BALCON DE PIEDRAS
Memorias de un vigía por José Simón Escalona

“PORTALES”

Hay puertas que abren mundos e inframundos.

En el Teatro El Globo de Shakespeare nos recibe la inscripción «Totus mundus agit histrionem”, conocida por la traducción en una de sus obras de teatro como “El Mundo es un escenario”. Visité la réplica de El Globo en Londres hace algunos años. Sobre la edificación, su localización original y formas específicas persisten muchas dudas. La historia del Teatro El Globo es fascinante, pero a decir verdad existen pocos elementos que puedan asegurar que esos cuentos son verídicos. La visita a El Globo me dejó atónito como hombre de teatro pero también como amante de la historia y el urbanismo. Yo quedé fascinado con la construcción, desde los asientos y sobre el escenario. La forma de O del anfiteatro isabelino es una mezcla del teatro veneciano y de los originales griegos. Es el concepto mismo del Renacimiento. Cuando se abre la puerta para entrar al patio central quedas atrapado en ese círculo espacial que tiene en el escenario la fuga hacia la imaginación, al sueño, a otros mundos cargados de emociones y lecciones. La forma del Teatro El Globo sirvió para afirmar la dramaturgia del gran autor inglés, era el lugar perfecto para escenificar su extraordinaria dimensión trágica, dramática, de comedias y poesía, para el público popular que colmaba el patio y para la sociedad que podía pagar los palcos.

Mi historia personal con Shakespeare está llena de frustraciones. Traté de escenificar “Romeo y Julieta” en el teatro liceísta, donde me inicié como director, pero lo complejo de su verbo me hizo aplazar tal ambición. Luego personifiqué a Hamlet, en un montaje experimental de Reynaldo Rodríguez y mí siempre bien recordado vecino, amigo y padrino artístico Otto Casales. La anécdota del estreno resultó hilarante. Lo hicimos en el Teatro Santa Sofía de la misma urbanización de Caracas, que se inauguraba como sala teatral. Por exigencias de los directores me decoloraron el cabello hasta el blanco puro, dejándome el cuero cabelludo ardido por el agresivo tratamiento. Yo mismo diseñé la escenografía, pero la iluminación no la vimos sino en pleno estreno, el teatro tuvo retrasos en cuanto a la instalación de los equipos. El escenario estaba bajo focos con filtros rojos, así que cuando hice mi entrada, un chistoso del público comentó que me parecía a “Archie”, famoso personaje de tiras cómicas, y no al príncipe de Dinamarca. Todo el teatro estalló en carcajadas. Luego de eso y de mi “vis cómica” al decir de mi abuela materna, el público estuvo riéndose durante la hora y tanto del loco Hamlet. Mi compañera Ofelia la representó una actriz que venía de mi misma escuela, Isamar Hernández, quien también se dedicó a escribir televisión y lo sigue haciendo con muchos éxitos fuera del país. Creo que para ambos fue una experiencia traumática que nos conflictuó con la actuación. La temporada fue terrorífica. El Teatro era nuevo, la promoción escasa y la crítica demoledora empeoró todo a pesar de los empeños en subsanar errores. Por eso me cuesta abordar a Shakespeare como autor, aunque siempre le prometí al gran maestro Fernando Gómez que haríamos juntos El Rey Lear, mi obra favorita sobre la ingratitud humana, y guardo la versión que jamás le di para revisar porque como les explico a muchos, era imposible que el Theja pudiera satisfacer tantas aspiraciones de sus numerosos y talentosísimos artistas. No hay espacio para tantos.

LA DIVINA COMEDIA – AÑO 2009

En el vestíbulo del Infierno de La Divina Comedia, se lee el verso “Lasciate ogni speranza voi ch′entrate”, que traduce “Deja aquí toda esperanza”, una advertencia de la pérdida del alma humana, pues la esperanza y el amor mueven “el sol y las estrellas” como bien lo dicen los hermosos versos de Alighieri. Cuando en 2009 representamos El Infierno para cerrar nuestras actividades en el Teatro Alberto de Paz y Mateos, sabíamos que esa obra inmensa de la literatura era la adecuada para irnos de un lugar que fue trascendente para nosotros. El Alberto tiene esa particularidad de teatro a la italiana y de anfiteatro por la disposición en escalera del público. Cuando actúas en ese mágico Teatro, el público se convierte en una cortina de ojos que brillan en la oscuridad de la platea como si se trata de una visión cósmica, por eso el Theja, ya acostumbrado a mirarse en el espejo de los ojos del espectador, consiguió el espacio idóneo para desarrollar su propuesta estética y ética; desde ese escenario besábamos al público, lo mirábamos como cuando haces el amor y las miradas se encuentran en el deseo y la satisfacción. Sé que cuando crucemos este infierno regresaremos con una versión de El Paraíso, de la misma Divina Comedia.

LA CELESTINA – AÑO 2007

Ambas lecciones son puertas que nos conducen a la reflexión. Los portales son una obsesión en nuestras puestas en escena y en mi dramaturgia. La escenografía de La Celestina, era solo una puerta abierta a la burla y la mentira que destruía los principios íntimos del amor juvenil, del futuro. Una visión trágica que cerró los tiempos perversos antes de El Renacimiento. Una puerta rodante que convertía la escena en todos los ambientes necesarios, flotante en un ciclorama gris sin fin, servía como único elemento escenográfico cuando montamos “El Alquimista” de Ben Jonson, contemporáneo de Shakespeare, como un presagio. La obra cuenta sobre la peste que obliga a don Agudo a huir de Londres, dejando su casa a cargo de El Capitán Cara, quien en comandita con el estafador Sutil y la prostituta Dol, convierten el hogar en un lugar criminal donde todo tipo de bandidos llegan en búsqueda de una solución material a sus ambiciones. La obra se centra en lo que sucede cuando una persona busca aprovecharse de otra, algo muy extendido desde aquellos tiempos a los nuestros. Bajo la dirección de Javier Moreno, la actuábamos entre otros actores, Javier Vidal como Sutil, Julie Restifo representando a Dol y yo como el falso Capitán y alquimista que convertía todo lo que tocada en falsedad. Una alegoría.

EL ALQUIMISTA – 1987

Las puertas conducen a espacios inimaginables, o laberintos, estancias de consuelo en otras, pero también cuando se cierran nos mantienen sometidos a los caprichos, engaños,  mentiras y perversiones de los seducidos por el mal.

Mi alma es una puerta hacia la esperanza, nos sostiene en cualquier circunstancia, y aunque eso no significa ninguna forma de resignación, sirve de impulso a nuestras acciones y convicciones. Ayer leí mi nueva obra de teatro a mi hermana Angélica y a mi compadre Vidal. La puerta sigue abierta al escenario.

 

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José Simón Escalona

Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal.

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