RAROS              

DE JOSE SIMON ESCALONA

ESPECTÁCULO CONFORMADO POR CUATRO​​ MONÓLOGOS

 

“ADENTRO”             

 

AMBROSIO VENDE TRAJES FEMENINOS DE MARCA A SELECTOS GRUPOS DE MUJERES QUE INVITA ALGUNA DE SUS CLIENTAS FAVORECIDAS CON ESTAS REUNIONES. TRAE UNA MALETA O UNA ENORME CARPETA CON LOS DISEÑOS DE LOS VESTIDOS. HACE SU ENTRADA CON GRAN ENTUSIASMO.

 

AMBROSIO:​​ ¡El último grito de la moda! La colección femenina para la temporada primavera-verano de las casas más afamadas del mundo. Este año no visité New York al inicio de las semanas de la moda, ni luego la elegante ciudad de Londres, tampoco la siguiente de Madrid. Preferí concentrarme en los nuevos hitos del glamour: París, Milán y Los Ángeles. Permítanme presentarme. Soy Ambrosio Del Río, experto en la arquitectura para la imagen de la mujer, con especialidad en “Haute Couture”, Alta Costura, muchachas; y estoy aquí atendiendo una grata invitación de mi gran amiga Conchita Finol, aplausos para ella, por favor.​​ (PAUSA)​​ Nuestra​​ excelente anfitriona, quien muy atenta y generosa desea que sus amistades, sin la necesidad de viajes agotadores y sesiones de pasarelas interminables, puedan contemplar​​ en la intimidad de este hermoso salón, una selección de los mejores diseños del mercado actual de la moda. Ella recibirá como premio a su​​ ilustre​​ alcurnia​​ un regalo especial de este servidor. La moda es un concepto que va más allá del vestido, se inicia en el consentimiento y complacencia de nuestro vestuario original: la piel que nos cubre. Por eso las pondré al día respecto a las tendencias del comportamiento sexual​​ de sus congéneres, mujeres atrevidas, arrojadas, que decidieron hace tiempo vivir en toda la extensión del placer con sus urgentes ardores y deseos. Negro. Es el color de la temporada y no puede faltar una prenda de esta tonalidad en ninguna colección privada. Una mujer que viste de negro siempre estará impecable en cualquier compromiso profesional, social y/o sexual. Porque vamos a estar claras, muchachas, eso del blanco para el verano es anticuado, y el rosado juvenil demasiado insípido; la noche se vive intensamente en la oscuridad. Dejémosle el blanco a la hipocresía de las novias playeras y los rosa pálidos para los compromisos informales y familiares, que es como decir celebraciones de gente pobre. ¡Ah, la pobreza! El primer obstáculo que hay que superar si quieres triunfar en un mundo distinguido, el único que garantiza una buena manera de disfrutar a plenitud la oferta mundana. Gracias a todas por asistir a este vernissage, muchachas. Por cierto, veo algunos caballeros en la audiencia. No, no se preocupen, muchachos, no soy insidioso, no me gusta intrigar, los que quieran reservarse en el closet, pueden estar tranquilos, no revelaré absolutamente ninguna indiscreción, no voy a contar a quien se lo mamaron ni mucho menos quien abrió las nalgas el fin de semana pasado. Están a salvo, pueden serenarse… Negro.

AMBROSIO SE ACERCA AL PÚBLICO, ESCUDRIÑA, PARA TENSIÓN DE LOS ASISTENTES, LAS APARIENCIAS DE SU AUDIENCIA.

 

¡Qué guapo muchacho, estás divino!... También caballeros heterosexuales, straight, del otro lado, es decir, no del lado mío, ¿me explico? Algunos muy circunspectos y comprometidos con su pareja, supongo… Ustedes, por ejemplo: ¿Están casados o saliendo?​​ 

 

INTERACTÚA CON EL PÚBLICO.

 

Escudriño entre nuestros invitados masculinos, porque quiero prevenirlos y puntualizar sin ninguna duda sobre sus potencias y virilidades, que desde este momento mis consejos son estrictamente femeninos, si alguien se siente aludido, provocado, incómodo, o susceptible ante lo que pueda parecer un insulto a su masculinidad, que por favor se retire. (PAUSA) ​​​​ Bueno, después no digan que no se los advertí… Si alguno quiere seguir o comprobar mis recomendaciones, ensayarlas por curiosidad o sinvergüenzura, no me echen la culpa. No puedo con una culpa más en mi vida. Negro. Llegó la hora de hablar entre mujeres, abrir la maleta y descubrir el invitado especial de nuestro círculo fashionista. Hoy, ante sus ojos, un adminículo que no pasa de moda nunca, hay quienes lo consideran una joya, por el valor del material de hechura, pero algunas, la mayoría de mis clientas lo consideran un objeto de uso de primera necesidad. ¿Están preparadas, muchachas? Aquí lo tienen…

 

AMBROSIO ABRE UNA CAJA Y DEJA VER UNA ESCULTURA DE CRISTAL QUE SIMULA UN MIEMBRO VIRIL.

 

No, muchachas, no es un güevo. Quiero decir, tiene forma de güevo, apariencia de güevo y funciones de güevo, pero no es un güevo. Es una obra de arte, o si prefieren su nombre de​​ origen, permítanme introducirles el “dildo”, del vocablo inglés “Dil Doul”, cuya traducción sería “pene erecto”, o de la voz en italiano “diletto”, es decir “deleite”​​ que hace honor a su auténtica función, y que toda mujer debería llevar adentro. De nuevo advierto al público masculino, pues esto es un perfecto sustituto a las deficiencias, inconsistencias, caprichos y veleidades de un güevo de carne humana. Mejor que un verdadero miembro viril. No tienes que lidiar con sus infidelidades, abusos, engreimientos y suciedades. Un dildo es para ti en exclusiva, un dildo es una verdadera relación de satisfacción, sin resentimientos egoístas, ni insultos por la calificación de putas. Es íntimo, es personal, secreto pero sobretodo cumplidor, algo que jamás puede pedírsele a un caballero, con el perdón de los presentes. No es que te olvides para siempre de los hombres, no, tampoco promuevo una casta de amazonas, pero es la mejor manera de aprender a dominarlos, a no dejarnos arrastrar por la necesidad y sucumbir ante las exigencias y las descalificaciones machistas. Un dildo es más eficaz que un macho, pero sobretodo mucho más honrado. Un dildo es una fe, una práctica mística, una ocupación que nos invade en el momento y el lugar que necesitamos, un compañero que no nos abandona nunca… ni en el supermercado, en la peluquería, en los centros comerciales… en las invitaciones de tus amigas, o en la oficina, en ninguna parte. Su uso diario es racional, saludable y orgásmico. Garantiza total satisfacción sexual si siguen al pie de la letra su manual de uso, y además si visten con mi selección de los mejores vestidos de esta temporada primavera-verano, atrayendo la atención de los hombres y de esa manera puedas escoger con cuál tener una affaire erótico, siempre protegida por el escudo de lo que llevas adentro. Negro. Comencemos la pasarela. Al dildo no se le nombra con nombre de varón.​​ No​​ podemos llamarlo como a los maridos, casi siempre referidos por el apellido… (AMBROSIO REPRESENTA A UNA DAMA) - ¡Es que Guzmán tiene esta noche un compromiso social de trabajo y tengo que ir de señora…¡Y yo le aconsejo. Negro. Para las noches elegantes, moaré y satén rígido, una mezcla atrevida, solo para gustos especiales. Usted se verá divina como la Señora De Guzmán con este modelito.​​ Negro.

 

AMBROSIO SACA UN HERMOSO VESTIDO O DISEÑO DE LA MALETA. LO GUINDA EN UN MANIQUÍ O UNA PERCHA.

 

Cuando se trata de un amante, casi siempre lo mencionamos solo por el nombre: Domingo, por ejemplo. - ¡Domingo me invitó a una “suaré” cultural de un amigo de la farándula! Negro. Chifón y encajes, para espíritus románticos que se lucen en esos eventos donde los intelectuales y algunos famosos equilibran la atracción de la belleza​​ erótica​​ sobre las mentes brillantes. Negro.

 

AMBROSIO SACA OTRO TRAJE Y VISTE OTRA PERCHA.

 

A un dildo tampoco se le apoda como si fuera un chico de compañía, a quien nos referimos con algún eufemismo: bebé, bello, galán, portento, cuerpazo… alguien con quien vas a lucirte en una despedida de soltera, por ejemplo.​​ Negro.​​ 

Un drapeado divino en chantú de seda, una columna regia.

 

AMBROSIO SACA UN NUEVO TRAJE, VISTIENDO OTRO MANIQUÍ, PARECE PERDERSE EN SI MISMO.​​ 

 

Todos necesitamos consuelo. Cuando vamos errabundos sin amor, ni amistad, ni respeto, ni siquiera solidaridad, solo nos auxilia el consuelo.​​ (PAUSA) Dejé de creer en los hombres a los quince años. En​​ esa​​ época​​ me vine​​ a la capital, estaba harto de mi pueblo, las burlas y chistes por mi raquítica contextura y ademanes de mujer. Yo creía que mi madrina era una gran artista, así la nombraban a​​ sottovoce​​ en las reuniones familiares. Escapé del pueblo y sorprendí a mi madrina en su abigarrado hogar​​ capitalino. No era un teatro, ni​​ un bar, sino la casa de una meretriz. Una mujer alegre, siempre contenta, que disfrutaba​​ su trabajo,​​ y​​ me​​ dejó acompañarla como su asistente. Una estrella. Me encantaba​​ espiarla sin que se diera cuenta. Bella, como una modelo y sus vestidos​​ que cambiaba para los​​ amante. Un atuendo para cada hombre que se repetía con los días​​ de​​ la​​ semana. Venían sobre ella y descargaban su… ¿Rabia? ¿Dolor?​​ ¿Impotencias?​​ Frustraciones.​​ Pero uno de ellos​​ complacía a​​ mi madrina a tal punto​​ que provocó mis deseos.​​ Me​​ enamoré del​​ hombre de los martes.​​ Un varón alto, barbado, todo cubierto de pelos. Salvaje. Joven y vigoroso, hijo del turco del almacén de telas. Lo contemplaba todas las tardes tomando el fresco del bulevar, frente a la puerta del negocio, exhibiendo el paquete ante las extasiadas miradas femeninas.​​ Una repentina ausencia de mi madrina​​ provocó mi propia perdición. Llegado el martes vestí​​ la ropa que mi madrina le lucía al turco,​​ su​​ mismo​​ “brasier”,​​ sus zapatos a juego de tacón rojo, las medias negras de seda y​​ la deshabillé​​ con bordados de plata.​​ Dejé​​ la pieza​​ en penumbras para recibir​​ al Señor Martes.​​ Me rozó los labios al principio, las nalgas, pero no lo dejé tocar mi entrepierna.​​ Me besó tan apasionadamente, me​​ apretó en sus musculosos brazos, me​​ embrujó​​ con su olor fuerte y​​ mi cordura​​ cedió​​ al deseo. Cuando quiso entrar en mí, descubrió mi instrumento viril, erecto como una cabilla. Se dio cuenta que era el sobrino​​ disfrazado de mujer. Le di asco, descargó su repulsión a golpes, me destrozó los testículos a patadas, rompió mi boca que con tanto gusto había besado antes. Desperté en el hospital, tres meses después, un milagro. Mi madrina regresó antes de tiempo esa misma madrugada y me​​ encontró inconsciente.​​ No sé si debí morir. Detesto​​ a​​ la gente que lamenta su vida,​​ decidí​​ sobrevivir sin mi malogrado sexo. Hasta que descubrí las alegrías del consuelo… adentro.​​ Mi verdadera salvación. No necesito de nadie para ser feliz.​​ Negro.

 

CAMBIA NUEVAMENTE A SUS MANERAS.

 

Uno puede bautizar al dildo con un buen calificativo: El Consolador, por ejemplo. Entonces, usted no se crea falsas expectativas sobre una relación de afectos o compromisos, disfruta una grata experiencia de recompensación, complacencias, juegos... Los dildos son indispensables en la vida íntima de una mujer. Es decir, si usted quiere sentirse hembra durante todo el día, usted encarga un consolador terapéutico más dúctil, sugestionable, que pueda encajarse desde la mañana hasta la noche, como un tampón, todo el santo día complacida. Negro.

También hay modelos que brindan otros beneficios fisiológicos. Por ejemplo, si usted desea abrir un poco más el conducto vaginal, entonces encarga un consolador “ensanchable”, que vaya poco a poco distendiendo los músculos internos de sus vacíos, incluyendo una gama versátil de​​ tipos para el canal ano rectal,​​ de interés tanto femenino, como masculino, los curiosos por experimentar el consuelo del órgano que tiene más terminaciones nerviosas del cuerpo humano, un​​ arcoíris​​ de sensaciones y una fuente inagotable de entretenimiento erótico. Negro.​​ 

Torchón sobre tafetán, delicadísimo.

 

AMBROSIO EXHIBE OTRO VESTIDO.

 

Los Dildos, más que una moda son una conducta, una disciplina, y con su uso clínico y riguroso lograrán que sus cavidades sexuales se conviertan en un túnel hacia el placer continuo, constante, leal, como ningún otro macho de género animal puede lograrlo. Negro.​​ 

Raso y adornos en terciopelo, sobrio.

 

AMBROSIO ENSEÑA UN ÚLTIMO VESTIDO.

 

Cada uno de los vestidos está exhibido para dar inicio a la subasta. Pero ya que estamos en la intimidad de la amistad, aquí entre nos, fraternas, cuando alguna amiga te quiera chismear algo: “manita, sin que me quede nada por dentro…” Tú le pones un stop. “Ay, no, amiga, no te vacíes, quédate con alguito…” El último grito de la moda es llevar algo… adentro. Negro.

 

Enero 2015

 

 

AFUERA

 

LAS PUERTAS DE UN CLOSET SE ABREN Y HACE SU APARICIÓN MARCO, UN JOVEN DE INDUDABLE HERMOSA APARIENCIA.

 

MARCO: ¡Afuera! No se trata de un precipicio, por fortuna, pero durante un tiempo sentí que estaba al borde de un barranco. Una depresión demasiado larga. La primera vez que tuve conciencia de mi estado letal, apenas sobrepasaba los trece años de edad. Un púber desnudo ante el espejo húmedo y manchado,​​ reflejando la imagen indefinida de mi cuerpo adolescente. Una experiencia perturbadora, yo​​ masturbándome delante del hombre inmaterial que deseaba ser con un poco más de músculos y vello púbico. Estoy bien dotado, así que no me acomplejó el tamaño de mi miembro viril, pero no era comparable al volumen, la turgencia, la plenitud de las nalgas que desde esa temprana desnudez, asomó dibujado en perfil y detalles sobre la opacidad del espejo. Me impresionó la belleza de mi propio culo y en ese preciso instante me corrí, acabé, me fui en estremecimientos ahogados para no despertar a ninguno de la siesta, con los gemidos de mi recién estrenada vida sexual. Por supuesto que probé, como todo muchacho, el sabor de mi propio semen y sentí un cierto amargo que habría de acompañarme por el resto de mis atormentados años dentro​​ del closet. De alguna manera la amargura presagiaba algo de lo que sería mi vida. El lunes, después de mi primer pajazo,​​ entré al aula de clases escolar​​ y uno de mis compañeros, Elías se llamaba, me dijo: “en el recreo me acompañas al baño, para que veas lo que me sale del güevo”. Quedé en suspenso, ansioso, angustiado por la urgencia de Elías. Era el chico más alto de la clase, con ojos negrísimos, pestañas largas y cejas casi entrejuntas por tanta prolijidad capilar. Elías era flaco, firme y velludo. Estaba en pleno desarrollo de su masculinidad y el miembro daba muestras de su ímpetu por dejar atrás la inocencia. Yo miraba hipnotizado el movimiento furioso que hacía aparecer el glande desde el tronco de su portento, y en medio del frenesí me dictó una orden. Bájate los pantalones. Lo hice. Ponte de espaldas. Lo hice. Abre las nalgas. Y sentí el calor de su semen, desvaneciéndome por el placer, desenfocado como mi vana imagen sobre el espejo velado. Me desmayé. Desde aquel momento Elías requería mis nalgas recién en la mañana y luego del recreo. Me convertí en su culo. Eso me dijo, “tú eres mi culito”. No le di mucha importancia al principio, hasta me gustó convertirme en “su culito”, pero me fui incomodando cuando no solo él necesitaba mis nalgas a diario, sino cuando la solicitud de bajarme los pantalones comenzó a repetirse en otros ámbitos: el profesor de educación física después de las duchas. El odontólogo. El muchacho del supermercado, el ayudante del mecánico de la esquina, el hijo del panadero y el novio de la vecina, mi mejor amiga. Eso fue lo peor, me sentí un traidor de la amistad. Ese hombre nos invitaba al cine, y me metía una mano en el culo mientras la agarraba a ella con la otra. Todos aquellos varones estaban convencidos de su hombría, en el ejercicio pleno de su machismo sienten el derecho de gozarse un culo, sin que importe el género. Una extraña manera de sentirse machos “activos”, es decir, hacer​​ de cualquier hueco su trinchera.​​ El gusto de los “straights” por mi culo se volvió rocambolesco. La mano del conductor del autobús, la mano del fotógrafo escolar, la mano del instructor de natación, del párroco, del evangelista, del carnicero, del pelirrojo de los patines y por supuesto, el almidón de Elías. El culo se esponjaba con tanto manoseo y la calentura de Elías. Ese carajo me estaba horneando el culo como una masa de pan que se abomba y provoca a todo macho con ganas. Ya estaba desesperado, al borde de la depresión cuando conocí a mi primer amor; bueno, eso creí yo, que era amor.​​ Mi​​ profesor de educación artística en primer año de bachillerato. No voy a decir su nombre porque ahora es un pintor muy famoso, una personalidad cultural, pero en​​ aquel tiempo yo lo creía poeta.​​ Me​​ llenaba el cuaderno de garabatos y palabras que me enamoraron.​​ Mi primor, me escribía, mi escultura, mi bello Marco. Sí, no les había dicho mi nombre hasta ahora por vergüenza, me llamo Marco. Marquito para algunos, pero para otros solo soy eso, el marco de un culo, lo único que les interesaba de mí a todos los hombres supuestamente heterosexuales. El profesor también tenía novia y me invitó a la ceremonia de matrimonio. Espantoso. Ahora casado pretendía que siguiera siendo su amante, bajo el apuro constante de sus compromisos familiares. A los dieciocho años me enfermé, siguieron años de pesadillas, de psicólogos juveniles, luego psiquiatras y más tarde brujos y otros loqueros. Todos con ganas de hurgar y palpar igual que los demás “straigths”. Decidí reaccionar, por mí mismo, por mi propia sanidad mental me propuse aceptar mi condición sexual y salir del closet. Se acabó el perturbado. Reuní a mi familia, en pleno, papá y mamá, mi hermano mayor,​​ mi hermanita menor que terminó​​ siendo más puta que yo… mi cuñado, mi primo Andrés, el catire, que se cagó creyendo que iba a denunciar todo lo que me hizo en la hacienda de mi tío enseñándome a montar caballo… es decir, el hacía de caballo a pelo, tendido boca arriba mientras me empalaba para que yo aprendiera a resistir el salvaje rodeo. Delante de todo el mundo les dije: ya me cansé de las mentiras, ya me harté de las culpas. Soy gay. Homosexual. Marico. Y no dejaré que nunca más, ningún macho quiera abusar de mi culo. No señor, yo soy algo más que un culo, soy humano, un individuo, un ser con sentimientos, alguien que quiere enamorarse, que quiere que lo amen y no que me usen como un hueco. ¿Qué creen que es la homosexualidad? ¿Una perversión? ¿Una enfermedad cuyo único remedio es un güevo? ¡Qué obsesión! Uno no puede montarse en el metro y aguantar que todo el mundo te mire el culo, no resisto más hacer una fila y que la vulgaridad haga chistes sobre el tamaño de la cola mientras me miran el trasero. Me cansé de ser el comentario morboso en la playa, de las risas a escondidas cuando me agacho a recoger un lápiz, cuando me pruebo unos pantalones en una tienda o me levanto para ir al baño en un restaurante. Ya me harté, no soy una pelota en la cancha a la que todos siguen con la mirada y ganas de atrapar, o patear, o meter en la cesta. Me cansé. Uno no puede ir por la vida siendo solo un culo que camina. Yo sé lo que sienten las mujeres cuando un varón le dice en la calle: ¿Y todo eso es nada más pa´cagar, mamita? Es un asunto de dignidad, de respeto, de derechos humanos, las diferencias y los gustos sexuales es algo que atañe a cada quien y no tiene por qué condenar tus relaciones sociales. Vivimos el siglo XXI y es increíble que la gente siga siendo tan hipócrita, pacata y canalla. Por eso tomé la decisión de salir del closet, ¡y al carajo los enfermos! Fue una bomba atómica en la casa. Quedé relegado de las fiestas y las vacaciones familiares. Pero donde perdí me salvé. Aquí estoy, sano y salvo. Soy otro, pues no me bastó salir del closet, sino que decidí hacerme​​ una reducción, me operé el culo.​​ Se​​ dan cuenta, ahora es algo normal, si se quiere hasta chiquito, insignificante, porque alguien tiene que enamorarse de alguna cualidad de uno,​​ alguien tiene que​​ decirte algo bonito de los ojos,​​ o de tus manos, o recitar que​​ le gusta el color de tu cabello.​​ Soy otro, tengo un trabajo decente, como ejecutivo de cuentas en un banco, otro distinto pero tan común como todos. Ahora que me liberé del culo estoy esperando que aparezca un galán que se enamore de mí… y que por favor, me pase culo, porque lo que yo anhelo es cogerme a alguien y no me cojan siempre a mí. Si hay alguien entre los presentes que me quiera dar el culo, aquí me tienen a la orden. Pero si lo que quiere es eso de mí,​​ entonces me tiene que enamorar.​​ Porque​​ el agujero negro se acabó, ya no más el precipicio, ya di un paso afuera. ¡Y no me acusen de machista, pero ahora ya no doy el culo!

Enero, 2015

 

 

“DETRÁS”              

 

APARECE UNA SEÑORA​​ BASTANTE MAQUILLADA, IMPECABLEMENTE VESTIDA DE DAMA EN CORRESPONDENCIA CON SU EDAD. SOLO SU BOLSO LA DELATA COMO ALGO EXAGERADA. SE SIENTA EN UNA SILLA Y OCUPA OTRA CON SU CARTERA.

 

DENISSE:¡Buenas! Con su permiso voy a poner mi cartera sobre esta otra silla. No me gusta ponerla en el piso. Es de mal agüero, se nos van los reales y en general es como despreciar lo que cargamos. Una y sus cosas a cuestas, su valija. Es grande, si, una mujer necesita una buena cartera, bonita, pero sobretodo cómoda, que quepan todas las cosas que necesitamos. Cuando​​ salgo de casa en busca de un buen terapeuta, cargo alguna revista, un termo con café, algunos medicamentos, perfumes y sobretodo mis cosméticos. Me encantan los cosméticos. No estoy muy maquillada ¿verdad?​​ 

 

SACA DE SU CARTERA​​ EL EQUIPO DE MAQUILLAJE. LO USA.​​ 

 

No salgo a la calle sin maquillaje. No es que tenga algo contra la textura de mi​​  piel, es delicada, suave y precisamente por eso necesito cubrirla ante las​​  agresiones del ambiente. El smog. Es terrible el smog​​ de la ciudad, un​​ hollín​​  espantoso que se pega a la piel, como si fuera una máscara de inmundicias; por​​  eso traigo mis cosméticos, cada dos o tres horas​​ voy al baño a retocarme, para​​  mantener el maquillaje limpio y perfecto. Me cuido de no parecer exagerada, pero​​  prefiero verme​​ sobre maquillada​​ que sucia.​​ No es que vaya a los​​ consultorios​​  psiquiátricos​​ por manías higiénicas. Mi necesidad​​ tiene que ver con un​​  diagnóstico equivocado: doble personalidad. No es verdad, me saca de​​ quicio.​​  Tengo que conseguir a​​ un médico psiquiátrico que certifique el diagnóstico como​​  falso, para llevar una vida normal. No tengo doble personalidad, tengo una sola,​​  aunque somos dos. Cada uno de nosotros tiene su propia personalidad, no​​  excluyente una de la otra, nos completamos, somos uno respetándonos los dos.​​  Me explico. Si ponen atención se darán cuenta que soy un hombre detrás de esta​​  mujer. Ya sé que hay un dicho que reza que detrás de todo hombre exitoso​​  siempre hay una gran mujer, pero en mi caso es al revés, detrás de esta mujer​​  modesta y lúcida, hay un caballero: “Dénis”, ese es su nombre de varón, y yo soy​​  (LO PARAFRASEA) Denisse, que se pronuncia igual: “Denís”, pero se escribe​​  con doble ese y e al final. Yo acentúo su nombre en la primera sílaba, y el mío en​​  la segunda: “Denís”. Mucho gusto. Ya hablé suficiente, voy a sacar una revista, a​​  veces tengo que esperar hasta dos horas si el paciente anterior cae en alguna​​  crisis emocional durante la terapia. Yo no, me parece de mal gusto que la gente​​  se​​ quiera exhibir exagerando sus emociones. Esa gente que vomita y hace ruido​​  para que todos se enteren que está en una crisis emocional, me parece​​  espantosa. Si prefieren​​ que siga la conversación guardaré la revista. No soy​​  nueva en antesalas de consultorios ni en las esperas, y sé que la gente se​​  angustia, impaciente. ¿Mi historia? Bueno, tampoco me gusta hablar mucho de​​  mí, pero puedo hacerle un resumen de mi vida. Si, si, lo haré para entretenerlos,​​  déjeme poner la cartera de nuevo sobre esta silla y tomarme un cafecito, ¿le​​  apetece? Con su permiso. Gracias.​​ 

 

TOMA SU CAFÉ.

 

DENIS:​​ Nací en una ciudad pequeña del interior del​​ país, la provincia, en donde se​​ celebra el carnaval con Steel Band, esas orquestas de lata y pipotes metálicos que suenan de forma estridente, pero muy alegres y contagiosas. Todo el pueblo y los turistas que van al carnaval​​ Callaocense​​ se confunden orgiásticos en la celebración del rey momo. Hay mujeres con turbantes enormes y vestidos de madama, hombres desnudos que cubren su cuerpo con pintura negra y niños diabólicos que se enredan entre las piernas de la multitud amalgamada por la música, el sudor y las desagradables exudaciones… sexuales. Una enorme confusión que la propicia el ron, mezclas de caña brava y otros vicios. En esa ambiente se me ocurrió venir a este mundo. Fue el ruido que me asustó y adelanté mi nacimiento. Sorprendí a mi pobre madre. Nadie conseguía al médico que estaba ebrio y empalado mientras lamía una vagina desconocida. Lo jalaron por el brazo y lo sacaron del enjambre para que atendiera un parto. Mi madre no lo resistió, murió cuando nací, y el médico, entre la pea y la culpa no supo corroborar con claridad el sexo del neonato, mi sexo, y en vez de decir varón, dijo niña. Fue así como mi ignorante madre de leche me vistió de carajita los primeros años de mi vida. Yo supe que era varón cuando tuve mi primera excitación mirándole la cuquita a una gallega. Sí, me gustan las mujeres, jamás tuve relaciones con un hombre, es algo que no me provoca, como si me gusta vestirme de mujer. Junto a Dénis nació Denisse.​​ 

 

PAUSA, AHORA ES MUY FEMENINA.

 

DENISSE:Soy una​​ mujer dominante, no dejo que Dénis se me imponga. Como mujer guardo un enorme aprecio por él, como si fuera mi hermano gemelo. Tiene buen carácter, no le importa mi imposición, hasta se diría que está resignado y lo acepta con agrado. Dénis jamás mira a otras mujeres con indecencia, yo sé que le gustan, que le atrae un par de buenas tetas y un culo bien parado; conozco sus fetiches, las medias negras de seda y los tacones altos. Bueno, eso es algo muy común a los varones ¿verdad? Pero Dénis es un varón especial, un caballero. Educado, elegante y poeta.​​ 

 

SE RÍE.

 

Le gusta la poesía, lee poemas en los atardeceres y se le saltan las lágrimas por la emoción. Tan bello Dénis, tan sensible, pero de marico ni un pelo. Ahora lo dejo hablar, cuando me canse de esta perorata para distraer la tensión que me causan estas sesiones terapéuticas con el psiquiatra. Un hombre confundido, me refiero al psiquiatra. Se empeña en hacerme consiente de mi doble rol. No, no y no, doc… soy una “mujer mujer” y entiendo que hay una parte de mí que le pertenece a Denis… ustedes saben, el aparato, y bueno eso de los deseos revueltos por las hormonas masculinas; entonces, en ese preciso momento yo me aparto y lo dejo a su albedrío, primero porque él tiene derecho a vivir su sexualidad, y segundo porque a mí tampoco me gustan las mujeres. Qué va, mi amor, no es que le tenga grima a las tetas o a los labios vaginales, no, sino que me es algo ajeno, no pertenece a mi mundo porque yo supe desde el principio que todo lo que tiene que ver con el sexo es algo… indecente, incómodo, desagradable... sucio.​​ Yo dejo que Dénis viva la suyo y me entrego a mirar las revistas, me gustan las que tienen vestidos de novias. Es un sueño, como toda mujer me encantaría casarme de velo y corona. Soy virgen aunque les parezca anticuado, y lo soy por convicción, por principio, la única manera de entregarme como mujer será el día que me sienta enamorada. Aunque, insisto, eso lo veo difícil, tampoco nunca tuve una regla. Sé abstraerme en esos​​ aparejamientos masculinos de Dénis cuando necesita vaciarse en una mujer, y que aquí entre nos, cada día son más espaciados. Tan bello, Dénis, lo hace por mí, por no abochornarme… y eso sí, él es tan respetuoso, galante y sobrio, que jamás hace esas cochinadas con nada que me pertenezca, ni una gota de mi maquillaje, ni el peinado de mi cabello, ni mis aretes a pesar de que a los hombres ahora les encanta andar​​ con zarcillos. No, mi amor, Dénis no usa nada mío, ni siquiera los perfumes que me fascinan…​​ 

 

SACA UN PERFUME DE SU CARTERA, LO USA.

 

Huelo divino ¿verdad? Al principio a Dénis le espantaba que usara tanto perfume, decía que no había manera de eludirme, que era impropio el aroma de mujer cuando tiene que enfrentar su vida diaria, cotidiana… entrar a un baño de caballeros, una diligencia oficial, ir al banco donde además trabaja en una oficina común de esas que llaman corporativas… sin privacidad. (SUSPIRA) Pero luego me dijo que, aunque la gente se extrañaba con su perfume femenino, a él no le importaban sus burlitas, pues así andaba conmigo todo el​​ santo​​ día.​​ Tan bello, Dénis. Un hermano.​​ 

 

PAUSA. TRANSICIÓN. AHORA HABLA DENIS QUE TERMINA DE RETOCAR EL​​ MAQUILLAJE.

 

DENIS:​​ No me molesta su perfume, al contrario, la evoca. No cambiaría nada de mi vida porque sin ella no tendría sentido. El mejor momento de mi día es cuando empiezo a seleccionar su ropa, si, sé que les parece raro pero yo escojo todo lo que usa Denisse, no me gusta ir a las tiendas con ella, es lo único que me inquieta de Denisse, le gusta comprar y lo quiere todo, se prueba muchos vestidos, los accesorios, y en eso sí que no la puedo consentir, me fastidio en una tienda, lo soporto porque me complace mirarla con tantos y tantos atuendos. Ella es una fuente infinita de embelesamiento. Denisse es una mujer espectacular como pueden corroborar. Todo le queda bien, tiene cuerpo y porte de modelo. Ella dice, muy modesta,​​ que tiene cuerpo de pobre y que por eso todo le sienta a las mil maravillas, pero no, Denisse es una mujer para las pasarelas. Una belleza, un donaire, una clase difícil de encontrar en otras mujeres. Denisse es el glamour. Llevarla a cenar es lucirse ante todo el mundo, una mujer atractiva, que llama la atención. Parece educada en un colegio suizo de señoritas, sus maneras son las de una princesa, y su conversación deliciosa. No es como esas mujeres comunes que parecen cotorras, criticando todo a su alrededor, chillonas, despreciando los gestos del común y los lugares concurridos. Denisse es divina. Ella no lo sabe, pero estoy ahorrando desde hace años para llevarla a París. Yo creo que no hay mejor escenario en el mundo para ella que la ciudad de París. Subiremos juntos la Tour Eiffel, cenaremos en el pináculo, contemplando el brillo de la ciudad luz y sus ojos en primer plano, como el astro más luminoso del universo. Y en ese momento sincerarme con ella. Soy capaz de acabar conmigo si eso es lo que la complace. Estoy dispuesto a cualquier sacrificio por la felicidad de Denisse.

​​ 

PAUSA.

 

Cuando ya tengo sobre la cama la indumentaria para vestirla, el corazón se me quiere salir del cuerpo. Tengo que tomar calmantes para iniciar el proceso de maquillarla, engalanarla. Y en el momento que la veo en el espejo, entonces, si… se acaba todo alrededor. Una emoción tan concupiscente que no hay nada que se compare a su aparición en el espejo. Más hermosa que la luna y todas las estrellas. Sí, me gusta la poesía porque me la recuerda a ella, a veces creo que todos los poetas se inspiran en Denisse. Dicen que el mar es una mujer, pero no, el mar es Denisse. No hay mejor paisaje que mirarla. Una obra de arte. Tengo la suerte en mi vida de agasajarla, mudarla, acicalarla todas las tardes, de ofrecerle la mejor existencia​​ que una mujer merezca. Hay cosas que ya no quiero hacer para no ser insolente con ella. Ya lo dije, estoy dispuesto a cualquier sacrificio, a matarme si es necesario para que ella viva. A mí siempre me gustaron las mujeres, pero ahora solo me gusta Denisse, y eso es lo que voy a confesarle hoy al psiquiatra, algo que ni siquiera me atrevo a decírselo porque me da miedo perderla. Mi única verdad es que como hombre estoy enamorado de esta mujer.​​ 

 

Febrero 2015​​ 

 

 

“DELANTE” (EL BELLO PÚBICO)          

 

PÚBICO PRESENTA SU POEMA ANTE UN GRUPO LITERARIO, DESDE UN PEQUEÑO PODIO. UN DISCRETO AUDITORIO SENTADO FRENTE A ÉL. LEE CON INSPIRACIÓN.

 

PÚBICO: “Fui solo como un túnel. De mi huían los pájaros,

Y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​  Para sobrevivirme te forjé como un arma,

Como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

¡Ah, los vasos del pecho! ¡Ah, las rosas del pubis!”

 

Se trata de fragmentos del primero de los 20 Poemas de Amor de Pablo Neruda. Sé que la tarea de hoy es leer un poema propio, pero no estoy listo para escribirlo. Cuando me inscribí en este círculo literario, lo hice pensando que al final, tal vez me atreva a escribir algunos versos. Pero puedo contarles sobre mí, si me lo permiten. (PAUSA) Gracias.

Mi madre se enamoró fugazmente de un labrador cuando fue de visita a la hacienda de una familia donde servía su única tía. El cuerpo del labriego salvaje la socava “y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”, como dice el verso final de la primera estrofa del referido poema. Ese hijo soy yo, nacido de la entrega de mi madre a aquel campesino que le recitó el poema de Neruda entre los encubiertos matorrales de la casa ajena. Regresó a su pueblo y al mes supo que estaba embarazada. Cayó en una especie de letargo, de enajenado embeleso y durante los restantes ocho meses de preñez, solo recitó el poema una y otra vez, interminable. Supongo que desde sus entrañas escuchaba su voz “lenta y triste”, sigo refiriendo partes del primer poema. Pienso en mi madre con “los ojos de ausencia”, con sus “muslos blancos” y “actitud de entrega”. Apenas pude beber de “los vasos del pecho”. Mi madre se quitó la vida cuando apenas tenía tres días de nacido. Dejó subrayado en el poema la frase: “Pero cae la hora de la venganza, y te amo”.​​ 

Todo esto no lo recuerdo, lógicamente, me lo contó mi tía, que me crió a escondidas en la pequeña choza donde dormía en los predios de aquella suntuosa hacienda de “¡Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!”. Sobre la tumba de mi madre, siguiendo sus deseos, está su epitafio: “¡Ah, las rosas del pubis!”. Mi tía ignorante e iletrada, me llevó al registro del pueblo y me presentó como su hijo. Cuando le preguntaron mi nombre de pila, contestó: Pubis. Eso es imposible, replicó el comisario, es nombre de mujer y este crío es varón. Le pondremos Púbico. Me llamo Púbico. Mucho gusto compañeros.​​ 

La gente de ríe cuando escucha mi nombre, se burlan, y hasta piensan que mi madre adoptiva era una pobre loca por llamarme así. Pero yo siempre supe que era lo que mi atormentada madre deseaba. Mi tía me lo recordaba para que me olvidara de las burlas, entonces me consolaba diciéndome que yo era su bello Púbico. Bello, de belleza, mi tía se empeñó en repetirme que yo era bello y me lo creí, me lo creo. Soy el bello Púbico.

​​  Los nombres no tienen que ver con la naturaleza de nuestras confirmaciones, pero en mi caso me penó a los: “Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.” Sigo evocando a Neruda.

En la hacienda, viví escondido, huraño, y me acostumbré a camuflarme entre los matorrales donde mi madre se entregó al labriego. Como un animal, “fui solo como un túnel”. En la penumbra de los atardeceres y las lúgubres noches de furia y excitación, podía escuchar los jadeos, y a veces, como relámpagos, los pubis rozándose unos a otros, con sus vellos resplandecientes, como rosas húmedas. Bellos. Vellos.​​ 

Fue fácil enamorarme de los vellos del pubis, sean masculinos o de “cuerpo de mujer” como se titula el poema número uno del gran poeta. Pensaba en mi madre herida por la virilidad del granjero, una flecha, una honda, que acabó con su virginidad y con su alma frágilmente enamorada, tan perdida en los oscuros causes y tan fatigada como yo. No me gusta el sexo, ni siquiera pronunciar esa palabra. No porque crea que sea algo sucio o reprobable, sencillamente porque me induce un dolor infinito siquiera imaginar las penetraciones. Pensar en la vulva de hembra arremetida por el miembro de varón, me espanta.​​ 

Me gustan las rosas, sus aromas y colores, pero me aterra el ardor de las heridas que causan sus espinas. Tengo una pesadilla recurrente, yo desnudo atravesando un rosal perfumado, dejando la piel entre los tallos erizados, con el cuerpo tan rojo como las flores y el dolor insoportable de las mínimas heridas, tan leves y dolorosas como las pequeñas traiciones. La traición es lo que más temo del mundo. Me da miedo el amor, porque trampea sacrificios y extravíos que conducen a la muerte. No quiero amar y mucho menos tener sexo. En compensación, me gusta contemplar el Monte de Venus femenino y el pubis de los hombres. Me incita. Mirar los vellos del pubis me da placer. Hay gente que piensa que mis ansias es una rareza. Sí, soy raro, no lo niego. Nací apurado por una poesía. Hoy día me cuesta que alguien, sea hembra o varón quiera satisfacer mis inclinaciones. Cuando entro a los baños colectivos, me revuelve mirar que los hombres ya no tienen vellos púbicos. Y menos vellos se dejan las mujeres que espío desde mis encierros. Esa manía de rasurar los vellos del pubis es repugnante, mutilan parte de nuestra integridad natural. Nadie se arranca las cejas, por ejemplo, las pestañas, las uñas.​​ 

Ya me conocen suficiente, tal vez me permitan conocerlos un poco más a ustedes, mis compañeros de aventuras literarias. Haré algunas preguntas, pero sabré respetar sus silencios. No obligaré a nadie a que diga una sola palabra si no lo desean. De esa manera me ayudaran a cumplir la tarea de escribir algún verso al final de este curso. ¿Estamos de acuerdo? (UNA PAUSA)

 

AHORA SE DIRIGE A ALGUNOS DEL PUBLICO.

 

¿Te rasuras los vellos del pubis? ¿Les das forma de corazones o pequeños triángulos o apenas una línea que señalan hacia tu identidad sexual? ¿Te atreverías a enseñar los vellos de tu pubis en público?

 

PÚBICO​​ PROVOCA PARA QUE ALGUIEN CUMPLA SU DESEO DE VER LOS VELLOS​​ PÚBICOS. ESPACIO PARA LA​​ INTERACCIÓN​​ CON EL PÚBLICO. SI LO LOGRA AGRADECERÁ AL ESPONTANEO. SI NO LO LOGRA, MOSTRARÁ SU DECEPCIÓN.

 

PÚBICO: (AGRADECIDO A QUIEN ENSEÑA EL VELLO​​ PÚBICO) Tu eres de los míos, tenemos que salvar la estimación por la belleza de los vellos del pubis. Gracias. (SI NO LOGRA COLABORACIÓN) De cualquier manera gracias, compañeros, seguiré buscando a alguien que se atreva a deslumbrarnos con su hermoso vello púbico.

 

SE APARTA DEL PUBLICO. REGRESA AL PODIO.

 

PÚBICO:​​ Soy un​​ mirón​​ de lo que vemos por delante. Me atraen​​ las rarezas del mundo,​​ con la curiosidad​​ de descubrirme​​ entre​​ tantas excentricidades, encontrarle un sentido y​​ explicación a mis​​ apetitos.​​ Soy un​​ voyerista, dirían los psicólogos. Un parafilético. (PAUSA)

La belleza, el amor, el sexo, son el tema de mis aspiraciones literarias. No puedo recordar algo que nunca he vivido, pero mis días confinados al ocultamiento, transitan por mi imaginación. Descubro a mi madre seducida por el agreste olor del sudoroso arador, mezclado al mastranto y las rosas que despiden su excitado pubis. Pienso en la flecha templada de su arco hendir las carnes de mujer. Los roces de sus vientres, el frufrú de sus géneros acoplados a la pasión, los flujos de sus esencias junto al rocío que humedecen los espinos, los fragores de sus caricias, la sed de sus labios, y solo aspiro a entrever la desnudez de sus pelvis, y descubrir el trazo de sus vellos, como un dibujo de rosas a plumillas. Y se enciende dentro de mí un deseo de congelar entre las ramas sus cuerpos satisfechos y plácidos expuestos al sol o la luna, al aire, a la lluvia, sobre la tierra cubierta de musgos, impregnada de sus secreciones. Y me quedo mirándolos, en la esplendidez de la belleza de sus cuerpos, sin diferencias entre el hombre y la mujer, cerrado a la visión de sus pubis cubiertos de vellos. Bellos, tanto como yo, “el hijo del fondo de la tierra”, del que huyen los pájaros, y al que “la noche trae su invasión poderosa” en “mi camino indeciso”. Bello, desde que mi madre y mi tía me bautizaron Púbico. Bello, desde los “oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.”

 

PÚBICO RECITA O CANTA EL POEMA.​​ 

 

CUERPO DE MUJER

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,

te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

 

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

Para sobrevivirme te forjé como un arma,

como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

 

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!

Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

 

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.

Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!

Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

 

SALE DEL PODIO.

Abril, 2018

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José Simón Escalona

Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal.

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