin mirar la fiesta, Y me bajé del camión.
BAUTISTA.- Él me hablaba siempre de la vida, como si yo me mantuviera velado para mirarla.
ABUELA.- ¿Y a que no sabes lo que me pasó cuando entré en la capilla?
BAUTISTA.- ¿Será cierto que no sé vivir, abuela?
ABUELA.- Nada. Ni un alma, sólo tu mamá y tu tío sentados rezándole al ánima delante de mil velas encendidas. Yo comprendí que me habían reclamado y que me estaban llamando para que le encendiera una vela como ahora lo hacen otra vez.
BAUTISTA.- ¿Y si yo decidiera vivir, abuela, cómo lo haría?
ABUELA.- Bautista, siento que me llaman y como ahora estoy vieja, pienso que es el último llamado. Si, es la muerte y ellas me están aclarando el camino, me lo están iluminando con todas las velas que les encendí mientras vivía.
BAUTISTA.- Me da tanto miedo equivocarme en el camino.
ABUELA.- Escúchame, hijo, mí último consejo. Los rezos están escritos y escondidos en un cajón que está bajo el armario.
BAUTISTA.- No voy a dormir, abuela. Yo siento que he descansado mucho tiempo, en algo tenía razón Sebastián, debería salir a buscarlo.
ABUELA.- Los rezos están en ese cajoncito junto a otros escritos. Es lo único que te dejo de herencia para que no pierdas el camino. Hay algo que no te he dicho, hijo mío, tú que eres el último y el elegido, porque Dios me dio vida para cuidarte y conducirte. Se acabó la familia, Bautista, porque tenían muchas ilusiones pero más aún conformismo. Tu no, eres el elegido para romper esa maldita casta de hombres esperando. Todo es mentira, Bautista, hay que procurarse las cosas a la fuerza si no nos las dan. Basta ya de conformismos, al mismo Dios tenemos que arrebatarle la vida si quiere interponerse en el camino. Es lo último que te digo porque ya me tienen sorda los gritos y los rezos, los cantos y las voces de las ánimas. ¿Tú me escuchaste, verdad, Bautista? Tus oídos son muchachos y sé que pueden oírme por encima de las voces y este escándalo. Dios te bendiga, ¡hijo mío!
SILENCIO. LA ABUELA MUERE EN SU SILLA SIN QUE BAUTISTA SE PERCATE. YA NO SE ESCUCHA NADA. APARECE EN EL AZUL DEL INFINITO DETRAS DE LA VENTANA, UNA LUNA ENORME, PLATEADA, QUE TRAE UNA IMAGEN DE SEBASTIAN MUERTO COMO EL SANTO Y MAS LUEGO UN SEBASTIAN TRANSFORMISTA. EN EL SILENCIO APENAS SE ESCUCHAN LAS ULTIMAS PALABRAS DE BAUTISTA.
BAUTISTA.- Abuela, no hay nadie. Solo alcanzo a ver la LUNA!!!
TELON FINAL.
JOSE SIMON ESCALONA
Puerto Rico
1979