Original de José Simón Escalona
Señoras
De José Simón Escalona
PRIMER ACTO
UN MODESTO APARTAMENTO DE UN EDIFICIO CONSTRUIDO DURANTE LOS AÑOS DE LA DICTADURA PEREZJIMENISTA CERCA DEL CENTRO DE CARACAS. EL MOBILIARIO TAMBIÉN RECUERDA LOS AÑOS FINALES DE LOS CUARENTA Y PRINCIPIOS DE LOS CINCUENTA, PERO MUY MODESTOS. HAY CORTINAS ESTAMPADAS QUE ADORNAN LAS DOS PUERTAS DE LAS HABITACIONES, ASÍ COMO LAS DE LA COCINA, QUE CONSERVA EL MARCO PERO SIN PUERTA. LOS MUEBLES DE LA SALA SON DE CUERO VERDE, UNA RADIO, UN TELEVISOR UN TOCADISCOS PORTÁTIL, UNA VITRINA CON VASOS, COPAS, PLATERÍA Y OTROS AFINES BARATOS QUE EN ALGÚN TIEMPO TUVIERON USO.
LA PUERTA DE ENTRADA SE ENCUENTRA HACIA LA IZQUIERDA CERCA DEL CENTRO DEL ESCENARIO Y AL FONDO DE UN PASILLO. LA PUERTA ESTA PINTADA DE MARRÓN CON PINTURA DE ACEITE, BASTANTES VECES REVESTIDAS. INMEDIATAMENTE A LA DERECHA DE LA PUERTA DE ENTRADA, HACIENDO ANGULO DE NOVENTA SE ENCUENTRA LA PUERTA DE UNA PRIMERA HABITACIÓN CUYO INTERIOR NO VEMOS; EN ESTA MISMA PARED, YA EN EL SALÓN, SE ENCUENTRA LA PUERTA DE LA HABITACIÓN PRINCIPAL, EN SU INTERIOR A LA VISTA DEL ESPECTADOR, HAY UNA CAMA MATRIMONIAL, PESADA, DE MADERA, UNA CÓMODA CON UN GRAN ESPEJO Y GAVETAS, HAY UN CLOSET Y UN ESCAPARATE Y UNA CAMA INDIVIDUAL PEQUEÑA, TAMBIÉN DE MADERA. EN LA HABITACIÓN HAY MUY POCO ESPACIO PARA CAMINAR.
EL SALÓN-COMEDOR DEL APARTAMENTO TIENE DOS PUERTAS MAS EN LA PARED DE FONDO. UNA PUERTA CONDUCE AL BAÑO, QUE SIEMPRE VEREMOS CUANDO SE ABRE LA PUERTA, ES INCÓMODO Y PEQUEÑO CON LAVAMANOS DE UN LADO, UNA POCETA QUE HACE PERFIL, AL FONDO UNA DUCHA, HAY UNA VENTANA ALTA CON VIDRIOS BLANQUEADOS QUE PERMANECE CERRADA. LA OTRA PUERTA ES DE LA COCINA, UN ESPACIO MUY REDUCIDO, COMO SI FUERA UN CLOSET AL QUE SE LE HAN QUITADO LAS PUERTAS Y UTILIZADO ESTE ESPACIO PARA MENESTERES DE COCINA, SIN EMBARGO, TIENE UNA VENTANA ENMARCADA POR UNA CORTINA DE “VICHI” QUE DA AL PASILLO INTERNO DEL EDIFICIO. YA FUERA DE LA COCINA SE ENCUENTRA LA NEVERA “FRIGIDAIRE”, MUY VIEJA. CERCA DE LA NEVERA Y PEGADA A LA PARED, LA MESA DEL COMEDOR QUE SIEMPRE GUARDA LAS SILLAS RECOGIDAS POR FALTA DE ESPACIO Y QUE LUCE UN DECORATIVO MANTEL PLÁSTICO. EL APARTAMENTO ES ALTO, CORNISA DECORATIVA ENTRE EL FINAL DE LAS PAREDES Y EL TECHO. HAY UNA FOTO DE LAS TRES HERMANAS CUANDO JÓVENES, RETOCADA ARTIFICIALMENTE COMO EN LA ÉPOCA.
AL COMENZAR LA ACCIÓN, EN UN ATARDECER VICIADO Y NADA NATURAL, NO HAY NADIE EN ESCENA. SE ABRE LA PUERTA DE ENTRADA Y APARECEN LAS TRES MUJERES: CALUISA, LETICIA Y EQUÍN, HERMANAS Y EN EDAD CRONOLÓGICA EN EL MISMO ORDEN CITADAS. LAS MUJERES TIENEN A PRIMERA VISTA UN CIERTO AIRE EXTRANJERO, PERO AL HABLAR NO CABE DUDAS SOBRE SU NACIONALIDAD VENEZOLANA. LAS TRES SON CORPULENTAS Y SUS EDADES OSCILAN ENTRE LOS SESENTA Y LO SETENTA Y CINCO AÑOS. LAS TRES VISTEN MUY SOBRIAS. ENTRAN DESANIMADAS, Y LUEGO DE CIERTAS ACCIONES COTIDIANAS Y UN SILENCIO PESADO Y LENTO, CALUISA SE ATREVE A HABLAR.
CALUISA: Olvidarse del funeral de mamá.
LETICIA: (SUAVE) No se olvidaron.
EQUÍN: (DISCULPANDO) Todos enviaron telegramas.
CALUISA: Treinta y dos años trabajé en el correo, jamás vi a alguien llorar cuando enviaba un telegrama.
EQUÍN: No se llora después de tantos años...
LETICIA: (LLORANDO) No es cierto.
CALUISA: La gente llegaba a la casilla, decían siempre lo mismo, como una tabla: la del muerto, la del matrimonio, la del cumpleaños... un enfermo... y la primera pregunta era cuánto les iba a costar. (ACTUANDO COMO SI FUERA OTRA PERSONA) ¡Poquitas palabras para que me salga más barato! (PARA SI) Poquitas palabras, me acostumbre a poquitas palabras. Creo que mi vida podría resumirla en un telegrama ba-ra-to. (SENTENCIA) El telegrama es una manera fácil de quedar bien y sin sentimientos de culpa.
LETICIA: Tienen sus vidas, Caluisa, cada uno con sus hijos, sus maridos o sus mujeres.
EQUÍN: Nosotras ya estamos viejas. Hay que comprender. El mundo cambia, cambió mucho. Ya no es el mismo de antes.
CALUISA: ¡Mentira! Todos son unos malagradecidos. El mundo siempre es el mismo. Lo que son es malos hijos, y peores nietos.
LETICIA: No puedes decir eso.
EQUÍN: No tuviste hijos, por eso no entiendes.
CALUISA: No tuve hijos, pero tuve madre, y siempre me acordé de ella… me sigo acordando de ella….
EQUÍN: Después de vieja.
CALUISA: Siempre.
EQUÍN: No me hagas hablar
CALUISA: ¿Qué vas a decir?
EQUÍN: Cuando te fuiste de Bolívar con Ramón, sin casarte, no te preocupaste por mamá.
CALUISA: (MOLESTA) No me busques la lengua, catira. Tú toda la vida has sido una consentidora. Claro de que otra forma podrías ser… ¡una mujer que se casa porque está esperando un hijo!
LETICIA: (CALMÁNDOLAS) ¡Shiii! ¿A qué viene sacarse todo eso ahora?
EQUÍN: Todo el mundo tiene su historia. Yo lo sé. A la gente le gusta condenar, pero todos fuimos jóvenes, también cometimos errores.
CALUISA: (AL ATAQUE) Tú disculpas a tus hijos con esas excusas. Pero yo no. Son malos, esa es la verdad, malos. No tienen sentimientos ni corazón. Duros, se han vuelto como piedras mientras ustedes se convirtieron en un par de zoquetas. (LA REMEDA) “Cada uno tiene su vida, Caluisa”, “No tuviste hijos, tú no comprendes…” ¡Comprendo! Cada quien hizo su vida, es la verdad, tan cierto como que en la vida de ellos, ¡de ninguno de ellos cuentan ustedes! ¿Acaso no están aquí, viviendo conmigo? ¡Olvidadas! Las tres apretadas en ese cuarto por miedo a separarnos hasta de noche, por miedo a quedarnos atrapadas en ese otro maldito cuarto de atrás.
LETICIA: (ASUSTADA) ¡No maldigas!
CALUISA: ¿Qué puedo perder, ah? (BURLÁNDOSE) ¿La Gloria de Dios?
LETICIA: (CON MIEDO) ¡Cállate, Caluisa!
CALUISA: (FRENÉTICA) ¡No me callo! Me buscaron la lengua. Nadie me manda a callar ya.
EQUÍN: Has estado callada toda tu vida.
CALUISA: ¡Pues me cansé!
EQUÍN: Vives diciendo que estás cansada de todo.
CALUISA: Sí, de todo, pero lo que más me tiene cansada es callar. Nos olvidaron. No vino ninguno al funeral de mamá. No van a venir, hasta que no se muera una de nosotras no van a volver.
LETICIA: No digas eso hermana.
CALUISA: No deberías tener miedo de oírlo. Es posible, también, que no vuelvan nunca. Allá ustedes y sus esperanzas. No voy a sentarme a esperar. ¿Qué puedo esperar yo? ¿Saber cuál de nosotras va a caer primero? No, señor, ese miedo morboso no lo quiero más conmigo.
LETICIA: ¿Qué puedes hacer…?
CALUISA: ¡Inventar algo! Aquí tiene que pasar algo. ¡Una vaina! Una vaina tamaña, contundente. Tiene que pasar una vaina.
EQUÍN: Estás loca.
CALUISA: ¡Esta noche no se duerme! Se acabó el miedo de acostarse pensando que mañana no hay nada que hacer. Si hasta la muerte andamos mendigándola suavecita. Muerte blanca, ¿para eso vivimos? ¿Para morirnos durmiendo? No, ¿verdad? Entonces se acabó. Se terminó el miedo. No se duerme y se decide una vaina, aunque suene a revolución.
EQUÍN: Pero si tú eres chapada a la antigua, Caluisa, ¿te das cuenta lo que estas diciendo?
CALUISA: Si me doy cuenta. Tan chapada a la antigua, tan antigua de verdad verdad, que me harté de tanto modernismo. Ahora la vanguardia soy yo. Con setenta y cinco años, yo soy la vanguardia.
LETICIA: Caluisa, pero si tú no eres comunista.
EQUÍN: ¡Zape! A mí no me gusta la política.
CALUISA: ¿Qué saben ustedes de política, de comunismo? Unas guacharacas, eso son ustedes, repiten y repiten sin conocer nada. ¿Cuándo en su vida leyeron un periódico? ¿Cuándo salieron un poquito más allá de la puerta de su casa sino hasta el abasto del portugués de la esquina? ¿Cuál negocio hicieron alguna vez? ¿Sacarle fia’o al portugués ése que les alteraba las cuentas? Ustedes no han vivido, se enterraron a la sombra de un marido y unos hijos que ahora les voltearon el culo.
LETICIA: Deja las groserías, Caluisa.
CALUISA: Es lo único que aprendí viviendo. Groserías y rabia. Tú no las dices, Leti, porque no sabes nada de la vida.
EQUÍN: Como dice la canción. (RÍE, BURLISTA) Ahora te volviste una rocola, hablando como una rocola. ¡Cursi! No seas cursi. Caluisa, estás hablando en D-14, B-16, X-30… como numérico de rocola. (SIGUE RIÉNDOSE) “Tú no comprendes”, “Tú no sabes nada de la vida”, “Sin sentimientos ni corazón”… Mija, el lugar común de los comunes.
CALUISA: (CONTENIDA) Búrlate, llámame cursi, ríete… (AHORA FURIOSA) pero no te oigo más el cuentico de telenovela y el lloriqueo cuando te acuerdas que tu marido te paseó cuanta zorra conseguía frente a la ventana de tu casa. Sentándole los fondillos en el mismo asiento que tú ocupabas en su carro.
EQUÍN: (HERIDA) ¡Pero era la señora! Yo señora, las otras eran las queridas. Yo ¡la señora! (LLORA).
CALUISA: (CONDESCENDIENTE) Con tan poco te conformabas ¿verdad? (CARIÑOSA) La muchachita de la casa. Tanto sacrificio que hicimos mamá y yo para que estudiaras… (CÍNICA) Profesión: ¡Esposa de un profesor putañero!
EQUÍN: (MOLESTA) ¡Déjame!
CALUISA: (BURLISTA) La señora del profesor. (RÍE)
LETICIA: Déjala, Caluisa.
CALUISA: Sí, la dejo… (PAUSA) Esta noche no se duerme. Con o sin razón. Con o sin esperanza.
LETICIA: Yo tengo esperanzas.
CALUISA: ¿Cuál? Que alguno de tus querubines se acuerde algún día de ti y te encarguen los nietos por una semana de vacaciones, mientras ellos descansan de los hijos.
LETICIA: (SIN CREERLO) Los hijos no cansan.
CALUISA: Sí. Y pesa tanto criarlos como no tenerlos.
EQUÍN: No puedes decir eso
CALUISA: ¿No? ¿Qué haces tú entonces esperando que tu marido se enferme de viejo, se ensucie los pantalones para que decida volver contigo, y tengas que limpiarlo?
EQUÍN: Lo haría con gusto. Tengo mis hijos, y mi marido está vivo.
CALUISA: (CÍNICA Y BURLISTA) ¡Ay, si! ¡¿Señora?!
LETICIA: Caluisa, si no esperas nada… ¿cómo sobrevives?
CALUISA: No sobrevivo. (PATÉTICA) Soy una mujer que trabajó treinta y dos años en Correos y que tuvo un marido que le dio todo.
EQUÍN: Hasta una madre ciega que tenía que comer sin sal y que tardó siglos en morirse, como un fantasma en ese cuarto de atrás. Un marido que te dio todo lo que tú querías, menos un hijo.
CALUISA: (CON SORNA) No sé si lo quería.
LETICIA: Me siento mal.
CALUISA: (SIN OÍRLA) Quizá al principio tuve la ilusión de tenerlos, pero ahora, las veo a ustedes así como están, y estoy contenta de no haberlos parido.
EQUÍN: ¿Y cómo estamos?
CALUISA: Por lo menos no mejor que yo. Guardan la amargura de la ingratitud de sus hijos, hasta después de muertas estarán esperando una misa de recordatorio… (RÍE) y nada. No se acordaran. La memoria es vana, recuerda sólo lo que interesa. Es posible que alguna vez las recuerden… dirán: “pobrecitas, tan buenas que eran las viejitas…” y se sentirán reconfortados, cumpliendo su pequeña cuota de sufrimiento humano y social. (SUSPIRA)¡La memoria da asco! También se acostumbró a la corrupción. Al igual que todos en este mundo.
LETICIA: Tengo ganas de vomitar…
CALUISA: Hazlo.
LETICIA SE VA PARA LA CALLE. SE PRODUCE UN SILENCIO.
EQUÍN: ¿Puedo quedarme aquí?
CALUISA: No.
EQUÍN: ¿Por qué no me dejas, Caluisa?
CALUISA: No hay que dejarse alcanzar por el desorden.
EQUÍN: Debajo de la mesa… escondida
CALUISA: No es honesto.
EQUÍN: Por favor…
CALUISA: Te quedas encerrada en el baño, y no salgas hasta que yo te avise.
EQUÍN: (VA AL BAÑO, DESDE LA PUERTA) Me gustaría quedarme alguna vez.
CALUISA: Es preferible que te lo imagines, será mejor.
EQUÍN: ¿De veras, lo crees?
CALUISA: Si.
EQUÍN SE ENCIERRA EN EL BAÑO. CALUISA SE LEVANTA. CAMBIA LA ATMÓSFERA DEL AMBIENTE. CALUISA SIENTE FRÍO, SE PONE UN SUÉTER VIEJO. ACTÚA COMO SI SE ENCONTRARA SOLA EN LA CASA. NO SABE QUE HACER. ESTA FASTIDIADA. VA AL TELEVISOR, LO ENCIENDE, HAY UN PROGRAMA DE CONCURSO, SE ESCUCHA EN EL TELEVISOR LA VOZ Y VEMOS LA IMAGEN DE UN PRESENTADOR.
PRESENTADOR TV: ¡Señoras y Señores! Llegamos felizmente a la emocionante etapa final de éste, su programa de concursos “Maternidad a la fama”. Deje de ser un ciudadano anónimo y atrévase a inscribirse en nuestro programa. Si usted canta, actúa, es mago o payaso, cualquiera sea su talento, inscríbase ya. Recuerde que son más de veinticinco años lanzando estrellas a este hermoso y enriquecido país.
CALUISA APAGA EL TELEVISOR. SE DIRIGE AHORA HACIA LA RADIO. SE ESCUCHA EL “SLOGAN” DE UNA PUBLICIDAD.
LOCUTORA RADIAL: “Advertencia se ha determinado que fumar cigarrillos es nocivo para la salud.”
CALUISA APAGA LA RADIO. LUEGO LAS LUCES DEL APARTAMENTO. POR LA VENTANA DE LA COCINA ENTRA LUZ DEL PASILLO Y VEMOS LA SILUETA DE LETICIA QUE PARECE ESPIAR HACIA EL INTERIOR DEL APARTAMENTO. CALUISA SE SIENTA. ENCIENDE UNA LÁMPARA DE MESA QUE DEJA UNA LUZ BERMEJA Y TRISTE, POBRE. CALUISA REVISA EN UNA CAJITA Y CONSIGUE CIGARRILLOS. LO ENCIENDE.
CALUISA: ¡Un cigarrillo! Nunca me gustó fumar, ni terminar de fumarme un cigarrillo. Una se fastidia. Llega un momento, dos, tres, de fastidios, uno detrás del otro… una cadeneta de papel de seda. Después se pierde la cuenta como en los tejidos y una vive fastidiada. Queda entonces la única posibilidad de hacerse preguntas necias. ¿Qué puede hacer una mujer sola, vieja, cansada y entre cuatro paredes? Como una presa, una sola libertad: encender el televisor o fumarse un cigarrillo. Y con la prohibición de recorrer toda la casa a nuestro antojo, sitios que no se deben pisar por miedo. (MIRA HACIA EL CUARTO DE LA ENTRADA. REFLEXIONA) ¿Seré yo la única que se está haciendo está pregunta en este mismo instante?
SE DIRIGE AHORA HACIA EL TELÉFONO. NO TERMINA DE FUMARSE EL CIGARRILLO. HABLA AL TELÉFONO.
CALUISA: Nada, te quedaste como yo. Igualito a mí, teléfono, serví algún tiempo, ahora muda, sin corriente.
CALUISA AGARRA EL TELÉFONO Y VEMOS QUE EL CABLE ESTA DESCONECTADO.
CALUISA: ¿Para qué pagar un teléfono que no suena, que si sonaba alguna vez, nunca fue para una buena noticia.
SUENA EL TIMBRE.
CALUISA SE SOBRESALTA CON EL TELÉFONO EN LA MANO, SE PERCATA DEL TELÉFONO DESCOLGADO. NUEVAMENTE SUENA EL TIMBRE PERO AHORA CLARAMENTE EL DE LA PUERTA. DEJA EL TELÉFONO EN SU SITIO AL DESCUBRIR DE DÓNDE VIENE EL SONIDO. MIRA HACIA LA PUERTA, INCRÉDULA.
CALUISA: ¿A estas horas…? (PARA SI) No puede ser el cartero, nunca viene. Ni tampoco un vendedor, son especialistas en saber dónde pueden vender. ¡¿Y si estoy soñando?! No, dejé de soñar hace muchos años.
SUENA EL TIMBRE.
CALUISA: (SOBRESALTADA) Dios mío, será posible que alguien se acuerde que un fantasma vive en esta casa.
Suena nuevamente el timbre, Caluisa se sienta otra vez en su sillón favorito y disfruta del sonido constante del timbre.
CALUISA: (SUSPIRA) ¡Ahhhh! Me había olvidado que bonito sonido tiene el timbre de esta casa. (SUENA EL TIMBRE) ¡Otra vez! (RÍE DE SUS PENSAMIENTOS) Ay, no, no. (HACE GESTO CON LAS MANOS DE QUITARSE UNA IDEA. RIÉNDOSE DE SI) Estoy como Emilita Dago: rogándole a un ladronzuelo que venga a robarme a mí. (AHORA SERIA) Por lo menos pasaría algo. (SUENA EL TIMBRE) Ya voy.
CALUISA SE DIRIGE HACIA LA PUERTA, no convencida de La realidad. Enciende la POBRE luz del pasillo. abre la puerta después de quitar muchas trancas ruidosas. En el umbral se encuentra Leticia. Viene deprimida, su imagen es lastimera. trae una maletica. Caluisa al verla le cuesta reconocer a su hermana. Como quien mira a un muerto. Leticia viste diferente. puede ser un abrigo.
caluisa: ¿Leticia eres tú...?
LETICIA: (QUEJUMBROSA) Se murió el viejo.
CALUISA: Pasa, hermana, pasa, no te quedes ahí parada.
LETICIA ENTRA HASTA LA SALA. Caluisa cierra la puerta, viene cerca de Leticia.
LETICIA: Se murió hace siete meses.
CALUISA: ¿Cómo es que estás aquí?
LETICIA. No sé. Me quedé sola, ¿Qué podía hacer? ¿Qué hace una mujer sola en la vida?
CALUISA: ¿Y tus hijos?
LETICIA: (FATIGADA) Fueron todos al entierro, se movieron, vinieron con las esposas, o los maridos, con sus hijos. Lloraron, pagaron la urna, las coronas de flores, una misa apurada, enterraron al viejo en el cementerio… se portaron bien y se fueron.
CALUISA: Cada uno con su vida.
LETICIA: Yo me hice la fuerte, al principio no sabían que hacer conmigo… yo veía que se miraban unos a otros cuando estábamos velando al viejo. Se miraban y luego todas las miradas se concentraban en mí, yo me daba cuenta y comencé a sentirme avergonzada, ¿por qué no era yo la que estaba ahí, muerta? Después, empezaron a jugar conmigo, de aquí para allá, como una bolsa de trapos viejos: que un mes te toca a ti mamá, que el otro para Tucupita, uno para Maracaibo, el otro en Houston, y yo… rodando, dejándome mandar por avión. Hasta pensé que me iban a pegar una etiqueta aquí en la frente que dijera frágil, ponga esta cara hacia arriba… un bulto, eso me sentía en los aeropuertos. Ojalá no piensen ahora que me extravié en el camino.
CALUISA: Deben estar preocupados.
LETICIA: O contentos. Será mañana, cuando se den cuenta.
CALUISA: ¿Por qué no llamas por teléfono?
LETICIA: Mañana, quizá mañana. Me da tanto miedo pensar que me manden a recoger aquí, como a una cosa… como si el paquete lo entregaron en una dirección equivocada.
CALUISA: Leti, ¿cómo no sabía yo que te habías quedado sin marido?
LETICIA: (ABRAZÁNDOLA, LLORANDO) ¿Cómo no me acordé de ti, hermana?
CALUISA: ¿Sabes? Antes leía, la prensa, la costumbre la heredé de Ramoncito. La abría primero en las páginas mortuorias, buscando nombres, Leti. Me pasaba horas buscando un nombre conocido. Un día descubrí que, la gente que yo conocía no se quería morir o peor, que ya todos estaban muertos, y les reclamaba que no se acordaron de mí, que se habían ido todos sin avisarme y sin querer ninguno hacer el viaje final conmigo.
LETICIA: ¿Tú… que has hecho desde que murió Ramoncito?
CALUISA: Penar, porque esto no puede llamarse vida.
UNA PAUSA DENSA Y LARGA. REPENTINAMENTE, SE ESCUCHAN LOS GRITOS DE EQUÍN DESDE EL BAÑO. EN LA ESCENA PARECE ROMPERSE UN JUEGO. TODO VUELVE A SER COMO AL PRINCIPIO. LAS LUCES Y LA ATMÓSFERA CAMBIAN.
EQUÍN: (GRITANDO EN OFF) ¡Sáquenme de aquí! ¡No se olviden que estoy aquí!
CALUISA: ¿Dónde está?
LETICIA: En el excusado ¿le digo que salga?
CALUISA: No, déjala un rato. A ella le gusta.
LETICIA: Está encerrada.
CALUISA: Lo sé.
LETICIA: No hay aire. La ventana está clausurada, no puede abrirse.
CALUISA: Me vi obligada a cerrar esa ventana.
LETICIA: Nunca lo entendí, por las rendijas no cabe un ladrón.
CALUISA: No fue por los ladrones, sino por los olores. Da al pasillo. ¿Cómo iba a arriesgarme que alguien pensara que aquí había vida porque a veces se siente el olor a mierda?
LETICIA: Déjala salir, Caluisa.
EQUÍN: (GRITANDO EN OFF) ¡No puedo respirar!
LETICIA: (ALARMADA) ¡Se ahoga!
CALUISA: Es mentira, siempre miente.
EQUÍN: ¡Me asfixio!
LETICIA: No hay respiradero.
CALUISA: ¿Para qué lo necesita?
EQUÍN: ¡No puedo respirar!
LETICIA: (REPITE) ¡No puede respirar!
CALUISA: (GRITÁNDOLE A EQUÍN) ¡No voy a dejar que salgas!
EQUÍN: ¡Me muero! ¡Me muero!
CALUISA: ¡Payasa!
LETICIA: No hay necesidad de escándalos, hermana.
CALUISA: (RIÉNDOSE) ¿Quieres salir?
EQUÍN: ¡Sí!
CALUISA: Te doy permiso pero con una condición.
LETICIA: ¡Rápido, Caluisa… sufre!
CALUISA: ¡Que aprenda!
EQUÍN: ¡Déjame salir, Caluisa! ¡Hago lo que sea si me dejas salir de aquí!
CALUISA: ¿Te atreves a entrar al otro cuarto?
LETICIA: ¡Por Dios, Caluisa!
EQUÍN: Me atrevo… Me atrevo a todo, pero déjame salir.
CALUISA RÍE. LOGRA SU PROPÓSITO. ABRE LA PUERTA, QUE ADEMÁS NO TIENE NINGÚN TIPO DE TRANCAS. EQUÍN APARECE CAMBIADA DE ROPA, MAS INFORMAL Y CASERA, CON EL PELO MOJADO Y UNA TOALLA. CUANDO ABREN LA PUERTA SE ENCUENTRA FRENTE AL ESPEJO QUE ESTA ENCIMA DEL LAVAMANOS COMO SI NO PASARA NADA Y FUERA SORPRENDIDA NATURALMENTE. LETICIA COMENTA AL VER QUE CALUISA ABRE LA PUERTA SIN DIFICULTAD.
LETICIA: ¡Estaba abierta!
CALUISA: ¿Te bañaste?
EQUÍN: No.
CALUISA: ¡Y te cambiaste de ropa!
EQUÍN: Mentira. Es mí misma ropa, Caluisa. Estás equivocada.
CALUISA: Nunca me equivoco.
EQUÍN: (A LETICIA COMO AUXILIO) Es mi misma ropa, ¿verdad, Leti?
LETICIA: Yo no recuerdo.
CALUISA: ¡Basta, entonces! Ahora vas al cuarto, me dijiste que te atreverías a entrar.
EQUÍN: No.
CALUISA: Lo prometiste, por eso te deje salir.
EQUÍN: ¿Por qué yo, ah?
CALUISA: Alguien tiene que atreverse.
EQUÍN: Tú eres la mayor, la más fuerte. Viviste más que yo.
CALUISA: No quiero entrar.
LETICIA: No tiene por qué entrar ninguna.
CALUISA: Quedamos en que esta noche había que inventar algo… ¿verdad? Eso es, hay que comenzar por eso, no nos atrevimos, en años, en siglos que estamos aquí, ninguna se atrevió a entrar en esa habitación. Hoy es el día.
EQUÍN: (BROMEANDO) Mejor dicho la noche.
CALUISA: La noche o el día. No tiene importancia; total, en esta cueva siempre tenemos la misma luz.
EQUÍN: No es cierto, está el televisor.
CALUISA: No es luz.
LETICIA: Si no hubieras clausurado también la ventana que da hacia la calle...
CALUISA: Me vi obligada a hacerlo.
EQUÍN: Siempre dices lo mismo: obligada, obligada. ¿Por qué, Caluisa? Nunca explicas por qué…
CALUISA: No soporto las fiestas patronales.
EQUÍN: Esta es una ciudad, no se celebran fiestas patronales por estos tiempos.
CALUISA: Esta maldita calle sí. Tiene nombre de virgen.
LETICIA: (PERSIGNÁNDOSE) ¡Vuelves a blasfemar!
CALUISA: No soy yo quien blasfema. Dime ¿qué hace la virgen ahí en la esquina, al lado de un bar?
EQUÍN: Ya no está, se la robaron.
CALUISA: ¿Cómo lo sabes?
EQUÍN: (SORPRENDIDA, INVENTA) Este... bueno, me di cuenta cuando fuimos al funeral de mamá.
CALUISA: Fue hace mucho tiempo.
LETICIA: Una vez cada año.
CALUISA: ¿Quién dice cuando pasa un año? Aquí siempre es igual, las horas, los días, las noches, la gente. Siempre lo mismo. No es un cielo ni un infierno. Es un nada… una nada que flota en el fastidio.
LETICIA: Nacen niños.
EQUÍN: Es cierto, niños y jóvenes, yo los he visto.
CALUISA: ¿Te das cuenta? Sin querer te descubres.
EQUÍN: (INOCENTE) ¿Yo?
CALUISA: Si, tú. ¿Cómo sabes que hay niños, cómo aseguras que hay jóvenes?
EQUÍN (RÁPIDO) Lo imagino.
CALUISA: (A LETICIA) ¿Y tú...?
LETICIA: Es lógico. Mis hijos tendrán hijos... Debe seguir siendo así, no puede ser de otra forma.
CALUISA: Pues sí puede ser de otra forma... Son de “forma” jóvenes, adolescentes, niños, siempre ha sido así este lugar, algunos tienen el pelo liso y otros encrespado, algunos los ojos claros, azules y otros pardos, hay quienes llevan lentes o pequeños equipos de sonidos pegados en los oídos, pero no son jóvenes, esconden arrugas milenarias, tan firmes, tan profunda como las de cualquiera de nosotras. No tienen futuro.
EQUÍN: Inventan maneras de vivir. Lo hacen distinto.
CALUISA: ¿Cómo puedes saberlo?
EQUÍN: Simplemente lo sé.
CALUISA: Te escapaste ¿Saliste de aquí sin mi permiso?
EQUÍN: Sí, sí, salí, no puedo quedarme todo el tiempo aquí encerrada.
CALUISA: Para que se burlen. Eso es lo que persigues, que se burlen de ti, hacer el ridículo al lado de los jóvenes, que te griten loca vieja.
EQUÍN: No me gritan. Yo hablo con ellos. Me gusta hablar con ellos. Necesito hacerlo. Me siento en el nicho donde estaba la virgen. Vienen a mí, me hablan, me dicen cosas...
LETICIA: ¿Qué cosas…?
EQUÍN: Cualquier cosa, me hablan y yo los escucho… así, concentrada, tratando de descubrir entre las palabras, sus gestos…
CALUISA: ¿Descubrir qué?
EQUÍN: No sé, se trata de un descubrimiento. Cristóbal Colón no sabía que la tierra que pisaba era nueva, ¿entiendes?
CALUISA: Esa manía de hablar como una maestra de escuela, Equín. Tú dejaste de ser maestra hace mucho. ¿Qué tiene que ver Cristóbal Colón con lo que estamos hablando?
EQUÍN: Mucho. Era español o portugués. Un “pirata”. Sólo a un bicho así se le ocurre viajar en la Pinta, La Niña y La Santa María y echarnos este embarque.
CALUISA: ¡Eso lo aprendiste de un adolescente!
EQUÍN: (EXAGERA) ¡A veces me piden dinero!
LETICIA: ¿Para qué…?
EQUÍN: ¿Qué sé yo? Quieren saber, buscan algo. Y no sé lo que es… Como Colón, se atreven a tantas cosas…
CALUISA: (SENTENCIOSA) Malas. A cosas malas. Una cuerda de irresponsables. Nunca dejaría nada en manos de los adolescentes.
LETICIA: ¿Dios Santo?
EQUÍN: (A CALUISA) ¡Reaccionaria!
CALUISA LE DA UNA FUERTE BOFETEADA A EQUÍN.
CALUISA: ¡Para que aprendas a respetar!
EQUÍN: Me pegó, Leti...
CALUISA: ¡A ti te falta disciplina, milicia!
LETICIA: No fue nunca a un colegio de monjas.
CALUISA: Deja ya de defenderla. (AGARRANDO A EQUÍN) No volverás a salir. No voy a dejar que salgas a la calle y que te conviertas en la vergüenza de nosotras. Vigilancia absoluta. No voy a pegar los ojos para dormir, no voy a entrar más al baño aunque me muera con los intestinos repletos. Tampoco voy a delegar la responsabilidad de vigilarte en Leticia. (A Leticia) ¡Cabrona! En eso te convertiste después de vieja, escondiéndole las faltas a esta descocada.
LETICIA: (LLOROSA) Me da tanta lástima Equín, siempre fue tan alegre.
CALUISA: Siempre fue, tú lo has dicho, fue. Ahora no tiene derechos. Ni siquiera a lástima. ¡Ahora estamos viejas! Jubiladas de vivir. Sin chance.
EQUÍN: No, no es verdad. Escúchame, hermana, hay una posibilidad…
CALUISA: No se te ocurra nombrarla…
EQUÍN: ¡Déjame hablar!
CALUISA: No.
LETICIA: Dale la oportunidad, escúchala…
CALUISA: Va a decir un disparate.
EQUÍN: ¡Tú hablaste de inventar una vaina!
CALUISA: No digas groserías delante de mí, que soy tu hermana mayor.
LETICIA: Pero si tú las dices constantemente, Caluisa.
CALUISA: Soy la mayor, la que tiene más derecho a estar amargada, la única que sufrió bastante para hablar como se me antoje.
EQUÍN: Ya sé lo que podemos inventar.
CALUISA: ¡He dicho que no quiero oírte! Me molesta que te hagas la muchacha.
LETICIA: Habla de una posibilidad…
CALUISA: Estás evadiendo la promesa de entrar al cuarto de atrás.
EQUÍN: Si me dejas hablar, quizá, hasta tenga valor para entrar a esa habitación.
CALUISA: No te creo, eres cobarde.
EQUÍN: Me atrevo a salir a la calle. Tú no.
CALUISA: (PAUSA) Está bien, di.
EQUÍN: (CONTENTA MIRA CÓMPLICE A LETICIA) ¿Qué te parece si decidimos volver a la vida?
CALUISA: (SORPRENDIDA) ¿Volver a…? (RÍE, A CARCAJADAS) Volver… ¡Qué tontería, Equín! No hay manera de hacerlo.
EQUÍN: Sí, como un reenganche.
CALUISA: Déjate de cosas raras.
EQUÍN: ¿Verdad que no los son, Leti?
LETICIA: (INCÓMODA) No estoy segura.
EQUÍN: Yo te enseñé. Era una revista.
LETICIA: Muy vieja. Es posible que esas cosas ya no existan.
CALUISA: (CURIOSA) ¿Hablan de una revista?
LETICIA: (NERVIOSA) Sí.
CALUISA: ¿Dónde la consiguieron?
LETICIA: (TEMEROSA) En el cuarto de atrás.
CALUISA: (CON ASOMBRO QUE SE CONVIERTE EN MOLESTIA) ¿Se atrevieron a entrar al cuarto de atrás?
LETICIA: Equín le pidió el favor a un muchacho…
CALUISA: (CON DISGUSTO) ¿Entró alguien a esta casa?
LETICIA: Estabas dormida.
CALUISA: ¿Pero, cómo...? (A EQUÍN, IRACUNDA) ¿Qué invento es esté, bolera?
EQUÍN: No soy una bolera.
CALUISA: A más nadie puede ocurrírsele una cosa semejante sino a una bolera.
EQUÍN: Las revistas son tuyas.
CALUISA: Sí, pero hace años que se quedaron encerradas en ese cuarto.
EQUÍN: El muchacho entró y salió… así tan tranquilo.
CALUISA: (PAUSA. CURIOSA) ¡Tranquilo!
LETICIA: Sí.
CALUISA: ¿No le pasó nada?
EQUÍN: Nada.
CALUISA: ¿No vio a alguien… algo?
LETICIA: Nos entregó una revista y quería volver a entrar.
EQUÍN: Leti no lo dejó, le dijo que era peligroso. El muchacho se puso a reír… Tenía pecas en la cara y el pelo colorado. (ENCANTADA EN LA REMEMORACIÓN) Y dijo que le gustaba el cuarto. Que se veía tranquilo. Que le gustaba más el cuarto que nosotras.
CALUISA: Me están mintiendo.
LETICIA: Tienes que creerme a mí.
CALUISA: No existen muchachos de pelo colorado y pecas en la cara. Menos aún que pueda gustarle un cuarto como ése.
EQUÍN: Era bello como un sol.
LETICIA: Parecía un hijo.
EQUÍN: ¡No, uno no, parecía mil hijos!
CALUISA: (EXPLOTANDO) ¡Racistas de mierda las dos! ¿Por qué no eligieron a un muchacho negro?
EQUÍN: (CON MIEDO) ¡Ay, no!
LETICIA: (ABRAZANDO A EQUÍN) Sabes que Equín les tiene miedo.
CALUISA: Los negros no hacen daño, son humanos.
EQUÍN: (GRITANDO, EPILÉPTICA) Mentira. ¡Son bestias! ¡Son animales! ¡Escorpiones! ¡Culebras! ¡Cucarachas!
CALUISA: Existen.
EQUÍN: ¡Dios mío! ¿Y por qué no los dejan encerrados a todos en el África?
LETICIA: No digas eso, Equín. Es políticamente incorrecto.
CALUISA: Aquí todos tenemos un negro por detrás. Somos un país de mestizos.
EQUÍN: Yo no tengo ningún negro por detrás, mi marido es un indio blanco.
CALUISA: ¿Qué pretendes decir, Equín, que yo si tengo rabo de paja?
EQUÍN: Mi papá y el de Leti era italiano, del tuyo no sabemos.
LETICIA: Por respeto a la memoria de mamá les exijo que se callen.
CALUISA: Un viejo siciliano, mafioso y egoísta que ni siquiera quiso darles un plato de comida y menos el apellido.
EQUÍN: Si quiso, fue mamá la que no quería.
CALUISA: No te olvides de la negrura en la familia de tu marido.
LETICIA: Un reclamo humanamente impropio.
CALUISA: Tienes razón, Leti. Detesto ese resentimiento suyo hacia los negros.
EQUÍN: No es resentimiento, Caluisa. ¡Es asco!
CALUISA: ¡Claro! Tu marido se acostaba con putas negras, eso es todo.
LETICIA: Bueno, ya está, es un tema muy desagradable. ¡Qué vergüenza! Ahora nos vamos a sacar los trapos sucios de la familia. Hay cosas que es preferible callar, y respetar las razones de mamá para no hablar del papá de Caluisa, ni aceptar el apellido de papá. No hablen de eso.
CALUISA: Y de qué vamos a hablar… ¿de economía?
EQUÍN: Me siento mal…
CALUISA: ¿De dinero, hablamos de dinero? Nosotras tres hablando de dinero. Tres viejas acabadas…
EQUÍN: (ENFERMA) Tengo ganas de…
CALUISA: (SIN ESCUCHAR A EQUÍN) La única conciencia de dinero que tuve en mi vida fue una cuenta de ahorros, y eso después que vinimos a la capital. Yo cobraba los quince y los últimos, Ramón me enseñó, veinte bolívares mensuales. Eso era lo único que ahorrábamos. Treinta años ahorrando y al final de tanto tiempo no nos prestaron el dinero para comprar el apartamento. Por eso tuvimos que quedarnos aquí enterrados. Por fortuna este edificio con olor a muertos quedó olvidado en los planes de renovación de la ciudad, se salvó del metro. Es típico, lo llaman arquitectura de la época. ¡Hum! Yo algunas veces me pongo a pensar a qué se referirán con eso de la época... ¿Será la época de la dictadura? ¿O la de la democracia cuando había dinero?
EQUÍN: ¡Dinero… dinero…! Creo que ahora si voy a vomitar.
EQUÍN SALE CORRIENDO HACIA LA CALLE. CALUISA Y LETICIA SE MIRAN. LETICIA LUEGO DE UNA PAUSA.
LETICIA: Está bien. Voy a dormir un rato.
CALUISA: No, vas a hacer creer que duermes. Pero no te quedes dormida.
LETICIA: Tienes razón. No quiero soñar.
LETICIA SALE HACIA LA HABITACIÓN. ANTES DE ACOSTARSE, LETICIA ENCIENDE UN CIRIO Y UNA LÁMPARA EN LA HABITACIÓN. SE CAMBIA DE ROPA, PONIÉNDOSE UNA BATA DE DORMIR. HACE MUCHAS ACCIONES COTIDIANAS, ACOSTUMBRADAS.
EN LA SALA-COMEDOR, CALUISA SE DIRIGE A LA NEVERA, SACA COSAS DE LA “FRIGIDAIRE” Y VA PONIÉNDOLAS SOBRE LA MESA, SE DISPONE A COMER. UN ENORME PLATO DE ARROZ BLANCO. CUANDO SE SIENTA EN LA MESA, SE ASOMA LETICIA ENTRE LAS CORTINAS DE LA PUERTA DE LA HABITACIÓN, YA CAMBIADA.
LETICIA: Comiendo arroz. Hasta mañana, china.
CALUISA QUE TIENE UN BOCADO DE ARROZ EN LA BOCA, SE AHOGA CON LA COMIDA. TOSE MUCHÍSIMO, LETICIA EN LA HABITACIÓN SE DIRIGE HACIA LA CAMA MATRIMONIAL Y VA CONTANDO LAS VECES QUE CALUISA TOSE.
LETICIA: Uno, dos, tres… (SIGUE) Trece, ya no tose más. (CALUISA DEJA DE TOSER) La conozco, nos conocemos todas las manías. Ahora se para de la mesa, va a la cocina y pone plátanos fritos en un plato…
EN LA SALA-COMEDOR OCURRE LA ACCIÓN QUE NARRA LETICIA.
LETICIA: Toma agua, vuelve a tomar, come como si no lo hubiera hecho nunca, traga. (CRITICÁNDOLA PARA SI) ¡Comes, comes mucho, hermana! Ahora se levanta satisfecha y deja los platos sucios y las pocas sobras en la mesa. (SUSPIRA CANSADA) Mañana me tocará recogerlos a mí. Siempre dice que trabajó muchísimo en su vida y que acabó cansada. Ahora al baño, hermana, y yo voy a dormir, porque sé que dentro de un rato el olor será insoportable.
LETICIA SE TAPA LA NARIZ CON LA SABANA BLANCA DE LA CAMA.
CALUISA ENTRÓ AL BAÑO, SE ESCUCHA EN OFF EL SONIDO FUERTE DE UN GRAN GAS INTESTINAL. LETICIA HACE QUE DUERME EN SU CAMA. AHORA SE ESCUCHAN TOQUES EN LA PUERTA. CALUISA APARECE DEL BAÑO ARREGLÁNDOSE LA ROPA, PUEDE CAMBIAR DE TRAJE. MUY ASUSTADA SE DIRIGE HACIA LA PUERTA.
CALUISA: (A SOTTOVOCE, CON MIEDO) ¿Quién es…?
EQUÍN: (EN OFF Y A SOTTOVOCE) Soy yo, hermana, ábreme por favor.
CALUISA: (ABRIENDO TODAS LAS TRANCAS DE LA PUERTA) ¡Mija ¿qué haces por aquí a estas hora?!
EQUÍN VESTIDA COMO UNA JOVENCITA MADRINA DE UN EQUIPO DE BEISBOL, FALDA PLISADA CON BOTONES, BOTICAS BLANCAS DE GOMA, MEDIAS TOBILLERAS Y UNA BANDA QUE DICE: MADRINA DEL EQUIPO. TRAE FLORES ENVUELTAS EN CELOFÁN.
EQUÍN: No lo sé. Te lo juro que no sé cómo estoy aquí, Caluisa.
CALUISA: Con esa ropa tan rara, y flores.
EQUÍN: Estaba soñando, me acordaba cuando era joven, allá en Ciudad Bolívar, y fueron a jugar los “Leones del Caracas”, no se llamaban así, era el equipo de “Cervecería Caracas” ¿te acuerdas? Yo fui la madrina.
CALUISA: Siempre fuiste farandulera, Equín. Mejor es que te vayas a tu casa.
EQUÍN: (HACIENDO UN ESFUERZO POR NO RESPIRAR) ¿Caluisa, estabas obrando?
CALUISA: Siempre lo hago a estas horas.
EQUÍN: Entonces me voy… ¡Qué hedentina! ¡Cónchale! ¡Está impregnada la casa!
CALUISA: Yo no como flores. ¡Vete!
EQUÍN: ¡Adiós!
EQUÍN VUELVE A SALIR.
CALUISA CIERRA TODAS LAS TRANCAS DE LA PUERTA. NUEVAMENTE SE DIRIGE HACIA EL BAÑO, ENTRA. VUELVEN A SONAR LOS MISMOS GOLPES EN LA PUERTA. SE REPITE LA ACCIÓN. CALUISA SALE DEL BAÑO ARREGLÁNDOSE, TIENE OTRA ROPA DISTINTA A LA ESCENA ANTERIOR. SE DIRIGE HACIA LA PUERTA. PREGUNTA EN VOZ BAJA.
CALUISA: ¿Quién es?
EQUÍN: Soy yo, Caluisa, tú hermana menor.
CALUISA ABRE TODAS LAS TRANCAS DE LA PUERTA HACIENDO EL MISMO RUIDO QUE ANTES. ABRE LA PUERTA. APARECE EQUÍN, AHORA VIENE TRAJEADA ELEGANTEMENTE, COMO UNA PROTAGONISTA DEL CINE AMERICANO DE LOS AÑOS CUARENTA. REGIA. IMPACTANTE.
CALUISA: ¡Chica, qué haces tú en la calle a estas horas!
EQUÍN: Estaba soñando, hermana. Me acordaba cuando iba a las fiestas del club “El Comercio”, allá en Ciudad Bolívar.
CALUISA: ¿Vestida así?
EQUÍN: ¿Recuerdas? El traje lo hizo mamá por el modelo de Rita Hayworth en la película “Gilda”. Un batacazo, con tanta gente de la sociedad y me eligieron entre las doce mujeres mejor vestidas de Bolívar. Mira, aquí está el recorte de la revista donde publicaron la foto. ¿Recuerdas?
ella le enseña una fotografía montada en un marco antiguo.
CALUISA: ¿Por qué me obligas a recordar cosas a estas horas?
EQUÍN: No sé, te encontré únicamente a ti.
CALUISA: Bueno, mejor es que te vayas.
EQUÍN: Si, perdóname por molestarte pero, no sé… inevitablemente me encuentro delante de esta puerta.
CALUISA: Te entiendo. Ahora vete. ¡Ya vendrás definitivamente!
EQUÍN: Si.
EQUÍN besa a Caluisa y se despide.
CALUISA CIERRA LA PUERTA, NO PONE LAS TRANCAS. VA HACIA LA SALA, SENTÁNDOSE EN SU SILLÓN FAVORITO.
CALUISA: Sé que va a volver. No encontrará otro camino. Es mejor esperarla sin poner las trancas.
EN EL ESCENARIO CAMBIA NUEVAMENTE LA LUZ. SALE DEL BAÑO EQUÍN, VIENE CON ROPA DE DORMIR. EN EL DINTEL DE LA HABITACIÓN ESTÁ LETICIA. TAMBIÉN EN DORMILONA. CALUISA AL VERLAS A LAS DOS.
CALUISA: ¿Por qué se pusieron ropa de dormir?
LETICIA: Es tarde.
EQUÍN: (BOSTEZA) Tengo sueño.
CALUISA: No vamos a dormir. (PAUSA) Está bien, me ganas, Equín. No podemos dormir. Háblame del asunto de la revista. ¿Cómo es eso de volver a la vida?
LETICIA Y EQUÍN NO SE CONTIENEN Y SE ABRAZAN, CORREN AL CUARTO, VAN A LA CAMA, ENTRE LAS DOS LEVANTAN EL COLCHÓN Y SACAN LA REVISTA, CALUISA VA DETRÁS DE ELLAS HASTA EL CUARTO.
CALUISA: ¡Ni que fuera una revista pornográfica!
LETICIA: No queríamos que la descubrieras.
CALUISA: Si yo no tengo ánimos ni para buscar.
EQUÍN: Vas a ver… (HOJEA LA REVISTA BUSCANDO LA PÁGINA) Fíjate el título.
CALUISA: ¿Qué dice, no tengo los anteojos?
EQUÍN: Un articulazo…
LETICIA: Léeselo.
EQUÍN: (asiNtiendo) Dice así, con las letras grandes, puras mayúsculas como en una cartelera de escuela: “¿Qué puede hacer una mujer sola para volver a la vida?”
CALUISA: (con asombro) ¿Coño, estás segura?
EQUÍN: Si, si… ¡y tiene un test!
CALUISA: Pero esa revista era mía, ¿cómo no me acordaba?
LETICIA: La habrás leído hace tanto tiempo… cuando no estabas sola.
CALUISA: (DUDÁNDOLO) Será… Aunque no sé en qué momento de mi vida no me sentí sola, y que me perdone mi marido que en paz descanse.
LETICIA: Anda, Caluisa, llena el test. Nosotras ya lo hicimos.
CALUISA: ¿Si?
LETICIA: Pensamos que tú no ibas a querer participar.
CALUISA: Es decir, que ya nosotras estamos como el país, dividiéndonos en grupos.
LETICIA: Queremos cambiar las cosas. ¿Por ustedes, digo?
CALUISA: ¡Eso es comunismo!
EQUÍN: No importa como se llame, hay que cambiar, hacer algo. Por eso, cuando dijiste que hay que inventar una...
CALUISA: (CORTÁNDOLA) Una vaina, una vaina y no repitas la palabrota. Vamos a organizarnos.
EQUÍN: Bien, cuando dijiste eso, se nos ocurrió a las dos, al rato… que posiblemente querías hacer el test.
CALUISA: Está bien, lo hago.
LETICIA: (ALEGRE) Aquí hay un lápiz y un papel. Tú lees, Equín, y yo anoto.
EQUÍN: Estamos organizadas entonces.
CALUISA: Vamos pues...
EQUÍN: Leticia es la secretaria de actas. Yo soy la asesora jurídica.
CALUISA: Déjate de burocracias y lee.
EQUÍN: Hablaste de organización.
CALUISA: Si es verdad, pero así sencilla, como una bodega, una libretita y un lápiz, eso es todo, con eso tenemos suficiente.
EQUÍN: ¿Qué diría Betancourt?
CALUISA: ¡Cállate, adeca!
LETICIA: Bueno, empecemos. (EXPLOTA) Siempre terminan así, todo lo atrasan, discuten, hablan, palabras y palabras… y nunca comienza la acción. ¡Parecen un Congreso!
CALUISA: (GRITA) Estamos en una democracia, ¿no?
LETICIA: ¡Dios mío! Entonces me pongo “Yanqui”, están invadidas. Comienza la acción.
CALUISA: ¿Y tú crees que yo voy a entregar así el país?
LETICIA: Era un símil, Caluisa, una metáfora.
CALUISA: Pues, sea como sea, yo defiendo la Patria.
EQUÍN: ¡Ah, pues! ¿Qué hacemos entonces? O nos ponemos serias y hablamos de política, o nos ponemos frívolas, llenamos el test y resolvemos la “vaina”.
LETICIA: ¡Está bien, resolvamos la vaina! (SE le escapa la palabra, preocupada) Ya me hicieron decir una grosería, detesto las groserías. No me gustan las groserías.
CALUISA: Déjate de golpes de pecho que tú no estudiaste con los Jesuitas. (A EQUÍN) Comienza el test.
EQUÍN: ¡Aja! (LEE) La primera pregunta: “¿Usted se siente en verdad una mujer sola?”
SILENCIO. CALUISA NO DICE NADA. LETICIA Y EQUÍN SE MIRAN.
EQUÍN: Es la más fácil.
LETICIA: No se puede pensar mucho, es regla de los test.
CALUISA: No me gusta decir cosas sin pensar. (RECELOSA) ¿Qué contestaron ustedes?
LETICIA Y EQUÍN: (AL UNÍSONO) ¡Que sí!
LETICIA: Es lógico.
CALUISA: Está bien, Equín, pero solamente por mantener la unidad, no estoy muy convencida, que no es lo mismo que indecisa. (A EQUÍN) Sigue…
EQUÍN: Segunda pregunta: “¿Se considera usted totalmente mujer?”
nuevamente la misma pausa embarazosa.
CALUISA: ¿Qué es eso de totalmente?
LETICIA: Bueno, no sé…
EQUÍN: También es lógica. Sí, yo contesté qué sí, y tú también, Leticia.
LETICIA: Me obligaste.
EQUÍN: (resuelta) Bueno, sí, es fácil, sí. Total, total de totalidad… Mujer mujer, pues, así de ante ojito.
CALUISA: No, no… a mí me parece una pregunta perniciosa.
LETICIA: ¿Por qué?
CALUISA: No estoy en el mismo caso que ustedes…Tuvieron hijos.
EQUÍN: Y eso qué importa, se trata de mujer, es decir, de totona, ¿ves?, de catalina, ¡pero no dulce!
CALUISA: Bueno, si es así, la verdad que Ramoncito siempre decía que comía o no comía... (hace un gesto con la boca señalándose el sexo)
EQUÍN: ¿Te das cuenta? Si, anota, Leti. La tercera…
LETICIA: ¡Aja!
EQUÍN: “¿Cree que puede mostrar al mundo una faceta femenina distinta?”
CALUISA: ¡Protesto! Eso es intelectual.
EQUÍN: No, señor, nada de intelectual, es obvio. Faceta distinta, es decir, ser otra mujer, claro, siendo una misma.
CALUISA: Tú siempre tan Hollywood, catira. (se ríe) Está bien, pon que sí.
EQUÍN: (contentísima) Bueno, ya está, las demás no cuentan, con estas tres tienes puntos suficientes.
CALUISA: Pero yo quiero conocer las otras preguntas.
EQUÍN: Lo que importa son los puntos.
CALUISA: ¿Puntos? ¿Para qué? Yo no soy cuantitativa, me interesa ser más cualitativa.
EQUÍN: Mejor todavía. Estamos de acuerdo, podemos escribir, Leti… saca la carta.
LETICIA SALE CORRIENDO HACIA LA FOTO RETOCADA DE LAS TRES MUJERES CUANDO ERAN JÓVENES. LA CARTA ESTA ESCONDIDA DETRÁS DEL MARCO.
CALUISA: (PROTESTA) La habían escrito ya, sin mi consentimiento. Manipuladoras de resultados, fraudulentas, electoreras…
Las dos mujeres comienzan a sacar la fotografía del marco donde está montada. Caluisa al ver esto grita.
CALUISA: ¿Qué hacen con el retrato?
LETICIA: Hay que mandar una foto.
CALUISA: ¡Esa no!
EQUÍN: Se nos ve tan jóvenes, tiene que ser ésta.
CALUISA: Pero es una foto de los años cincuenta. Mira, si hasta las pestañas están pintadas a mano… con tanto retoque...
EQUÍN: No importa.
CALUISA: Es ridículo. No se trata de un concurso de belleza, ni de buscar estrellas para la televisión.
EQUÍN: Cerrado el sobre. Nos vemos bien. (a Leticia) ¿Estás de acuerdo?
LETICIA: Será.
EQUÍN: (A CALUISA) Perdiste, dos contra uno. Mandamos la foto.
CALUISA: Repito que protesto. ¡Yo no entiendo nada!
EQUÍN: ¡Se llama feminismo, Caluisa!
CALUISA: ¿Qué?
LETICIA: Fuerza Femenina de Avanzada en Acción.
EQUÍN: FF.AA. Hablan de acción, Caluisa, lo que tú querías. Una les escribe, nos asociamos, trabajamos como un partido…
CALUISA: ¡Ah, no! Si es política, no.
EQUÍN: No, no se trata de política, es más grande, algo más grande que eso, es un compromiso, ¿entiendes? Uno se compromete a pelear, a la acción, a la avanzada, a la fuerza, resistiendo, resistiendo y… lo más importante: ¡Señoras! ¿Te das cuenta, Caluisa? Siendo mujeres todavía no estamos perdidas. Un gremio. Queda esa posibilidad. No sé cuál es, ni como es, pero tienes que atreverte, Caluisa. Seremos más de tres, tenemos que atrevernos.
CALUISA: (SUSPIRA ANTE LA EFUSIVIDAD DE EQUÍN) Está bien. Si es así, está bien.
EQUÍN: Ponle estampillas de las que tienes guardadas.
CALUISA: (CALUISA LO TOMA, LO MIRA. DICE FINALMENTE) Mandemos esta carta y sentémonos a esperar la respuesta sin dormir.
LAS TRES MUJERES SE ABRAZAN FELICES Y ESPERANZADAS.
CAE EL TELÓN DEL PRIMER ACTO.
SEGUNDO ACTO
EL MISMO AMBIENTE DEL PRIMER ACTO. LA LUZ ES MUY POBRE, EN LA SALA SE ENCUENTRAN CALUISA Y LETICIA. CALUISA SENTADA TIENE UNA CAJA EN LAS MANOS. LETICIA LA MIRA. AMBAS TIENEN UN GESTO DE GRAN DECEPCIÓN.
CALUISA: ¡Qué diferencia tan grande entre este país y otro verdaderamente poderoso! Ellos esperan que pasen las cosas tal y como las tienen previstas. Nosotras no, siempre nos asombramos porque pasa justamente, lo que menos esperábamos que sucediera. (PAUSA). Yo pensando que por vieja había perdido la capacidad de asombro. Y aquí estoy, con esta caja entre las manos, riéndose de mí, de nosotras, haciendo el ridículo. (Mira la caja) ¡Una burla! Esta sensación que causa el miedo me tiene agotada, Leticia, y me recuerda constantemente que estoy vieja. Miedo a todo.
LETICIA: ¿Qué le decimos a Equín?
CALUISA: La verdad.
LETICIA: Me da vergüenza enseñarle ese paquete.
CALUISA: Por su culpa nos pasa esto. ¿Quién me manda a estas alturas de mi vida a correr tantos riesgos?
LETICIA: Caluisa, yo también estoy agotada. Tanto tiempo sin dormir, esperando una respuesta y es esta vagabundería lo que merecíamos después de tantas esperanzas.
CALUISA: (RÍE) ¡Nos pintaron una paloma! Literalmente hablando, una paloma. Así decíamos en la oficina de correos cuando encontrábamos algún papel con el infame “graffitti” una versión moderna de los pasquines… (CONTINÚA RIÉNDOSE)
LETICIA: Yo no le veo la gracia.
EQUÍN APARECE POR LA PUERTA DEL BAÑO. ENTRA CONTENTA. TRAE MUCHAS REVISTAS EN LAS MANOS.
EQUÍN: ¡Ahora sí! Conseguí revistas modernas. No puede pasar lo mismo otra vez.
CALUISA: ¿Qué es lo que no puede pasar otra vez?
LETICIA: (ANTE EL MUTISMO DE EQUÍN) ¿Dónde estabas?
EQUÍN: Ahí dentro... en el baño.
LETICIA: Te veo salir de ahí, pero sé que siempre te extravías, estés donde estés te pierdes. Te conozco como si fueras hija mía.
EQUÍN: Estaba leyendo las revistas nuevas, sentada en el inodoro.
CALUISA: ¿Cómo conseguiste esas revistas? ¿Y para qué? Tienes prohibido salir y hacer cualquier cosa sin mi autorización. (Molesta) Estas haciéndote otra vez la anarquista. Anda contesta… ¿De dónde sacaste esas revistas?
EQUÍN: Me las consiguió el muchacho pelirrojo.
LETICIA: ¿Cómo hablaste con él?
EQUÍN: (mintiendo) A través de la ventana del excusado.
CALUISA: Está clausurada.
LETICIA: No inventes, Equín. No es tiempo para fantasías, las cosas se nos han puesto difíciles.
EQUÍN: Tenía que pasar, ¿no? Quien nos manda a estar fuera de “onda”.
CALUISA: No hables así. (INSISTIENDO)¿Cómo conseguiste las revistas?
EQUÍN: (SINCERA) Me las pasó a través de la cañería del retrete.
CALUISA: Mentirosa.
EQUÍN: Aquí están las revistas, existen.
LETICIA: Ya no necesitamos más revistas, hermana. Falló el plan. Las FF.AA desaparecieron ¿entiendes? Pasó el tiempo, ninguna revolución persiste en el tiempo.
EQUÍN: Nunca desaparecen las FF.AA
LETICIA: Me refiero a las feministas. Tienes que saber que cerraron el grupo, el partido, la acción, que sé yo cómo llamarlo. Lo cierto es que ahora ya no existen y la única respuesta a nuestro test es esta caja… (PAUSITA) La mandaron los actuales dueños del local, con una tarjetica y todo. En la misma dirección ahora hay un electro auto. Debe ser más productivo, mi marido estará contento de ver que la mecánica es lo único que avanza. Él sabía de eso, comenzó arreglando el Jeep hasta que se convirtió en mecánico, él y su hermano montaron el primer taller mecánico de Ciudad Bolívar, cuando se cansaron de la herrería familiar…
CALUISA: No te desvíes, es necesario que Equín sepa cuál es la respuesta.
LETICIA: Mejor no, Caluisa.
CALUISA: Sí, que lo vea. Esto es lo que mandaron del electro auto. (Le enseña la caja) Y no es precisamente una batería ni nada por el estilo.
LETICIA: No la abras…
PERO CALUISA LE HA PUESTO LA CAJA CERCA DE LA VISTA DE EQUÍN.
CALUISA: ¡Mira!
CALUISA abre la caja. DE LA CAJA SALTA COMO UN RESORTE UN ENORME “PENE” PLÁSTICO IMITACIÓN AUTÉNTICA DE UN SEXO MASCULINO. LETICIA GRITA Y CIERRA LOS OJOS. EQUÍN PERMANECE INALTERABLE.
LETICIA: (GRITANDO) Cierra eso, Caluisa no seas vulgar.
LETICIA: (AL VER QUE EQUÍN CONTINUA INMUTABLE) ¿No vas a decir nada? Te quedas así… callada.
EQUÍN: Lo sabía.
LETICIA: ¿Qué?
EQUÍN: Sabía que no existían, me lo dijo el muchacho colorado.
CALUISA: Lo que quiere decir que no pudiste resistir a tu morbosa manía sobre el sexo ¡Aja! Te agarré. No sabes hacer nada donde no cuente el sexo. ¡Pipisera!
EQUÍN: No imaginé que mandarían eso. Fue una casualidad. Lo juro, hermanas.
LETICIA: Dijiste que lo sabías…
EQUÍN: Dije que sabía que ya no estaba el grupo feminista ahí, por eso le pedía al pecoso que me buscara revistas nuevas, actuales, al día. No podemos vivir como en los tiempos de Matusalén… la equivocación estuvo en confiarnos en tanananá. Hay que estar informadas de la situación actual, de la realidad del mundo, de sus cambios… por eso nos equivocamos.
CALUISA: Y tú crees que con ese discursito me vas a convencer. No me voy a dejar llevar otra vez por tus ideas.
EQUÍN: (soltando las revistas al piso) Tienes razón. Además tampoco valdría la pena.
LETICIA: No entiendo.
EQUÍN: (SEÑALANDO LAS REVISTAS QUE AHORA ESTÁN EN EL SUELO) Las leí, integras, página por página. Todas hablan de mujeres jóvenes, o cerca de los cuarenta. O de abuelas millonarias. No hablan de señoras. De señoras como nosotras tres, nada.
EQUÍN SE DEJA CAER EN UN MUEBLE Y SE ECHA A LLORAR DESCONSOLADAMENTE. LAS HERMANAS SE CONMUEVEN. CALUISA NO SE ACERCA A ELLA. LETICIA SI LA SOCORRE.
CALUISA: Sé que ahora no saldrá. Ahora puedo ir al “wáter” tranquila. Estoy segura que no saldrá ni volverá a extraviarse ni fantasear. Yo voy al excusado, no aguanto más las flatulencias.
CALUISA SALE PARA EL BAÑO. QUEDAN SOLAS LETICIA Y EQUÍN. LETICIA CONSUELA A EQUÍN QUE SIGUE LLORANDO.
LETICIA: Bueno ya está. No llores más. (PARA animarla). Mira, Equín, vamos a terminar las cadenetas…
EQUÍN: (deja de llorar) ¿Para las fiestas patronales?
LETICIA: Sí, sí ¿aprovechemos que Caluisa está obrando.
EQUÍN: Ya no se usa esa palabra, se dice cagar: “ahora que está cagando…”
LETICIA: Ah, no, es mejor decir: ahora que está haciendo pupú; así no se agrede la moral auditiva de nadie. Es mejor mediar, sobre todo cuando se está entre dos aguas.
EQUÍN: (riendo) Tú sabes mucho de eso.
LETICIA: Me parece lo más cómodo, y lo más sano también. Pero, bueno, aprovechemos que estamos solas y hacemos las cadenetas para ponerlas en la ventana. Anda, busca la caja, yo tengo el engrudo de almidón montado en la cocina.
EQUÍN SALE CORRIENDO HACIA EL CUARTO. LETICIA VA HACIA LA COCINA. EN EL CUARTO EQUÍN SACA DE ABAJO DE LA CAMA UNA CAJA DE CARTÓN DECORADA. AHÍ TIENEN LAS CINTAS DE PAPEL DE SEDA DE DISTINTOS COLORES Y UNAS TIJERAS. VUELVE A LA SALA AL MISMO TIEMPO QUE LETICIA ENTRA CON LA OLLITA DONDE TIENE EL ALMIDÓN.
LETICIA: Apúrate...
EQUÍN: Siempre tarda mucho en el baño, no te preocupes, sin prisa.
LETICIA: Comencemos…
COMIENZAN A HACER LAS CADENETAS. LA ATMÓSFERA SE VUELVE MARAVILLOSAMENTE MÁGICA. EL DIRECTOR TIENE PERMITIDA CUALQUIER LIBERTAD EN ESTA ESCENA. LA CASA PUEDE SER INVADIDA POR MUCHAS CADENETAS Y FLORES DE PAPEL, UNA MÚSICA ACOMPAÑA LA ESCENA, LUEGO OTROS SONIDOS PUEDEN INVADIR LA CINTA SONORA. LAS MUJERES REMEMORAN, HABLAN COMO EN UN ACTO DE CONFESIÓN.
EQUÍN: (CONTENTA) ¿Te acuerdas cuando me enseñabas a hacer las flores de papel? Igual que hacia la maestra Rosita.
LETICIA: Me acuerdo. Las cosas no se me olvidan nunca. Pero no me gusta recordar.
EQUÍN: ¿Por qué entonces, te sientas a hacer cadenetas conmigo?
LETICIA: Lo hago por ti, no me gusta verte triste. Tú no escapas jamás a los recuerdos .Yo en cambio he logrado esquivar esa trampa… Así vivo feliz.
EQUÍN: ¡La felicidad! La conocí algún tiempo, cuando vivía contenta. Después de vieja, la felicidad no existe.
LA MÚSICA CONTINÚA, AHORA LAS MUJERES MONOLOGAN SIN ESCUCHARSE UNA A OTRA. CADA QUIEN A SU RITMO. PUEDEN HACERLO AL MISMO TIEMPO O ALTERNÁNDOSE ENTRE PAUSAS.
LETICIA: ¿Por qué no entienden que soy feliz? Siempre lo fui. Uno se acostumbra a todo, también a la felicidad.
EQUÍN: No puedo estarme quieta aquí, desprendida de la vida. Siempre tuve miedo de la tristeza y al olvido. Me faltaron tantas cosas por hacer…
LETICIA: Yo hice todo lo que quería y todo lo que pude hacer. Así sin amarguras. Nunca me gustó sufrir, no entiendo por qué la gente sufre. Yo no sufrí nunca. Claro, lloré, pero aun así vivía contenta. José Antonio se enfermó cuando estaba chiquitico, pero él tenía que enfermarse para que yo aprendiera a curar como una madre a su hijo enfermo.
EQUÍN: Vivía enferma en aquel pueblo. Era tan chiquito. Una sola calle con iglesia, cura y sus rezanderas madrugadoras. Yo me iba a la plaza cuando todo el mundo dormía la siesta, me entraban ganas de gritar. De recordarles que no tenían derecho a dormir durante el día. Pero al final siempre me quedaba sola y callada cerca del puerto. Tantos y tantos barcos que yo sabía que conducían a otros sitios…
LETICIA: Tanto sitio había en mi casa cuando me casé, que decidimos llenarla de hijos, tantos hijos y tantos cuartos íbamos construyéndole a la casa. El patio no se acabó nunca, seguía siendo inmenso… Estaba todo por descubrir.
EQUÍN: Tienes todo por descubrir, eres tan bonita, muchacha. Así me dijo doña Irazábal cuando me ofreció empleo como azafata. Yo me sabía bella, y me gustaba retratarme cuando se inundaba el pueblo por el río, en los carnavales, en las fiestas patronales ¡Aeromoza! Caluisa comenzó gritándome que me iba a convertir en una sirvienta. Y mamá se dejó ganar por el miedo. No me dejaron. Entonces comencé a trabajar como maestra mientras esperaba que mi futuro marido se graduara en Caracas. Las concesiones arruinaron mi vida. Me entregué a ellas, me fui dejando arrastrar hacia la mediocridad. Un pueblo, una escuela, un marido, unos hijos, unos celos infinitos que no acabaron nunca, que todavía no terminan. Una vida extraviada entre tanta fiesta familiar, tanto mercado y cocina.
LETICIA: ¿Qué tiene de malo estar conforme con la vida que viví? ¿Qué tiene de malo entregarse como me entregué yo a mi marido y a mis hijos? Todo corre… como un río. Así corrí yo por la vida, contenta, sabiendo que al final iré a desembocar al mar, tan amplio, tan infinito que me disolveré entre tantas aguas, sin que quede nada de mí. Ni siquiera recuerdos.
EQUÍN: No puede ser que aquí entre mis manos se encuentre dibujada esta piche vida que viví. ¡Ay, como podrían escrutarlas y saber de verdad si esto puede ser un destino!
LETICIA: El destino. Los recuerdos. ¡Qué tonterías! Pedantes, todos pretenden dejar un legado, hacer historia. Yo quise vivir sin transcendencias ni aventuras imposibles. No tuve ambiciones, quería ser así, como agua de un río...
EQUÍN: A mí me gustaba ser pelotera. ¡El Softball! Antes eso era para las muchachas. Ay, tengo tantas ganas de escaparme para el estadio y gritar. Sentarme con los fanáticos de los Leones… (grita) ¡Que se hunda el Magallanes! O en las campañas electorales seguir una caravana blanca. Si hasta tuve solidez ideológica, del Caracas y Adeca. (DELIRANDO) ¡No quiero dormir! ¡Déjenme! ¡Suéltenme! ¡No quiero pastillas para el sueño! ¡Ni inyecciones! No…
EQUÍN SE VA QUEDANDO TRANQUILA, COMO SEDADA, HASTA DORMIRSE EN UNA SILLA DE LA SALA.
LETICIA: (INQUIETA) ¡Sal, Caluisa! ¿Por qué tardas tanto en el baño? Por Dios, sal ya del excusado. La niña se durmió, siempre lo hace cuando inventa cadenetas. Porque piensa, piensa mucho, demasiado. También hay que escapar a los pensamientos, a los deseos, a los sueños… nada me quedó por hacer, todo lo tuve, viví… (DESESPERÁNDOSE) ¡Sal, Caluisa, hermana, sal! que ya no tengo ni siquiera palabras. Todas están dichas. Así, como agua de un río, cada día me pierdo más, felizmente, en lo infinito. Con la fortuna de saber que no quedará nada de mí.
SUENA EL TIMBRE DE LA PUERTA. LA MÚSICA TERMINA, EL AMBIENTE VUELVE A CAMBIAR, EQUÍN SE HA QUEDADO DORMIDA, PROFUNDAMENTE. EL TIMBRE SUENA IMPACIENTEMENTE. LETICIA RECOGE RÁPIDAMENTE LAS CADENETAS Y TRATA DE METERLAS EN LA CAJA. SIGUE SONANDO EL TIMBRE. LETICIA SE APURA A ABRIR LA PUERTA. EN EL UMBRAL ESTA CALUISA. VIENE COMPLETAMENTE VESTIDA DE NEGRO, COMO UNA VIUDA RECIENTE.
LETICIA: ¿Caluisa, dónde andabas?
CALUISA: En el cementerio, poniéndole flores a la tumba de mí marido. No me olvido de él.
LETICIA: Es una tontería….
CALUISA: No lo es. La tumba estaba cubierta por el monte, unas flores secas, como esperpentos, burlaban la sepultura. Deben ser las últimas que llevé alguna vez. Tengo la obligación de mantenerle, por lo menos la lápida decente, limpia.
LETICIA: No debiste ponerte esa ropa, tanto negro es muy caluroso, eso enferma.
CALUISA: Es la misma ropa que escogí como mortaja.
LETICIA: ¿Negra?
CALUISA: Si ¿Acaso tengo yo algo que agradecerle a la vida?
LETICIA: (DESVIANDO LA CONVERSACIÓN) ¿Me alegro que ya estés aquí?
CALUISA: ¿Qué tiene de alegre estar aquí?
LETICIA: ¡Fue un decir!
CALUISA: ¿Es que tú te alegras de estar aquí?
LETICIA: ¿Por qué no?
CALUISA: De verdad que no te comprendo, Leticia, no sé porque siempre tienes esa mueca en la cara de tranquilidad. No entiendo cómo puedes mantener ese rostro sereno estando en la condición que estamos.
LETICIA: Sé que no hay mal que dure cien años.
CALUISA: ¿Tú crees que desde que murió mi marido a hoy, no han pasado más de cien años?
LETICIA: ¿Por qué dices “a hoy”?
CALUISA: Hoy sé que no podré salir otra vez a la calle.
LETICIA: ¿Cómo dices?
CALUISA: ¡Me lo impongo! No volveré a salir. Cerraré todas las ventanas.
LETICIA: (CON ASOMBRO) ¡Caluisa, fuiste capaz de hacer algo así...!
CALUISA: Sí.
LETICIA: (TRISTE) ¿Desde cuándo estás aquí en este apartamento?
CALUISA: No sé. Es como un sino. Desde que nací me condenaron a este apartamento. Yo tuve dos pecados naturales el del nacimiento, según Dios, y haber nacido “aquí”.
LETICIA: No me gusta hablar contigo. Eres tan...
CALUISA: ¡Amargada!
LETICIA: No exactamente. Tan pesimista ¿Por qué eres así, Caluisa?
CALUISA: Soy una mujer que trabajó treinta y dos años en Correos y que tuvo un marido que le dio todo.
LETICIA. No entiendo.
CALUISA: Una ciudadana más. Por eso estoy tan amargada y dejé de creer en las cosas buenas.
LETICIA: Y en las malas...
CALUISA: No, en esas no. Estoy segura que si me atreviera a la maldad...
LETICIA: Por Dios, Caluisa.
CALUISA: El ridículo por ejemplo. Si aprendiera a placerme del ridículo.
LETICIA: Hacer el ridículo es feo.
CALUISA: Si no estás consciente sí, pero si lo haces adrede, dignifica. Ahí está la clave. Hemos hecho el ridículo toda la vida sin darnos cuenta. Ahora tendríamos que hacerlo pero a plena conciencia.
LETICIA: Nunca te entiendo.
CALUISA: Voy a cambiarme de ropa. Así parezco una viuda respetable, una señora viuda de…
CALUISA SALE HACIA LA HABITACIÓN .CALUISA SE CAMBIA DE ROPA. AHORA LETICIA SE DIRIGE HACIA EL TELEVISOR. LO ENCIENDE. EN LA PANTALLA SOLO APARECEN LOS MILES DE PUNTICOS. LUEGO SE DIRIGE HACIA EQUÍN. LA DESPIERTA.
LETICIA: EQUÍN, va a comenzar la novela.
EQUÍN: ¡Ah, sí! (mira la caja). ¡Las cadenetas!
LETICIA: (ACORDÁNDOSE DE ELLAS) Hay que esconderlas, ¡rápido!
EQUÍN: (CORRIENDO HACIA EL CUARTO) ¡En el cuarto!
LETICIA: (VA A PREVENIRLA) No, no... Está….
EN LA PUERTA DE LA HABITACIÓN SE TROPIEZAN EQUÍN Y CALUISA. ESTA ÚLTIMA AL MIRAR LA CAJA, EXPLOTA.
CALUISA: ¿Qué es eso?
EQUÍN: (TEMEROSA) Este…
LETICIA: Un encargo.
CALUISA: ¿Encargo de quién? Te prohibí que trabajaras para la calle, Leticia. Odio verte haciendo tortas de matrimonios, cumpleaños. Detesto esas malditas tortas de cuatro y cinco pisos.
LETICIA: ¡Son cadenetas!
CALUISA: ¿Ah?
EQUÍN: De las que se ponen en las calles y las casas los días de fiesta.
CALUISA: ¿Es que aquí hay algo que celebrar? ¿Piensan hacer una fiesta en esta casa?
EQUÍN: Es para conservar el espíritu optimista.
CALUISA: Nada de eso. (Agarra la caja y comienza A romper cadenetas) Son unas mentirosas las dos, esto es lo que hago con sus benditas cadenetas.
EQUÍN: (llorando) ¡No las rompas, Caluisa, por favor!
LETICIA: (CON CARÁCTER DESCONOCIDO) ¡Dame la caja! (LETICIA LE ARRANCA LA CAJA CON FUERZA) ¡No vas a romper más!
LETICIA SE QUEDA CALLADA PERO IRACUNDA. CALUISA CON GRAN ASOMBRO ANTE LA REACCIÓN DE LETICIA. LUEGO DE UNA PAUSA.
CALUISA: Están castigadas ¡No ven novelas hoy!
LETICIA: (AUN CON FUERZA) Está bien, aceptamos. Ven, Equín, vamos al cuarto.
EQUÍN Y LETICIA SE VAN AL CUARTO. CALUISA APAGA EL TELEVISOR, SE QUEDA SOLA EN LA SALA. LETICIA Y EQUÍN EN LA HABITACIÓN ESCONDEN LA CAJA DEBAJO DE LA CAMA MATRIMONIAL Y SE ACUESTAN COMO ESTÁN VESTIDAS. LA CABEZA DE EQUÍN DA CON LOS PIES DE LETICIA. SE PRODUCE UNA ATMOSFERA TRISTE.
CALUISA EN LA SALA CAMINA INCOMODA, CON REMORDIMIENTOS. LUEGO VA AL TELEVISOR. LO ENCIENDE PARA TRATAR DE EVADIR LOS SENTIMIENTOS DE CULPA. EN LA TELEVISIÓN APARECE LA MISMA IMAGEN Y VOZ DEL PRESENTADOR DEL PROGRAMA DE CONCURSO. IGUAL QUE EN EL PRIMER ACTO.
PRESENTADOR DE TV: ¡Señoras y Señores! Hemos llegado felizmente a un nuevo final de este, su programa de concursos “Maternidad a la fama” Deje de ser un ciudadano anónimo y atrévase a inscribirse en nuestro programa. Si usted canta, actúa, es mago o payaso, cualquier cosa… inscríbase ya. Recuerde que son más de veinticinco años lanzando estrellas a este hermoso país.
CALUISA VA Y PAGA EL TELEVISOR. AHORA SE DIRIGE HACIA EL CUARTO. ENTRA. AL VER A LAS HERMANAS ACOSTADAS, HABLA UN POCO ARREPENTIDA.
CALUISA: Está bien. Levanto el castigo.
LETICIA: (A EQUÍN) Anda, Equín, si quieres ve y pon la telenovela.
EQUÍN: No quiero.
CALUISA: ¿No se van a levantar?
LETICIA: Yo no. Ya estoy acostada y tengo sueño.
CALUISA: Pero ya dije: Levanto el castigo. Me molesta lo de las cadenetas, pero, bueno, levanto el castigo… (A PESAR DE ELLA) y les pido disculpas por las que rompí.
LETICIA: No te disculpes.
EQUÍN: No tiene importancia, total… para qué pueden servir esas cadenetas, no las podríamos disfrutar.
CALUISA: ¿Se van a quedar ahí en la cama?
LETICIA: Sí.
EQUÍN: Yo también.
CALUISA: (PREOCUPADA) Ya pedí perdón. ¿Qué más quieren?
LETICIA Y EQUÍN PERMANECEN CALLADAS. LUEGO DE UNA PAUSA
CALUISA: ¡Aja! Planificaron una guerra fría, algo querrán sacar con eso ¿Qué es lo que quieren?
LETICIA: Yo, nada, ya lo dije. Estoy bien aquí, así… acostada
CALUISA: ¿Y tú, Equín?
EQUÍN: No voy a decírtelo
CALUISA: ¿Por qué?
EQUÍN: Me vas a regañar.
CALUISA: Te prometo que no. Habla…
EQUÍN: Ya lo sabes. Salir…. volver ¿qué sé yo? Estoy harta de estar aquí, no me acostumbro, me siento encerrada, atrapada….
CALUISA: Yo tengo una idea que quizá te guste.
EQUÍN: ¿Tú?
LETICIA: Caluisa, no juegues más con Equín, es la menor.
CALUISA: No es nada malo, creo que le gustará…
LETICIA: ¿Qué es...?
CALUISA: Les gustaría… (Se arrepiente) No, no... Creo que mejor no digo nada.
EQUÍN: ¡Anda dilo!
LETICIA: Yo sé, va a proponer que entremos al cuarto de atrás… Es una fijación.
CALUISA: No es eso, se trata del programa de la televisión… el de concurso.
EQUÍN: No me gusta ver ese programa...
LETICIA: Se burlan siempre de la buena voluntad de la gente.
CALUISA: No es verlo…. es concursar.
LETICIA: ¿Qué...?
EQUÍN: (con asombro) ¿Cómo dices…?
CALUISA: Hablo de inscribirse en el concurso.
LETICIA: ¿Quién?
EQUÍN: ¿Quiénes?
CALUISA: Nosotras.
EQUÍN Y LETICIA: (AL UNÍSONO) ¿Nosotras?
CALUISA: Sí, sí... nosotras tres... Un trío, cantamos, bailamos…
EQUÍN: ¿Estás segura?
CALUISA: Lo estoy proponiendo yo, ¿no?
EQUÍN: Es que no, lo puedo creer.
LETICIA: ¿Con qué fin?
CALUISA: ¿Un fin...?
LETICIA: Sí ¿qué sentido tiene que nosotras tres nos inscribamos en un concurso de televisión?
CALUISA: Hablan de ser estrellas.
LETICIA: Sospecho que tienes algo en mente que no nos quieres decir…
EQUÍN: Y eso que importa. El fin es ganar, en última instancia, pues, concursar, así, olímpicamente, por el gusto artístico… yo digo que sí, Caluisa, me encantaría.
LETICIA: No señor, a mí me parece una ridiculez...
CALUISA: Claro que lo es.
LETICIA: No estoy dispuesta…
CALUISA: (CORTÁNDOLA) Pues son dos puntos contra uno, perdiste, así me lo hicieron con la revista, bueno ahora soy yo la que propongo y tengo a mi favor el voto de Equín ¿no es así?
EQUÍN: Sí, sí claro, yo nunca me echó para atrás.
LETICIA: Nosotras no sabemos cantar.
CALUISA: Mucho mejor.
EQUÍN: Doblamos. Eso es lo que hace la gente ahora, doblar canciones.
LETICIA: Pero qué vamos a doblar…
EQUÍN: De eso me encargo yo. Organizo la cuestión artística y tú Caluisa, mandas la inscripción.
CALUISA: Nada de eso. No vamos a arriesgarnos a que nos rechacen. Nos aparecemos allá, así, de repente, sin que les quede otra posibilidad que dejarnos concursar.
EQUÍN: (CONTENTA) ¡Ay, hermana! Esta vez sí va a resultar.
CALUISA: Estoy segura que sí.
LETICIA: A mí no me parece.
CALUISA: Sí, Leti, éste será un golpe definitivo.
EQUÍN: Yo comienzo a arreglar todo.
EQUÍN SALE CORRIENDO, VA AL BAÑO. AHORA QUEDAN A SOLAS EN LA HABITACIÓN CALUISA Y LETICIA.
LETICIA: ¿Qué quieres decir con eso de golpe definitivo?
CALUISA: Lo que quería, hermana. Algo importante.
LETICIA: Concursar en un programa de televisión no tiene nada de importante ¡Es bochornoso!
CALUISA: Ese es el punto. ¿Tú no quieres que vuelvan tus hijos? ¿No te gustaría verlos?
LETICIA: Sí, claro que sí… Pero no veo relación entre una cosa y la otra.
CALUISA: Tú vas a ver que van a venir. Todo el mundo nos va a ver en ese programa, el país entero. Nosotras tres, viejas, jubiladas, desechadas de la vida, sin embargo, vamos a estar ahí.
LETICIA: No me gusta verte así, Caluisa. Sigo sin entender.
CALUISA: (extrañamente eufórica) ¡El ridículo, hermana! ¿No lo entiendes? Nos decidimos a hacer el ridículo pero con conciencia. Tres viejas ridículas completamente lúcidas, asqueadas de ser señoras. Tres viejas deciden hacer el ridículo, que es lo que hemos hecho toda la vida sin querer. Sólo que ahora vamos a hacerlo queriendo.
SE PRODUCE UN APAGÓN EN LA HABITACIÓN. AL MISMO TIEMPO QUE EQUÍN ABRE LA PUERTA DEL BAÑO. ENTRA ARRASTRANDO UN ENORME BAÚL, LO HACE CON GRAN ESFUERZO. AL TIEMPO QUE COMIENZA A GRITAR.
EQUÍN: ¡Ayúdenme!
EN LA HABITACIÓN CALUISA Y LETICIA CONFUNDIDAS.
LETICIA: Se fue la luz, por eso debe estar gritando.
CALUISA: Siempre grita...
EQUÍN: ¡No puedo sola con esto! ¡Epa! ¡Auxilio!
ENTRAN A LA SALA CALUISA Y LETICIA DESDE LA HABITACIÓN, ALARMADAS POR LOS GRITOS DE EQUÍN.
LETICIA: ¿Qué es eso...?
CALUISA: ¿De dónde sacaste ese baúl?
EQUÍN: El pelirrojo pecoso, ya le puse sobrenombre y todo, somos íntimos. “Archie”, es que igualito a” Archie”.
CALUISA: Pero si ese baúl es mío…
EQUÍN: ¡Claro, chica! (SE TROPIEZA POR LA OSCURIDAD) Ay, ya me di en el espinazo.
CALUISA: ¿Cómo fue…?
LETICIA: No te muevas, Caluisa... Es peligroso, siempre te caes…
EQUÍN: ¿Cómo fue qué, el golpe?
CALUISA: No, lo del baúl.
VUELVE LA LUZ.
EQUÍN: Volvió la luz.
CALUISA: Aquí todo es intermitente.
LETICIA: ¿Para qué sacaste ese baúl, Equín?
EQUÍN: Se trata de un show ¿verdad?
LETICIA: De un concurso.
CALUISA: Me gusta la idea del show.
EQUÍN: ¿Te das cuenta? Vamos a necesitar ropa. Bueno, mi amor, aquí la tenemos…. ¡Mira!
EQUÍN ABRE EL BAÚL Y COMIENZA A SACAR VESTIDOS.
EQUÍN: El traje de Diana la Cazadora. Y éste, es el modelito de Rita Hayworth en “Gilda”, dirigida por Charles Vidor en el cuarenta y seis... La primera vez que vine a Caracas la estaban dando en el cine ese, cerca de la Plaza Bolívar. La vi tres veces para copiarme el modelito. Igualito, ¿no crees? Y mira este, de “Madre Perla” en carnaval.
LETICIA: Pero son disfraces.
EQUÍN: ¿Y qué importa? La gente se disfraza para los show, no vamos a cantar así como estamos. Incluso, nos vamos a poner las tres en régimen dietético.
CALUISA: Ah, no, sin tantas exigencias. Yo no puedo dejar de comer.
EQUÍN: Hay que hacer sacrificios, Caluisa. Mira, este traje es de “Fabiola”, también copiado de una película, mi marido que estudiaba en Caracas para esa época fue al cine y me mandó el dibujo para la representación que hicimos en el teatro de la obra del cardenal Wiseman. La dirigió el padre Machín. ¡Qué esplendor!
LETICIA: Mamá hizo el traje con unas cortinas.
EQUÍN: Toda mi vida quise ser artista.
CALUISA: Bueno, bueno… cada una escoge un traje y se lo prueba. Yo agarro éste.
EQUÍN: Yo quiero el de “Gilda”
LETICIA: (a EQUÍN, preocupada) No deberías estar tan contenta, Equín.
CALUISA: Déjala que lo esté. Vamos, Leti, escoge tu traje.
EQUÍN: Puede ser este de Montreal, como tú eres tan conservadora.
LETICIA: No soy conservadora. Dame, me lo pongo en el baño.
LETICIA SE METE EN EL BAÑO.
EQUÍN: Yo te acompaño, así te ayudo…
EQUÍN SIGUE A LETICIA AL BAÑO. QUEDA CALUISA SOLA. SE RÍE, BURLISTA, DE LAS HERMANAS, SU TONO ES AGRIO, TAMBIÉN CON ELLA MISMA.
CALUISA: ¡Ilusas! Creen que le van a servir, así de gordas como están. Deformadas, perdieron la figura hace años. Desde que comenzaron a tener hijos se arruinaron. Por eso los maridos las engañaban. Y no es que me ponga como una consejera de belleza, ¡qué va! Sino que conozco a los hombres. ¡Buscan pocillo nuevo para mojar su bizcocho! Por decirlo de una manera fina, porque el dicho en verdad es “pipí parao no respeta…” y ya sabemos lo demás. La vulgaridad es popular, es decir, del pueblo, y aquí todos vivimos al borde de lo escatológico. Esta ciudad ya no tiene ríos de agua, sino de ñoña. Por mucho boulevard y adornitos que le pongan, ahí tienen su cloaca, abierta, mostrando al mundo que nosotros vivimos amenazados constantemente hasta aquí (se señala el cuello) y no de agua, sino de pupú. (Mira el vestido) No voy a hacer ni el intento, sé que no me entra.
SE ABRE LA PUERTA DEL BAÑO Y ENTRAN EQUÍN Y LETICIA CON LOS VESTIDOS EVIDENTEMENTE PEQUEÑOS, NO LES ENTRAN. SE VEN RIDÍCULAS CON LOS CIERRES ABIERTOS, LOS TRAJES A MEDIO ENTRAR Y ROTOS O REVENTONES POR EL INTENTO.
EQUÍN: Ni con mantequilla.
LETICIA: ¡Ay, qué horror! Ayúdame, Caluisa, que me está ahorcando… tengo el cuello justamente del tamaño que tenía antes la cintura.
Caluisa ríe mirándolas, sin embargo, auxilia a Leticia.
EQUÍN: ¡Dios mío! ¡Qué vergüenza! ¡Encima de viejas, gordas! Por eso hay cosas que detesto, una de ellas es guardar ropa vieja. Una la tiene ahí, recordándonos constantemente que tuvimos una época.
CALUISA: Buena frase esa: “Tuvimos una época”. “Época de resplandor” Ahora tenemos otra de “decadencia”. No veo que tiene de malo la decadencia. No es un vicio, no señor, nada de eso, es una condición irremediable. ¿Entonces para qué tanto horror cuando confesamos que estamos en decadencia?
EQUÍN GUARDA LOS VESTIDOS EN EL BAÚL
EQUÍN: (TRISTE) Tendremos que vestirnos como señoras. Si mamá estuviera aquí nos haría unos “sarones” divinos con estas cortinas.
EQUÍN SE CUBRE CON ALGUNA DE LAS CORTINAS ESTAMPADAS QUE ESTÁN EN LAS PUERTAS DEL APARTAMENTO.
LETICIA: Me niego a vestirme de “Hawaiana”. Ya no tienes el mismo cuerpo de antes Equín, ni tú, ni yo.
CALUISA: Hay que aceptarlo. Tendríamos que ir enseñando el rollero. Eso es la decadencia, pura, con su propia estética.
EQUÍN: Hay que cuidarse la imagen. Después hablan, dicen que los artistas no tienen dignidad.
CALUISA: No estoy de acuerdo.
EQUÍN: Es así, mucho más en el espectáculo. Si sales desnuda, entonces quieren que tengas una totonita así como una cacharita... ¿Te acuerdas, las carteritas aquellas en forma de cuquita?
CALUISA: ¡Chaquerita! No cacharita. Claro que me acuerdo.
EQUÍN: Y si eres hombre, pretenden que tengas las pendientes como bolitas de navidad. No señor, si cada quien es bello como es, con sus bolas chiquitas o grandotas como bolondronas, o chorreadas. ¡Ay, tanta preocupación por la forma!
CALUISA: Me estás dando la razón.
EQUÍN: Si, pero no estoy dispuesta a enseñar los rollitos. Tampoco hay por qué hacer el ridículo.
LETICIA. (PREOCUPADA) Creo que es precisamente lo que Caluisa quiere que hagamos.
CALUISA: Cállate, estamos haciendo vanguardia, ya lo dije.
EQUÍN: ¡Vanguardia! Cuando daba clases de Manualidades Femeninas y Educación Artística, en el liceo aquel de Valle de la Pascua, mi marido era el director, nunca llegué a entender eso de la vanguardia. Hasta un tal Marinetti, creo, hablaba del “placer de ser abucheado”.
LETICIA: (a caluisa) Es mejor que le digas la verdad a Equín.
CALUISA: (Evitando) ¿Qué vamos a cantar?
LETICIA: Debe saber la verdad.
EQUÍN: Yo escojo la música.
CALUISA: Mejor cada una escoge su canción y luego votamos, para seguir la costumbre democrática, como ha sido siempre.
LETICIA: No quiero.
EQUÍN SE ACERCA CON UN DISCO HASTA LETICIA. LE ENTREGA LA CARÁTULA MIENTRAS SACA EL DISCO.
EQUÍN: Esta es tu canción favorita. (PONE EL DISCO EN UN PEQUEÑO TOCADISCO). Se escucha una versión femenina de la canción “Capullito de alelí”.
LETICIA: Con esa canción nos enamoramos Joseito y yo.
CALUISA: Me acuerdo, todo el día cantando Capullito de alelí.
LETICIA: A mí me gusta, me la sé de memoria…
LETICIA CANTA ACOMPAÑANDO LA GRABACIÓN DEL DISCO. AL FINAL SE PONE A LLORAR. EQUÍN QUITA EL DISCO
EQUÍN: ¿Por qué lloras?
LETICIA: No me gusta escucharla ahora.
CALUISA: Escoge tu canción, Equín, y trata de que sea alguna movida. Nada triste. Que nos dé la oportunidad de bailar.
LETICIA: Yo no sé bailar.
EQUÍN: Te aprendes la coreografía, es facilita…
LETICIA: No quiero ir a ese concurso.
EQUÍN RÁPIDAMENTE.
EQUÍN: Aquí está mi canción.
SE ESCUCHA “PERFIDIA”.
CALUISA: Sabía que ibas a poner esa, la favorita de tu marido. Ahora falta que también te pongas a llorar. Con ustedes no se puede armar nada, se dejan ganar por la nostalgia.
LETICIA: Caluisa, dile la verdad a la bordona
EQUÍN: No quiero oírla.
LETICIA: Quiere que vayamos a ese concurso para que todos se burlen de nosotras. Para que hagamos el ridículo.
EQUÍN: Lo sé, y no me importa.
LETICIA: No le encuentro sentido, por más que trato de buscar una explicación, no le encuentro el sentido.
EQUÍN: Yo sí.
CALUISA: Voy a buscar la ropa para el show. Ya perdieron, vamos a doblar la canción que yo escogí.
CALUISA VA HACIA LA HABITACIÓN. MIENTRAS ELLA SE DIRIGE AL ESCAPARATE, LO ABRE CUIDADOSAMENTE CON UNA LLAVE, SACA TRES TRAJES OSCUROS, “SMOKING” DE HOMBRES, EN SUS GANCHOS. LOS CEPILLA, MIENTRAS EN LA SALA, LETICIA Y EQUÍN CONTINÚAN.
LETICIA: No tenemos por qué ir a este concurso.
EQUÍN: Es idea de Caluisa.
LETICIA: Ella no tiene hijos, nadie que se avergüence de lo que vamos a hacer.
EQUÍN: Lo que vamos a hacer, Leti, es gritar que estamos vivas. Tú y yo sabemos que nos olvidaron, tú y yo podemos confesarnos y reconocer que nos olvidaron.
LETICIA: ¿Qué vamos a ganar haciendo esto?
EQUÍN: ¿Qué tenemos que perder, hermana?
LETICIA: No entiendo nada. Pensé que aceptabas porque siempre quisiste ser artista.
EQUÍN: No hay nada que entender, vamos las tres. Quizá alguien pueda vernos y esté a tiempo todavía...
LETICIA: ¿A tiempo de qué?
EQUÍN: De rectificar, y vivir de otra manera.
CALUISA LAS INTERRUMPE CON LOS TRAJES MASCULINOS.
CALUISA: Se hace tarde. Vamos a vestirnos.
EQUÍN: ¿Con esa ropa?
CALUISA: Con la misma que enterramos a nuestros maridos.
EQUÍN: El mío no está muerto.
CALUISA: Le tienes éste preparado.
EQUÍN: Si es así…
LETICIA: A mí me parece horrible.
CALUISA: Lo es, Leti. Toma el tuyo.
LETICIA LO TOMA. CALUISA LE ENTREGA UNO A EQUÍN, ELLA SE DIRIGE HACIA EL BAÑO. LUEGO LETICIA.
CALUISA SE QUEDA AFUERA. ENCIENDE EL TELEVISOR. ES LA UNICA LUZ QUE QUEDA ENCENDIDA. CALUISA LAS APAGA TODAS. EN EL TELEVISOR ESTA LA IMAGEN DEL PRESENTADOR UN POCO INCOMODO. MIENTRAS HABLA Y VEMOS SU IMAGEN, CALUISA SE VISTE CON EL SMOKING.
PRESENTADOR DE T.V.: ¡Señora y Señores! Es un placer para los productores de este espacio presentar a nuestras… perdón, nuestros próximos concursantes. Quiero dejar bien claro que este medio audiovisual no se compromete con... mejor dicho, nosotros no obligamos a que la gente… (El hombre confundido) Es decir, éste es un programa abierto, a todo tipo de… digamos de cosas. Por lo tanto, presentamos ahora a nuestras… perdón, nuestros concursantes número seis… con ustedes el show paródico musical del trío “Los Panchos”.
SE ESCUCHA FANFARRIA EN LA TELEVISIÓN. EN EL ESCENARIO APARECEN LUCES DE SHOW. POR LA PUERTA DEL BAÑO APARECEN EQUÍN Y LETICIA QUE SE UNEN A CALUISA. LAS TRES VESTIDAS DE HOMBRES. DOBLAN UNA CANCION DE LOS PANCHOS, AL TIEMPO QUE BAILAN. INTERPRETAN EL TEMA “JACARANDOSA”. TODO ES DRAMÁTICAMENTE DECADENTE Y RIDÍCULO. AL TERMINAR. CALUISA SE QUEDA QUIETA. EN EL TELEVISOR SE PIERDE LA IMAGEN.
CALUISA: Se dan cuenta. ¡Estamos listas!
EQUÍN: ¿Caluisa, estás consciente del ridículo que estamos haciendo?
CALUISA: Yo sí.
EQUÍN: Entonces, estamos listas.
LETICIA: No sé…. Yo no estoy segura.
CALUISA: No puedes dudar ahora. Vamos.
EQUÍN: Las tres, hermanitas, juntas. Tú vas a ver. Mañana estarán aquí los muchachos.
LETICIA: ¡Bravos! Con mucha razón. Es una comiquería.
EQUÍN: Pero van a estar. Van a estar aquí con nosotros.
LETICIA: ¿Tú lo crees de verdad?
EQUÍN: Estoy segura.
CALUISA: Tenemos que irnos. No vamos a llegar a tiempo.
LAS TRES MUJERES ESTÁN DE ESPALDAS A LA PUERTA DE SALIDA. CALUISA VA HACIA EL FONDO. SE ESCUCHA NUEVAMENTE EL SONIDO DE LAS TRANCAS. LETICIA Y EQUÍN ESPERAN QUE CALUISA ABRA LA PUERTA. CIERTA EXPECTATIVA Y NERVIOSISMO EN LAS TRES. MIENTRAS QUITA LAS TRANCAS, LETICIA COMENTA.
LETICIA: Caluisa, siento que me empieza a faltar el aire.
EQUÍN: Yo siento lo mismo.
CALUISA: ¡Ya está! Vamos rápido.
CALUISA LOGRA ABRIR LA PUERTA. PERO AL HACERLO UN MURO DE BLOQUES DE CONCRETO ADOSADOS CON CEMENTO, TAPIA LA SALIDA. CALUISA MIRA CON GRAN ESTUPOR LA PARED. LAS TRES DESCONCERTADAS AL PRINCIPIO. EQUÍN GRITA CON PÁNICO. CALUISA GIRA Y DICE CON RABIA CONTENIDA, ENTENDIÉNDOLO TODO.
CALUISA: ¡No nos van a dejar salir!
EQUÍN: ¿Qué pasa, Caluisa? ¿Que es lo que está pasando?
CALUISA TRATANDO DE MANTENER LA CALMA.
CALUISA: Nada. No pasa nada. Son visiones.
LETICIA: (resignada) Puedo verlos, son bloques de cemento, una tapia, están ahí, no son visiones.
EQUÍN: (EN UN ARREBATO) ¡Tiene que haber otra salida!
LETICIA: (LLORANDO) ¡No hay otra salida!
CALUISA: (PATÉTICA) ¡No nos van a dejar salir!
CAE EL TELÓN FINAL.