FRAT

Fraternidad es el espíritu del siglo XXI. La Revolución Francesa sigue indicándonos el camino, inspiró en el siglo XIX la liberación de los países colonizados, y del siglo XX el florecimiento a la igualdad con lo más brillante de los acontecimientos del siglo pasado: la promulgación de los Derechos Humanos. Pero lo que nos propone el siglo XXI es convertirnos a todos, el planeta, la raza humana, la gente del mundo en una comunidad frat. La humanidad, quiera verse del modo que sea, cada día será mejor. Pienso en los seres humanos que sucumbieron al hambre y el cansancio durante la construcción de las pirámides, por ejemplo, y entiendo que morían como hormigas bajo el látigo de la esclavitud y la violencia. La persecusión cristiana desencadenó todo tipo de guerras y exodos; y hasta en el pasado reciente basta recordar el horror del holocausto. Superar la pobreza del mundo actual es el gran reto de la humanidad. Solo una nueva inspiración humanista, fraternal, puede salvarnos.

Ese espíritu ya prendió en Buenos Aires, la ciudad más universal de Latinoamérica. Tenía que ser aquí, al sur y por estos lares que la fraternidad haría su aparición para conducir espiritualmente a nuestro tiempo. Hay algo que se respira en Buenos Aires que tiene mucho de familiaridad. Los argentinos son superlativos en su forma de expresarse, de vivir, de sentir, de recibirte y celebrarte. Son amistosos, son hermanos, son íntimos y afectuosos. Su forma poco estridente de ser lo compensa con los modismos del lenguaje. Una buena mesa es mejor cuando se nombra una mesaza, pero cuando es superior es una remesaza, Mirtha Legrand dixie. Me encanta “chamuyar” en Baires, se habla, se liga, se cautiva. Un “fotón” para las redes deja huella. Los buenos boliches y los pibes guapos “son una masa”, y ser “zarpado” puede ser una crítica pero tambien un elogio. No me junto con “caretas”, falsos o que no saben compartir, prefiero los “copados”. Todo esto lo viví en un refiestón ofrecido por mi mejor amigo y excéntrico genial Hugo Perez LaRoche en su residencia de Recoleta, y organizado por los fantásticos gemelos Hilton, Juan y Luis que son una fuente infinita de entretenimiento. Dos reguapísimos catires o rubios fraternos por partida doble, gemelos, que para nosotros es ser morochos, pero que allá tiene que ver con el tipo físico de ojazos y cabellos negrísimos, por eso a Gardel lo llamaban “el morocho del abasto”; claro que no voy a explicar lo del “abasto” porque puede prestarse a otras procaces interpretaciones.

El refiestón de espíritu frat me dio la oportunidad de conocer a los “trillizos” Caruso, hermosos, amistosos, atentos, educados, conversadores, es decir, fraternos. Recordé a las “Trillizas de oro”, las Marías pop de los setenta y ochenta, pero estos tres chicos, Luciano, quien en realidad le lleva algunos pocos meses a los gemelos Rodrigo y Franco, son de plata pura, de una sola pieza, brillantes, resplandecientes, un río de ensueños. La belleza íntegra de estos pibes me fascinó. Y junto a estos, el jefe del ramillete frat. El precioso Matias, una joya, brunido. Con quien departí bajo el encantamiento de su inteligencia y de su voz, ronca y melodiosa, como la música del extraordinario y desinhibido artista DJ Traviesa. La buena conversación, la belleza y la música me hicieron sentir en el futuro. Superlativo del superlativo. Seremos como ellos y tan intensos como los signos de su fraternidad.