Balcón de piedras
Memorias de un vigía, por José Simón Escalona

Malecón

Soy orillero, nací a orillas de un río. Desde niño arraigo los paseos del malecón.

-¡Malecón, malecón!

Cuántas veces confundí las voces. Llevo ecos, rumores y gritos como un coro bullicioso que incordiaban mis caminatas a la vereda de aquel río, tan distintas a los alegres repasos de dos magníficas rías. Ríos femeninos, ríos hembras con malecones.

La desembocadura de un río que lo penetra el mar, salando sus aguas y confundiendo sus flujos suelen llamarse rías, un concepto machista sin duda, que yo prefiero llamar Esteros como en nuestros llanos, y relegar los insultos, la brutal intolerancia, los violentos prejuicios. Orillero también alude a una condición marginal, a gente de arrabal, al agravio clasista. Pero las palabras no tienen sexo sino géneros, no tienen ofensa sino poética. El lenguaje muta como tantas veces en la historia. Basta ver las series mexicanas y en especial españolas, por referencia a las habladas en nuestro idioma, donde las groserías y expresiones populares sustituyeron los ingenios del diálogo. A los personajes españoles las groserías “se la sudan”, por ejemplo. Vaya usted a saber exactamente qué le suda; pero dejemos los prosaicos modismos y volvamos a las telúricas rías con malecones.

Hay dos ciudades con rías y malecones que me cautivan. Bilbao y Guayaquil.

Bilbao -Teatro-Arriaga

A Bilbao la cruza su ría por confluencia de los cauces del Ibaizabal y del Nervión en la salida al Mar Cantábrico. Tanto la Ciudad Vieja como el Barrio La Peña me remiten a Guayaquil por estas coincidencias, pues en ambas ciudades encuentro los encantos de un centro antiguo y el arrabal, tal como en mi natal Angostura del Orinoco, con su Casco Histórico y su orillero Barrio de Perro Seco. Posiblemente por eso me atraigan estas ciudades portuarias, me siento en ellas como en casa.

Pasear el malecón de Bilbao por su margen derecha rememora la emoción al descubrir el Teatro Arriaga, una edificación neobrarroca de finales del siglo XIX, con un aire a la Ópera de París, hermosamente restaurado y mantenido. Cruzar el magnífico puente de Calatrava para ir a la margen izquierda y visitar el Museo Guggenheim, es disfrutar de la extraordinaria renovación urbana de los 90, una emocionante obra de la arquitectura y el saneamiento ambiental que rescata lo mejor de su geografía, su historia, arte y declaración de futuro. El Barrio La Peña, que sufrió una riada catastrófica en los 80, es ahora el enorme y grato Parque de Ibaieder. La ría, que fuera un vertedero contaminado, hoy día es un lugar para agradecer las orillas, sus márgenes y celebrar el rediseño de una de las ciudades más deleitables de Europa.

Barrio Las Peñas – Guayaquil

Guayaquil, por el este a orillas del rio Guayas, y por el oeste con los Esteros salados, confluencias de otros ríos hacia el océano pacífico, también prospera en su regeneración urbanística con el nuevo siglo. Sorprende la belleza y el empeño en recrear esta agraciada ciudad con un malecón de trazo moderno pero sin que ello opaque la belleza de sus edificios antiguos y sus barrios bajos. El neoclásico Palacio de la Gobernación asombra imponente, como también la magnífica Torre Morisca con su reloj antiguo. El Mercado Palacio de Cristal es otra joya de la arquitectura patrimonial. Pero es al noreste de la ciudad y hacia el final del malecón donde la huella de la renovación urbanística nos reconforta.

Ahí, al pie del Guayas, donde nació la villa original está el Cerro Santa Ana, junto al tradicional Barrio Las Peñas. Un lugar que fuera menesteroso y violento es ahora colorido y placentero de visitar. Subir sus mas de 450 escalones para alcanzar la cima y contemplar el paisaje es un placer de vigía. En el trayento de subida descubrimos tantos espacios culturales, artesanía, gastronomía, encuentros para la conversación y el intercambio de ideas que antes de llegar al ultimo escalón ya somos cautivos de Guayaquil y su gente de ría. Qué tardes y paseos humanistas. Un lugar que los peripátéticos habrían tomado por costumbre.

Cuando visito estas ciudades tengo la sensación de regresar a mi origen. Me seduce la posibilidad de vivirlas, escribir durante el día para caminar estos frescos malecones en los atardeceres, enamorarme, reír hasta la madrugada en alguna de sus estancias con amigos parlanchines y las caricias de los aires de sus caudales a veces dulces y otras saladas como la vida misma. Me emociona la ensoñación de regresar a Angostura, pero entonces recuerdo…

-¡Malecón, malecón!

Cuánta ignominia. El verdadero insulto es el descuido y deterioro del viejo Paseo Falcón de mi Ciudad Bolívar a orillas del Orinoco, un deterioro que ni siquiera la brisa del río ni la belleza de sus ocasos pueden ocultar. Barbarie y castigo al malecón.

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José Simón Escalona

Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal.

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