Propuesta Matrimonial
Soy contemplativo, sin que ello signifique ser impasible, pues siempre estoy activamente armando algo. Construyo oportunidades y encuentro en ello mis motivaciones para continuar haciendo. Mi país no es el mismo en el cual me crié, soñando escenarios.
En octubre de 1967 presenté mi audición para entrar al Grupo Teatral Theaomai, bajo la dirección de mi primer maestro Edgar Mejías. Años despues declaré publicamente que fui admitido en la agrupación porque Edgar estaba enamorado de mi hermana mayor, y sabía que si no me aceptaba era imposible que mi hermana pudiera entrar a la agrupación de teatro liceísta. Aunque mi maestro negó mi hipótesis y me regaló la ficha de evaluación de mi audición; yo deduje mi presunción en base a mi personalidad y costumbre de observar el mundo desde alguna discreta o escondida atalaya. No era un adolescente extrovertido, una cualidad imprescindible para el escenario. Yo me mantenía distante y silencioso. En aquellos tiempos de mi adolescencia tuve que ser la “lamparita” de mi hermana mayor. Era preciosa, tenía algo especial que hacía que todos se fijaran en ella. Mi hermana exhibía talento, belleza, inteligencia y un carisma deslumbrante. Mas adelante, cuando inició estudios en el Pedagógico de Caracas, seguí siendo el acompañante de ella y de Pilar Romero, eran hermanas. Ambas lucían cual estrellas en todos lo que hacían, pero nunca me sentí a la sombra de ellas. Las admiraba, las amaba y me enseñaron a mirar el mundo desde una posición que considero privilegiada. La oportunidad de ver a los artista con fervor, de aplaudirlos, descubrir en sus acciones y presencia la esencia del talento. Ese don delicado de percibir y tan engañoso para ensalzar. El Grupo Theja y la TV son los lugares donde desarrollo mis habilidades, descubriendo y dando espacios a los nuevos talentos. Los artistas, sean de la disciplina que sea, animan mi admiración, amor e imaginación. Mis hermanas Marian y Pilar, Angélica, Maigualida y Nacarid, divas del Theja a las que se fueron sumando otras personalidades del escenario y la pantalla, hicieron de mi un productor. Mi contemplación de las estrellas es la misma que disfruto al ver brillar a tantos artistas que hacen glamurosa mi vida. Mi misión es crear espacios para seducirnos. La constelación país ya no brilla como antes.
Eso tampoco es motivo para detenerme, estoy acostumbrado a los cambios, fascinado por los cambios en todos los aspectos, ambientales, culturales, sociales, íntimos. No me amedrentan los obstáculos, las críticas mezquinas y malintencionadas, las traiciones ni los despechos, sobre ellos cabalgo sin miedo a los errores. Continúo trabajando, pero ¡cuán dificiles son las circunstancias actuales de ser venezolano!
Ante tal abrumamiento, recibí una propuesta de matrimonio. Lo que definifitivamente es muy halagador para un hombre de mi edad y en las actuales circunstancias. Me hizo reír de buena gana y me sacó de cierta pesadez para iniciar mis tareas laborales. Como tantas veces tuve que explicar a mis adorados pretendientes matrimoniales por qué continúo en mi país y cómo encuentro el impulso para seguir haciendo lo que me gusta, construir conyugalidades.
Tanto el teatro como la televisión viven tiempos terribles. Admiro a los artistas que siguen sobre escena y también al espectador que se atreve a asistir. Respeto a los trabajores que continuan yendo a sus lugares de empleo a pesar de la insalubridad pública y el riesgo de enfermarse sin ningún sistema de salud y seguros médicos que garanticen atención sanitaria. Me espanta la maldad del poder, la crueldad de los fanáticos, la furia del resentimiento, la irresponsabilidad ética. Y no estoy hablando del cambio climático, de la extinción de las espécies ni del hambre y la pobreza mundial, que son temas de diligencia planetaria. Me refiero a la incivilidad, a la barbarie local. Con ello tenemos que lidiar para seguir haciendo cultura y producción audiovisual nacional. Apoyo todas las iniciativas y organizaciones filantrópicas, desde una Junta de Condominio que intenta mantener su habitat, hasta un grupo de estudiantes que desean crear espacios de convivencia, de reflexión, de arte, de entusiasmo en medio del marasmo ciudadano. También estas Organizaciones No Gubernamentales, ONG por sus siglas, están en riesgo de perder sus derechos. Por encima de los cierres de espacios de comunicación y prensa, de beneficencias, de libertades artísticas, mi única posibilidad de continuar haciendo por encima de la maldad, es creer en lo que siempre pretendo, la unión de capacidades, de fuerzas, de talentos. Y eso es lo que hago en mi país.
Me aterra aún más exiliarme. No entiendo el teatro ni la televisión sin venezolanos que se expresen libres y atrevidos, delante y detrás de tablas y cámaras. Con una visión autoral, desde acá para los que quieran conocernos, entendernos, compartirnos, sentirnos, amarnos.
Por ello la propuesta matrimonial, que agradezco infinitamente y que me da un nuevo impulso para continuar acá, no puedo aceptarla para irme de mi país y ser un ciudadano legal en otra nación. Con mi pasaporte vencido y sin visa para ninguna parte, aunque sea muy tentadora la oferta matrimonial por lo que significa de complacencias y afectos íntimos, tengo que negarme a dar el sí. Quiero aclarar que la generosa propuesta me la hizo una pareja de amigos, él y ella son casados y están dispuestos a divorciarse para que yo elija con cual de los dos quiero casarme y conseguir un documento digno, una cama amplia, una butaca con vista como saben que aprecio y lo mejor del ofrecimiento, dispuestos a motivarme para continuar haciendo. Pero no, sin mi país no soy el hombre que emprende en compañía, en matrimonio.