“MIEDO”
El miedo y la muerte están relacionados a la naturaleza de los seres vivos, el peligro o amenaza a la integridad física son parte del instinto de supervivencia. El amor a la vida es esencia. Nuestros miedos infantiles no se conectan a la razón, son emocionales, intuitivos, por eso el sano desarrollo del ser humano está tan ligado a las primeras experiencias vitales, desde el momento del alumbramiento las sensaciones físicas van moldearlo nuestras ansiedades y temores, también las complacencias y los afectos.
Desde niño tuve miedo a la oscuridad, me gusta la luz, el sol y la llama, la iluminación y sus formas de expresión artística forman parte de mis ocupaciones. Cuido los detalles de la luz en el escenario como si se tratara de una pintura, también en las ambientaciones hogareñas y de trabajo. La luz construye las formas, sus colores, la atmósfera del descanso y la contemplación, por eso me cautivan los amaneceres y atardeceres, espectáculos natural lumínicos. Si el primero anuncia un nuevo día, el ocaso es el fin del día que transcurre hacia la noche. La noche y las sombras. La noche y la soledad. La temida oscuridad. La hora del Lobo, cuando los sueños se convierten en pesadillas. En 1990 y bajo la dirección de Javier Vidal, representamos una versión vanguardista sobre la obra de Ingmar Bergman. Miedos a nuestras propias obsesiones.
En medio del sueño despertar bajo la amenaza de perder tu vida es una experiencia traumática, espantosa, de terror. A inicios del año pasado, antes de declararse la pandemia, terminamos la postproducción de la serie “Almas en pena”, muy ligada a aquellos pánicos infantiles. Cuentos de terror y la amenaza de una muerte prematura, cuando la osadía y la irresponsabilidad juvenil nos empujan a la tentación del inframundo, misterios de esas zonas oscuras del alma y la imaginación. En la niñez veía desde mi cama, por la rendija de la puerta, una cabeza sin cuerpo que me aterrorizaba, no me atrevía a levantarme para ir al baño, mojaba las sábanas del miedo. Mi crianza pueblerina acentuó mi aversión por las alimañas nocturnas: sapos, culebras, escorpiones, arañas, ratas… que junto al acecho de esos espectros del más allá, con sus gritos, sus espeluznantes apariciones hacían de la noche un tormento. Dormir es imposible.
La inseguridad citadina es hoy día una amenaza tan atroz como la pandemia. Como reza el dicho: si no te agarra el chingo, te lleva el sin nariz.
-“Se ahorcó un burro por motivos pasionales en la Plaza de Catia”
Leímos alguna vez en un periódico local, y el titular lo llevamos a un diálogo de Teatro del Absurdo. Ese fue el primer texto que pronunciaba sobre el escenario en mi debut teatral a finales de los años sesenta con mi Grupo Theaomai. En la realidad, el periódico catalogaba de “burro”, por su ignorancia, al suicida abandonado por su licenciosa mujer, pero en verdad era un titular macabro y burlón.
También sabíamos de secuestros a personas adineradas, a veces por motivos políticos, como el robo a los bancos que decían que tenían el objetivo de financiar a grupos irregulares; y se informaban de otros crímenes ligados a las mafias y sus afines ilegales: deudas de juego, revanchas, odios de sangre… Los ciudadanos de a pie no sentíamos la paranoia de ser asaltados al salir del trabajo, o ser secuestrados en una esquina, o despertar amenazados en la cama de su propia habitación para ponerle un costo en dólares a tu vida. Ahora, por quítame esta paja, te quieren arrancar divisas y hasta te confiesa el ladrón que necesita esos dólares para irse de este país imposible.
El miedo a perder tu vida bajo circunstancias criminales, avaladas por la inacción o corrupción de los servicios de seguridad del estado nos tienen tan presos en casa como el miedo al virus de la pandemia.
-La maldad es infinita, tanto que a veces parece ser buena.
Expresa Xiomara Moreno en su obra “Obituario” que el Grupo Theja estreno en 1984 y mantuvo durante años en su repertorio y que exhibimos en Festivales internacionales, entre ellos en Manizales, Colombia. La obra presenta un grupo de seres supersticiosos, creyentes, fanáticos que quieren comunicarse con sus muertos. La necesidad de entenderse a sí mismos, de encontrar una manera de continuar viviendo. Miedo y muerte, ansiedad y Fe.
Volver a una ciudad vivible, donde te garanticen la seguridad y la sobrevivencia de una manera digna es lo que buscan todos los que huyen de la noche oscura. Mantener nuestro espíritu de resistencia y empeños nos deja al borde del terror. Pero no estamos solos, nos acompañan nuestros seres de luz que decidieron creer en un nuevo amanecer. Gracias a Dios seguimos vivos.